Desperté en una amplia y mullida cama king size, en lo que parecía ser una suite de lujo, afuera el sol brillaba intensamente, a mi derecha había unas amplias puertas de vidrio que daban a un balcón con vista al mar, no, no podía ser el mar, tenía que ser un lago, mientras mi mente trataba de discernir dónde me encontraba, no me percaté de que un hombre se acercó descalzo por detrás y me abrazó con fuerza, frotando con sus manos mi torso desnudo y besando mi cuello, era Fabio. Aunque disfrutaba mucho sentirme entre sus fuertes brazos, forcejeé para liberarme de él y mirarlo de frente.
—¿Qué significa todo esto? —pregunté.
—Estamos en Teques (Tequesquitengo) renté esta suite sólo para nosotros dos —él respondió, miré un reloj que colgaba de la pared y noté que eran las… ¿doce de la mañana? ¿del siguiente día? Fabio estaba casi desnudo, traía puesta una bata abierta que me permitía admirar sus fuertes pectorales, sus ligeramente trabajados abdominales y sobre todo, su abultado paquete que se marca deliciosamente a través de su ceñido bóxer blanco. Yo tenía el torso descubierto y estaba descalzo, solo traía puesto el pantalón de mezclilla.
—¿Para qué me trajiste aquí? —pregunté, a pesar de conocer la respuesta— Fui muy claro contigo en la azotea.
—Cuando te vi caminando hace unas horas, no pude resistirme, te veías espectacular y arrasador, estás mucho más atractivo e irresistible, tal vez es por que has madurado y ahora eres un hombre, cuando te conocí hace ocho años, parecías todavía un muchacho —él explicó y es que Fabio era tres años mayor que yo.
—Tú también luces más varonil —¡no puede ser! se me escapó, no quería darle ningún cumplido. La verdad, a nadie le queda mejor el adjetivo “irresistible” como a él, su rostro esbozó una ligera sonrisa de satisfacción.
Tequesquitengo |
—Improvisé, pedí a Galo sus famosas gotas tranquilizantes y conduje para traerte hasta aquí, afortunadamente tenían esta habitación disponible.
—En pocas palabras, me drogaste.
—Eres un hombre muy fuerte, no hablo de tu físico, sé que me deseas, pero también sé que jamás te permitirías volver a estar conmigo, porque tienes mucha dignidad y amor propio, eso es lo que te hace mucho más atractivo.
—Valoro tus esfuerzos, me siento halagado, ya te lo expliqué, yo no volveré a estar contigo, me voy —dije con seguridad, sobre la cama estaban mi playera y mi chamarra, tomé la primera, ubiqué la etiqueta para encontrar el frente, en el segundo en que ésta cubría mi cara al ponérmela, sentí un fuerte dolor entre mis piernas que me hizo flaquear, antes de darme cuenta, estaba de rodillas con la playera al cuello, sujetando mi entrepierna. Fabio me había dado una fortísima patada en los huevos.
—No creas que te dejaré ir sin luchar, ¿lo recuerdas? ¿cómo disfrutábamos de esto? —me preguntó aproximándose a mí, colocó su mano en mi nuca y presionó mi cabeza contra su viril paquete, mi nariz frotó su largo miembro y pude aspirar su masculino aroma de macho, él me sujetó de mi cabello corto y continuó frotando mi rostro contra su cuerpo. ¿Cómo no lo voy a recordar? Si justamente fue él quien me enseñó, cuán placentero puede ser sentirse dominado por la parte más sensible que como hombre puedo tener. A Fabio le excitaba golpearme en los huevos y dominarme para extraer mi semen, ya fuera con sus manos o con su boca. Yo también lo golpeaba, era un intercambio mutuo, pero al final, siempre era yo quien terminaba sometido en el piso gimiendo y gritando de placer, yo le permitía hacer eso conmigo, esta vez, las cosas serían muy diferentes.
—¿Que si lo recuerdo? —dije oponiendo resistencia a su agarre para liberar mi rostro de su entrepierna. En seguida, sujeté sus bolas, apretándolas sin piedad, tiré de ellas con fuerza y lo hice arrodillar.
