Escuadrón Verde (1/6): ¿La virilidad duele? - Las Bolas de Pablo

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13 ene 2013

Escuadrón Verde (1/6): ¿La virilidad duele?

Tipo: Ballbusting hombre/hombre

Gerónimo se había inscrito en la milicia por orgullo o por vocación, aunque su padre había sido piloto de carreras y su tío paterno mecánico automovilístico quizás la vocación por defender a su nación venia de tiempos pretéritos de la familia de su mamá, de hombres que dieron la vida por la independencia de la nación en plena época de colonización.


A su joven edad Gerónimo había ingresado al escuadrón con el firme propósito de llegar en un futuro a ser Ministro de la Defensa de la nación, tenia miles de sueños y metas por cumplir aunque apenas sea un simple recluta con deseos de ascender.

La alarma en el campo había sonado a las 4 de la mañana, rezumbando en los oídos de todos los nuevos ingresos en la tropa. Todos los hombres dispuestos en filas de formación empezaron a hacer toda clase de orden cerrado. Orgullosos se escuchaban aquellos cantos de “a discreción, saludo, con vista al fren, con vista a la bandera". Pero también se escuchaban los severos castigos individuales y en colectivo.

Y así fue saliendo el sol, con un poco de comida en el estomago de la madrugada, las piernas cansadas por los castigos o simplemente por el frio los rayos del astro solar iluminaban los rostros de cada quien, para algunos, como fuente de energía, para otros fuente de agotamiento.


“descansar en el lugar” fue la orden de Ricardo, el encargado en dar el orden cerrado cuando avistó al comandante caminar por el campo.

Los miles de reclutas cruzaron las piernas y se dejaron caer sentados bajo la corta grama, fatigados, molestos, y orgullosos. Algunos con ira queriendo irse de allí, pensando que fue la peor decisión de su vida, y otros sabiendo que algún día estarían al rango de aquel prepotente Ricardo.

Ricardo era uno de los tantos militares destacados del batallón, por ordenes superiores era el encargado de recibir y azotar a los nuevos. Y esto último era lo que en realidad le fascinaba, azotar, castigar y humillar a los silenciosos héroes patrios. Si resistían a aquellos maltratos era porque en realidad eran hombres que merecían un ganado respeto en aquel lugar. Aunque a veces se ensañaba con los reclutas más orgullosos y arrogantes.

Con mucho respeto y atención, Ricardo oyó las nuevas órdenes del viejo zorro superior, pero a su pesar, el joven ya sabía cuales serian esas órdenes, con un asentimiento de cabeza Ricardo bajo los respectivos movimientos militares dio un saludo al comandante tras una media vuelta, y romper fila caminó con paso apresurado al pelotón. Con un potente grito llamó a los de igual rango y explicó cuales serian las nuevas ordenes.

Oídas las ordenes Ricardo procedió a separar en grupos de 10, a cada hombre del pelotón, acto seguido los hizo caminar tras romper fila tras él.

“¿Qué seguirá?” preguntó Gerónimo a un hombre que habían castigado tras fallar con los movimientos en la formación.


“no se… solo espero comer” alegó aquel hombre todavía costándole para respirar

“creo que con esto te retiraras”

“eso quisiera. Si estoy aquí, es porque mi padre me obligo a entrar” explico el muchacho llamado Samuel, ahora nuevo amigo de Gerónimo.

“¡ánimos!” hablo Gerónimo. Dándoles palmadas a Samuel en la espalda.

Tras recorrer un largo pasillo y bajar pocas escaleras, fueron conducidos a una sala húmeda, allí estaban 5 hombres militares con armas largas, y otro hombre de mediana estatura con una carpeta en la mano. Tras cortos saludos Emilio afirmó con la cabeza a Ricardo.

   “ahora solo quédense en calzoncillo señoritas” dijo con voz potente aquel hombre llamado Emilio

Ricardo sonrió con gusto

“¡esta prueba ya nos la hicieron!” dijo un hombre pelirrojo

“no estas aquí para dar respuestas o hacer preguntas, solo cumple la orden cabellos de zanahoria” le dijo Ricardo con odio.

Cada uno de los 10 hombres comenzó a quitarse la verde ropa, dejando cada una de la misma correctamente doblada.


“¿no había calzoncillos para hombre cuando compraste esos?” preguntó socarrón Emilio a Gerónimo que vestía con un apretado bóxer color rosa.

El muchacho decidió no responder nada, fue entonces cuando Emilio caminó hasta él y con fuerza le apretó la cara, cerca de los labios.

