Contiene:
-Sexo heterosexual
-Historia sin ballbusting
Ana Morelos visitaba aquella maƱana a Judith quien mas que una cliente era una mujer que habĆa cursado toda la preparatoria con ella, en aquel momento las mujeres observaban las magnificas y coloridas fotografĆas de Judith con Alfredo en su inmensa boda, habĆa sido una celebraciĆ³n genial y trabajosa.
"Se ven espectacular" decĆa Ana, siempre elegante y activa. FotĆ³grafa de profesiĆ³n
"La luz, simplemente espectacular Ana. Eres grandiosa" dijo Judith simplemente centrando la atenciĆ³n en su rostro maquillado y en el de su marido "no sabia que esa tienda te pertenecĆa... me recomendaron que fuera para allĆ” y ¡voila! Eras tĆŗ la dueƱa. Ahora dime, sin tener ya mĆ stress del matrimonio. ¿Como va el tuyo? ¿Cuando encargas a los niƱos? Rosemary me dijeron, que hace meses dio a luz, gemelos"
"Si, fui a visitarla. Rosemary Carmona. Lindos los chiquillos"
"Yo quiero encargar a los mĆos... ¿y tĆŗ? quiero 3 hijos"
"Bueno... por... una razĆ³n vengo a verte... y..."
"¿si?"
"Voy a divorciarme de Danilo"
Judith abriĆ³ los ojos sorprendida
"¿por que? PensĆ© que la relaciĆ³n estaba bien solida"
"Pues... no. Danilo no tendrĆ” soluciĆ³n. Ya tenemos 3 meses separados"
"No te lo puedo creer. Pero ¿que les paso?"
"Tenia una amante"
Judith alzĆ³ las cejas y dijo
"Los hombres tienen devaneos"
Ana apretĆ³ los labios su barbilla decidida reluciĆ³
"No soy ese tipo de mujer. No serĆa nunca una cabrona"
Judith sonriĆ³
"Pero..."
"Me presentĆ³ a la muy puta como una cliente el dĆa de su cumpleaƱos, llevĆ³ un montĆ³n de gente al departamento, y yo lo creĆ. Era ya de madrugada y me fui a dormir ese dia estuve ocupada trabajando, hubo un momento que encerrada en la pieza no podĆa dormir por el ruido de la sala y salĆ. Y los vi a los 2 besĆ”ndose y abrazados. Y los muy cabrones de sus amigos no supieron que hacer al verme, me puse histĆ©rica y los corrĆ a todos. LlorĆ© por horas encerrada en el cuarto, a la maƱana siguiente Ć©l fue a verme con mil y un excusas, pero al ver aquello jamĆ”s lo perdonarĆa. Nos separamos y empezĆ³ a atosigarme, llamadas al celular, mensajes de texto, pasaba por casa en el vehiculo iba al trabajo. QuerĆa ser perdonado pero no pude con el engaƱo. CreĆ que se volviĆ³ loco, no se, al fondo creo que se arrepintiĆ³, pero no sĆ©. Nunca lo perdonare... no" (creo que no) pensĆ³
"¡que horror!" dijo su amiga
"Bueno Judith, sƩ que tu esposo tiene un bufete de abogados. Habla con Ʃl. Quiero que se encargue del divorcio"
"wow, esa son cosas que deberĆas hablar con Ć©l. No tengo idea de esos procesos. Vamos a llamarlo..."
Y mientras las dos mujeres usaban el celular presentemos a Danilo.
Un corpulento y pelirrojo hombre dueƱo de una venta de motos de alto cilindraje, potentĆsimas, altas, brillosas y costosas.
Pero en ese momento no cambiaba el faro de una Yamaha. O preparaba la compra de unas motos exportadas desde Caracas ni se ocupaba en saber como llego la moto al comprador de Bariloche, sino que se ocupaba en medir el aceite corporal a una bella morena en la mesa de su oficina iluminada.
El fogoso descendiente de Irlandeses le besaba el cuello a la morena, le tocaba los glĆŗteos y hasta le mordĆa el lĆ³bulo de la oreja, con sutileza le acariciĆ³ un seno, estaba duro. Igual el otro, y empezĆ³ a chuparlos alternadamente. Y lentamente su pesada mano bajo a la caliente y hĆŗmeda vagina de la mujer. Ella movĆa sus caderas para sentir bajo ella la regordeta pija durĆsima. Le lamiĆ³ al hombre el fibroso y lampiƱo pecho y lo arregostĆ³ contra el asiento, acomodĆ”ndose mejor sobre Ć©l para sentir en el culo la verga.
