CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
-SEXO HETEROSEXUAL
1
El ruido de las sirenas policiales
alertó al grupo de vándalos, aunque ya para ellos era demasiado tarde.
Intercambio de disparos se iniciaron en la puerta de acceso al edificio y el
grupo de delincuentes que custodiaban ese lugar cayeron abatidos por la fuerza militar.
Un inmenso motín de guardias dieron por
asalto al antiguo edificio abandonado de los españoles.
La celebración donde participaban El
lacra, Sergio y Monserrat por la exitosa reunión que hubo con el coronel Ferri
hubo que aplazarse para otro momento. Quebrando las copas con champagne presos
de miedo abandonaron aquella estancia aguardados por sus más fieles sirvientes.
El lacra rodeado por una decena de
hombres corrió a la azotea del edificio.
—¡La puta que los parió! —se quejó el
hombre al ver como en la planta baja y la calle estaba abarrotada de la fuerza
militar—, no hay escapatoria. Este es el final. ¡Carajo! —procedió a usar su
celular.
—De esta salimos, señor —juró uno de sus
hombres apuntando a la puerta que conectaba con la azotea.
—¡Coronel Ferri! —habló por su móvil El
lacra—. Nos están atacando, ¿Qué se supone que es esto?
—El coronel Ferri acaba de ser detenido
—dijo la voz de un hombre a través de la llamada telefónica.
El lacra cortó la comunicación.
"Algo tuvo que haber pasado" pensó en estado de shock. Mirando uno a uno de sus hombres, su atención se centró en aquel que era el más nuevo en la organización "uno de ellos nos
tuvo que haber traicionado" gritó a aquel hombre —¿fuiste tú, eh?
—descargó su violenta arma contra él matándolo.
2
Montserrat desde su salida de la reunión
corrió acompañada de cuatro hombres hacia la habitación donde estaba el rehén ella tenía un plan en marcha.
"Lo usaré como escudo humano y
escaparé" pensaba impaciente cuando su sirviente abría la puerta.
La llave abrió el cerrojo y tres entraron. Monserrat se quedó impactada al percatarse que en aquel sucio y frío local ya
no estaba Diego.
—¿Qué?¿QUE MIERDA PASÓ? —gritó iracunda.
Al dar la vuelta para salir los dos
malhechores en el pasillo empezaron un enfrentamiento contra servidores de la justicia,
cayendo muertos varios. Los oficiales se acercaron a la puerta, Monserrat logró fulminar con un disparo a uno,
pero otros la aniquilaron a ella y a sus acompañantes.
3
Sergio corrió a su departamento con
Paula.
—Mujer, tenemos que huir... ¡Paula! ¿Paula, dónde estás? ¡PAULA!
Aquella golpeada joven no estaba en ningún rincón del departamento, Sergio se cansó de buscarla y maldiciéndola entre dientes salió de aquel piso. Tuvo que asesinar a mansalva a dos miembros
de la fuerza militar para seguir con vida, llamando la atención del grupo
militar sobre él tras los disparos emprendió la huida a ningún lugar escaleras abajo, siendo
recibido en tres pisos inferiores por miembros militares que lo recibieron con
sus armas largas. Sergio tuvo que rendirse subiendo en alto las manos.
...
—¿En verdad crees que aquí no nos van a
encontrar? —dijo con voz burlona Diego.
Estaba sujeto de brazos con unas esposas
en un pequeño cobertizo, para llegar allí bastaba con mover unos matorrales en
la entrada del edificio.
—No nos encontrarán —aseguró Paula.
Había rescatado al rehén minutos antes
de iniciar aquel enfrentamiento, donde pendientes de no ser descubiertos lo
arrastró por todos los pasillos.
—¿Por qué tú?
—¿Yo, qué?
—¿Porque tienes que ser una asesina?
Participar en toda esta organización.
—Hasta ahora no he matado a nadie
—aclaró Paula sosteniendo una pistola—. Pero podría hacerlo. Mi deber en el
grupo era estafar a algunos magnates o conseguir chiquillas para venderlas a
otros países, a veces las ponían como mulas o prostitutas.
—¿Y eso te provoca orgullo?
—.........
—Dime... —dobló la boca con asco—.
Igualmente son unos asesinos, han matado gente inocente.
—¡CALLATE! —gritó Paula apuntándole con
el arma.
—¡Matame y acabemos con esto! Asesina.
Paula dejó la pistola en el piso, se
acercó a él colocándose cerca de su cara, prácticamente intercambiaban aires,
ella rozó su labio con los de él. Decididamente llevó su mano a los genitales del hombre.