“te estoy haciendo una pregunta mariquita”

“…”

“¿te vas a poner rebelde?” pregunto apretando aun mas la cara

“no señor… esto… es un regalo de navidad”

“aquí no aceptaremos ese tipo de colores” alegó Emilio soltándole el rostro a Gerónimo pero dejándole los dedos marcados “señores, las normas están aquí para ser cumplidas, no para gastar papel o carteles”

“dispónganse en fila señoras” ordenó pasado un tiempo Ricardo.

Los 10 hombres allí reunidos se dispusieron en correcto orden uno al lado del otro.

“a discre… sión” se oyó la voz de Ricardo

Los diez hombre al unisonó dejaron caer el pie izquierdo contra el suelo, para luego arrastrarlo al mismo nivel del pie derecho. Dejando las manos tras la espalda y con las piernas levemente separadas.

“a cada uno se les efectuara una pregunta, dependiendo de la sabia respuestas, cada uno tendrá su castigo, es una pregunta sencilla que su pequeño cerebro sabrá dar respuesta. Es cuestión de lógica… ¿entendido?”

“si señor”

“¿entendido?”

“¡si señor!”

10 hombres dispuestos uno al lado del otro, 3 con bóxer azules, 2 con bóxer blanco, 1 con bóxer rosa, 3 con ajustado sleep negro y 1 de sleep blanco.

Emilio comenzó por los hombres de bóxer azul mientras Ricardo caminaba a su lado para garabatear cada respuesta. En un susurro el hombre hacia cada pregunta al oído de cada persona. Uno por uno, hasta llegar al 6to hombre y protagonista de esta serie.

“¿la virilidad duele?” le preguntó aquel militar

¿Qué clase de pregunta ridícula era eso? La virilidad era un orgullo, un motivo para dominar ante los más débiles, es fuerza, es respeto. Arrugando el ceño y soportando el reventar en risas Gerónimo dio su respuesta.

“no”

Ricardo escribió "no" en la carpeta al lado del numero 6. Seguido le preguntó al hombre de al lado, Samuel, y Gerónimo alcanzo a escuchar la respuesta.

“si”.

Concluidas las 10 respuestas de cada hombre, Ricardo le entrego la carpeta a Emilio que enseguida leyó lo que estaba a grafito, en su rostro se marcó una sonrisa y decidió hablar.

“una simple pregunta ¿la virilidad duele? He aquí las respuestas, si, no, no, no, si, no, si, no, si, si… señoras ¡la virilidad duele! al menos que sean un hombre anormal, aunque bueno, ustedes son unas señoritas” se traslado hasta el primer hombre “usted señor Gutiérrez ¿la virilidad duele?... usted respondió que si… lo felicito” se traslado al segundo hombre “a Quiroga no lo creo poder felicitar, bueno, ya veremos ¿la virilidad de los hombres duele? Usted dijo que no, pero yo creo que si… ya lo comprobaremos”

Aquel fornido militar apoyó ambas manos en el hombro del sujeto apellidado Quiroga que lo miró con desconcierto. Rápidamente la rodilla de Emilio subió por el aire, hasta pegar con un fuerte impacto en la entrepierna de Quiroga. El joven abrió los ojos sorprendido, se llevó las manos a las bolas e instantáneamente cayó al suelo.

“ve Quiroga como la virilidad duele”

“¡TODOS MIRANDO AL FRENTE PENDEJOS!” gritó Ricardo regañando a los subordinados. Los restantes 9 hombres miraron a la pared que estaba a su frente. Mientras Quiroga seguía en el piso agarrándose las palpitantes gónadas.

“señor Jhadiz, usted respondió que la virilidad no dolía.”

“por favor no señor… no…” se escuchó la voz de un asustado hombre.

Tanta imploración no serviría de nada y 2 rodillazos seguidos enviaron al suelo al señor Jhadiz a llorar amasándose los huevos.

“y quien vuelva a suplicar no recibirá 2 rodillazos, sino 4”

Y así cayeron los siguientes 2 hombres, con un solo rodillazo a su virilidad. Felicito Ricardo al 5to de los hombres por su acertada respuesta, mas era el turno de Gerónimo.

“señor Avendaño, usted respondió que la virilidad no dolía, temo decirle que si”

Gerónimo, tragó saliva, asustado, pocas veces había recibido golpes en los testículos, pero cuando los soportaba, era como vivir en el infierno con un lastimero tormento. Emilio llevó sus manos al fuerte hombro del joven. Gerónimo cerró los ojos, con nervio, no sabia lo que haría, su reacción.

