Ése hijo no es mio (2/2): mujer traicionera. - Las Bolas de Pablo

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26 feb 2015

Ése hijo no es mio (2/2): mujer traicionera.

CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER HOMBRE

Douglas caminaba con mal semblante por la calle del pueblo. Todo se inició dos meses atrás cuando su padre conoció al hijo que había tenido con Lola, un hijo en secreto porque ya tenían años como amantes y él estaba casado con su esposa y ya habían procreado a unas niñas.

—Hijo, no te quiero borrar esa felicidad del rostro —dijo el señor Omar, su padre—. Pero ese chiquillo no se parece a ti, en nada. Además hay otras cosas que no me convencen.

—¿Pero qué dices, viejo? —preguntó en aquel momento Douglas.

—Son cosas un poco ridículas, pero me constan. Además, cuando las niñas nacieron todas tenían rasgos familiares, o se te parecían de bebé. Pero este niñito no.

—Papá, es tu nieto. El primer varón.

El señor Omar lo miró a los ojos, preocupado.

—Hijo mío, te parecerá una ridiculez, pero para mí no lo es, yo creo en ello.

—¿Qué, papá?

—¿Has visto sus testículos?

—Sí. ¿Qué tienen ellos? Los veo normal.

—No es por ello. Verás, es conocido que los hombres Chacón tienen cojones grandes.

Douglas soltó una risa soberbia.

—Ay, papá. ¿Cómo vas a creer eso? Pareces vieja peladora.

El señor Omar carraspeó la garganta.

—Hijo, sabes que aunque no tengo su apellido soy tan hermano de Marcos y Rodrigo. Tengo huevos grandes, tú también, cuando Simón nació tuve oportunidad de verlo. Los huevos Chacón son una realidad. Sin ir muy lejos, recuerda hace dos años para navidad, el niñito Vicente se orinó y lo cambiaron, tú te reíste por el tamaño de sus bolas.

—Lo recuerdo papá, pero no creo. Además mi guagua es un recién nacido, tal vez no ha desarrollado el escroto como debe...

—Hijo, cuando tú naciste......... Quizás peco en lo que te digo, pero haz una prueba de paternidad al niño. Recuerdo el comentario en tono de broma de tu tío: los huevos Chacón no mienten.

Douglas en aquel momento desvió la mirada a la entrepierna de su padre que a su edad se le marcaban los huevos al pantalón tal como al hijo.

Ahora, Douglas tocaba la puerta de la casa de Lola, siendo recibido por ella al poco tiempo.

—Amor, que bueno que llegas. El niño está durmiendo arriba. Necesito dinero para comprarle algunas cosas.

—Quiero que me des una explicación, ¡grandísima puta!

—¿Qué... qué te pasa, Doug?

—Quiero que me digas que significa esto, ¡zorra! —vociferó tendiéndole una carta.

Ella extrajo del sobre un papel que leyó. Allí se leía como negativa la paternidad de Douglas.

—No, no, no —negaba Lola en estado de nerviosismo. Haciendo añicos la carta—. Esto es mentira, no puede ser verdad. Alexis es tu hijo, es tuyo.

—¡No seas descarada!

—Es tu hijo, eso es un error.

—¡Puta! —la insultó Douglas clavando en su rostro una bofetada con el dorso de la mano.

Enseguida Lola cayó al piso, chillando sin cesar, su mentira había acabado. Pero ¿cómo? Estaba segura que Douglas lo creía su hijo.

—Eres una zorra, lola. ¿Cómo pudiste jugar conmigo así? —la tomó entre los brazos—. Te di mi confianza, amor, apoyo.

—¡Pero no era suficiente! No me conformaba con ser tu amante. ¡No! Alexis es tu hijo después de todo.

Douglas volvió a golpearla con la mano, esta vez rompiéndole la comisura del labio. Se quedó petrificado. Era cierto que se desempeñaba como boxeador pero nunca antes había hecho daño a una mujer. Es que era tan alta su molestia que deseaba castigar a Lola, aunque se dio cuenta que aquella no era la forma.

—Mira lo que hiciste —dijo Lola de rodillas ante él—. ¡Me rompiste, desgraciado! ¡Te demandaré!

Douglas se había quedado inmóvil con sus piernas abiertas. Sin embargo era Lola quien estaba furiosa, ella con toda la fuerza que pudo reunir subió el brazo por las piernas del amante, directo a sus robustas bolas.

El puño se estrelló en el pantalón ajustado de Douglas, haciendo crujir sus duros huevos con fuerza aplastante.

Douglas soltó un grito ensordecedor doblando las rodillas, agarrando sus bolas y yéndose enseguida al piso al lado de Lola.

—Perra... —tosió.

