Pero, te amo (1/7): luz verde a una idea - Las Bolas de Pablo

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20 ene 2014

Pero, te amo (1/7): luz verde a una idea

Contiene:

-Sexo heterosexual

-Historia sin ballbusting

Ana Morelos visitaba aquella mañana a Judith quien mas que una cliente era una mujer que había cursado toda la preparatoria con ella, en aquel momento las mujeres observaban las magnificas y coloridas fotografías de Judith con Alfredo en su inmensa boda, había sido una celebración genial y trabajosa.

"Se ven espectacular" decía Ana, siempre elegante y activa. Fotógrafa de profesión

"La luz, simplemente espectacular Ana. Eres grandiosa" dijo Judith simplemente centrando la atención en su rostro maquillado y en el de su marido "no sabia que esa tienda te pertenecĆ­a... me recomendaron que fuera para allĆ” y ¡voila! Eras tĆŗ la dueƱa. Ahora dime, sin tener ya mĆ­ stress del matrimonio. ¿Como va el tuyo? ¿Cuando encargas a los niƱos? Rosemary me dijeron, que hace meses dio a luz, gemelos"

"Si, fui a visitarla. Rosemary Carmona. Lindos los chiquillos"

"Yo quiero encargar a los mĆ­os... ¿y tĆŗ? quiero 3 hijos"

"Bueno... por... una razón vengo a verte... y..."

"¿si?"

"Voy a divorciarme de Danilo"

Judith abrió los ojos sorprendida

"¿por que? PensĆ© que la relación estaba bien solida"

"Pues... no. Danilo no tendrĆ” solución. Ya tenemos  3 meses separados"

"No te lo puedo creer. Pero ¿que les paso?"

"Tenia una amante"

Judith alzó las cejas y dijo

"Los hombres tienen devaneos"

Ana apretó los labios su barbilla decidida relució

"No soy ese tipo de mujer. No serĆ­a nunca una cabrona"

Judith sonrió

"Pero..."

"Me presentó a la muy puta como una cliente el día de su cumpleaños, llevó un montón de gente al departamento, y yo lo creí. Era ya de madrugada y me fui a dormir ese dia estuve ocupada trabajando, hubo un momento que encerrada en la pieza no podía dormir por el ruido de la sala y salí. Y los vi a los 2 besÔndose y abrazados. Y los muy cabrones de sus amigos no supieron que hacer al verme, me puse histérica y los corrí a todos. Lloré por horas encerrada en el cuarto, a la mañana siguiente él fue a verme con mil y un excusas, pero al ver aquello jamÔs lo perdonaría. Nos separamos y empezó a atosigarme, llamadas al celular, mensajes de texto, pasaba por casa en el vehiculo iba al trabajo. Quería ser perdonado pero no pude con el engaño. Creí que se volvió loco, no se, al fondo creo que se arrepintió, pero no sé. Nunca lo perdonare... no" (creo que no) pensó

"¡que horror!" dijo su amiga

"Bueno Judith, sƩ que tu esposo tiene un bufete de abogados. Habla con Ʃl. Quiero que se encargue del divorcio"

"wow, esa son cosas que deberƭas hablar con Ʃl. No tengo idea de esos procesos. Vamos a llamarlo..."

Y mientras las dos mujeres usaban el celular presentemos a Danilo.

Un corpulento y pelirrojo hombre dueƱo de una venta de motos de alto cilindraje, potentƭsimas, altas, brillosas y costosas.

Pero en ese momento no cambiaba el faro de una Yamaha. O preparaba la compra de unas motos exportadas desde Caracas ni se ocupaba en saber como llego la moto al comprador de Bariloche, sino que se ocupaba en medir el aceite corporal a una bella morena en la mesa de su oficina iluminada.

El fogoso descendiente de Irlandeses le besaba el cuello a la morena, le tocaba los glúteos y hasta le mordía el lóbulo de la oreja, con sutileza le acarició un seno, estaba duro. Igual el otro, y empezó a chuparlos alternadamente. Y lentamente su pesada mano bajo a la caliente y húmeda vagina de la mujer. Ella movía sus caderas para sentir bajo ella la regordeta pija durísima. Le lamió al hombre el fibroso y lampiño pecho y lo arregostó contra el asiento, acomodÔndose mejor sobre él para sentir en el culo la verga.

