Hombre en alquiler (4/6): Cautivo - Las Bolas de Pablo

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25 sept 2014

Hombre en alquiler (4/6): Cautivo

CONTIENE:
-SEXO HOMOSEXUAL
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Ernesto avisĆ³ que dejarĆ­a la puerta de la casa abierta y asĆ­ fue como Henrique  entrĆ³ fĆ”cilmente.
—Ya lleguĆ© chiquillo —anunciĆ³ con voz traviesa— ¿dĆ³nde estĆ”s? —CaminĆ³ por la sala—, no quiero jugar a las escondidas... me molestarĆ©, ya veo que en la cocina no estas. Cuando te encuentre te reventarĆ© las bolas a patadas cabrĆ³n —el baƱo estaba vacĆ­o.
AbriĆ³ la puerta del despacho y tampoco estaba allĆ­.
—el tiempo estĆ” corriendo. Cuando te vea te dejarĆ© el escroto vacĆ­o.
AbriĆ³ la puerta de la habitaciĆ³n y encontrĆ³ a Ernesto atado y esposado ante un pilar, la boca amordazada y semidesnudo. HabĆ­a pedido a un amigo que lo atase para su hombre de alquiler.
—ay puto, asĆ­ te querĆ­a ver —soltĆ³ una risa agradable— ¿quieres jugar conmigo?
Ernesto afirmĆ³ con la cabeza.
—¿en verdad? —Sus manos apretaron las bolas de Ernesto—. ¿Realmente quieres jugar? —El hombre cerrĆ³ los ojos soltando un gemido lastimero—, debes decir sĆ­ o no, intentar decirlo con ese paƱo ¿quieres jugar? ¿SĆ­ o no? —clavĆ³ los dedos pulgar e Ć­ndice en cada testĆ­culo consistente.
La garganta de Ernesto sonĆ³ presa del dolor por las tenazas en sus bolas.
—Magnifico —opinĆ³ Henrique. ColocĆ³ las manos a ambos lados de la cadera de Ernesto y deslizĆ³ bajo las piernas la ropa interior, la polla flaca de Ernesto saltĆ³ excitada.
—te relajarĆ©, siento que estĆ”s estresado ¿cierto? ¿Tienes miedo eh?
Se arrodillĆ³ ante el calvo y se metiĆ³ el pito en la boca, lo calentĆ³ con el paladar y ensalivo con la lengua bajando y subiendo a lo largo del pene, Ernesto quiso jadear, se sentĆ­a bien.
Henrique sobĆ³ la desnuda pierna de Ernesto, le frotĆ³ los muslos, tocĆ³ sus nalgas, pero no dejaba de hacerle sexo oral en la verga. Luego con el dedo medio lo fue introduciendo en la punta del ano, Ernesto empezĆ³ a gemir. Henrique cerrĆ³ los ojos y apretĆ³ el puƱo.
Y golpeĆ³ con los nudillos los huevos de Ernesto que se retorciĆ³ en el aire sintiendo el punzante dolor.
—SĆ­, esa es mi idea —confirmĆ³ Henrique separĆ”ndose de su cautivo—. Pero espera, ya vuelvo.
Se acercĆ³ al bolso con el que llegĆ³ y removiĆ³ varios objetos en su interior hasta sacar a la luz un consolador de inmenso tamaƱo.
—sĆ­, este te harĆ” chillar como gata.
Se puso tras Ernesto y le empezĆ³ a escupir el ano, poco a poco empezaba a empujar el consolador a la entrada del trasero. 
Ernesto gemĆ­a lentamente.
—asĆ­ me gusta gata sucia.
Sin un aviso le enterrĆ³ lo mĆ”s profundo el pene de plĆ”stico en el trasero y Ernesto gritĆ³ sintiendo que le desgarraban las entraƱas.
—tranquilo, tranquilo. Ya gozarĆ”s —le susurraba al oĆ­do.
