Aarón |
—¿Cuál es tu problema? —pregunté enojado— ¿por un baño? ¿neta?
—Los que son como tú y tus amigotes, creen que por que son hombres pueden burlarse de nosotras por ser mujeres.
—No nos burlamos por que sean mujeres, sino de lo absurdos de algunas de sus ideologías —¡listo! lo dije, al instante sentí que me equivoqué, debí haberme quedado callado— como no dejarnos entrar al baño, por ejemplo.
—¿Sabes lo que es orinar sobre un baño sucio? ustedes los hombres son unos asquerosos, salpican todo, nosotras solo queríamos un lugar seguro y limpio para todas las niñas —la flacucha explicó, su argumento era bueno, debió explicármelo antes.
—Déjame adivinar, eres de los que prefiere ver mujeres muertas que muros rayados o mujeres muriendo en abortos clandestinos —una mujer cuarentona con lentes y canas pintadas de morado se aproximó para discutir.
—Estoy de acuerdo en que como mujeres, si un hombre las deja, cargan con toda la responsabilidad de un embarazo, pero ¿no es mejor prevenir? —argumenté.
—¿Y las mujeres violentadas, abusadas o con un marido borracho que las viola cada que quiere? —la mujer argumentó.
—Obviamente es correcto en casos de violación, pero son la minoría, no puede ser la norma estar abortando —respondí— o dime tú, ya por abortar, esa mujer que es violada por su marido borracho ¿va a dejar de ser violentada? El aborto no es la solución, porque no ataca la causa del problema, esos embarazos son solo un síntoma de una descomposición social que es la verdadera enfermedad. No por abortar, la violencia se va a terminar. Es como tener cáncer y solo tomarte un analgésico en vez de someterte a una quimioterapia —la mujer se quedó callada y retrocedió, no sabía que responderme.
—A veces necesitas un analgésico para lidiar con el dolor, porque no puedes darte el lujo de pagar una quimioterapia —respondió la flaca, era muy buena, no era una descerebrada.
—No entiendo qué hace un hombre opinando sobre el cuerpo de una mujer —dijo la gorda con terribles gustos musicales.
—Esa mujer decidió dejar meter un pene sin condón en su cuerpo en primer lugar, fue su decisión —todas comenzaron a abuchearme y gritarme insultos— podrán decirme que fue presionada o acosada para ceder, entonces hay que luchar por que se acabe eso y que ninguna mujer sea coaccionada, que sea verdaderamente libre de elegir responsablemente con quién, cuándo y cómo, no estar buscando el aborto legal y encima gratuito.
—Supongo que hablas por que ya te hiciste una vasectomía —gritó una de ellas.
—No, pero siempre cojo con condón.
—¿Qué no eras puto? tú y tus amigos —dijo la flacucha—. No podrías embarazar a una mujer aunque quisieras.
—Soy bi —respondí.
—¿Bi? bi-en puto —comentó una y todas comenzaron a reír.
—Bi-en maricón —dijo otra.
—Bi-en jota —siguieron riéndose de mí.
—Bi-en puñalón.
—Bi-en pasiva —dijo la gorda.
Mi querida Liz |
Elizabeth me tomó de los tobillos, abrió mis piernas en “V”, miró a todos los presentes quienes le gritaban “pégale en los huevos”, Liz me estaba rescatando de un problema mayor. Le seguí el juego, supliqué que no lo hiciera, que no me pisara las bolas.
—No, por favor, no, no, piedad –grité. Fue entonces cuando esta mujer hundió su tenis en mi entrepierna y aplastó mis bolas, yo grité de dolor y me retorcí en el piso. Ella repitió esta acción dos veces más para el entretenimiento de la multitud.
Me agarró del cabello y me incorporó violentamente, me aplicó una llave al brazo jalándolo hacia mi espalda, mientras con la otra mano sujetaba mis huevos, más no los apretaba, me llevó fuera de la propiedad, bajamos las larguísimas escaleras, ya en la calle, me empujó haciéndome caer al pavimento, los asistentes nos seguían en procesión, vitoreándola y enardecidos.
—¡Lárgate de aquí, cabrón! si no quieres que te parta tu madre —gritó y me guiñó el ojo. Yo entendí y me alejé del lugar, caminando cuesta abajo por la calle, había dejado mi camioneta estacionada unos metros hacia arriba, no podía ir para allá, porque estaba lleno de gente hostil.
Volteé y vi como todos se reían y celebraban la paliza que me dio, la gordísima cargaba a Liz en hombros, continué caminando durante unos quince minutos, hasta que un auto modelo March, color rojo se detuvo junto a mí y me pitó amablemente, era ella, me indicó que subiera.
—¿Qué pasa contigo? —me preguntó en el auto— tú no eres un golpeador de mujeres.
—Primero que nada, buenas noches —le dije con una sonrisa coqueta, ella estaba más linda que nunca.
—¿Qué pasó allá adentro? —ignoró mi coqueteo.
Le platiqué de la discusión y altercado que tuve con esas mujeres, dijo que sintió que mis testículos estaban algo hinchados y duros cuando me los agarró al sacarme a la calle y eso no era por sus pisotones.
