REHÉN (5/7): olor a muerte - Las Bolas de Pablo

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12 ago 2015

REHÉN (5/7): olor a muerte

CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
-SEXO HETEROSEXUAL
1
   El ruido de las sirenas policiales alertó al grupo de vándalos, aunque ya para ellos era demasiado tarde. Intercambio de disparos se iniciaron en la puerta de acceso al edificio y el grupo de delincuentes que custodiaban ese lugar cayeron abatidos por la fuerza militar.
   Un inmenso motín de guardias dieron por asalto al antiguo edificio abandonado de los españoles.
   La celebración donde participaban El lacra, Sergio y Monserrat por la exitosa reunión que hubo con el coronel Ferri hubo que aplazarse para otro momento. Quebrando las copas con champagne presos de miedo abandonaron aquella estancia aguardados por sus más fieles sirvientes.
   El lacra rodeado por una decena de hombres corrió a la azotea del edificio.
   —¡La puta que los parió! —se quejó el hombre al ver como en la planta baja y la calle estaba abarrotada de la fuerza militar—, no hay escapatoria. Este es el final. ¡Carajo! —procedió a usar su celular.
   —De esta salimos, señor —juró uno de sus hombres apuntando a la puerta que conectaba con la azotea.
   —¡Coronel Ferri! —habló por su móvil El lacra—. Nos están atacando, ¿Qué se supone que es esto?
   —El coronel Ferri acaba de ser detenido —dijo la voz de un hombre a través de la llamada telefónica.
   El lacra cortó la comunicación.
   "Algo tuvo que haber pasado" pensó en estado de shock. Mirando uno a uno de sus hombres, su atención se centró en aquel que era el más nuevo en la organización "uno de ellos nos tuvo que haber traicionado" gritó a aquel hombre —¿fuiste tú, eh? —descargó su violenta arma contra él matándolo.
   El lacra se arrodilló en el suelo frustrado. Los disparos se escuchaban cada vez más cercanos.
2
   Montserrat desde su salida de la reunión corrió acompañada de cuatro hombres hacia la habitación donde estaba el rehén ella tenía un plan en marcha.
   "Lo usaré como escudo humano y escaparé" pensaba impaciente cuando su sirviente abría la puerta.
   La llave abrió el cerrojo y tres entraron. Monserrat se quedó impactada al percatarse que en aquel sucio y frío local ya no estaba Diego.
   —¿Qué?¿QUE MIERDA PASÓ? —gritó iracunda.
   Al dar la vuelta para salir los dos malhechores en el pasillo empezaron un enfrentamiento contra servidores de la justicia, cayendo muertos varios. Los oficiales se acercaron a la puerta, Monserrat logró fulminar con un disparo a uno, pero otros la aniquilaron a ella y a sus acompañantes.
3
   Sergio corrió a su departamento con Paula.
   —Mujer, tenemos que huir... ¡Paula! ¿Paula, dónde estás? ¡PAULA!
   Aquella golpeada joven no estaba en ningún rincón del departamento, Sergio se cansó de buscarla y maldiciéndola entre dientes salió de aquel piso. Tuvo que asesinar a mansalva a dos miembros de la fuerza militar para seguir con vida, llamando la atención del grupo militar sobre él tras los disparos emprendió la huida a ningún lugar escaleras abajo, siendo recibido en tres pisos inferiores por miembros militares que lo recibieron con sus armas largas. Sergio tuvo que rendirse subiendo en alto las manos.
...
   —¿En verdad crees que aquí no nos van a encontrar? —dijo con voz burlona Diego.
   Estaba sujeto de brazos con unas esposas en un pequeño cobertizo, para llegar allí bastaba con mover unos matorrales en la entrada del edificio.
   —No nos encontrarán —aseguró Paula.
   Había rescatado al rehén minutos antes de iniciar aquel enfrentamiento, donde pendientes de no ser descubiertos lo arrastró por todos los pasillos.
   —¿Por qué tú?
   —¿Yo, qué?
   —¿Porque tienes que ser una asesina? Participar en toda esta organización.
   —Hasta ahora no he matado a nadie —aclaró Paula sosteniendo una pistola—. Pero podría hacerlo. Mi deber en el grupo era estafar a algunos magnates o conseguir chiquillas para venderlas a otros países, a veces las ponían como mulas o prostitutas.
   —¿Y eso te provoca orgullo?
   —.........
   —Dime... —dobló la boca con asco—. Igualmente son unos asesinos, han matado gente inocente.
   —¡CALLATE! —gritó Paula apuntándole con el arma.
   —¡Matame y acabemos con esto! Asesina.
