CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER HOMBRE
Douglas caminaba
con mal semblante por la calle del pueblo. Todo se inició dos meses atrás
cuando su padre conoció al hijo que había tenido con Lola, un hijo en secreto porque ya tenían años como amantes y él estaba casado con su esposa y ya habían procreado a unas niñas.
—Hijo, no te quiero
borrar esa felicidad del rostro —dijo el señor Omar, su padre—. Pero ese
chiquillo no se parece a ti, en nada. Además hay otras cosas que no me
convencen.
—¿Pero qué dices,
viejo? —preguntó en aquel momento Douglas.
—Son cosas un poco
ridículas, pero me constan. Además, cuando las niñas nacieron todas tenían
rasgos familiares, o se te parecían de bebé. Pero este niñito no.
—Papá, es tu nieto.
El primer varón.
El señor Omar lo
miró a los ojos, preocupado.
—Hijo mío, te
parecerá una ridiculez, pero para mí no lo es, yo creo en ello.
—¿Qué, papá?
—¿Has visto sus
testículos?
—Sí. ¿Qué tienen
ellos? Los veo normal.
—No es por ello.
Verás, es conocido que los hombres Chacón tienen cojones grandes.
Douglas soltó una
risa soberbia.
—Ay, papá. ¿Cómo
vas a creer eso? Pareces vieja peladora.
—Hijo, sabes que
aunque no tengo su apellido soy tan hermano de Marcos y Rodrigo. Tengo huevos
grandes, tú también, cuando Simón nació tuve oportunidad de verlo. Los huevos
Chacón son una realidad. Sin ir muy lejos, recuerda hace dos años para navidad,
el niñito Vicente se orinó y lo cambiaron, tú te reíste por el tamaño de sus
bolas.
—Lo recuerdo papá,
pero no creo. Además mi guagua es un recién nacido, tal vez no ha desarrollado
el escroto como debe...
—Hijo, cuando tú naciste......... Quizás
peco en lo que te digo, pero haz una prueba de paternidad al niño. Recuerdo el
comentario en tono de broma de tu tío: los
huevos Chacón no mienten.
Douglas en aquel
momento desvió la mirada a la entrepierna de su padre que a su edad se le
marcaban los huevos al pantalón tal como al hijo.
Ahora, Douglas
tocaba la puerta de la casa de Lola, siendo recibido por ella al poco tiempo.
—Amor, que bueno
que llegas. El niño está durmiendo arriba. Necesito dinero para comprarle
algunas cosas.
—Quiero que me des
una explicación, ¡grandísima puta!
—¿Qué... qué te
pasa, Doug?
—Quiero que me
digas que significa esto, ¡zorra! —vociferó tendiéndole una carta.
—No, no, no —negaba
Lola en estado de nerviosismo. Haciendo añicos la carta—. Esto es mentira, no
puede ser verdad. Alexis es tu hijo, es tuyo.
—¡No seas
descarada!
—Es tu hijo, eso es
un error.
—¡Puta! —la insultó
Douglas clavando en su rostro una bofetada con el dorso de la mano.
Enseguida Lola cayó
al piso, chillando sin cesar, su mentira había acabado. Pero ¿cómo? Estaba
segura que Douglas lo creía su hijo.
—Eres una zorra,
lola. ¿Cómo pudiste jugar conmigo así? —la tomó entre los brazos—. Te di mi
confianza, amor, apoyo.
—¡Pero no era
suficiente! No me conformaba con ser tu amante. ¡No! Alexis es tu hijo después
de todo.
Douglas volvió a
golpearla con la mano, esta vez rompiéndole la comisura del labio. Se quedó
petrificado. Era cierto que se desempeñaba como boxeador pero nunca antes
había hecho daño a una mujer. Es que era tan alta su molestia que deseaba
castigar a Lola, aunque se dio cuenta que aquella no era la forma.
—Mira lo que hiciste
—dijo Lola de rodillas ante él—. ¡Me rompiste, desgraciado! ¡Te demandaré!
Douglas se había
quedado inmóvil con sus piernas abiertas. Sin embargo era Lola quien estaba
furiosa, ella con toda la fuerza que pudo reunir subió el brazo por las piernas
del amante, directo a sus robustas bolas.
El puño se estrelló
en el pantalón ajustado de Douglas, haciendo crujir sus duros huevos con fuerza aplastante.
Douglas soltó un
grito ensordecedor doblando las rodillas, agarrando sus bolas y yéndose
enseguida al piso al lado de Lola.
—Perra... —tosió.
Lola se puso de pie
limpiándose con odio la sangre de la boca, empujó a Douglas que se fue de espaldas al suelo. Lo tomó de las piernas alzándolas
y haciendo un gran esfuerzo por arrastrarlo en el suelo.
