En la fiebre del fútbol - Las Bolas de Pablo

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14 jun 2014

En la fiebre del fútbol

Luego de ver la pésima y pobre inauguración de la copa mundial de fútbol, según Simón, los hombres Chacón conformados por Marcos y sus hijos salieron al parque a jugar entre ellos mismos el balómpie.

El señor Marcos usaba la camiseta de España porque sentía gran afecto por este equipo, celebró a lo grande los triunfos de este equipo a lo largo de la temporada y esperaba que este año fuera nuevamente los campeones, su compañero de equipo Israel vestía con un pequeño short que lo hacía ver nalgón y la camisa de la selección Brasilera, los reyes del fútbol eran sus favoritos desde los 16 años e imitaba los movimientos de aquellos grandes de la nación carioca, alegaba que el penal del día Jueves en realidad era necesario y que no era de dudoso proceder como aseguraba Pablo.

Sus contrincantes Pablo y Simón. El primero apoyaba a la selección Italiana, porque eran los que más sabían jugar, tenían muchas copas acumuladas a lo largo de la historia de la FIFA y de cualquier campeonato internacional, se decepcionó del pobre desempeño de la forza azurra en el mundial anterior, pero esta vez sería mejor. Simón apoyaba a México, porque le gustaba aquel país por el desempeño joven y fresco de sus jugadores, la selección mexicana era una de las que prometió en el pasado y aún hoy prometía un buen futuro.

Jugaban entre ellos, sin necesidad de arquero o árbitros, el señor Marcos tenía largas piernas que le permitían correr veloz, Israel hacía cabezazos perfectos, Simón era dueño de fuerza y resistencia mientras Pablo hacía buenas barridas y mareos. Lograron despertar la curiosidad de mujeres, niños y hombres.
Con un marcador de 5 goles de Simón y Pablo contra 3 el juego puso fin pero tres hombres y una mujer con porte masculino se acercaron para preguntar sin podían realizar una jugada contra ellos. Ahora sí, se separaron para la jugada.

El señor Marcos se situó como arquero, Simón como defensa tanto Pablo como Israel serían los delanteros.

—Está fácil el juego —opinó Israel sintiéndose superior contra sus adversarios.

Pues los delanteros del equipo contrario eran un hombre casi anciano de cabellos cano y la marimacho, la defensa la ejercía un adolescente y un larguirucho flaco era el portero.

El juego dio inicio a favor de los hombres Chacón con un gol de Israel al minuto diez, luego otro ayudado por Pablo, Simón pudo bloquear a la machorra que se molestó enormemente. El señor Marcos en tres ocasiones seguidas detuvo posibles goles, estirándose, agachándose, parecía elástico.

—Se mueve rico el viejo —escuchó que dijo una mujer que desde lejos miraba el juego.

—Está rico —dijo su compañera—. Mírale los brazos y la espalda.

En ese momento la marimacho corría a la portería, pateó con fuerza y enseguida el señor Marcos detuvo la pelota a la altura del pecho.

—Ese viejo aguanta una y mil más —dijo la observadora. Marcos la oyó y le hizo un gesto de simpatía—. Así es papi, sonríe.

Marcos volvió a mostrarle su fantástica sonrisa a las dos curiosas, sin percatarse que la machorra se aproximaba tras burlar a Simón con el balón. Corrió, corrió muy duro y pateó el balón. Marcos Chacón estaba muy ocupado siendo simpático y no se percató que el balón se dirigía a sus genitales... Y chocó contra la zona golpeando sus ovalados huevos sudorosos de hacer deporte.

El viejo Marcos Chacón abrió la boca, agarrándose inmediatamente las pelotas para caer al piso hundido en un profundo dolor.

—papá, papá. ¿Estás bien? —preguntó Simón.

Marcos no contestó nada, seguía en el piso con la cara cerrada y con expresión de pesar.

—Deberías tener más cuidado antes de lanzar tu tiro —reclamó Israel.

A lo que la marimacho respondió:

—y el señor debería estar con la mente en el juego y no mirando a señoritas.

—Suban sus piernas —recomendó el viejo que jugaba en el otro equipo.

Simón ascendió las piernas de su padre y empezó a flexionarlas.

Marcos Chacón sentía un dolor que se repartía por todo el cuerpo, le molestaba en la cadera y le revolvía el estómago.

—Su puta madre —susurró a Simón—. Esa condenada perra patea duro.

Simón sonrió.

Israel miró con odio a la marimacho, habiendo tantas mujeres hermosas en el mundo, unas se enamoraban de otras mujeres. Se agachó para hablar con su padre.

Pablo prefirió no acercarse, se quedó a lo lejos practicando con el balón. Los miembros del equipo oponente se reunieron para charlar.

Transcurridos algunos minutos Marcos pudo ponerse de pie, hizo algunos ejercicios de piernas, paracaídas y estiró la espalda.

El juego se reanudó.

—Papi bello —lo llamó una de las fanáticas—, si lo deseas, puedo sobarte y darte un lindo masaje.

Marcos le sonrió y prefirió dedicar la atención al juego.

Más rápido que inmediato recibió un gol, sus movimientos se habían hecho lentos, y luego marcarón un segundo y pudo prevenir el tercero.

Israel quien era el más competitivo estaba furioso por la derrota. Aquella lesbiana era una feroz jugadora.

—Las mujeres no deberían jugar fútbol —dijo a viva voz, ella lo miró ofendida y lo ignoró.

Pronto el ambiente del juego se hizo pesado, empujones, insultos, barridas mal intencionadas.