   Paula dejó la pistola en el piso, se acercó a él colocándose cerca de su cara, prácticamente intercambiaban aires, ella rozó su labio con los de él. Decididamente llevó su mano a los genitales del hombre.
   —Soy una asesina pero también te la paro.
   Diego soltó una risa pesada.
   —Eres una mujer, puedes hacerlo. Cualquier mujer lo hace.
   Paula cambió a una mirada malévola, así que trasladó su mano más abajo y apretó las ya hinchadas gónadas maltratadas del militar. Diego abrió los ojos y escapó todo el aire de sus pulmones.
   Paula cambió de táctica. Soltó los testículos y besó en los labios al hombre.
   La luz penetró de manera introspectiva en el recinto, Paula estaba alejada de su arma y siete militares llegaron al lugar, apuntándola la llevaron al piso para arrestarla. Diego fue ayudado a levantarse.
   Paula fue empujada con violencia del recinto.
   Ambas personas fueron excluidas de aquel abandonado sitio, siendo separados por caminos diferentes. Diego lo llevaron con un equipo de salud. Paula soltó un grito cuando encontró en el suelo Al lacra, o lo que quedaba de él después de haber caído con un tiro en la frente desde lo alto del edificio.
   Los hombres ayudaron a la mujer a ser introducida en la camioneta. Era el final de todo, iría presa.
...
   Tres meses bastaron para que Diego recuperara algunas secuelas de aquel secuestro. En efectivo Monserrat, El lacra y otros hombres habían muerto, Paula y Sergio resultaron capturados junto a otros. El militar había decidido tomar un período de vacaciones y viajar hacia Hawaii.
"¿Habrá terminado todo?" Pensaba días antes de emprender vuelo. "estaré un mes y medio por fuera. Quisiera no volver. A pesar de todo, este lugar me trae malos recuerdos"
   Culminó de hacer el equipaje, cenó y se preparó para dormir.
   A la mañana siguiente se dirigió al sitio de reclusión de Paula, había entablado una conversación con la directora del centro y en secreto se logró habilitar una habitacón para él y la mujer.
   —¡Así que tienes visita conyugal, perra! —habían dicho algunas policías a la confusa mujer mientras era trasladada al sitio.
   Ella entró a la limpia habitación y se quedó de piedra al verlo ahí, ella lucía más flaca y demacrada.
   —¿Qué haces aquí? Pretendía que luego de la sentencia no te vería más.
   —Quise venir a despedirme. Quería verte, por última vez.
   —Largate. Déjame continuar con mi vida, cumplir condena.
   —Hiciste mal, lo peor es que quienes entran aquí raramente se enderezan. Yo espero que tú lo hagas.
   Diego la abrazó y apretó contra sí, ella lo miró a los labios, estaban unidos queriéndola besar, Paula estaba furiosa y él la agarraba, Paula no deseaba que la mirara así, derrotada... Todavía le quedaba algo, su desprotegida entrepierna sus grandes bolas productoras de magnifico semen. Paula tragó saliva y subió la rótula lo más fuerte que pudo contra sus objetivos.
   Diego soltó un grito doloroso cuando  el dolor explotó en sus testículos de gran tamaño. Una mano mantuvo infructuosamente agarrada a Paula, la otra lentamente sosteniendo las gónadas, sus testículos regordetes entre sus piernas, Diego gimió de dolor, pero se negó a soltar a la mujer. Con la mano izquierda empezó a ahorcarla.
   Paula levantó las cejas.
   —Suéltame, Diego Blyde. O grito.
   —Te tengo bajo mi control. Ustedes jugaron conmigo. ¿Qué pretendían?
   Ahora Diego empezaba a estrujar su cuello con ambas manos, la mujer empezaba a perder coloración, lo miraba a los ojos, Diego parecía decidido. Ella sintió que moría, sus ojos se humedecían, se apoyó en los fuertes brazos de aquel hombre y le propinó otro potente rodillazo  entre las piernas, haciendo crujir las gónadas contra su cuerpo y elevándolo unos centímetros. Diego gritó e inmediatamente cayó de costado sobre el suelo.
   Diego gemía de dolor, tendido ante Paula, agarrando sus bolas que empezaban a cambiar a un tono rojizo, su pene en cambio se mantenía más erecto. Estrangularla sirvió para aumentar su libido.
   —¿Querías matarme, idiota? ¡Despues de todo lo que hice por ti! Fui yo quien traicionó su gente. ¡Imbécil! Te iban a matar si yo no hacía nada. Eso era lo que yo no quería.