Lola se puso de pie limpiándose con odio la sangre de la boca, empujó a Douglas que se fue de espaldas al suelo. Lo tomó de las piernas alzándolas y haciendo un gran esfuerzo por arrastrarlo en el suelo.

—¿Qué haces, maldita? —preguntaba Douglas lleno de dolor testicular.

Lola separó lo más que pudo las piernas de Douglas provocándole un dolor en las extremidades. Así alzó el pie y lo pegó en las bolas del boxeador. Aplastando el paquete abultado.

Douglas gritó ronco al sentir sus cojones ser brutalmente aplastados. Enseguida se dobló, agarrándose la entrepierna. Dentro de su pantalón sus testículos comenzaban a dilatarse e hincharse como pelotas de tenis.

Douglas continuaba haciendo muecas de dolor.

Lola caminó al rededor de él, situándose en la espalda pateó entre el culo y las piernas, logrando golpear tan sólo un poco el cojón izquierdo de su amante.

Douglas torció los ojos y adoptó una expresión como de querer vomitar. Su tez adquirió un tono verdoso. Y protegió por completo los testículos.

La puerta de la casa sonó haciendo sobresaltar a Lola. ¿Serían los vecinos de al lado que tocaban preocupados por los gritos? Diría que él la había golpeado y que se estaba defendiendo, era mejor que la vieran sangrando.

—¡Un momento, ya voy! —Se dirigió a Douglas—. Muévete de ahí pedazo de cabrón.

Douglas no le prestó atención, continuaba tendido en el piso con la mano en los huevos.

—¿Estás ocupada, Lola? —preguntó un hombre desde afuera.

—Esa voz la conozco —dijo ella con un brillo de malicia en los ojos. Douglas lanzó un gemido—. Tu padre se enterará de esto.

—¡Por dios, Lola! —Exclamó el señor Omar cuando le abrieron la puerta y vio el labio ensangrentado de la mujer—. ¿Qué te ocurrió?

—Ay, señor Omar, fue horrible —lloriqueaba ella—. Douglas vino para acá, está fuera de sí. Me insultó diciendo que el pequeño Alexis no era su hijo, ¿puede usted creer eso? Yo no sería capaz de semejante bajeza. Su hijo me golpeó, parecía un salvaje. Me tuve que defender... Yo jamás lo traicionaría.

—¡¿Qué le hiciste, donde está, Lola?!

La mujer se hizo a un lado dejando pasar al viejo, que corrió al ver tirado en el suelo a su hijo. Ella por su parte arrojó al jardín los restos de la prueba de paternidad. Al entrar a la sala oyó:

—... le hice la prueba a Alexis y tenías razón, papá. No es mi hijo.

Lola se sintió más sorprendida y traicionada.

El viejo Omar se enderezó y caminó hacia ella.

¿Dónde está la prueba? La quiero ver. Grandísima descarada.

—Alexis es su nieto. Quieran o no.

—No seas loca.

—Todo el pueblo se enterará que usted es un viejo alcahueta que aprobó mi relación con Douglas estando casado. Que sabía antes que nadie que yo estaba embarazada. A ver, ¿quien pierde más? Ahora háganse cargo de Alexis, por cabrones.

—Escúchame, putica. A mi edad tú no me vas a chantajear —estaba frente a ella rabioso, con los ojos inyectados de furia—. Ahora hazte cargo de tu mocoso. Busca a su verdadero padre, que debe ser cualquier borracho de esquina con los que te acuestas por un plato de comida.

Herida su susceptibilidad, Lola, con fama de loca en el pueblo, agarró los huevos duros del suegro con un férreo control. Sus dedos se cerraron alrededor del cuello del escroto arrugado atrapando sus bolas en la palma de la mano. Los dos órganos parecían tan grandes como los de Douglas, eso daba sentido a algunos rumores del pueblo y explicaciones dadas por el amante. Pero en aquel momento Lola estaba molesta.

Omar lanzó un chillido como niña sintiendo que sus bolas llegarían a las rodillas.

—Suelta a mi padre, maldita. Lo mataras.

Douglas intentó ponerse de pie.

Lola soltó las bolas del viejo cuando Douglas caminaba hacia ella.

—¿Estás bien, papá?

—S... sí... sí.

—Eres una perra loca, ¿cómo te atreves?

—A partir de hoy acabaré con tu miserable vida —juró Lola.

Los hombres encorvados salieron de la casa de la mujer, uno abrazando al otro, queriendo restar importancia a las palabras de la loca. Pero la rabia de Lola apenas empezaba, en cuestión de horas la esposa de Douglas se enteraría de la relación extramarital, en el trabajo del hombre sabrían que golpeó a la amante. Para causar polémica en el pueblo, Lola era la predilecta. Después de todo ganaría.

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