CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
–AsĆ que soy el Ćŗltimo en llegar –anunció el invitadol saludando con un apretón de manos a todos los presentes exceptuando a Marcos Chacón con quien habĆa tenido algunas riƱas.
–Eres el Ćŗltimo en llegar pero no el menos importante –aseguró RenĆ©.
–¿Ah sĆ? ¿Por quĆ© lo dices?
–Hoy resolveremos una absurda duda –respondió Roland.
–¿Y de quĆ© se trata?
–Para ninguno de nosotros es un secreto que Marcos y tĆŗ tienen una tonta pelea –prosiguió Lisando metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta–, acerca de quien es mĆ”s huevón o huevudo que el otro.
–Lo que estĆ” a la vista no necesita anteojos –habló Marcos separando sus piernas dejando que ante la mirada de los demĆ”s se atravesara el dibujo de sus testĆculos a travĆ©s del pantalón–. Soy un huevudo de nacimiento, estĆ” en los genes de mi familia con una extraƱa mutación, yo soy asĆ, mis hermanos tambiĆ©n, mis hijos, sobrinos, nietos.
–¿Y? –interrogó Manuel quien tambiĆ©n presumĆa de grandes bolas–. No me interesan tus enormes y ridĆculas bolas, las mĆas predominan.
–En realidad no nos importa quien tiene las bobas bolas mĆ”s grandes –dijo Roland riendo.
–La verdad es que sĆ nos importa, a mi sĆ –confirmó RenĆ© con una sonrisa.
Roland le devolvió la mirada y sonrió, siguió hablando acomodandose en el asiento.
–Sabemos que los dos son absurdamente cojonudos y que producen leche como para alimentar a todo Japón. Hoy queremos ver quien es mĆ”s fuerte con sus grandes y pesadas bolas, ustedes siempre compiten hoy llegó la hora de la verdad y descubrĆr quien tiene los testĆculos de acero. ¿De acuerdo?
–¡De acuerdo! –fue el primero en confirmar Marcos Chacón.
Manuel abrió los ojos como platos y por su garganta se vio pasar la saliva pero terminó confirmando.
–Siganme –dijo RenĆ©.
Todos los miembros del grupo abandonaron el amplio salón para seguir tras los pasos del deportista RenĆ© que los condujo a su gimnasio personal, allĆ estaba en el piso una pequeƱa camilla con ataduras para las extremidades, quien se acostara allĆ quedarĆa extendido formando con su cuerpo una figura semejando a una equis.
–Pues yo –aseguró Marcos.
El arquitecto aventó los zapatos contra la pared, se abrió el cinturón y dejó caer el pantalón a travĆ©s de sus alargadas y flacas piernas, tenĆa un bóxer negro que marcaba una deliciosa protuberancia conformada por una larga y venosa salchicha y sus pesada bolas cargadas de semen. Se quitó la franela mostrando su lampiƱo y encantador pecho donde provocaba dormir y retozar tras horas de placer corporal con Ć©l. Se acostó en la camilla y fue amordazado por RenĆ© y Lisandro de brazos y piernas.
Manuel se adelantó en el juego y con una patada pulverizó los frÔgiles cojones de Marcos haciendo que dejara escapar un grito ahogado y luchara contra sus restricciones.
–Hey, yo fui el de la idea. Comienzo yo –dijo Roland con una sonrisa, se plantó ante Marcos y lo pateó en la entrepierna, provocando un gemido gutural en el arquitecto mientras sus bolas eran aplastadas y por una fuerza insoportable.
Continuó Lisandro que se agachó cerca de su amigo y le propinó dos certeros puƱetazos. Marcos chirrió de dolor escapando de sus ojos sendas lĆ”grimas. Luchó sin Ć©xito mientras sus pelotas ardĆan en dolor.
–Sigo yo –anunció RenĆ© con un perverso morbo en aplastar los testĆculos mĆ”s grande que jamĆ”s habĆa visto sobre la tierra. De una palmada azotó los cojones de Marcos mientras sus gemidos llenaban el gimnasio.
Manuel miraba a Marcos, despuĆ©s de todo era un hombre resistente y dudaba si podrĆa resistir tanto o mĆ”s que Ć©l en sus lindos huevos.
–Mira su polla –susrro Roland a RenĆ©–. EstĆ” dura, lo estĆ” disfrutando.