Tras Ć©l, le acaricio el pecho, sobĆ”ndole las tetillas y pellizcĆ”ndolas. Ernesto lanzĆ³ otro gemido, bajĆ³ por el abdomen, al pubis y se apropiĆ³ de la verga del hombre, volviĆ©ndolo a masturbar. Fuerte y rĆ”pido, seguido le acariciaba el tronco. VolvĆ­a a aumentar los movimientos con la mano. Le acariciĆ³ la cabeza de la polla provocĆ”ndole cosquillas, al final dejĆ³ su pene y se parĆ³ a su frente.
—estĆ”s excitado como una puta experimentada.
Ernesto suspiro mirando al techo, Henrique empezĆ³ a husmear por la habitaciĆ³n, buscaba algo en concreto. Y encontrĆ³ un paquete con 4 pelotas.
—probemos mi punterĆ­a.
Ernesto intentĆ³ decir unas palabras y el prostituto lanzĆ³ la primera pelota de beisbol, esta cruzĆ³ el aire y chocĆ³ contra el muslo de Ernesto que se quejĆ³ en silencio.
—¡pero que mala suerte!
LanzĆ³ la segunda y pegĆ³ en el pene erecto del hombre, enseguida soltĆ³ un sonido desesperante.
—¡vamos Henrique! Puedo mejorar —cerrĆ³ el ojo afinando la punterĆ­a y volviĆ³ a probar suerte.
La pelota cruzĆ³ el aire y en posiciĆ³n perfecta y a cĆ”mara lenta la forma ovalada chocĆ³ con ambos testĆ­culos tiernos y peludos, moviendo a ambos como una campana en el aire, dando un sonido seco Ernesto aguantĆ³ el dolor.
La verga se le irguiĆ³ mientras sus testĆ­culos se hinchaban colocĆ”ndose como dos tomates rojos casi al mismo tamaƱo del escroto.
—¡fuiu! —ExclamĆ³ Henrique con admiraciĆ³n—. Hasta hoy fuiste hombre.
Ernesto sudaba, se veĆ­a excitado mientras la frente se le colmaba de venas.
—¿quieres parar?
Ernesto asintiĆ³ desesperado.
—pero yo quiero seguir jugando.
Ernesto moviĆ³ de lado a lado la cabeza.
—okey, estĆ” bien —aceptĆ³, y esta vez lanzĆ³ la pelota a travĆ©s de la ventana rompiendo el cristal—. No pagarĆ© eso. Lo harĆ”s tĆŗ por grosero.
Ernesto lo mirĆ³ suplicante.
—oh, espera.
Y colocĆ³ las manos en su hombro subiendo la rodilla contra los cojones embistiĆ©ndolos a la pelvis.
Ernesto chillĆ³ con expresiĆ³n indescriptible en la cara.
Henrique se dirigiĆ³ a la parte trasera de Ernesto y le removiĆ³ el consolador en el ano. Como si fuera un verdadero falo que le provocaba soltar gemidos profundos y descarados.
SacĆ³ el consolador por completo y procediĆ³ a coger la diminuta llave de las esposas. Las abriĆ³ y liberĆ³ a Ernesto que cayĆ³ de rodillas sobĆ”ndose los huevos.
—¡no te ordene que te tumbaras al suelo basura! ¡Ponte de pie antes que meta tus bolas en la licuadora!
Ernesto gimiĆ³
—¡ARRIBA CARAJO!
Ernesto se puso de pie, Henrique lo empujĆ³ contra la cama, se bajo el calzoncillo y su verga de tamaƱo regular saliĆ³ erecta, se montĆ³ encima de Ć©l y le taladrĆ³ el ano hasta inyectarle en el intestino su semen pegajoso y Ć”cido.


Al acabar, se quedĆ³ por primera vez retozando encima de Ernesto, besĆ”ndole la nuca y el cuello mientras el pene se le ponĆ­a flĆ”cido todavĆ­a dentro de Ć©l.

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