   Paula se acercó a Diego y empezó a despojarlo de su pantalón. Revelando su musculoso culo, el militar intentó en vano cubrir su pene duro y sus bolas supergrandes.
   Diego luchó contra Paula pero no podía hacer nada despues de haber recibido dos golpes tan fuertes a sus genitales.
   La atrevida mujer lanzó la palma de la mano abierta entre los muslos abiertos de Diego. Chocando contra el escroto con un ruido sordo y causando que el macho soltara un gemido audible.
   —Cuando te vi en aquel momento sentí una atracción extraña por ti. Hablé con Montserrat para que te secuestraran, estuve dispuesta a quebrar reglas sólo para estar contigo. Me maltrataron y en venganza hice que te liberaran, haciendo que mataran a mi propia gente y vienes a quererme pagar queriéndome matar.
   La mujer tiró del saco escrotal tan duro como pudo haciéndole gritar del dolor.
   Paula soltó las bolas magulladas de Diego. Aquel macho parecía a punto de vomitar, tenía el rostro constipado, se colocó en posición fetal, llorando y gimiendo de dolor.
   —Quiero que te pares, tengo planes contigo.
   No hubo contestación por parte de Diego, que seguía echado en el piso.
   —Levantate, inútil.
   —Ay, ay, ay.
   Paula tomó a Diego de los brazos y lo ayudó a levantar, él parecía querer cooperar. Se mostraba manso.
   Diego apretó los labios, el dolor sobre sus gónadas era abrazador. Apretó los labios y resistió. Haciendo uso de su fuerza muscular lanzó a Paula sobre la cama, donde ella aterrizó con violencia y confundida. Diego fue a por ella, la sujetó de la muñeca y las colocó arriba de su cabeza.
   —¿Qué quieres... ¡idiota!?
   —Terminaré lo que ha quedado pendiente.
   —¡No podrás! Te golpee —la mujer intentaba mover las piernas para golpear los testículos del macho, pero él la inmovilizó con sus piernas, estaba sentado sobre ella—. No podrás. ¿recuerdas el tiempo en que me abusaron siendo rehén?
   —Mucho que lo disfrutaste.
   El militar pudo sostenerla con una mano mientras que con la otra abría el pantalón.
   "Si pudiera hacer llegar mi rodilla a sus bolas" pensaba Paula.
   "Tengo que penetrar a esta perra" pensaba Diego "pero me duelen mucho los cojones"
   El pollón de Diego salió a la luz, Paula comenzó a jadear, Diego le besuqueaba el cuello.
   El pene de Diego entró dentro de la mujer sin pena ni misericordia. Paula soltó un gruñido como si la hubieran desgarrado por dentro. Diego le apretaba los brazos mientras seguía  penetrándola y besuqueando, pasando la lengua, metiendo y sacando su pene comenzó a jadear, aquel sonido de su boca nunca lo olvidaría Paula, quien ya había dejado de luchar.
   Diego apretando los diente siguió con el mete y saca cada momento mas rápido hasta eyacular dentro de ese cuerpo delicioso, daba espasmos con cada descarga, parecía que no iba acabar nunca.
   Cuando finalmente soltó la última gota de semen caliente exhaló fuerte aire sobre el cuello de Paula. Tomó aliento y dijo irónico.
   —Volverás a tu ratonera que tienes por cárcel.
   Diego soltó una risa molesta parándose de la cama, cuando ella soltó unas palabras que le inmovilizaron los nervios.
   —Hace semanas fui violada por un policía... me contagió de sida.
   Viendo el efecto de su mentira sobre Diego, Paula tuvo que suprimir la risa. Pues el hombre se había quedado de consternado procesando en su mente las palabras de la mujer, no había duda, estaba asustado.
   Paula pudo zafarse del peso de Diego y sin dejar tiempo para que él retomara su suprema fuerza ella estampó cerca de su cara, en la nariz un duro puñetazo.
   Diego perdió el equilibrio y se fue de espalda al suelo. Paula como él se levantó de la cama, de pie vio como el hombre estaba de piernas abiertas bajo ella. De manera rápida le pateó muy duro los testículos.
   POFFF
   —¡AAAAAARRRRRGGGGG!
   Diego se colocó de costado agarrándose las pelotas. Paula fue ahora quien se subió sobre él. Colocando recta la mano le dio una recta palmoteada tras la nuca. El cuerpo del varón quedó inerte sobre el suelo.
   Paula miró en dirección a toda la habitación.
   —Tal vez nunca dejes de ser un rehén —comentó la mujer. Alzó la voz y llamó a una policía. Antes de ser descubierta, se vistió.

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