Héctor |
—Lo siento, no puedo —dije retirando su mano de mi hombro— esta noche vengo con Héctor, siempre lo llevo a su casa, eso no va a cambiar.
—Ya no tienes el mismo número ¿verdad? podemos seguir en contacto, si quieres luego te escribo —Fabio sacó su celular para anotar mi nuevo número.
—No, no quiero… esto… tú y yo —dije señalándonos— No Fabio, realmente no.
—Entiendo —susurró encogiéndose de hombros— de todas formas, luces muy bien, me alegro por ti… —se llevó la mano a la nuca simulando rascarse la cabeza— bueno… bye —sacudió su palma para despedirse, comenzó a caminar hacia atrás, metió sus manos en los bolsillos y se dio la media vuelta para alejarse cabizbajo. Reprimí un fuerte impulso de gritarle "¡espera!"
Las piernas me temblaban y no era de frío, todavía no me creía que fui capaz de rechazarlo, ocupé hasta la última gota de mi fortaleza emocional para conseguirlo, no dejaba de pensar en que tal vez me equivoqué al dejarlo ir. En ese momento sentí una presión en mi pezón derecho, Héctor me pinchó sorpresivamente, yo elevé mi hombro y cerré mi brazo para protegerme, volteé a ver a mi amigo y pude apreciar su hermosa sonrisa juguetona, fue entonces que lo supe, tomé la decisión acertada.
—Lo hiciste bien, carnal –dijo sujetando mi hombro—. ¿Sabes? todo lo que se quiebra, siempre se puede reparar, pero todo lo que se repara, realmente, siempre estará quebrado.
—¿Como un plato?
—Exacto.
Joaco, campeón de Sanda |
—Ya valiste verga, putito –dijo el hombre a mi amigo— ¿creíste que íbamos a dejar las cosas así? después de lo que le hiciste a la Caro.
—No quiero pedos güey, tranquilo, solamente terminé con ella, eso es todo —respondió mi amigo colocando sus palmas al frente para establecer un espacio personal.
—¿Qué pasa? —pregunté. Dos de los hombres intentaron sujetarme de los brazos, yo no lo permití, forcejeamos —eh, eh, eh, no me toques cabrón, ¡no me toquen!— finalmente di unos pasos hacia atrás, no me sujetaron, pero sí me separaron de Héctor y me cerraron el paso.
—¿Es él? ¿por este puto es que lastimaste a mi hermana? —el tipo le preguntó— ya nos dijo que eres maricón, pinche puñal.
—¿Qué vergas pasa? ¿quién es él? —pregunté a Héctor.
—Es Joaco, fue mi maestro de Sanda, daba clases antes que yo en aquella escuela de artes marciales.
—Joaquín Sandoval para ti, soy además, el hermano de la chica que este puto engañó —me responde él.
—Joaco es campeón de Sanda, ha competido en Estados Unidos —me dijo uno de los hombres.
—Y en China —completó el otro.
Joaquín Sandoval |
Joaquín lanzó un golpe a Héctor, éste lo bloqueó cubriéndose con los brazos y se movió unos pasos para mantener distancia con él. El hombre era muy veloz y fuerte, Héctor lograba esquivar y bloquear todos sus golpes moviéndose de un lado a otro de forma circular, sin embargo, cada vez que mi amigo intentaba golpearlo, no lo conseguía y en cambio, Sandoval sí acertaba a su cara.
—No seas correlón puto —le dijo Joaco— déjate venir culero.
El hombre lanzaba potentes patadas a los muslos de Héctor tratando de dormirle la pierna, incluso lanzó una brutal patada alta que mi amigo no bloqueó del todo, este golpe lo hizo retroceder y ponerse más a la defensiva que a la ofensiva. Yo, no sabía qué hacer o cómo ayudarlo, no creía que debía meterme, estaban peleando uno contra uno, eso era honorable y legal. No era una pelea callejera común, los dos tenían técnica, parecía más un combate de torneo. Los otros tres hombres y yo observábamos. Joaquín tenía engarzado a mi compa y lo golpeaba sin piedad en el rostro
—¡Haz algo Héctor, no mames! —le grité.
Él me escuchó, para liberarse, mi amigo le soltó un cabezazo, aprovechó el segundo de distracción en su antiguo instructor para sujetarlo de las bolas y apretárselas, eso fue un movimiento sucio, sin embargo, ante la superioridad de su oponente, no tuvo otra alternativa. El hombre comenzó a gritar y a golpearlo en la cabeza, mi compa bajó el mentón para evitar ser noqueado y aproximó su cuerpo al de él para cerrar distancia.
Héctor |
—¡Sabía que eras puto! —gritó Sandoval— eso es lo que te gusta verda… aaah, aaah, maldito maricón, aaah, suéltame puto.
El hombre cayó de rodillas sujetando su entrepierna, aprovechando que bajó la guardia, mi amigo le dio una patada giratoria en la cabeza que lo derribó al piso y comenzó a patearlo, fue entonces cuando todo se descontroló, dos de los hombres decidieron intervenir y lo sujetaron por la espalda, yo intentaba ayudarlo, pero el tercero se interponía. Después de unos segundos, Joaquín se puso en pie, sus compinches sujetaban a Héctor y lo mantenían inmóvil e indefenso, mi compa luchaba por liberarse, pero no lo conseguía.
—¡Me las vas a pagar, cabrón! –dijo Sandoval sujetando de forma viril su paquete adolorido, tomó impulso y comenzó a patear con fuerza a Héctor en los huevos. Mi amigo gritaba, trataba de cerrar sus piernas, pero Joaquín lo impedía, abría su compás a patadas para continuar castigándolo, alternaba los puntapiés en las bolas con golpes a su abdomen y cara— te voy a dejar sin huevos, puto.
No podía quedarme de brazos cruzados, tenía que hacer algo, nadie me lo iba a impedir, en la bolsa de mi pantalón, busqué un bucal que siempre cargo por si acaso y me lo coloqué, en seguida bajé mi postura para tomar de las rodillas al tipo que me bloqueaba el paso, él alejó sus pies y cadera de mi agarre, pero mis largos brazos lograron sujetarlo, junté sus piernas, las pasé a mi costado, lo levanté y lo azoté con brutalidad contra el suelo aprovechando mi ventaja de tamaño y fuerza. Me atreví a hacerlo, porque este cabrón sabía pelear y caer, automáticamente bajó su mentón al pecho y extendió los brazos a sus costados, quedó aturdido y le saqué el aire. Un movimiento como este podría haber matado a un hombre cualquiera, pues su cabeza podría haber impactado de lleno contra el pavimento.
Aarón |
El campeón de Sanda aún se retorcía en el suelo, no podía ponerse en pie, coloqué mi rodilla sobre su pecho para dominarlo, como se hace en MMA. Él trató de quitarme de encima con sus manos, con esto descubrió su entrepierna, aproveché para sujetarlo de sus carnosas bolas y apretárselas.
—¡Calmado! —le grité— tranquilo, Joaquín. Esto ya se acabó ¿lo entiendes? — él me escupió, trató de picarme los ojos, agarrarme también los huevos y me rasguño los brazos, yo apreté con más fuerza, él grito y se retorció— ¿Lo entiendes, cabrón? —volví a preguntar.
—Aaah, sí puto, sí, ¡ya! suéltame los huevos, tú ganas, maricón, aaah, me rindo aaah —al decir esto golpeó el suelo tres veces con la palma— ¡ya! ¡por favor!
No me gustó que me llamara puto o maricón, pero decidí soltarlo, pues legalmente se rindió, el hombre se encogió en el piso tembloroso. Héctor se puso de pie.
—Es verdad, sí me gustan los batos —dijo enseguida— justo por eso terminé con Caro, lamento no haber sido honesto desde el principio, los golpes que recibí los merezco, no debí haber salido con ella, sí, al chile, soy un cobarde por no aceptar quién soy. Ya le pedí perdón a ella, ahora te pido perdón a ti, perdóname Joaco.
Después de la fiesta de Halloween, esta declaración no debía tomarme por sorpresa, aún así escucharlo, me dejaba algo confundido y me daba esperanzas de que algo pudiera suceder entre él y yo, estaba muy emocionado, pero antes que nada debía apoyarlo.
—Es difícil, asumir que no eres hetero y que no vas a poder cumplir las expectativas que algunas personas tienen sobre ti y tener que dar explicaciones a todo el mundo, espero que puedas entenderlo y perdonar a Héctor.
Joaco Sandoval |
—No me vuelvas a tocar los huevos, puto, me das asco —me escupió en la cara. Inmediatamente me las retorció, mi rostro se crispó y comencé a gritar de dolor y me encorvé— No te quiero ver cerca de mi hermana o mi familia —dijo dirigiéndose a Héctor, quien comenzó a gemir por el dolor y también se agachó— no los quiero volver a ver —dijo incrementando notoriamente la presión, por lo menos en mis bolas, después de unos segundos nos soltó, ambos caímos al piso en posición fetal, a cada uno nos dio una fuerte patada aleatoria– ¡ya están advertidos, maricones! —nos gritó sujetando al frente su adolorido paquete y se marchó.
Ambos nos quedamos encogidos en el suelo durante varios minutos, no sé a Héctor, a mí realmente me lastimó, el dolor no cesaba. Noté que mi amigo me miraba fijamente, es cuando pude ver de nuevo su apuesto rostro, tenía la nariz roja, la cara arañada, el labio y ceja le habían estado sangrado y su playera estaba manchada, seguro mañana tendría moretones que con el pasar de los días se le hincharían y se pondrían negros.
—Nos partieron la madre —le dije.
—Simón (sí)—dijo y comenzamos a reír tirados en el piso— lamento mucho meterte en estos pedos, carnal —me dijo— no sé qué hacer para remediarlo.
—Podrías sobarme los huevos —dije y comencé a reír, lo cual me los hizo doler más— lo siento, fue un chiste, ahora que sé que te gustan los hombres, no pude evitarlo.
Héctor |
—Eh, eh, era broma, culero —le dije estremeciéndome un poco.
—¿Quieres que me detenga? —me preguntó mirándome a los ojos.
—No, continúa —susurré. Me relajé mientras mi amigo masajeaba mi hombría. Sin poder evitarlo, mi verga se puso dura, Héctor comenzó a excitarla con sus manos. Yo lo detuve en seco y cerré mi pantalón —aquí no, no lo vamos a hacer en una mugrosa calle, ve tú a saber qué borracho se pudo mear por aquí. Creo que lo mejor es llevarte a tu casa.
—Entiendo —dijo poniéndose en pie, todavía se sujetaba las bolas—mi mamá va a poner el grito en el cielo cuando me vea llegar así.
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