AL SALIR DE UN BAR (los dos van a casa de Héctor) - Las Bolas de Pablo

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AL SALIR DE UN BAR (los dos van a casa de Héctor)

Aarón
    —Entiendo —dijo poniéndose en pie, todavía se sujetaba las bolas—mi mamá va a poner el grito en el cielo cuando me vea llegar así.


    Por fin llegamos a mi camioneta, la había dejado en el estacionamiento de una tienda departamental que permanecía abierta las veinticuatro horas, no me gustaba estacionarme en la vil calle. Era una Jeep Wrangler 2009, color negro, la compré usada a un muy buen precio el año pasado. Me detuve en una farmacia para comprar alcohol, gasas y otras cosas. Héctor no había pronunciado palabra desde que le propuse llevarlo a su casa como era el plan original.
 
   —¿Te pasa algo, bro? –pregunté mirando al frente, él suspiró y dudó un poco antes de responder, se acomodó en el asiento para enfrentarme.
 
   —No quiero mentir o seguir pretendiendo, carnal, hoy nos partieron la madre por que no dije la verdad en su momento —comentó— voy a decirte lo que es, yo quería verte hoy para contarte que soy gay y fantaseaba con poder pasar la noche contigo, me gustaste un chingo desde que José nos presentó hace dos años, pero tú andabas con Liz, tenías novia, hacían bonita pareja.
 
   —Tú me gustabas también, hasta se lo comenté a Liz, a ella le parecías atractivo también, pensamos ofrecerte hacer un trío, pero eras tan heterosexual y masculino, que hacerlo sonaba como un disparate —le dije.
 
   —¿Es neta? que yo te gusto —me preguntó— simplemente ese tal Fabio, él es… muy guapo y alto, con hombros anchos y cintura angosta, a pesar de traer jeans negros, se le marcaba un chingo el paquete, tú y él están en otro nivel.
 
   —Es por su ropa interior, hay calzones que te hacen el paquete al frente —le comenté. Me orillé y detuve la camioneta.
 
   —Yo soy solo un hombre común, sí me considero galán, pero no puedo competir con alguien tan perfecto como él… o como tú. Al chile, entiendo si yo no te gusto y si no quieres tener nada conmigo.
 

Aarón en el Gym 

  ¿Cómo es posible que alguien tan atractivo como Héctor, pueda sentirse inseguro, tan solo por no tener un cuerpo marcado y musculoso?    
 
   —Héctor, bro, estás tan equivocado, creí que eras hetero, siempre te consideré fuera de mi alcance, créeme güey, me gusta mucho tu cuerpo de hombre, eres muy viril y atractivo —sujeté firmemente su pierna mientras le decía esto— ¿sabes qué es lo que más me gusta de ti? tus ojos café claro y tus labios, tienes unos labios muy…
 
  En ese instante, lo besé con todo el deseo que había sentido por él desde que lo conocí, me correspondió, comenzamos a frotar nuestros cuerpos con pasión, ocasionalmente se quejaba, algunas partes le dolían por la paliza recién recibida. Un taxista morboso que pasaba en sentido contrario, encendió sus luces altas para observar lo que ocurría al interior de la camioneta y se burló de nosotros al pasar. Era claro que ni la calle, ni la camioneta eran buenos lugares para llevar las cosas con Héctor a otro nivel, en casa de sus papás obviamente no podíamos estar y mi casa estaba demasiado lejos como para esperar, yo ardía en deseo, quería tener intimidad con este hombre cuanto antes, había esperado dos años por este momento. A quinientos metros de la unidad habitacional donde él vivía, había una pequeña rotonda y un motel, pasé muchas veces por ese lugar y jamás se me había cruzado por la mente entrar. Encendí la camioneta y conduje hacia allá, en cinco minutos ya estábamos bajándonos del vehículo para subir por unas escaleras que nos llevarían a nuestra habitación, él iba adelante de mí, pude admirar durante unos segundos su hermoso trasero mientras ascendíamos, me sentí el hombre más afortunado del mundo.
 
   No era un motel de tan baja categoría como yo pensaba, la decoración de nuestro cuarto era algo femenina para mi gusto, pero de buena calidad, después de todo, pedí la mejor habitación y pagué bien por ella. El piso era un laminado de madera oscura, una gran alfombra de peluche blanco rodeaba la cama, espero hayan aseado bien este lugar, las paredes eran de un gris muy claro, la pared principal estaba pintada de gris oscuro, las cortinas y el edredón eran de un patrón geométrico moderno de blanco y negro, luces de LED resaltaban algunos elementos de forma interesante por toda la habitación. La cama era King size, con una gran cabecera tapizada en plastipiel blanca con un patrón de rombos, los cojines sobre la cama eran rosas, aterciopelados o “peluchosos”, a un lado había un sillón tantra color negro, frente a él un espejo de metro y medio de ancho que se extendía del piso al techo, no cabía duda, este era el lugar ideal para traer a una chica. Héctor comenzó a reír cuando miró la habitación.
 