Cuando la marimacho maniobraba con el balón, Israel vio su oportunidad para quitárselo y hacerla quedar en ridículo, luciéndose frente a mujeres que lo piropeaban por sus piernas y de como el sudor se pegaba a su franela. Se acercó a la marimacho por detrás, ella lo mareó y siguió corriendo. Israel se enfadó y fue tras ella, la abordó.

Ella consiguió burlarlo nuevamente.

Israel apretó el puño y siguió corriendo por ella.

—¡dame el balón sucia machorra! —protestó sin medir sus palabras.

Ella se paró en seco y él se aproximó a por el balón, teniéndolo cerca la mujer se giró y apretó con la mano izquierda los huevos del hombre.

—OOOHHHHH —gritó el hombre abriendo los ojos intentando sacar la mano invasora de sus balones llenos de semen.

Ella con odio le retorció los testículos, detestaba especialmente aquella zona y a todos los hombres, pero debía afirmar que aquellos órganos eran pesados, colgantes y grandes. Giró un poco contemplando como aquel idiota macho doblaba la cara de dolor, terror y pesar.

La gente la abucheó y tuvo que soltarlo de los cojones viéndolo caer derrotado en el césped.

—¿qué te pasa? ¡Estás loca! —corrió hasta ellos Simón, se agachó para socorrer a su tembloroso hermano.

—Él me insultó no tuve más que defenderme.

—¡PERO NO ASÍ! ¡AY MIS PELOTAS!

—Creo que debemos cancelar este juego —dijo el señor Marcos preocupado—. Ya han sido dos golpes para nosotros.

—señor el primero no fue intencional... este sé que el muchacho insultó a mi hija.

Marcos miró desafiante a Israel, este con delicadeza acariciaba su área genital. Expresó:

—papá no hace falta suspender el juego......... uf, ya se me pasará...... ay, espera.

Israel tenía entre sus manos los dos pares de huevos, se los habían extirpado con fiereza, en cuestión de minutos se repondría. Sudaba y exhalaba grandes cantidades de aire de sus pulmones de nadador.

El juego se reanudó por segunda vez luego de diez minutos donde Israel gritaba campante meciendo su paquete a medida que corría.

Pablo fue quien logró introducir un gol., corrió por el campo emocionado creyéndose un jugador del equipo de Italia.

Luego de la celebración los jugadores corrían por el campo, tras defender la portería Simón lanzó el balón a su hermano, Pablo corrió veloz e hizo el pase a Israel que luego de mirar a la portería pateó la pelota consiguiendo un nuevo gol.

Tras la celebración la marimacho del equipo pudo marear a Pablo, hizo un pase al flaco de su equipo y corrió sin mirar atrás. Simón apretó el puño preparándose para la defensa. Corrió hacia él.

El fornido hombre corrió frente al flaco, este se asustó al ver semejante hombre, ya lo tenía casí encima, su prima le gritó que le lanzara la pelota, él intentó hacer una maniobra especial para hacer volar el balón por el aire pero levantó el pie solo pudiendo patear las pelotas de Simón. Miro con horror como el balón quedaba rezagado en el piso.

La espalda de Simón se arqueó sintiendo el dolor procediendo de sus peludas bolas, un dolor punzante que lo inmovilizó. Gritó:

—¡AAAAAAAAGGGGGHHHHH!

Y cayó al piso manos en los huevos.

—perdón amigo, perdón.

El público presente abucheó de nuevo.

Simón dejaba correr algunas lágrimas tan fuerte era el dolor que sentía.

—¡no! —Negó el señor Marcos—. Este juego acaba aquí.

—lo siento señor, fue mi error.

—Lo único que han estado haciendo es golpearnos los testículos —protestaba Pablo empujando al flaco.

—les pido disculpa, fue mi error.

—¡no hay disculpas! —negó Pablo, apretó el puño y le pegó en los cojones al flaco.

El flaco gruño y se fue directo al piso con las manos en la entrepierna.

—¡le pegaste a mi hijo en las bolas! —gritó el viejo.

—¡sí! —Aceptó Pablo—, porque ustedes no han hecho más que golpearnos también. Les devuelvo el gesto.

—Pablo cálmate —dijo el señor Marcos.

—les dijimos que todo fue un accidente.

—¡no me importa!

—ahora si te va a importar.

El viejo perdió los estribos pues agarró a Pablo del hombro y levantó la rodilla en su ingle. Los inmensos huevos de Pablo también fueron ascendidos con un tremendo golpe a la pelvis.

—ahhhhhhhhhhhh —gritó Pablo registrando el profundo dolor irradiado de sus huevos, grandes como los de una gallina. Cayó de rodillas al piso con la frente tocando el césped.

—No les permito que le pegue así a mi hijo —habló el señor Marcos reaccionando defensor con un golpe en la cara.

Y ahí se inició una lucha entre familias, donde las personas que desde lejos disfrutaban del juego tuvieron que intervenir para separar al señor Marcos y sus dos contrincantes. Por último la marimacho lanzo una patada en las bolas a Israel porque lo odiaba.

En aquel instante Israel sintió como si le hubieran aplanado los huevos con aquel impacto, intentó ser fuerte y resistir pero estaba inmóvil, encorvado y con la cara roja terminó cayendo al suelo como sus hermanos. Solo Marcos quedó de pie.

...

Veinte minutos después 3 hombres, jóvenes, guapos y viriles descansaban sentados en un banco, los 3 acariciaban sus testículos que se les marcaban en la tela del short. El padre de ellos los miraba sonriente.

—Que gente más loca —decía—, que bueno que se fueron.

—aquella perra me pateó las bolas dos veces.

—ni modo hijo, ese es el destino que tenemos que llevar los hombres Chacón, sufrir por nuestros huevos.

—Deberíamos irnos —cambio de tema Pablo—, para ver el juego Inglaterra contra Italia.

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