Pero si había algo que Danilo sabia hacer bien era el sexo duro y pasional, fuego como sus cabellos con salvajismo y sosteniéndola la acostó en la mesa, luego de rodar a un lado las motos pequeñas de colección y juguete. Bajó por el abdomen de la morena y le comió el clítoris. Unos cortos besitos y caricias con la punta de la lengua. En menos de diez segundo la mujer experimentó los espasmos y jadeos de su primer orgasmo. Danilo siguió lamiéndole la vagina.

Ella le acaricio los cabellos de zanahoria, color que en la Ʃpoca medieval le costarƭa la vida, pero ya jamƔs.

La morenaza rió luego del segundo orgasmo y lo sentó en el sillón, estaba loca por probar aquel pene en su interior ¡hombre de fuego! se puso de rodillas delante de Ć©l. Y empezó a chuparle los testĆ­culos con gruesos vellos rojizos y el tronco encima de los cojones. Vellitos rojos brillaban con la luz. Ɖl la agarró de la cabeza y empezó a alternar los tiempos de sus chupadas. Ella se tragaba el pene de a poco hasta que Danilo sintió una sensación agradable y conocida acompaƱada de un benĆ©fico cosquilleo.

Danilo se levantó y ella apoyó sus brazos y la cabeza en el sillón. Danilo apuntó su pito al sexo de la mujer, le sonrió y comenzó a hacer presión contra ella penetrÔndola rÔpida y salvajemente, como un animal en su ambiente natural.

Luego de algunos minutos toda su leche mojó el interior del clítoris de la mujer, blanca, cremosa y caliente.

La mujer quedó descansando en el asiento, él por supuesto exhausto y sudoroso se sentó en la mesa, para luego acostarse a jadear, mientras su pene ya flÔcido soltaba un hilillo de semen que le bajaba por un lado del muslo.

Ahora pensando, Ć©l era hombre, le fascinaban las mujeres... ¡todas! ¡Absolutamente todas! cara, culo, tetas, vagina, espalda, las curvas de una mujer. Todas eran sus capillas, pero Ana era su catedral. EntendĆ­a su odio hacia Ć©l por haberlo descubierto con otra mujer en su mismo departamento. Pero ella debĆ­a entender que a quien en verdad amaba era a ella, no a sus otras mujeres... sus capillas pobres y sin importancia. Sus momentos de diversión, Ana debĆ­a estar orgullosa de ser su catedral, su majestuosa catedral.

No estaba dispuesto a darle el divorcio, primero lucharƭa y la reconquistarƭa. Ana era nadie sin Ʃl, sabia que todavƭa lo amaba, la tendrƭa de nuevo, volverƭa con ella. El amor no habƭa acabado, no caducarƭa a pesar del tiempo que tenƭan de separados.

El abogado Carlos Ferrer era el mayor de dos hermanos, ambos abogados y por su parte cuƱado de Judith Vergara. Mantenƭan un bufete que les estaba siendo prospero.

Era un sitio grande, con aire acondicionado, mesas llenas de carpetas, sillas, en general un iluminado y tranquilo local. Judith y su amiga Ana acababan de llegar.

"Ana Morelos" se presentó la fotógrafa

El abogado la tomó de la mano y la saludó, le brillaron los ojos, su primera impresión es que se veía una mujer fuerte, con determinación, altiva, hecha para ser jefa de un equipo. Le gustaba su barbilla y el color de sus labios.

("Quiero conocerla mÔs") pensó el abogado sentÔndose en la silla.

Para ella, le pareció un hombre guapo, fuerte y varonil. Le gustó su rostro y su cuerpo cuadrado, aunque se enfoco mÔs en su lado profesional y no supo que su cuerpo había producido y derramado endorfina solo su Inconsciente. Pero le gustaría fotografiar a aquel hombre en traje de baño sentado en una roca en la playa, o vestido de marinero piloteando un barco, un hombre fuerte... muy fuerte. era atractivo, podían enamorarse. Darle celos a Dario...

("¡Pero que demonios piensas Ana! A lo que viniste, a divorciarte de verdad, ya no amas a Dario... no... te engaƱo... celos...") pensó la mujer dibujando una sonrisa y luego hablando "vengo para un divorcio"

("Wow divorcio") pensó Carlos acomodando su camisa. Se acomodo en el asiento y empezó a hablar con su cliente sobre el asunto.

A partir de ese día se trazarían lazos de discusiones, peleas, desesperación y también de amor.

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