Unas fuertes manos rodearon 2 frágiles bolas que estaban dentro de un pantalón militar ¡lo había hecho sin medir consecuencia! Era Gerónimo quien tenia el control, y se había apoderado de las bolas de Emilio, se sentian uniformes, quebradizas, las estrujaba con la mano y con los ojos bien abiertos presenció como la cara prepotente de Emilio se ponía roja y llena de contracciones dolorosas.

“suel… suel” trataba de decir el militar con las venas marcándosele en la frente.

Pero Gerónimo hundía sus dedos en el frágil escroto

“a mis testículos nunca se les va a maltratar. Eso no se debe hacer aquí”

Ricardo le dio un fuerte puñetazo a Gerónimo que le hizo caer al suelo y soltar los testículos de Emilio, que se doblo de dolor con las manos en las bolas hasta caer pesadamente al piso sosteniendose las bolas con una posicion excitante.

“maldito…” fue lo que dijo en un susurro “llévenlo al patio gramoso”

Los 5 militares que apuntaban a Gerónimo con sus armas lo recogieron del suelo, y entre golpes y empujones lo sacaron de la sala con su reluciente bóxer rosa.

Emilio quedo tendido en el suelo agarrándose las bolas. Mientras los demás hombres golpeados emitían sonoras risas faltándole el respeto.

Siendo pateado, golpeado y empujado llevaron a Gerónimo a un patio alejado del escuadrón. Era un sitio solitario y de poca vegetación, en el centro había un palo de madera.

“¿Qué me van a hacer?” pregunto el joven

“lo mas seguro es que recibas tu castigo” hablo uno de sus golpeadores.

Lo empujaron con fuerza contra el palo y tras varios golpes en el estomago, le amarraron las muñecas tras el palo.

“a los superiores se les respeta” habló uno de los militares y descargó un fuerte puñetazo en el abdomen del hombre haciéndole soltar todo el aire contenido en sus pulmones.


La mañana fue transitando, y el sol fue poniéndose mas árido, caluroso, ardiente. Gerónimo allí amarrado ya no sabia que hora era, debía ser las 11 o 12 del mediodía por la luz del sol, y la fuerte calefacción que este emanaba. El propio muchacho sudaba a chorros, se sentía debilitado, con sed, con hambre. Ahora estando en solitario tenia claro que ese castigo lo tenia muy merecido, jamás debió haber hecho eso. Era mejor haber recibido aquel rodillazo en los testículos y soportar como todo un héroe. Peores cosas se ven en una guerra pensaba.

Una figura se veía que se acercaba allí a lo lejos, o eso creía ver, al menos que fuera un espejismo que su imaginación cansada figuraba. Pero efectivamente era una persona. Emilio.

“Lo que hiciste no está bien hecho” le dijo Emilio cuando se acercó a él “por eso te mereces estar castigado. Formamos hombres, no niñas, así que escuchando las ordenes de mi inmediato superior hemos decidido castigarte para que aprendas la lección”

“puedo aguantar esto y mas”

“tu castigo no es una insolación, o pasar todo el día aquí”

“no me importa, soy todo un hombre”

“un hombre con calzones rosas… en fin no me importa que seas, solo quiero que escarmientes y una disculpa de tu parte hacia mi, eso espero”

“te quedaras esperando, tu respeto terminan cuando empiezan los míos”

“aquí hay una jerarquía”

“simplemente quiero respeto para mi también, existen los derechos humanos”

“estas errado en tus tontos pensamientos recluta. Quiero que te disculpes conmigo y me lamas los zapatos”

“antes muerto que eso”

“veo que todavía tienes aires de grandezas, aquí eres nadie. Y con esto aprenderás a respetarme, porque la virilidad duele” hablo Emilio recordando el estupido examen.

Emilio tomó los testículos de Gerónimo, el muchacho dobló la cara de miedo y trató de reunir fuerzas.

“no te atrevas” susurro con miedo.

“te dejare las bolas pulverizadas, como tu me faltaste el respeto pedazo de mierda”

Gerónimo miro a todos lados, como deseando pedir ayuda, su cara revelaba el mas infinito de los miedos.

"no pienses que esto no es profesional. De hecho, así formaban a los hombres en plena guerra mundial. La virilidad duele"

"te demandare si te atreves"

“aquí eres nadie”

Emilio soltó las bolas de Gerónimo, pero ataco al muchacho con un devastador rodillazo en medio de las piernas, con un rugido feroz Gerónimo gritó al tener el contacto con la fuerte rodilla sobre sus preciosas bolas, el dolor se expandió por todo su cuerpo, dejándole sin fuerzas y sin aire. Nuevamente Emilio arqueó la rodilla y conecto en el recluta un nuevo golpe a sus testículos. El golpe volvió a dar en el blanco pegándole en las 2 corpulentas, colgantes y jugosas bolas de Gerónimo, chocándolas contra la pelvis con un sonoro golpe y levantando el cuerpo del hombre contra el asta en medio del campo.

Gerónimo gritó con todas sus fuerzas y trato de desplomarse, pero las cuerdas lo tenían atado fuertemente empezaba a chillar de dolor, mientras sus virilidad le dolía.

Emilio lo miró con una expresión de satisfacción en su rostro. Disfrutaba con torturar a los nuevos rebeldes como aquel muchacho, no era la primera vez que lo hacia.

El castigo no ceso, ahora una patada con la brillante y costosa bota del militar contra los colgantes testículos de Gerónimo sabiendo como propinar verdadero dolor a un hombre. Las bolas de Gerónimo volvieron a ser aplastadas contra la pelvis con aquel abrasador y perfecto golpe, Gerónimo cerró los ojos adolorido mientras gritaba estruendosamente moviendo la campana de la boca de lado a lado.

Emilio esperó unos segundos. Luego sonrió para continuar con el escarmiento que tenía que dar: seguir golpeando los huevos del soldado que se retorcía contra el palo gimiendo de dolor. Con una expresión de determinación en su rostro, Emilio lanzó otra patada crujiendo los testículos entre los muslos de Gerónimo, produciendo en el pobre soldado gritar con toda las fuerzas de sus pulmones.

5 segundos después, el militar prorrumpió un golpe demoledor, emitiendo una brutal patada a los testículos con su brillosa bota militar. La cara de Gerónimo fue inolvidable, desenfocando los ojos y abrió al máximo la boca soltando un alarido por sus bolas hinchadas aplastadas una vez más.

Estaba fuera de combate, su resistencia no soportaría mas, estaba aniquilado como hombre y como militar, pero para Emilio aquello no terminaba ahí, renació de nuevo el dolor tras una frondosa patada a sus huevos nuevamente. Los ojos de Gerónimo se llenaron de lágrimas y dejó escapar un gemido ensordecedor.

"¡maldito seas!" logró el joven decir "¡maldito!"

Emilio tenía una larga sonrisa en el rostro.

Sollozando y retorciéndose entre las cuerdas, Gerónimo seguía blasfemando ahora contra la familia de Emilio.

Emilio únicamente estaba parado frente al castigado conscripto, mirando el bulto que tenia dentro del bóxer rosa, dentro de ellos, sus huevos estaban hinchados formidablemente habían cambiado de color a rojo oscuro. El muchacho sudaba a chorros con derrames de dolor dentro de su cuerpo, que goteaba lentamente de sus testículos a la cadera, de allí, al estomago, y le atormentaban al cerebro. Irónicamente sus bolas parecían un par de balones dentro de su prenda, marcando una especia de “w” redonda.

“aquí se enseña a respetar el uniforme, y el mando al que perteneces… ¿entendido idiota?”

Gerónimo no contesto nada, Emilio se acerco a él, y le jaló de la oreja derecha.

“¿entendiste cabron?”

“solo…”

“¿Qué?”

“…solo entiendo… que te apesta la boca”

Emilio arrugó la cara, y apretó el puño, y con su soberana fuerza de adiestramiento rompió el puño en el escroto de Gerónimo. Haciéndole gritar nuevamente al sentir sus bolas ser aplastadas una vez más.

El rostro de Gerónimo estaba pálido, con el cuerpo brillante de sudor y sus bolas prácticamente trituradas pero todavía sin agrietar.

Las lágrimas salían de los brillantes ojos del soldado.

“estoy dispuesto a soltarte, a cambio de que me pidas disculpas, y me lamas las botas”

Gerónimo nada contestó se limitaba solo a gemir soportando únicamente su dolor de hombría.

Emilio asintió y agarró las pelotas de Gerónimo con su mano enorme.

Gerónimo respiró hondo, soportando un dolor sorprendente.

Emilio cerró la mano alrededor de las bolas de Gerónimo, comenzando a apretar duro. El muchacho apretó los dientes mientras sentía sus bolas crujir.

“cuando te hable, quiero que me respondas”

Enseguida Gerónimo empezó a gritar en todo el campo.

Mirándole con odio Emilio aumentó la presión.

"¡ah! ¡Ah! Ya no puedo más "gritó Gerónimo derrotado “¡PERDON!”

Emilio soltó los testículos que apretaba. Las lágrimas corrían tristemente por el rostro de Gerónimo, su trabajado cuerpo todavía estaba brillante de sudor, había mojado su bóxer por aquel caluroso calor de mediodía. Las sogas fueron soltadas y cayeron al piso inertes como cayo el cuerpo del muchacho

"ahora me lamerás las botas" aseguro Emilio caminando tras Gerónimo, sacó una navaja de su guerrera y comenzó a trabajar en las sogas.

Enseguida al ser soltado Gerónimo cayó sin fuerzas contra la tierra, agarrando sus huevos, Emilio camino a la altura de su cara y coloco la bota frente a su boca.

“dale un beso y pásala la lengua a la suela”

Gerónimo cerró los ojos y respiró profundamente, hasta posar con lentitud sus labios contra el lustrado negro de la bota. Si hacia eso era por sus testículos, pero juraba que estando ahí, no respetaría la jerarquía de Emilio, se vengaría, eso lo juraba, se vengaría.

"ahora la lengua" ordenó Emilio levantando la bota.

Gerónimo gimió y agarró la punta de la bota levantada con una expresión triste lamio la parte de debajo de la sucia bota, suela que en tiempos pasados había pisado tierra, lodo, estiércol, animales muertos.

Emilio sonrió, le encantaba hacerse a respetar, abusando de su autoridad tomo a Gerónimo de los cabellos y jalándolo lo obligó a levantar.

“ahora camina pedazo de mierda”

Caminando lentamente y agarrando sus bolas Gerónimo era conducido por Emilio a no sabia que lugar. Pero se alejaron del campo, caminaron por varios senderos, hasta llegar a los que parecía una capilla.

“¿Qué es eso?”

“el pabellón de castigo”

“pero…”

“cállate mariposa”

Caminaron hasta la puerta donde Emilio tiro a Gerónimo contra el suelo, enseguida el militar sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta del solitario cuarto. Al girarse para recoger a Gerónimo, el tipo ya no estaba en el suelo.

“¡pero que coño!” grito al ver que el muchacho cojeando intentaba escapar del lugar. Corrió tras él.

Como tenia mas fuerza y sus bolas no estaban tan hinchadas, Emilio llegó rápidamente hasta Gerónimo, con potencia lo tiró contra la tierra, pero enseguida empezó un forcejeo entre los dos hombres, incluso, Gerónimo intento apoderarse de las bolas de Emilio, pero el militar le propino un rodillazo a los hinchados testículos dejándole sin ánimos en el suelo e inmovil ante el dolor.

“¿Qué quieres? ¡Mis bolas! ¿Ah?” le preguntó Emilio molestándose “¡responde!” ordenó golpeándole la cara “pues mis pelotas tendrás”

Enseguida Emilio se quito la guerrera, la franela, la bota y el pantalón, parecía furioso. Hasta quedar con un diminuto interior negro.

“Vamos, agarra mis pelotas” le decía a Gerónimo poniéndole las propias manos del muchacho sobre sus testículos “vamos, apretadlas, pero te juro que si lo haces, te castro aquí mismo”

Gerónimo no hizo nada, sentía unos cojones grandes contra la palma de la mano.

“¿no me las vas a apretar?” gritaba Emilio bofeteándole la cara.

Acto seguido Emilio llevo a Gerónimo contra la puerta del calabozo.

“vamos, apretadme los huevos cabron”

Le seguía ordenando todavía semidesnudo ante él.

“pendejo” le dijo Emilio.

La mano de Emilio bajo por el pecho de Gerónimo, bajo el bíceps, y se adentro a su bóxer roja, paso a un lado de la flácida polla y se apodero de sus huevos. Apretándolos con la mano.

“ahgggg” grito Gerónimo sintiendo sus testículos aplastados.


Con una fuerza sobrehumana, Emilio elevó en el aire a Gerónimo, aun con la mano aplastándole los huevos. Y como si se tratara de un ente potente camino sosteniendolo dentro de la celda.

Con un golpe fuerte, lo dejo caer contra un tuvo y los testiculos de Gerónimo fueron aplastados con todo el peso de su cuerpo, sus bolas crujieron, no supo si se reventaron, o se dañaron definitivamente. Solamente se quedo alli inmovil con los huevos aplastados por su cuerpo y el tubo.

Emilio dio un carcajada y se retiro del cuarto de castigo. Mientras Gerónimo quedo inmovil con los ojos vidriosos con miedo de moverse del tubo y tener sus bolas fracturadas.


Todo se hizo oscuro.

2 comentarios:

  1. hola! excelentes historias. Sigo esperando ansioso las de Pitbull ;)

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  2. Excelente!! Aguardo la continuación.

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