Los ojos de Marcos estaban llenos de lƔgrimas.
–Es tu turno –invitó Lisandro.
Manuel se colocó ante Marcos y clavó en él una sólida patada a los huevos.
El rostro de Marcos se contorsionó de dolor anhelando agarrar sus bolas.
–Me referĆa a que ahora te toca recibir los golpes a ti –corrigió Lisandro.
–¿QuĆ©? –protestó Manuel–. ¡Pues no!
–¡Pues sĆ!
Roland desató las muñecas y los tobillos de Marcos y lo ayudó a levantarse de la camilla. El larguirucho y atractivo cincuentos se arrastró por el suelo y después se echó allà frotÔndo sus cojones.
Manuel se desabrochó el cinturón y se quitó el pantalón que muy bien le hacĆa llenar muy bien la entrepierna. Se acostó en la camilla tembloroso y le ataron con la misma cuerda que habĆa sostenido los tobillos y muƱecas de Marcos Chacón.
Manuel miró a todos con terror.
Con una sonrisa malvada Marcos se puso de pie, estaba encorbado agarrĆ”ndose los cojones pero logró colocarse entre las piernas abiertas del mĆ©dico. Levantó el pie (aunque con dolor retorcĆa la cara por lo lastimada que estaban sus bolas) y pisoteó la entrepierna de Manuel haciĆ©ndole gritar desaforadamente.
Antes de que pudiera calmarse, Lisandro empujó lejos a Marcos y aplató con una patada las grandes gónadas de Manuel.
Manuel soltó un gruñido.
Y Lisandro lo siguió con otra patada, aplastando las pelotas de Manuel con toda la fuerza que pudo reunir.
Roland se colocó entre los muslos de Manuel y con el puño cerrado comenzó a golpear con tanta fuerza las pelotas del médico.
Manuel gritó mientras sus preciosas gónadas eran aplastadas y aplastadas una y otra vez.
Roland se detuvo para aflojar la mano y miró a la arrugada cara de Manuel, estaba delirando del dolor y lo siguió golpeando en las pelotas sin piedad.
En el turno de René este empujó su pie una y otra vez contra las bolas de Manuel.
La polla de Marcos estaba dura como el acero de ver el espectaculo mientras sus bolas comenzaban a ponerse hinchadas.
RenĆ© seguĆa golpeando con la punta del pie los testĆculos de Manuel, la polla de este estaba firme mientras sus gordas bolas estaban hinchadas al doble de su tamaƱo.
Sin esperarselo el pene de Manuel explotó con un enorme y cremoso chorro de semen.
RenĆ© se asombró de ver como el bóxer de su amigo se empapaba del pastoso lĆquido.
Hubo mĆŗltiples risas en la sala.
Media hora mĆ”s tarde los amigos estaban reunidos en torno a la sala, Manuel y Marcos se habĆan vestido y ligeramente amasaban sus adoloridos testĆculos.
–Los jueces han decretado un absoluto ganador –indicó RenĆ©–. Ven, Marcos, pĆ”rate aquĆ conmigo.
–¿En verdad?
–SĆ, ven.
Marcos abandonó su asiento y se colocó al lado de René quien al instante levantó su brazo en señal de victoria.
–El supremo ganador entre los maduros mĆ”s cojonudos en Marcos JosĆ© Chacón.
Marcos sonrió lleno de triunfalismo.
–Te damos tus respetos por ser el hombre con los huevos mĆ”s grandes y resistentes.
De nuevo hubo risas en la sala. Manuel le echó una mirada fulminante, apretó el puño y como un oso se lanzó sobre Marcos. Ambos cayeron al piso y Manuel arqueó su rodilla subiendola y chocÔndola con fuerza entre las grandes pelotas de Marcos Chacón. Estampó dos rodillazos seguidos contra la entrepierna de Chacón haciéndole gritar en medio del agonizante dolor.
RenƩ y Lisandro apartaron de encima al mal perdedor de Manuel.
–Eres un cretino, Marcos Chacón –se quejaba Manuel.
El desdichado Marcos se quejaba y lloraba derrotado en el piso sosteniendo sus cojones entre las manos mientras se colocaba en posición fetal tosiendo y dando lamentos. Humillado a mas no poder.
–Y tĆŗ eres un maldito mal perdedor –reclamó Lisandro.
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