   —Creo que hoy voy a ser tu “princesa” —me dijo con su habitual voz varonil.
 


   Lo primero que hicimos fue meternos a la ducha de vidrio templado, totalmente transparente, que no se empañaba, tomamos turnos, era muy excitante poder ver directamente desde la cama el cuerpo del otro al tomar un baño. Él usó agua fría, dijo que era lo mejor para la golpiza que recibió, me comentó que de todas formas siempre se duchaba así para ahorrar gas en su casa.
 
  Su cuerpo moreno era tal y como lo había imaginado, fuerte, un poco embarnecido, me recordaba a los cuerpos de los hombres en los años cincuenta, Héctor estaba dentro de su peso ideal, simplemente no estaba muy marcado y eso, justo eso, era lo que me encantaba, flexionaba para mí sus fuertes y anchos brazos, el agua recorría sensualmente su cuerpo, jugaba con su flácido pene de diez centímetros al enjabonarse, frotaba su entrepierna de forma erótica. Finalmente me dio la espalda para mostrarme su hermoso trasero y lo lavó con cuidado, fingió que se le caía el jabón y se agachó sin flexionar las piernas, eso me hizo reír un poco, yo me encontraba en ropa interior frotando mi pene, como usó agua fría, no pude apreciar bien el tamaño de sus bolas, pues tenía el escroto encogido, al parecer sí eran grandes.
 

  Cuando terminó, lo recibí con una toalla y lo sequé. Me desnudé por completo y entré a la regadera, mi pene era más largo que el suyo, pero  porque soy más alto, sé que mis bolas son grandes, no mucho, pero sí superan al promedio, cuando nadaba pude compararme con otros hombres, incluso con Fabio, él tenía testículos de tamaño promedio, pero  buena verga, de entre nosotros dos, yo era el mejor dotado, al parecer esta vez, también lo era, Utilicé agua fresca, no tan fría, tampoco tibia. Froté mi pecho y abdominales con el jabón, luego me lavé la entrepierna y jugué con mi pene, ya estaba lubricando, por más que me enjuagaba, mi glande no dejaba de estar baboso. Al salir, Héctor me recibió con una toalla y me secó el cuerpo.
 
  A un lado de la farmacia donde fui, había un OXXO (tienda de conveniencia) también compré una bolsa de hielo, que en este momento ya se estaba derritiendo. Desnudos los dos, él sentado en la cama y yo parado, lo primero que hice fue curarlo, coloqué hielo en unas toallas para manos y comencé a pasarlos por su cara y cuerpo, donde era notorio que estaba herido y donde él me indicaba, mientras él sostenía la compresa improvisada en alguna parte de su cuerpo, yo usaba hielo directamente en su rostro, nos miramos fijamente y nos volvimos a besar cariñosamente. Me acuclillé entre sus piernas abiertas y continué aplicando frío donde era necesario, fue entonces que busqué sujetar sus bolas para colocarles hielo y quedé maravillado, este hombre tenía unos testículos enormes, dudo que Joaco haya podido tener un buen agarre. Los sostuve y en la base, justo bajo el nacimiento del pene, coloqué una compresa, con mi otra mano intentaba sostener sus colosales bolas, si yo no fuera un hombre alto y con manos grandes, tal vez no hubiera podido abarcarlas. Él se recargó sobre sus brazos inclinándose hacia atrás y mirando al techo, mientras exclamaba con alivio. Finalmente, limpié sus heridas con alcohol.

  Yo salí prácticamente ileso de la pelea, lo único que recibí fue el brutal apretón que me dio Joaco al final, luego de unos minutos, invertimos los papeles, yo me senté al filo de la cama y Héctor se acuclilló entre mis piernas para aplicar hielo sobre mis bolas, de igual manera las sostuvo y por encima les aplicó la compresa, hizo a un lado mi largo pene, después de unos cinco minutos los masajeó deliciosamente con cuidado y comenzó a estimular mi verga para chupármela.
 
   —¡Espera! antes de seguir, te quiero preguntar si te identificas con algún rol —le dije.
 
   —Jamás lo he hecho con ningún hombre, he practicado succionando plátanos grandes, los chupo hasta que se deshacen en mi boca —él me explicó—. He tenido sexo con chicas, todas las veces pensaba en algo más, así que creo que podría ser activo. Cuando lo pienso, no me desagrada la idea de ser penetrado. Quiero intentarlo todo y experimentar todo, hoy, finalmente me liberé de este peso que cargaba... bueno, no se lo he dicho a mis papás todavía, aún así, quiero dejarme ir y conocerme a mí mismo. Al chile no garantizo que me guste, pero si lo deseas puedes cogerme, confío en ti, carnal y me alegra que seas tú el primer hombre en mi vida, no le confiaría mi cuerpo a nadie más— al decir esto me miró con ternura y sonriendo tímidamente.
 