Nos miramos fijamente, estábamos excitados, yo no liberé sus bolas, así que él decidió castigarme también, fue una ventaja traer puesto mi pantalón de mezclilla, esto dificultó su agarre y pude quitar su mano de mi entrepierna a tiempo, todavía arrodillado, moví mi pelvis hacia su lado izquierdo acercando mi cuerpo al suyo para prevenir que contraatacara, lo sujeté del cuello con mi otra mano y lo apreté con firmeza, pero sin hacerle daño, lo llevé al piso, sometiéndolo bajo mi cuerpo, utilicé lo aprendido en mis clases de MMA.
—No, Fabio, si realmente quieres que esto suceda, las cosas van a ser muy diferentes esta vez —le dije jadeando de excitación. Él me miró a los ojos y tras unos segundos, bajó la mirada y asintió como señal de sumisión, entendió que en esta ocasión, quien iba a ser sometido, era él.
Me puse de pie, él se quedó encogido sujetando sus bolas, esperé un par de minutos a que se recuperara, cuando estuvo bocarriba tendido ante mí, con mi pie toqué las manos que cubrían su entrepierna, él las retiró hacia su costados, pateé suavemente uno por uno sus muslos para abrir su compás. Sin piedad elevé mi pie, para con fuerza pisar el par de pelotas que claramente se delineaban en su sensual ropa interior, él gritó de dolor y levantó el torso, sujetó con su manos mi tobillo para intentar retirar mi pie de su cuerpo. Yo lo removí, pero a cambio lo coloqué sobre su pecho para bajarlo nuevamente al piso y posteriormente presionar con mi planta su cuello.
Aarón, 32 años. |
—Entiende de una vez cuál es tu posición —le dije con severidad— tú ya no eres el dueño de tu cuerpo, tú me perteneces y voy a hacer contigo lo que se me antoje.
—Lo lamento, no va a volver a suceder —dijo con dificultad. Busqué en la bolsa del pantalón mi bucal, solía llevar uno conmigo, era un hábito adquirido, mi maestro de MMA un día nos comentó que en caso de alguna pelea callejera, ayudaba psicológicamente usar un bucal, nos recomendó siempre llevar uno. No sé si lo que dijo era cierto o no, el hecho era que sí llevaba uno ese día. En esta ocasión, el bucal ayudaría a Fabio a resistir los golpes y prevenir que pudiera morderse la lengua.
—Abre —ordené a Fabio, él abrió su boca, le coloqué el bucal— muerde.
Enseguida me arrodillé entre sus piernas, le quité la ropa interior, liberando su hermoso pene que recién comenzaba a levantarse y lubricar, yo conocía muy bien a este hombre, sabía que aunque ya no estaba del todo flácido, su miembro todavía no alcanzaba su máxima longitud y grosor. Tomé su escroto de la base, formando una especie de cepo con mis manos, comencé a dar ligeras palmadas a sus indefensos testículos, con cada golpecito, él emitía un gemido leve que no hacía más que excitarme, a continuación, presioné mi dedo medio contra el pulgar y así, al liberar la presión, mi uña podía golpear cada una de las bolas de este semental. Este incremento en la intensidad hizo que sus gemidos ahogados se hicieran más prolongados, él sabía que a mí me gustaban los hombres fuertes y viriles, quienes resisten el dolor y no chillan o se quejan con cualquier cosa.
Lo que mis ojos veían en este momento, era altamente estimulante, tener dominado a este macho velludo, apreciar sus gruesos muslos, su marcado abdomen y su fuerte pecho subir y bajar, respirando agitado por la excitación y el dolor, me provocó una gran erección, abrí mi pantalón y comencé a masajear mi verga, mientras sostenía las bolas de Fabio, no con el fin de eyacular, solamente quería sentir que robaba su hombría, transfiriéndola hacia mí, hacer esto me hacía sentir fuerte y poderoso.
Estiré su escroto, sujetando entre mis dedos índices y pulgares cada una de las bolas de este maravilloso hombre y las apreté. Sus gritos ahogados se tornaron cada vez más agudos y largos, a veces entrecortándose, suplicantes. Su cuerpo entero comenzó a retorcerse y sus preciosos músculos se tensaron, yo no paré, a diferencia de las veces en que él y yo lo hicimos antes, este no era un simple juego erótico, yo realmente lo estaba lastimando, no podía detenerme, algo se apoderó de mí, yo quería castigarlo. Cuando Fabio empezó a llorar, debido al brutal tratamiento que di a sus testículos, me puse de pie, lo deje retorcerse un rato en el suelo para que se recuperara, él masajeaba sus bolas tratando de aliviar el dolor que sentía. Me arrodillé a su lado, él quitó sus manos dándome sumisamente acceso nuevamente a su hombría, yo comencé a sobar suavemente sus bellos orbes.
Fabio Holgado |
—Shhh, shhh, shhh, lo has hecho bien —le dije con dulzura acariciando su rostro y dándole un largo beso en la boca.
Lentamente recorrí todo su cuerpo con mi lengua hasta llegar a su enorme verga en erección, era larga y gorda, comencé a masturbarlo con una mano, mientras con la otra le apretaba moderadamente las bolas.
—Entrégame tu leche —le dije.
Escupí sobre su verga para lubricarla y comencé a chupár, succionando repetidamente con mi boca, moviendo mi cabeza hacia delante y hacia atrás, él comenzó a gemir de placer. También bajé para chupar sus huevos, succioné cada uno de sus testículos, incluso los sostuve entre mis dientes sin morder, mientras con mi mano continué excitándolo. Finalmente volví a mamársela con intensidad, luego de algunos minutos, sentí su pene sacudirse involuntariamente dentro de mi boca y probé el delicioso sabor salado de su semen, lo bebí todo, cuando ya no hubo más, exprimí su colorado glande para extraer hasta la última gota y con la punta de mi lengua lamí sus bordes de forma circular, esto lo hizo estremecer, pude ver como la piel se le puso chinita.
Quedó respirando agitado y exhausto en el piso. Yo me quité el pantalón y ropa interior, me monté sobre su pecho dejando mi verga erecta sobre su boca, el escupió el bucal y comenzó a succionar y a excitarme con las manos, quiso sujetar mis bolas mientras me la mamaba.
—No —grité imperativamente. Él entendió y se abstuvo de tocar mis testículos. Yo estaba a gatas sobre su cabeza, él cuidadosamente me mamó el pene hasta conseguir extraer mi leche, cuando esto ocurrió, me puse de pie y sin mirarlo comencé a vestirme.
En ese momento tocaron a la puerta, mi compañero se levantó, se abrochó la bata y abrió, en el umbral se encontraba un hombre moreno y corpulento de aproximadamente 1.80 de estatura, vestía formal con pantalón de vestir y camisa arremangada muy ceñida, miró a Fabio, luego a mí, yo estaba en calzones, frunció el ceño y conectó un rodillazo a mi amigo en los huevos, seguido de un puñetazo en la cara que lo derribó al piso, comenzó a patearlo.
—¡Eres un maldito perro! ¿cómo pudiste hacerlo, cabrón? —gritaba el hombre, Fabio se cubría en posición fetal— perro malnacido, pocos huevos, culero de mierda.
—Luego te lo explico, hermoso, no es lo que crees —decía Fabio.
Había pasado la noche estresado, luchando contra mis emociones, necesitaba liberar la tensión, no lo pude evitar, comencé a reír a carcajadas, la situación era muy irónica, este hombre era su actual pareja y al parecer lo sorprendió cogiendo conmigo… con su ex. Aunque simpatizo con el pobre hombre, la verdad es que estar del otro lado me producía gran satisfacción, poder tener encuentros sexuales con el chico más ardiente que había conocido, sin la responsabilidad o compromiso de exclusividad, era liberador. Fabio no me debía fidelidad, ni yo a él, simplemente nos la pasamos rico, eso no significaba que íbamos a estar juntos, ni mucho menos. El tipo se molestó y quiso lanzarse sobre mí, yo me puse en guardia, algo en mi postura o tal vez mi talla superior lo hicieron detenerse en seco y retroceder, luego de gritar más insultos a Fabio, salió de la habitación. Mi amigo se puso en pie y comenzó a vestirse, yo también.
Fabio, 35 años |
—Ya lo dejaste muy claro —respondió sin mirarme a los ojos— no tienes que repetirlo.
Fabio me llevó de vuelta en mi camioneta, no conversamos mucho en el camino, me dejó en mi casa, le ofrecí pasar a tomar aunque fuera un café, se negó, pidió un Uber y se marchó. Supongo que conocer el estado actual de lo que pudo ser su hogar, era algo duro. Mi falta de aprecio hacia él después de haberla pasado tan rico, debió afectarlo también o quizá fuera el hecho de que esta mañana quedó de manifiesto nuevamente quién era él en realidad, alguien que no valía la pena.
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