—Soy una asesina pero también te la
paro.
Diego soltó una risa pesada.
—Eres una mujer, puedes hacerlo.
Cualquier mujer lo hace.
Paula cambió a una mirada malévola, así
que trasladó su mano más abajo y apretó las ya hinchadas gónadas maltratadas del
militar. Diego abrió los ojos y escapó todo el aire de sus pulmones.
Paula cambió de táctica. Soltó los
testículos y besó en los labios al hombre.
La luz penetró de manera introspectiva en
el recinto, Paula estaba alejada de su arma y siete militares llegaron al
lugar, apuntándola la llevaron al piso para arrestarla. Diego fue ayudado a levantarse.
Paula fue empujada con violencia del
recinto.
Ambas personas fueron excluidas de aquel
abandonado sitio, siendo separados por caminos diferentes. Diego lo llevaron
con un equipo de salud. Paula soltó un grito cuando encontró en el suelo Al
lacra, o lo que quedaba de él después de haber caído con un tiro en la frente desde lo alto del edificio.
Los hombres ayudaron a la mujer a ser
introducida en la camioneta. Era el final de todo, iría presa.
...
Tres meses bastaron para que Diego
recuperara algunas secuelas de aquel secuestro. En efectivo Monserrat, El lacra
y otros hombres habían muerto, Paula y Sergio resultaron capturados junto a
otros. El militar había decidido tomar un período de vacaciones y viajar hacia
Hawaii.
"¿Habrá terminado todo?"
Pensaba días antes de emprender vuelo. "estaré un mes y
medio por fuera. Quisiera no volver. A pesar de todo, este lugar me trae malos
recuerdos"
Culminó de hacer el equipaje, cenó y se
preparó para dormir.
A la mañana siguiente se dirigió al sitio de reclusión de Paula, había entablado una conversación con la directora del centro y en secreto se logró habilitar una habitacón para él y la mujer.
—¡Así que tienes visita conyugal, perra! —habían dicho algunas policías a la confusa mujer mientras era trasladada al sitio.
Ella entró a la limpia habitación y se quedó de piedra al verlo ahí, ella lucía más flaca y demacrada.
—¿Qué haces aquí? Pretendía que luego de la sentencia no te vería más.
—Quise venir a despedirme. Quería verte, por última vez.
—Largate. Déjame continuar con mi vida, cumplir condena.
—Hiciste mal, lo peor es que quienes entran aquí raramente se enderezan. Yo espero que tú lo hagas.
Diego la abrazó y apretó contra sí, ella lo miró a los labios, estaban unidos queriéndola besar, Paula estaba furiosa y él la agarraba, Paula no deseaba que la mirara así, derrotada... Todavía le quedaba algo, su
desprotegida entrepierna sus grandes bolas productoras de magnifico semen. Paula
tragó saliva y subió la rótula lo más fuerte que pudo contra sus objetivos.
Diego soltó un grito doloroso
cuando el dolor explotó en sus testículos de gran tamaño. Una mano
mantuvo infructuosamente agarrada a Paula, la otra lentamente sosteniendo las
gónadas, sus testículos regordetes entre sus piernas, Diego gimió de dolor,
pero se negó a soltar a la mujer. Con la mano izquierda empezó a ahorcarla.
Paula levantó las cejas.
—Suéltame, Diego Blyde. O grito.
—Te tengo bajo mi control. Ustedes jugaron conmigo. ¿Qué pretendían?
Ahora Diego empezaba a estrujar su
cuello con ambas manos, la mujer empezaba a perder coloración, lo miraba a los
ojos, Diego parecía decidido. Ella sintió que moría, sus ojos se humedecían, se
apoyó en los fuertes brazos de aquel hombre y le propinó otro potente
rodillazo entre las piernas, haciendo crujir las gónadas contra su
cuerpo y elevándolo unos centímetros. Diego gritó e inmediatamente cayó de
costado sobre el suelo.
Diego gemía de dolor, tendido ante
Paula, agarrando sus bolas que empezaban a cambiar a un tono rojizo, su pene en cambio se mantenía más erecto. Estrangularla sirvió para aumentar su libido.
—¿Querías matarme, idiota? ¡Despues de
todo lo que hice por ti! Fui yo quien traicionó su gente. ¡Imbécil! Te iban a matar si yo no hacía nada. Eso era lo que yo no quería.
Paula se acercó a Diego y empezó a
despojarlo de su pantalón. Revelando su musculoso culo, el militar intentó en
vano cubrir su pene duro y sus bolas supergrandes.