—¿Qué haces,
maldita? —preguntaba Douglas lleno de dolor testicular.
Lola separó lo más
que pudo las piernas de Douglas provocándole un dolor en las extremidades. Así alzó el pie y lo pegó en las bolas del boxeador. Aplastando el paquete
abultado.
Douglas gritó ronco
al sentir sus cojones ser brutalmente aplastados. Enseguida se dobló,
agarrándose la entrepierna. Dentro de su pantalón sus testículos comenzaban a
dilatarse e hincharse como pelotas de tenis.
Douglas continuaba
haciendo muecas de dolor.
Lola caminó al
rededor de él, situándose en la espalda pateó entre el culo y las piernas,
logrando golpear tan sólo un poco el cojón izquierdo de su amante.
Douglas torció los
ojos y adoptó una expresión como de querer vomitar. Su tez adquirió un tono
verdoso. Y protegió por completo los testículos.
La puerta de la
casa sonó haciendo sobresaltar a Lola. ¿Serían los vecinos de al lado que
tocaban preocupados por los gritos? Diría que él la había golpeado y que se estaba defendiendo, era mejor que la vieran sangrando.
—¡Un momento, ya
voy! —Se dirigió a Douglas—. Muévete de ahí pedazo de cabrón.
Douglas no le
prestó atención, continuaba tendido en el piso con la mano en los huevos.
—¿Estás ocupada,
Lola? —preguntó un hombre desde afuera.
—Esa voz la conozco
—dijo ella con un brillo de malicia en los ojos. Douglas lanzó un gemido—. Tu padre se
enterará de esto.
—¡Por dios, Lola! —Exclamó
el señor Omar cuando le abrieron la puerta y vio el labio ensangrentado de la
mujer—. ¿Qué te ocurrió?
—Ay, señor Omar,
fue horrible —lloriqueaba ella—. Douglas vino para acá, está fuera de sí. Me
insultó diciendo que el pequeño Alexis no era su hijo, ¿puede usted creer eso?
Yo no sería capaz de semejante bajeza. Su hijo me golpeó, parecía un salvaje.
Me tuve que defender... Yo jamás lo traicionaría.
—¡¿Qué le hiciste,
donde está, Lola?!
La mujer se hizo a
un lado dejando pasar al viejo, que corrió al ver tirado en el suelo a su hijo.
Ella por su parte arrojó al jardín los restos de la prueba de paternidad. Al
entrar a la sala oyó:
—... le hice la
prueba a Alexis y tenías razón, papá. No es mi hijo.
Lola se sintió más
sorprendida y traicionada.
El viejo Omar se
enderezó y caminó hacia ella.
—¿Dónde está la
prueba? La quiero ver. Grandísima descarada.
—Alexis es su
nieto. Quieran o no.
—No seas loca.
—Todo el pueblo se
enterará que usted es un viejo alcahueta que aprobó mi relación con Douglas
estando casado. Que sabía antes que nadie que yo estaba embarazada. A ver,
¿quien pierde más? Ahora háganse cargo de Alexis, por cabrones.
—Escúchame, putica.
A mi edad tú no me vas a chantajear —estaba frente a ella rabioso, con los ojos
inyectados de furia—. Ahora hazte cargo de tu mocoso. Busca a su verdadero
padre, que debe ser cualquier borracho de esquina con los que te acuestas por
un plato de comida.
Herida su susceptibilidad,
Lola, con fama de loca en el pueblo, agarró los huevos duros del suegro con un
férreo control. Sus dedos se cerraron alrededor del cuello del escroto arrugado atrapando sus bolas en la palma de la mano. Los dos órganos parecían tan
grandes como los de Douglas, eso daba sentido a algunos rumores del pueblo y
explicaciones dadas por el amante. Pero en aquel momento Lola estaba molesta.
Omar lanzó un
chillido como niña sintiendo que sus bolas llegarían a las rodillas.
—Suelta a mi padre,
maldita. Lo mataras.
Douglas intentó
ponerse de pie.
Lola soltó las
bolas del viejo cuando Douglas caminaba hacia ella.
—¿Estás bien, papá?
—S... sí... sí.
—Eres una perra
loca, ¿cómo te atreves?
—A partir de hoy
acabaré con tu miserable vida —juró Lola.
Los hombres
encorvados salieron de la casa de la mujer, uno abrazando al otro, queriendo
restar importancia a las palabras de la loca. Pero la rabia de Lola apenas
empezaba, en cuestión de horas la esposa de Douglas se enteraría de la relación
extramarital, en el trabajo del hombre sabrían que golpeó a la amante. Para causar
polémica en el pueblo, Lola era la predilecta. Después de todo ganaría.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario