Ballbusting entre maduros (12/15): Competencia de cojonudos - Las Bolas de Pablo

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2 jul 2017

Ballbusting entre maduros (12/15): Competencia de cojonudos

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   El doctor Manuel finalmente ingresaba a la sala de estar en la casa de RenĆ©, ahĆ­ ya se encontraba Marcos ChacĆ³n que vestĆ­a informalmente con jeans y franela luciendo un aspecto juvenĆ­l a sus cincuenta y tantos aƱos, Lisandro tenĆ­a todavĆ­a la ropa de trabajo, ropa formal, Roland tomaba un vino y su ropa estaba tan planchada y recta como su moral ante las cĆ”maras de televisiĆ³n en el noticieron del mediodĆ­a y RenĆ© se sentaba en el mueble tras recibir a Manuel.

   –AsĆ­ que soy el Ćŗltimo en llegar –anunciĆ³ el invitadol saludando con un apretĆ³n de manos a todos los presentes exceptuando a Marcos ChacĆ³n con quien habĆ­a tenido algunas riƱas.

   –Eres el Ćŗltimo en llegar pero no el menos importante –asegurĆ³ RenĆ©.

   –¿Ah sĆ­? ¿Por quĆ© lo dices?

   –Hoy resolveremos una absurda duda –respondiĆ³ Roland.

   –¿Y de quĆ© se trata?

   –Para ninguno de nosotros es un secreto que Marcos y tĆŗ tienen una tonta pelea –prosiguiĆ³ Lisando metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta–, acerca de quien es mĆ”s huevĆ³n o huevudo que el otro.

   –Lo que estĆ” a la vista no necesita anteojos –hablĆ³ Marcos separando sus piernas dejando que ante la mirada de los demĆ”s se atravesara el dibujo de sus testĆ­culos a travĆ©s del pantalĆ³n–. Soy un huevudo de nacimiento, estĆ” en los genes de mi familia con una extraƱa mutaciĆ³n, yo soy asĆ­, mis hermanos tambiĆ©n, mis hijos, sobrinos, nietos.

   –¿Y? –interrogĆ³ Manuel quien tambiĆ©n presumĆ­a de grandes bolas–. No me interesan tus enormes y ridĆ­culas bolas, las mĆ­as predominan.

   –En realidad no nos importa quien tiene las bobas bolas mĆ”s grandes –dijo Roland riendo.

   –La verdad es que sĆ­ nos importa, a mi sĆ­ –confirmĆ³ RenĆ© con una sonrisa.

   Roland le devolviĆ³ la mirada y sonriĆ³, siguiĆ³ hablando acomodandose en el asiento.

   –Sabemos que los dos son absurdamente cojonudos y que producen leche como para alimentar a todo JapĆ³n. Hoy queremos ver quien es mĆ”s fuerte con sus grandes y pesadas bolas, ustedes siempre compiten hoy llegĆ³ la hora de la verdad y descubrĆ­r quien tiene los testĆ­culos de acero. ¿De acuerdo?

   –¡De acuerdo! –fue el primero en confirmar Marcos ChacĆ³n.

   Manuel abriĆ³ los ojos como platos y por su garganta se vio pasar la saliva pero terminĆ³ confirmando.

   –Siganme –dijo RenĆ©.

   Todos los miembros del grupo abandonaron el amplio salĆ³n para seguir tras los pasos del deportista RenĆ© que los condujo a su gimnasio personal, allĆ­ estaba en el piso una pequeƱa camilla con ataduras para las extremidades, quien se acostara allĆ­ quedarĆ­a extendido formando con su cuerpo una figura semejando a una equis.

   –¿Quien es el primer valiente? –interrogĆ³ Lisandro.

   –Pues yo –asegurĆ³ Marcos.

   El arquitecto aventĆ³ los zapatos contra la pared, se abriĆ³ el cinturĆ³n y dejĆ³ caer el pantalĆ³n a travĆ©s de sus alargadas y flacas piernas, tenĆ­a un bĆ³xer negro que marcaba una deliciosa protuberancia conformada por una larga y venosa salchicha y sus pesada bolas cargadas de semen. Se quitĆ³ la franela mostrando su lampiƱo y encantador pecho donde provocaba dormir y retozar tras horas de placer corporal con Ć©l. Se acostĆ³ en la camilla y fue amordazado por RenĆ© y Lisandro de brazos y piernas.

   Manuel se adelantĆ³ en el juego y con una patada pulverizĆ³ los frĆ”giles cojones de Marcos haciendo que dejara escapar un grito ahogado y luchara contra sus restricciones.

   –Hey, yo fui el de la idea. Comienzo yo –dijo Roland con una sonrisa, se plantĆ³ ante Marcos y lo pateĆ³ en la entrepierna, provocando un gemido gutural en el arquitecto mientras sus bolas eran aplastadas y por una fuerza insoportable.

   ContinuĆ³ Lisandro que se agachĆ³ cerca de su amigo y le propinĆ³ dos certeros puƱetazos. Marcos chirriĆ³ de dolor escapando de sus ojos sendas lĆ”grimas. LuchĆ³ sin Ć©xito mientras sus pelotas ardĆ­an en dolor.

   –Sigo yo –anunciĆ³ RenĆ© con un perverso morbo en aplastar los testĆ­culos mĆ”s grande que jamĆ”s habĆ­a visto sobre la tierra. De una palmada azotĆ³ los cojones de Marcos mientras sus gemidos llenaban el gimnasio.