—Yo solamente vi que te tenían rodeado, que estabas en problemas y tenía que ayudarte —me explicó— ¿para qué discutes con esas mujeres?
—Fabio tiene la culpa, él fue quien se burló de ellas.
—¿Fabio?
Narré brevemente lo que había sido mi noche y cómo esos dos me habían abandonado, además le conté mis sentimientos por ambos. Quiero mucho a Liz, podría decir que la amo, en ella tengo una confianza ciega, puedo contarle todo sin reparos, jamás le he guardado un secreto, incluso le platiqué sobre la atracción que sentía por Héctor cuando todavía éramos novios. Rompimos por la diferencia de edad que había entre nosotros, no es que fuera muy grande, pero para sus padres yo era un señor de treinta y ella un niña de veintidós. Elizabeth era muy obediente, "chavita bien", de familia acomodada, niña de su casa, católica, iba a misa los domingos, respetaba muchísimo a sus papás, por eso nuestra relación no pudo ser.
—¿Estás celosa? —pregunté.
—¡Quisieras!
—Al chile sí, quisiera ¿y tú qué hacías ahí? —pregunté.
Cuando terminamos, ella estaba por graduarse de artes escénicas, además de karateka, Elizabeth Castillo era actriz. Me contó que escribió su propia obra de teatro y estaba en planes para armar todo y estrenarla en unos meses. Galo era el productor, tenía algunas notas y comentarios que hacerle a su guion, ella lo necesitaba para mañana temprano, o mejor dicho, en unas horas. Galo no hizo las correcciones a tiempo, o si lo hizo, no se las quiso entregar antes, ni por vía electrónica. Liz solo fue por eso, no iba realmente a la fiesta.
—Él está poniendo todo el dinero y tiene los contactos con el teatro y en general está bien conectado en el medio... y es un brillante dramaturgo. Así que tengo que obedecer un poco sus caprichos. ¿A dónde te llevo? —me preguntó.
—De regreso ¿podrías? Es que dejé mi camioneta allá —dije, me sonrió y dio una vuelta en “U”.
—¿Qué más has hecho? —pregunté.
—Me emancipe, por así decirlo, quiero mucho a mis papás, pero ya no podía dejar que controlaran mi vida, me fui de la casa, me retiraron su apoyo financiero, rento con otras dos amigas un departamento al sur de la ciudad, trabajo como copywriter independiente, redacto textos para agencias de marketing y publicidad o quien me lo pida y pueda pagar. Saco lo de mis gastos y al no tener horario fijo, solo fechas de entrega, me da libertad para poder hacer esto de la obra de teatro, que es mi pasión.
Elizabeth |
—Porque no tengo la vida resuelta como este cabrón, yo sí tengo que trabajar —respondí.
—Héctor acaba de “salir”, yo le voy a enseñar todo lo que tiene que saber —afirmó burlonamente Fabio .
—¡Eres un maldito hijo de puta, Fabio Holgado! —grité enojado.
—Veo que tú sí conociste a mi madre —respondió con un tono melancólico y triste.
—No, bro, lo siento, no quise decirte eso —inmediatamente me disculpé.
Fabio Holgado |
Fabio pertenece a la familia más rica de México, es un Holgado, su padre está en la lista de Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo, lamentablemente, en su familia nadie lo quiere, es el hijo de una amante del señor, su madre murió cuando él nació, su padre le dio su apellido y lo recibió. El problema fue que era por mucho, el menor de sus hijos, uno de sus hermanos era treinta años mayor que él y tenía sobrinos de su edad o más grandes, todos bien posicionados dentro del negocio familiar y perversamente ambiciosos.
Él siempre fue marginado, creció recibiendo malos tratos de sus hermanos y hermanas, lo llamaban perniciosamente “hijo de puta” como si fuera su nombre de pila, todavía lo hacen. Para sobrevivir en ese estanque de tiburones y pirañas, adoptó la personalidad que tiene ahora, relajada, cínica y desvergonzada, por que si se tomara en serio la vida, ya se habría suicidado. Cada mes recibe varios millones en su cuenta bancaria, no le pueden quitar ese derecho, sin embargo, en la familia, él es un cero a la izquierda. Hace lo mejor con lo que tiene, vive para gozar y disfrutar, su prioridad es el placer, con ello trata de llenar el enorme vacío que hay en su interior, yo quise ser el hombre que lo llenara, pero no pude, no creo que alguien pueda.
—Lo sé nene, lo sé —dijo arremedando a Edna Moda— sé que no lo decías de esa forma, al chile, me mamé.
—Prométeme que vas a manejar con cuidado, no quiero que nada le pase ni a la camioneta, ni a ustedes —le dije en un tono más tranquilo y resignado— y cuídalo mucho —le susurré al oído refiriéndome a Héctor.
—¿Con quien crees que hablas? —me dijo sonriendo, mientras levantaba las cejas de forma coqueta— mañana te dejo la camioneta en tu casa ¿vale? la voy a dejar con el guardia de seguridad de tu fraccionamiento.
—De acuerdo.
Este fue uno de los seis finales de la historia, comenta si te gustó este final. Si has leído otros finales ¿cuál ha sido tu final favorito?
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