Diego luchó contra Paula pero no podía
hacer nada despues de haber recibido dos golpes tan fuertes a sus genitales.
La atrevida mujer lanzó la palma de la
mano abierta entre los muslos abiertos de Diego. Chocando contra el escroto con
un ruido sordo y causando que el macho soltara un gemido audible.
—Cuando te vi en aquel momento sentí una
atracción extraña por ti. Hablé con Montserrat para que te secuestraran, estuve
dispuesta a quebrar reglas sólo para estar contigo. Me maltrataron y en
venganza hice que te liberaran, haciendo que mataran a mi propia gente y vienes
a quererme pagar queriéndome matar.
La mujer tiró del saco escrotal tan duro
como pudo haciéndole gritar del dolor.
Paula soltó las bolas magulladas de
Diego. Aquel macho parecía a punto de vomitar, tenía el rostro constipado, se
colocó en posición fetal, llorando y gimiendo de dolor.
—Quiero que te pares, tengo planes
contigo.
No hubo contestación por parte de Diego,
que seguía echado en el piso.
—Levantate, inútil.
—Ay, ay, ay.
Paula tomó a Diego de los brazos y lo
ayudó a levantar, él parecía querer cooperar. Se mostraba manso.
Diego apretó los labios, el dolor sobre
sus gónadas era abrazador. Apretó los labios y resistió. Haciendo uso de su
fuerza muscular lanzó a Paula sobre la cama, donde ella aterrizó con violencia y
confundida. Diego fue a por ella, la sujetó de la muñeca y las colocó arriba de
su cabeza.
—¿Qué quieres... ¡idiota!?
—Terminaré lo que ha quedado pendiente.
—¡No podrás! Te golpee —la mujer
intentaba mover las piernas para golpear los testículos del macho, pero él la inmovilizó con sus piernas, estaba sentado sobre ella—. No podrás. ¿recuerdas el tiempo en que me abusaron siendo rehén?
—Mucho que lo disfrutaste.
El militar pudo sostenerla con una mano
mientras que con la otra abría el pantalón.
"Si pudiera hacer llegar mi rodilla
a sus bolas" pensaba Paula.
"Tengo que penetrar a esta
perra" pensaba Diego "pero me duelen mucho los cojones"
El pollón de Diego salió a la luz, Paula
comenzó a jadear, Diego le besuqueaba el
cuello.
El pene de Diego entró dentro de la
mujer sin pena ni misericordia. Paula soltó un gruñido como si la hubieran
desgarrado por dentro. Diego le apretaba los brazos mientras seguía penetrándola y besuqueando, pasando la lengua, metiendo y sacando su pene
comenzó a jadear, aquel sonido de su boca nunca lo olvidaría Paula, quien ya
había dejado de luchar.
Diego apretando los diente siguió con el
mete y saca cada momento mas rápido hasta eyacular dentro de ese cuerpo
delicioso, daba espasmos con cada descarga, parecía que no iba acabar nunca.
Cuando finalmente soltó la última gota
de semen caliente exhaló fuerte aire sobre el cuello de Paula. Tomó aliento
y dijo irónico.
—Volverás a tu ratonera que tienes por
cárcel.
Diego soltó una risa molesta parándose de la cama, cuando ella soltó unas palabras que le inmovilizaron los nervios.
—Hace semanas fui violada por un policía... me contagió de sida.
Viendo el efecto de su mentira sobre
Diego, Paula tuvo que suprimir la risa. Pues el hombre se había quedado de consternado procesando en su mente las palabras de la mujer, no había duda, estaba
asustado.
Paula pudo zafarse del peso de Diego y sin dejar tiempo para que él retomara su suprema fuerza ella estampó cerca de su cara, en
la nariz un duro puñetazo.
Diego perdió el equilibrio y se fue de
espalda al suelo. Paula como él se levantó de la cama, de pie vio como el
hombre estaba de piernas abiertas bajo ella. De manera rápida le pateó
muy duro los testículos.
POFFF
—¡AAAAAARRRRRGGGGG!
Diego se colocó de costado agarrándose las
pelotas. Paula fue ahora quien se subió sobre él. Colocando recta la mano le
dio una recta palmoteada tras la nuca. El cuerpo del varón quedó inerte sobre
el suelo.
Paula miró en dirección a toda la
habitación.
—Tal vez nunca dejes de ser un rehén
—comentó la mujer. Alzó la voz y llamó a una policía. Antes de ser descubierta, se vistió.
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