Pero si habĆa algo que Danilo sabia hacer bien era el sexo duro y pasional, fuego como sus cabellos con salvajismo y sosteniĆ©ndola la acostĆ³ en la mesa, luego de rodar a un lado las motos pequeƱas de colecciĆ³n y juguete. BajĆ³ por el abdomen de la morena y le comiĆ³ el clĆtoris. Unos cortos besitos y caricias con la punta de la lengua. En menos de diez segundo la mujer experimentĆ³ los espasmos y jadeos de su primer orgasmo. Danilo siguiĆ³ lamiĆ©ndole la vagina.
Ella le acaricio los cabellos de zanahoria, color que en la Ć©poca medieval le costarĆa la vida, pero ya jamĆ”s.
La morenaza riĆ³ luego del segundo orgasmo y lo sentĆ³ en el sillĆ³n, estaba loca por probar aquel pene en su interior ¡hombre de fuego! se puso de rodillas delante de Ć©l. Y empezĆ³ a chuparle los testĆculos con gruesos vellos rojizos y el tronco encima de los cojones. Vellitos rojos brillaban con la luz. Ćl la agarrĆ³ de la cabeza y empezĆ³ a alternar los tiempos de sus chupadas. Ella se tragaba el pene de a poco hasta que Danilo sintiĆ³ una sensaciĆ³n agradable y conocida acompaƱada de un benĆ©fico cosquilleo.
Danilo se levantĆ³ y ella apoyĆ³ sus brazos y la cabeza en el sillĆ³n. Danilo apuntĆ³ su pito al sexo de la mujer, le sonriĆ³ y comenzĆ³ a hacer presiĆ³n contra ella penetrĆ”ndola rĆ”pida y salvajemente, como un animal en su ambiente natural.
Luego de algunos minutos toda su leche mojĆ³ el interior del clĆtoris de la mujer, blanca, cremosa y caliente.
La mujer quedĆ³ descansando en el asiento, Ć©l por supuesto exhausto y sudoroso se sentĆ³ en la mesa, para luego acostarse a jadear, mientras su pene ya flĆ”cido soltaba un hilillo de semen que le bajaba por un lado del muslo.
Ahora pensando, Ć©l era hombre, le fascinaban las mujeres... ¡todas! ¡Absolutamente todas! cara, culo, tetas, vagina, espalda, las curvas de una mujer. Todas eran sus capillas, pero Ana era su catedral. EntendĆa su odio hacia Ć©l por haberlo descubierto con otra mujer en su mismo departamento. Pero ella debĆa entender que a quien en verdad amaba era a ella, no a sus otras mujeres... sus capillas pobres y sin importancia. Sus momentos de diversiĆ³n, Ana debĆa estar orgullosa de ser su catedral, su majestuosa catedral.
No estaba dispuesto a darle el divorcio, primero lucharĆa y la reconquistarĆa. Ana era nadie sin Ć©l, sabia que todavĆa lo amaba, la tendrĆa de nuevo, volverĆa con ella. El amor no habĆa acabado, no caducarĆa a pesar del tiempo que tenĆan de separados.
El abogado Carlos Ferrer era el mayor de dos hermanos, ambos abogados y por su parte cuƱado de Judith Vergara. MantenĆan un bufete que les estaba siendo prospero.
Era un sitio grande, con aire acondicionado, mesas llenas de carpetas, sillas, en general un iluminado y tranquilo local. Judith y su amiga Ana acababan de llegar.
"Ana Morelos" se presentĆ³ la fotĆ³grafa
El abogado la tomĆ³ de la mano y la saludĆ³, le brillaron los ojos, su primera impresiĆ³n es que se veĆa una mujer fuerte, con determinaciĆ³n, altiva, hecha para ser jefa de un equipo. Le gustaba su barbilla y el color de sus labios.
("Quiero conocerla mĆ”s") pensĆ³ el abogado sentĆ”ndose en la silla.
Para ella, le pareciĆ³ un hombre guapo, fuerte y varonil. Le gustĆ³ su rostro y su cuerpo cuadrado, aunque se enfoco mĆ”s en su lado profesional y no supo que su cuerpo habĆa producido y derramado endorfina solo su Inconsciente. Pero le gustarĆa fotografiar a aquel hombre en traje de baƱo sentado en una roca en la playa, o vestido de marinero piloteando un barco, un hombre fuerte... muy fuerte. era atractivo, podĆan enamorarse. Darle celos a Dario...
("¡Pero que demonios piensas Ana! A lo que viniste, a divorciarte de verdad, ya no amas a Dario... no... te engaƱo... celos...") pensĆ³ la mujer dibujando una sonrisa y luego hablando "vengo para un divorcio"
("Wow divorcio") pensĆ³ Carlos acomodando su camisa. Se acomodo en el asiento y empezĆ³ a hablar con su cliente sobre el asunto.
A partir de ese dĆa se trazarĆan lazos de discusiones, peleas, desesperaciĆ³n y tambiĆ©n de amor.
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