Los Guerreros de la arena (6/6): una verdad incomoda - Las Bolas de Pablo

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13 nov 2012

Los Guerreros de la arena (6/6): una verdad incomoda

La oficina espaciosa estaba ampliamente iluminada, los rayos del sol entraban por la ventana panorĆ”mica, donde tambiĆ©n se reflejaban los grandes edificios de la ciudad, en la larga mesa estaban los 6 guerreros de la arena, los favoritos del pĆŗblico, y con ellos estaba su jefe, el dueƱo de todo el emporio. La paredes eran adornadas con pinturas abstractas y algunos afiches grupales de los actuales modelos de la empresa, aunado a un rincĆ³n estaba un televisor que mostraba el logotipo de la empresa, a continuaciĆ³n empezĆ³ a emitir imĆ”genes de algunas de las batallas que en ese aƱo se habĆ­an presentado.

Los empleados estaban ansiosos por la reuniĆ³n, moviendo las piernas presos de los nervios, los brazos de algunos estaban cruzados, y los pechos musculosos respiraban ansioso. Llevaban apretados pantalones. Sus bellos rostros miraban de reojo al jefe esperando que este hablase y que terminara de centrar su atenciĆ³n en la carpeta con los archivos personales de cada uno de ellos.



Debor centrĆ³ la mirada en la televisiĆ³n, en ese momento estaba la imagen de Asier apretando los testĆ­culos con la mano de Cruz, el asiĆ”tico sonriĆ³ con la imagen, de repente sintiĆ³ endurecer su vigorosa verga, abriĆ³ la piernas para dejar que su miembro se reajustase en el pantalĆ³n.

Asier que estaba a su lado noto el abultamiento en la entrepierna de Debor, sonriĆ³ satisfecho, se acomodo en el asiento, y dio un suave manotazo en la entrepierna de Debor. El asiĆ”tico dejĆ³ escapar un gemido suave y se acaricio el bulto, mientras Asier reia silenciosamente, dirigiĆ³ la mirada al jefe que todavĆ­a seguĆ­a leyendo los papeles en la carpetas.



Finalmente el jefe levanto la cabeza y hablĆ³.

“necesito hacer una pequeƱa evaluaciĆ³n” declarĆ³ “y necesito su cooperaciĆ³n” los seis hombres allĆ­ presentes se inclinaron con ansias hacia adelante, pareciendo serios y preocupados, algunos afirmaron con la cabeza “Federico Y Asier levĆ”ntense de sus puestos y colĆ³quense allĆ­, donde yo les pueda ver”

Cada uno se paro de su asiento dirigiƩndose miradas recelosas, para nadie era un secreto que para ambos habƭa una vieja rivalidad, desde que Federico interrumpiera el amorƭo de Pedro que tenia con Asier, desde ese momento ambos eran enemigos acƩrrimos. Muchos miraron el paquete de Asier en su jean azul.

“ahora Federico patea los testĆ­culos de Asier”



“¡pero que carajos! ¿Por quĆ©?” pregunto Asier dirigiendo una mirada desesperada a su jefe “¿Por quĆ© Ć©l a mi?... ¿por…?”

Estando el descendiente de arabe discutiendo frente a su jefe, Federico preparo rĆ”pidamente su punterĆ­a, echĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y la estrellĆ³ entre las piernas del fuerte y viril hombre, si alguien hubiera visto la fuerza del impacto en cĆ”mara lenta, hubiera presenciado como el zapato hundĆ­a la tela del jean del hombre, hubiera disfrutado como lentamente los testĆ­culos se dibujaban en una pequeƱa silueta al ser golpeados aplastĆ”ndose contra la pelvis. El rostro de Asier se destiĆ±Ć³ a pĆ”lido y emitiĆ³ unas inentendibles palabras, teniendo comprimidos los huevos y los pulmones por un sobrenatural dolor. Poco a poco, se llevo las manos a los testĆ­culos, cayo de rodillas al piso hasta caer de bruces completamente.

4 hombres se carcajearon de la risa, a excepciĆ³n de Asier que estaba tendido en el suelo, y de Pedro su ex pareja que seguĆ­a en la mesa mirando gravemente a Federico por haber golpeado a Asier, verdaderamente no podĆ­a hacer nada.

"¿estas bien?" pregunto Pedro desde la mesa.

“a ti no te tiene que interesar si Ć©l esta bien o no, preocupate por mi o por ti” respondiĆ³ Federico de mala manera.

"estoy que me muero" pensaba en agonĆ­a Asier. Desde el suelo observo a la mesa, todos se divertĆ­an viĆ©ndolo allĆ­ tirado, a excepciĆ³n de Pedro que lo miraba con preocupaciĆ³n, hasta el jefe parecĆ­a divertirse, que humillaciĆ³n.

“ahora Pedro quiero que te pares de tu asiento” ordeno el jefe “tĆŗ Federico mantente en tu sitio, Pedro ponte al lado de tu pareja, y pĆ©gale en la entrepierna”

“¿pero para que es todo esto jefe?” pregunto Federico comenzando a asustarse “anda Pedro, amor, tu no serias capaz de golpearme, claro que no” tenia las manos protegiendo sus huevos “estoy seguro de que no amor… no”

“Federico deja de protegerte las bolas, y acata” ordeno el jefe.

Federico obedeciĆ³, y se llevo las manos tras la espalda muy lentamente, las piernas le temblaban como gelatina.

“por favor que no duela tanto” dijo cerrando los ojos



Pedro mirĆ³ al suelo, se rascĆ³ la nuca y parecĆ­a preocupado, a sus pies seguĆ­a tendido Asier con su inaguantable dolor. Con un movimiento rĆ”pido y potente, la rodilla de Pedro destrozĆ³ el equilibrio de Federico golpeĆ”ndole en la entrepierna con una exactitud perfecta, elevando al hombre al aire y viendo como en la cara se dibujaba un semblante de dolor, enseguida cayo debilitado al suelo, Pedro miro al piso a Asier y le pareciĆ³ que este sonreĆ­a.

De improviso Pedro gritĆ³ exhalando todo el aire que su cuerpo contenĆ­a, al ser pateado desde atrĆ”s en las pelotas por Debor, Pedro tambiĆ©n cayĆ³ agonizante en el piso. Debor devolviĆ³ la mirada al jefe.

“perfecto” le aseguro levantando el dedo Ć­ndice de la mano, pues en silencio le habĆ­a dicho que golpeara a Pedro sin que este se diera cuenta “eso seƱores que ustedes acaban de ver, es justicia bajo sus propias manos ¿quieren saber por que?... porque desde hace meses, Asier y Pedro volvieron a ser pareja, si, nuevamente, desde aquella batalla entre Asier y Federico, ellos regresaron en secreto. Lo que quise esta maƱana hacer es que Federico pegara a Asier, por lo que hizo, Pedro se molesto gravemente por la actitud de Federico y por esa razĆ³n no dudo en golpearlo, en castigarlo, con quien todavĆ­a mantiene una relaciĆ³n, entonces quise que a Pedro tambiĆ©n le golpeasen, por su mala actitud para con Federico” ahora todos en el lugar comprendĆ­an “ahora, gracias seƱores, pueden retirarse y muy pronto nos veremos en una nueva pelea”

Cada guerrero de la arena saliĆ³ de la oficina, incluso el jefe saliĆ³, dejando tirados en el suelo a 3 hombres con las manos en los testĆ­culos y dirigiĆ©ndose miradas con mezclas de perdĆ³n, odio y decepciĆ³n.

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