  Yo lo tomé de las mejillas y lo besé, no había duda, Héctor era un seductor nato.  Penetrar a un hombre tan viril como él, era un sueño hecho realidad. Fabio también era masculino, pero 100% activo, como yo, entre nosotros nunca hubo nada más allá de sexo oral. Anteriormente tuve sexo con mi segundo novio Cristóbal, a pesar de ser muy guapo, era un poco afeminado, tenía una voz algo aguda. En verdad me gustan los hombres varoniles, tal vez era por que soy bisexual y si quisiera coger con una chica, pues cogería con una chica, por eso mis expectativas en cuanto a hombres eran quizá un poco exigentes, las últimas veces, ya me costaba mucho excitarme con Cris cuando teníamos intimidad. Incluso ahora me pregunto ¿cómo fue que llegué a salir con él? no era para nada mi tipo de hombre.
 
  Héctor continuó excitando mi verga mientras yo me recostaba en la cama, dejé que hiciera lo que quisiera, que experimentara, mis gemidos de placer  eran su guía, debo decir que era un crack interpretando mis reacciones, me la mamó de una forma muy placentera, sin darme cuenta expulsé mi semen, él no lo recibió en la boca, todo cayó en mi abdomen y pecho, me alegró mucho que así fuera, porque salió manchado con un poco de sangre. Seguramente el apretón que me dio el maldito Joaquín Sandoval, sí me lastimó. Mi compa se preocupó, yo sabía que no era grave, era solo un daño temporal. A Fabio le gustaba castigar mis bolas, nunca me hizo daño, pero sí investigó y conocía todo sobre el tema, por lo tanto yo también.
 
   —No te preocupes, no pasa nada, fue por el apretón que me dio Joaquín, es algo sin importancia —le dije y lo volví a besar, nos pusimos de pie y limpió mi cuerpo con un pañuelo desechable.
 
  En seguida le hice un derribe de Sanda y lo tiré sobre la cama, comencé a estimular su verga para que se le terminara de levantar, vaya que era grande, medía más de veinte centímetros, era tan recta y perfecta, yo no quería que eyaculara, simplemente deseaba excitarlo. Después, lo giré bocabajo, me monté sobre sus piernas para estrujar sus preciosas nalgas con mis manos. En la farmacia no solo compré curaciones, también lubricantes y condones. Esta era su primera vez, yo no quería que tuviera una mala experiencia, él confiaba en mí, yo iba a ser el amante más cuidadoso y atento.

 
  Comencé a estimularlo con mi lengua y saliva, poder lamer su culo era realmente excitante, utilizando abundante lubricante y mis dedos, dilaté su ano durante varios minutos, él comenzó a gemir de placer, eso me excitaba más. Cuando sentí que era el momento adecuado, le pedí ponerse a gatas, me coloqué el condón, apliqué mucho lubricante y lo penetré. Su cuerpo vibró al sentirme entrar en él, no pudo evitar emitir un gemido de placer y yo tampoco, el sentir su calor y humedad me hizo estremecer. Comencé a moverme hacia delante y hacia atrás suavemente, para que se acostumbrara, después de unos minutos lo abracé por detrás mientras permanecíamos arrodillados en la cama y froté su cuerpo con mis manos, toqué sus pezones y bajé mi mano hacia su verga, ya se estaba masturbando, retiró su mano para permitirme hacerlo yo.
 
   A mí me gustaba luchar y trasladar eso al sexo era algo que no podía evitar. Le apliqué un agarre al cuello tipo mata león con fuerza moderada, al mismo tiempo incrementaba la intensidad y frecuencia con la que sacudía mi pelvis, el volumen de sus gemidos también se elevó, su voz era tan grave y varonil, eso me prendía más. Cambiamos de posición, él recostado en la cama bocarriba, sujeté sus bolas y coloqué las mías sobre las suyas, ¡qué pequeños se veían mis grandes testículos al lado de sus enormes orbes! Sacudimos con nuestras manos nuestros penes para chocarlos, el mío era ligeramente más largo, pero el suyo más grueso, nuestros glandes se rosaban y eso me erizaba la piel. Esto era muy placentero.
 
   Levanté sus piernas hasta colocar su hermoso ano en posición y nuevamente lo penetré, esta vez nos mirábamos y podíamos ver cada uno nuestros rostros de excitación, miré ese par de testículos gigantescos y no pude más que sujetarlos mientras continuaba con el movimiento de penetración, él masajeaba su verga de arriba abajo, yo comencé a apretar su bolas, sus gemidos de placer comenzaron a ser gemidos de dolor, así que me detuve.
 
