Fabio |
—¿Seguro, bro? —pregunté a Héctor.
—Sí, carnal, ya me lo estoy pidiendo —dijo con el celular en la mano.
—Hay que volvernos a ver antes de que te vayas a Querétaro ¿ok?
—Jajaja, simón —respondió.
Fabio y yo nos dirigimos hacia el estacionamiento que se ubicaba a unas cuadras, yo caminaba en sentido normal, él iba caminando de espaldas para poder platicar conmigo de frente, me contaba que se había comprado un Mercedes Benz hace dos semanas, pero que lo chocó y estaba en el taller, dijo que tal vez el próximo mes se compraría otro y vendería ese o lo regalaría. Antes de doblar la última calle que nos llevaría a nuestro destino, nos topamos con cuatro tipos musculosos, lucían rudos, el que parecía ser su líder, un hombre rapado tipo mohicano, pasó entre nosotros empujando al distraído Fabio, provocando que cayera de bruces.
—¡Fíjate, imbécil! —Fabio le gritó e hizo una seña con el dedo medio. Por fortuna lo ignoraron y siguieron su camino— nada más por que estás muy guapo, lo voy a dejar pasar —susurró para sí mismo, refiriéndose al sujeto que lo aventó.
—¿Qué no estás viendo? —le dije— qué tal que nos parten la madre.
—Tú se la partes a ellos güey, he visto tu insta y tu face, andas en eso del sambo ¿verdad? hasta competiste en un torneo, vi tu medalla —él me dijo.
—El sambo es ruso.
—Tú eres parte ruso ¿qué no tu mamá es rusa? —comentó.
—Mi mamá es mexicana, mi abuelo era ruso —respondí.
—Como sea, sabes pelear ¿no?
—El torneo al que fui hace un año era de sanda, san-da y es chino, como no suele haber sujetos de mi tamaño y edad en nivel principiante –hice énfasis en “principiante”— solo tuve una pelea y sí gané, además, casi nadie conoce el Sanda.
—Pero eso fue hace un año, ahora ya eres más fuerte ¿qué no? —dijo lanzándome un golpe amistoso al pecho— confío en ti para que no nos asalten.
Fabio |
Por el momento sonaba el rock en español, seguramente en un par de horas comenzarían a escucharse las rolas de Luis Miguel, Shakira, Chayanne o Belinda, un día nos pusimos a bailar el “Sapito”, eso sí, lo que nunca se escuchaba en este lugar era reggaetón o banda… ¿qué? no podía ser, la canción que acababa de empezar era “Yo perreo sola” de Bad Bunny, ¿qué pedo?¿desde cuando?... ¡claro! desde que Spotify se volvió el estándar para escuchar música, ¿quién habrá puesto esa horrenda música?
En la fiesta no había más de cuarenta personas. Como es usual, todos repartidos en grupos, conviviendo y platicando. Galo era un cuarentón flaco y rubio con barba y bigote, se encontraba con un grupo de amigos cuando nos acercamos, conversaban sobre cómo nuestra alimentación agrícola, basada en maíz, nos había hecho mentalmente inferiores a otros países de primer mundo como los de Europa donde solían comer carne o Asia, donde consumían mucho pescado.
—¡Fabio! ¡Aarón! qué gusto verlos —dijo poniéndose de pie para saludarnos— no me digan que ustedes dos ya regresaron, me alegra, entre ustedes hay esa vibra chida ¿sabes?
—¿Verdad que sí? —respondió Fabio.
—No hemos regresado, solo somos amigos —respondí.
—Pues siéntanse como en su casa —dijo Galo, Fabio se le acercó y susurró sospechosamente algo a su oído, ambos fueron hacia la planta superior.
—Espérame aquí, ya vuelvo —dijo Fabio palmeando mi pecho.
Aarón |
—¿A dónde? este baño es de niñas —dijo una de ellas, una gorda que en su celular buscaba qué canción poner en la bocina de la fiesta. En el lugar comenzó a sonar la canción “Ingrata” de Café Tacvba, versión feminista.
—Los baños de esta casa no están separados por géneros —dije.
—¿Sabes lo que es orinar sobre un baño sucio? ustedes los hombres son unos asquerosos, salpican todo, nosotras tenemos derecho a un lugar seguro y limpio —una mujer flaca de cabello chino me explicó, su argumento me pareció convincente.
—Entendido, iré al primer piso —respondí levantando las manos como si me apuntaran con una pistola— que tengan linda noche — sonreí y les guiñé un ojo.
Al subir las escaleras, Fabio y Galo ya venían bajando, yo de todas formas pasé al baño, cuando salí, mi ex me esperaba, de camino para acá habíamos pasado a comprar algunas cosas al OXXO (tienda de conveniencia) él eligió y pago todo. Me señaló una puerta que daba a la azotea, sacó una llave y la abrió, me invitó a subir, cerró con llave detrás de nosotros. El lugar era increíble, Galo lo remodeló, colocó una sofisticada pérgola, con algunos muebles de jardín estilo lounge y había hasta una cama matrimonial, lo mejor vino después, cuando Fabio encendió las luces y el lugar se llenó de vida. Era un entorno muy romántico y acogedor.
Nos sentamos en una mesa, Fabio sirvió vino en nuestros vasos desechables negros y sirvió botanas en otros platos de unicel, claramente su intención era convertir esto en una cita. Al notar las luces encendidas, muchas personas de la fiesta quisieron acceder, tocaban la puerta y gritaban, supongo que Galo les dijo algo, porque dejaron de querer entrar.