   Manuel miraba a Marcos, despuĆ©s de todo era un hombre resistente y dudaba si podrĆ­a resistir tanto o mĆ”s que Ć©l en sus lindos huevos.

   –Mira su polla –susrro Roland a RenĆ©–. EstĆ” dura, lo estĆ” disfrutando.

   Los ojos de Marcos estaban llenos de lĆ”grimas.

   –Es tu turno –invitĆ³ Lisandro.

   Manuel se colocĆ³ ante Marcos y clavĆ³ en Ć©l una sĆ³lida patada a los huevos.

   El rostro de Marcos se contorsionĆ³ de dolor anhelando agarrar sus bolas.

   –Me referĆ­a a que ahora te toca recibir los golpes a ti –corrigiĆ³ Lisandro.

   –¿QuĆ©? –protestĆ³ Manuel–. ¡Pues no!

   –¡Pues sĆ­!

   Roland desatĆ³ las muƱecas y los tobillos de Marcos y lo ayudĆ³ a levantarse de la camilla. El larguirucho y atractivo cincuentos se arrastrĆ³ por el suelo y despuĆ©s se echĆ³ allĆ­ frotĆ”ndo sus cojones.

   Manuel se desabrochĆ³ el cinturĆ³n y se quitĆ³ el pantalĆ³n que muy bien le hacĆ­a llenar muy bien la entrepierna. Se acostĆ³ en la camilla tembloroso y le ataron con la misma cuerda que habĆ­a sostenido los tobillos y muƱecas de Marcos ChacĆ³n.

   Manuel mirĆ³ a todos con terror.

   Con una sonrisa malvada Marcos se puso de pie, estaba encorbado agarrĆ”ndose los cojones pero logrĆ³ colocarse entre las piernas abiertas del mĆ©dico. LevantĆ³ el pie (aunque con dolor retorcĆ­a la cara por lo lastimada que estaban sus bolas) y pisoteĆ³ la entrepierna de Manuel haciĆ©ndole gritar desaforadamente.

   Antes de que pudiera calmarse, Lisandro empujĆ³ lejos a Marcos y aplatĆ³ con una patada las grandes gĆ³nadas de Manuel.

   Manuel soltĆ³ un gruƱido.

   Y Lisandro lo siguiĆ³ con otra patada, aplastando las pelotas de Manuel con toda la fuerza que pudo reunir.

   Roland se colocĆ³ entre los muslos de Manuel y con el puƱo cerrado comenzĆ³ a golpear con tanta fuerza las pelotas del mĆ©dico.

   Manuel gritĆ³ mientras sus preciosas gĆ³nadas eran aplastadas y aplastadas una y otra vez.

   Roland se detuvo para aflojar la mano y mirĆ³ a la arrugada cara de Manuel, estaba delirando del dolor y lo siguiĆ³ golpeando en las pelotas sin piedad.

   En el turno de RenĆ© este empujĆ³ su pie una y otra vez contra las bolas de Manuel.

   La polla de Marcos estaba dura como el acero de ver el espectaculo mientras sus bolas comenzaban a ponerse hinchadas.

   RenĆ© seguĆ­a golpeando con la punta del pie los testĆ­culos de Manuel, la polla de este estaba firme mientras sus gordas bolas estaban hinchadas al doble de su tamaƱo.

   Sin esperarselo el pene de Manuel explotĆ³ con un enorme y cremoso chorro de semen.

   RenĆ© se asombrĆ³ de ver como el bĆ³xer de su amigo se empapaba del pastoso lĆ­quido.

   Hubo mĆŗltiples risas en la sala.

   Media hora mĆ”s tarde los amigos estaban reunidos en torno a la sala, Manuel y Marcos se habĆ­an vestido y ligeramente amasaban sus adoloridos testĆ­culos.

    –Los jueces han decretado un absoluto ganador –indicĆ³ RenĆ©–. Ven, Marcos, pĆ”rate aquĆ­ conmigo.

   –¿En verdad?

   –SĆ­, ven.

   Marcos abandonĆ³ su asiento y se colocĆ³ al lado de RenĆ© quien al instante levantĆ³ su brazo en seƱal de victoria.

   –El supremo ganador entre los maduros mĆ”s cojonudos en Marcos JosĆ© ChacĆ³n.

   Marcos sonriĆ³ lleno de triunfalismo.

   –Te damos tus respetos por ser el hombre con los huevos mĆ”s grandes y resistentes.

   De nuevo hubo risas en la sala. Manuel le echĆ³ una mirada fulminante, apretĆ³ el puƱo y como un oso se lanzĆ³ sobre Marcos. Ambos cayeron al piso y Manuel arqueĆ³ su rodilla subiendola y chocĆ”ndola con fuerza entre las grandes pelotas de Marcos ChacĆ³n. EstampĆ³ dos rodillazos seguidos contra la entrepierna de ChacĆ³n haciĆ©ndole gritar en medio del agonizante dolor.

   RenĆ© y Lisandro apartaron de encima al mal perdedor de Manuel.

   –Eres un cretino, Marcos ChacĆ³n –se quejaba Manuel.

   El desdichado Marcos se quejaba y lloraba derrotado en el piso sosteniendo sus cojones entre las manos mientras se colocaba en posiciĆ³n fetal tosiendo y dando lamentos. Humillado a mas no poder.

   –Y tĆŗ eres un maldito mal perdedor –reclamĆ³ Lisandro.

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