   —Dale güey, apriétamelos bien fuerte, yo aguanto —me dijo— ¡dale!
 
   Este hombre era perfecto, sin contenerme continué apretando sus bolas mientras lo penetraba, la frecuencia de sus gemidos se incrementó, un poderoso macho como él se me estaba entregando. Retiré su mano de su pene y comencé a estimularlo yo, jalaba de arriba abajo con una mano, con la otra apretaba alternadamente una por una sus enormes bolas, mientras continuaba moviendo mi pelvis al frente y atrás, él colocó los brazos a sus costados, arqueó el cuello de forma tal que su rostro casi mirara la cabecera de la cama mientras continuaba gritando de placer. Finalmente, eyaculó abundantemente y con mucha potencia, como un chorro de fuente, su semen era blanco perlado, comencé a lamer su torso para limpiar su cuerpo, un par de minutos después, me vine dentro de él. Retiré mi verga de su ano, me quité el condón, le hice un nudo, lo dejé en el suelo y me recosté sobre él. Me recibió con los brazos abiertos, continuamos frotándonos, yo seguí lamiendo todo su hermoso cuerpo, terminamos abrazados.
 
   Al cabo de media hora de estar acurrucados, nos pusimos de pie y nos bañamos, esta vez juntos, con agua a temperatura fresca, nos enjabonamos, enjuagamos y secamos mutuamente. Volví a aplicar alcohol en sus heridas y esta vez, polvo de sulfatiazol. Nos vestimos, descendimos hacia la camioneta, en menos de diez minutos estaba yo dejándolo en su casa, sano y salvo.
 
   —¿Qué vas a hacer ahora? —le pregunté mientras bajábamos del coche.
 
   —Me iré a Querétaro, es lo mejor, mi hermano hace mucho que sabe que soy gay, me apoya, fue su idea mudarme de estado. Creo que puedo empezar una nueva vida allá, presentándome tal cual soy y conocer gente nueva sin tener que dar explicaciones.
 
   Yo salí del clóset a los veintidós, la ventaja que tuve era que ya había terminado la uni y hacía mucho no veía a mis compañeros de prepa, mi círculo social era muy reducido, mis compañeros de trabajo me aceptaron, la gente en general no tuvo problemas con eso, poco a poco todos los que me conocían se fueron enterando, muchos de mis conocidos tanto homosexuales y heterosexuales, aún creen que en realidad soy gay y no lo acepto, dudan de que exista la bisexualidad, para ellos sólo hay dos opciones o te gusta una cosa o te gusta otra.
 
   Héctor en cambio, es muy popular, conoce mucha gente y tiene muchos amigos y familia, tíos, tías, primos, sobrinos por todos lados, se queda a dormir y vivir en tres casas por toda la ciudad. Su carácter amable, conciliador y tranquilo es un imán para la gente. Tener que pasar por el escrutinio de todos era aterrador, de hecho, coincidía con él en que comenzar desde cero era una buena idea. Yo lo quería mucho, tenía todas las cualidades que buscaba en un hombre, sin embargo, debía pensar en lo que era mejor para él y anteponer su felicidad a la mía. Además, esa oferta de trabajo quintuplicaba su salario actual, él era muy trabajador y contaba ya con una buena suma ahorrada, esperaba comprarse su propio terreno y construir su casa o poner algún día un negocio, pero no sabía de qué podría ser.

   Anhelaba estar junto a él cuando lograra despegar y tener éxito, definitivamente el hombre con el que él decidiera estar, sería increíblemente afortunado. Con la misma fortaleza emocional con la que rechacé a Fabio, a ti Héctor, te iba a dejar ir, esperando que fueras muy feliz y exitoso.
 
   —Supongo que es todo, no te volveré a ver en mucho tiempo —le dije.
 
   —Espero venir algún fin de semana, gracias por todo, de verdad carnal, siempre vas a estar aquí —con el puño cerrado se golpeó el pecho a la altura del corazón.
 

Aarón, 35 años
   —Tú también —le dije y nos abrazamos fuertemente durante varios segundos— que te vaya bien, cuídate mucho y sé tu mismo.


   —Por supuesto —me dijo sonriendo, nos despedimos, abordé mi camioneta y arranqué.


   Han pasado tres años, tengo 35, me casé y mi primer hijo está por nacer, invité a Héctor a mi boda, pero no asistió, en todo este tiempo no lo he vuelto a ver, sé que le está yendo bien y lleva una buena vida. Lo que viví con él aquella noche, al salir de un bar, nunca lo voy a olvidar. 


    Este fue uno de los seis finales de la historia, comenta si te gustó este final. Si has leído otros finales ¿cuál ha sido tu final favorito?

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