—Bueno pues, salud —dijo Fabio extendiendo su vaso hacia mí. Yo choqué mi vaso con el suyo y ambos bebimos— es una linda noche ¿no te parece?
—Sí, es una linda noche —el cielo estaba despejado y el manto estelar era muy hermoso.
Esto es un OXXO, son muy populares en México. |
Conversamos de cosas superficiales durante algunos minutos, principalmente poniéndonos al día, Fabio me contó un par de anécdotas chistosas, fue entonces cuando de la nada, cambio el tema de conversación.
—¿Has pensado en lo que sería? ¿darnos otra oportunidad? —él preguntó.
—¿Qué si lo he pensado, cabrón! lo pensé miles de veces cuando terminamos, y esta mismo noche ya lo he pensado otras más. La única respuesta que consigo es, que eso no va a pasar.
—Fueron cuatro años güey ¡cuatro! los que tú y yo estuvimos juntos, durante ese tiempo te fui fiel y no tuve ojos para nadie más, yo, imagínate, yo, eres lo mejor que me ha pasado.
—Hasta que no pudiste aguantarte —le dije bebiendo un trago de mi vaso— si necesitabas coger con alguien más, porque yo solo te daba sexo oral, podías habérmelo dicho, lo podíamos haber platicado, no hacer esa mamada.
—¿Crees que lo hice por eso? ¿por sexo? Aarón, a mí nunca me importó que no tuviéramos penetración, jamás fue importante.
—Tú no lo sabes, ni tendría por qué decírtelo, pero quiero hacerlo, yo fui tan imbécil como para creer que podía pasar mi vida contigo, yo había comprado un anillo y te iba a pedir matrimonio, cabrón. Así de pendejo estaba —dije señalando con el dedo índice mi sien.
—Yo ya lo sabía, encontré por accidente el anillo en tu habitación, fue por eso que te fui infiel
—¿Qué vergas dices? ¡no mames, pinche Fabio! —dije golpeando muy fuerte con mi palma la mesa— eres un puto imbécil.
—Tuve miedo, mucho miedo, fue inconsciente, lo he pensado mucho y creo que yo saboteé nuestra relación, me dio terror casarme contigo.
—¡Vaya! ahora lo sé, qué bueno que me lo dices.
—No entiendes, yo crecí solo, mi madre murió al nacer y en mi familia nadie me quiere, eso ya lo sabes, nunca tuve a nadie que realmente se preocupara por mí, alguien a quien considerar mi familia. Saber que podía tener eso me dio pavor, porque algún día podía perderlo, podía perderte y yo, no lo habría podido superar, he sobrevivido, porque no me he apegado a alguien, por eso huí de ti, sé que tal vez no tiene sentido, pero así fue —el intentó tomarme de las manos, yo las retiré de la mesa.
—Tiene mucho sentido, de hecho, justo por eso, ¡ni madres que voy a regresar contigo! yo no estoy para arreglarte la vida, no soy médico o enfermero para sanar tus heridas, soy arquitecto, lo único que quería, era construir un futuro a tu lado, quise ser el hombre que… ¡ay, por Dios! me siento tan imbécil y tan ridículo —dije enojado poniéndome en pie y empujando lejos la silla, comencé a dar vueltas, él también se levantó y se acercó a mí.
—Nadie me conoce como tú, no he vuelto a tener una relación chida como la que tuve contigo, yo te am… —le di un rodillazo en los huevos para callarlo, no quería que lo dijera. Fabio cayó de rodillas sujetando sus bolas.
—Eres millonario, eres un Holgado, tu puta familia es la más rica de México, con lo que recibes mensualmente, podrías estrenar una casa o un departamento de lujo cada mes. Sin embargo, yo quería darte lo que sabía que no podrías tener, quería darte un hogar, así de estúpido era yo —mis ojos comenzaron a humedecerse un poco— compré esa pinche bodega en un terreno baldío, en su momento fue lo que yo podía pagar, lo hice pensando en ti, quería que ese fuera nuestro hogar, sí, era una pinche bodega, pero tenía mucho potencial, trabajé sin descanso para hacer crecer mi despacho, AARES, lo hice por ti, te convertí en el centro de mi vida. No creo que haya alguien tan estúpido como para hacer lo mismo: trabajar duro, esforzarse y dedicar su vida a ser el hombre que esa persona merezca, forjarse un futuro alrededor de otra persona por... amor… así de pendejo me traías. En este punto, no necesito de nadie, no te necesito, no te quiero en mi vida.
—Perdóname —dijo Fabio poniéndose en pie, todavía sujetando sus bolas— no tenía idea del daño que te hacía y que me hacía a mí mismo. Lo entiendo, yo no soy alguien que valga la pena, nunca lo he sido y nunca lo seré.
Aarón |
Él se dirigió a la mesa, tomó nuestros vasos, extendió hacia mí mi bebida.
—Un último brindis. Por lo que nunca será entre nosotros dos, ¡salud! —chocó su vaso con el mío y bebió hasta el fondo. Yo lo miré un poco desconcertado y de igual forma bebí todo el contenido. Unos segundos después, comencé a sentirme mareado y a trastabillar, quise apoyarme en la silla para mantenerme en pie, pero no pude, caí inconsciente al piso.
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