REHEN (7/7): La señora Oliveira - Las Bolas de Pablo

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22 oct 2015

REHEN (7/7): La señora Oliveira

CONTIENE:

-SEXO HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   Paula abandonó a Diego en aquel cuarto de visita conyugal en la prision, para Diego fue una vergüenza ser encontrado desnudo, con los testículos hinchados y oliendo a semen. Tuvo que decir parte de la verdad, estaba alli para vengarse de la criminal en venganza a las atrociddes que ella cometio en su secuestro.

   Pero habían pasado tres meses desde aquello, Diego regresó a su país luego de un extenso viaje, seguía laborando para la justicia y su vida se había vuelto monótona. Se había enterado que el criminal Sergio fue ajusticiado en la cárcel después de una riña entre presos.

   Con el paso del tiempo Diego fue perdiendo el interes n obtener información de la mujer, quizas en aquellos momento se revolcaba en un baño sucio con aquella policia, quizas se habia decilusionado de ella.

   —¿Cuando te vas a casar?

   Le preguntaba muchas veces su hermana, él no respondía parecía que ninguna mujer llenaba sus gustos, sólo una y esta estaba cumpliendo setencia en la ley y era muy distinta a él, y a cualquier otra mujer. ¿Cómo Paula llegó a crear tan bajo y aborrecibles gustos en el?

   Mientras tanto debía sanar sus apetitos y gustos sexuales con alguna prostituta de lujoso hotel.

   La mujer en alquiler era una alta muchacha algo flaca y de facciones parecidas a la criminal, sólo así el militar podía sentir una potente excitación.

   Los cuerpos desnudos y calientes se tocaban, él besaba sus pechos mientras la prostituta se deleitaba con los músculos del militar. Tocó el miembro del hombre y lo masturbó. Luego de un rato de besos salvajes y toques ella se acercó al pene y comenzó a besarlo despacio hasta meterlo por completo a su boca para mamar. Diego lanzó un bufido llenando la verga de venas. Ella chupaba con una dedicación como las profesionales de su rama sabían darlo.

   Minutos después Diego no resistió más y le llenó la boca de semen. Ella lo engulló sin ningún problema pero continuó succionando y en breves minutos el militar estaba listo para dar más guerra. Quería más...

   —Pégame en los testículos.


   —¡¿Qué?!

   Era la primera vez que le proponían aquella cosa tan rara.

   —Que me pegues en los cojones.

   —¿Pero por qué?

   —Porque te estoy pagando y te lo ordeno. Sólo hazlo.

   La mujer miro hacia los colgantes testículos y Diego se emocionó con lo que iba a pasar, sintió como su pene comenzaba a temblar ante la idea de ser golpeado después de tanto tiempo. Aquella mujer golpeó los cojones con la palma de la mano un golpe suave y rápido.

   —Ay... ¡más duro!

   Hubo una repetición del golpe.

   —Mujer, más duro.

   La prostituta se quedó inmóvil... que tipo tan guapo pero tan raro.

   —Lo siento, señor. Creo no sentirme capaz de maltratarlo.

   —¿Pero qué te pasa? Te estoy pagando por esto.

   —Lo siento, puedo rechazar lo que no quiera hacer. Pasemos mejor a la penetración.

   —¡Púdrete! —ordenó Diego de mal humor, formo un puño con su mano y se pego de lleno en las ovaladas huevas, lanzo un gruñido y cayo de rodillas al piso.

   Regresó a casa sintiéndose malhumorado recordando aquella época en la que estuvo cautivo a pesar de que temió por su vida fue un momento excitante en algunos aspectos.

...



   En los sucesivos días se dedicó al trabajo, organizando prácticas de campo, asaltos a grupos delictivos, apresando vándalos y ocupando la mayor parte del tiempo en el labor, para no volverse loco pensando como lo hacía en las noches encerrado en su casa.

   Hasta aquella noche de Noviembre que el vigilante llamó a su casa.

   —Coronel Diego, aquí en la entrada lo busca una mujer, la señorita Fátima Oliveira, me dice que usted esperaba su visita.

   —No conozco ninguna Fátima Olivera, dígale que se puede retirar.

   Escuchó como el vigilante de la zona residencial se excusaba con la mujer y a través de la bocina escuchó un acento portugués.

   —Coronel Diego, ella insiste en que usted la esperaba, que se conocen.

   —Iré a ver.

   Diego salió del departamento acomodándose la camisa. Llegó a la garita del portero sintiendo que su corazón daba un vuelco a toda prisa. Ahí estaba Paula esperándolo.

   —¡Eh! Fátima —dijo con emoción en la voz—. Tiempo sin verte —se dirigió al vigilante—. Fue mi compañera de escuadrón en una misión internacional. Hagala pasar.

   La reja fue abierta para la multifacetica Paula, ahora con el cabello más largo y ondulado, una ropa ceñida y oscuro maquillaje.

   —¿Dónde estabas? Te has atrevido a aparecer por aquí.

   —Sí. Te explicaré todo a su tiempo, pero te he mandado a vigilar, sé que vives aún solo frecuentas horribles lugares... Pronto subiras de rango. Te gusta trotar por la mañana y el pastel de chocolate que vende el panadero de la esquina.

   Diego la miró sorprendido.

   —¿Por que no me he dado cuenta... quieres explicarme qué pasó en nuestro último encuentro?

   —Me ibas a matar. Por primera vez me acobarde ante ti, y... tambien habian algunas personas ahi dentro que querian verme muerta... Necesitaba proteccion... y... aquella policia podia darmela.

   —¿Como estas aqui?

   —Ella me ayudo a escapar... me daba asco, pensaba en ti... ¿por que sigues solo? ¿Me estas esperando? Eres tan apuesto que puedes rehacer tu vida con quien sea.

   —De eso no quiero hablar —aseguró Diego abriendo la puerta—. Pero estoy seguro de que te estan buscando... ¿Cuando te fugaste?

   —Ya hablaremos de eso... Pero sali esta madrugada.

   Se instalaron en la sala donde empezaron a besarse, Diego le frotó los pechos y ella palpó su espalda. Él separó las piernas.

   —Golpea mis bolas, ¿quieres?

   Paula sonrió.

   —Sabía que te gustaba... O que aprendiste a gustar de eso.

   Los ojos de Diego revelaron la emoción.

   Paula se lamió los labios mientras se arrodillaba sobre él, haciendo caso omiso de la pesada respiración del militar, prácticamente arrancó la camisa, arrojandola sobre el suelo. Los abdominales y pectorales de Diego eran anchos y poderosamente resistentes, sus abdominales ondulaban y ella los acarició con la mano. Paula siempre se sentiría excitada ante Diego, agarró sus pantalones y le bajó la cremallera, se coloco de rodillas con la vista fija en sus enormes testículos afeitados y en la polla gruesa.

   Diego soltó un gemido cuando Paula metió por completo la polla en su boca.

   Diego estaba excitado al sentir la  mamada y unas manos suaves que exploraban su cuerpo. Gemía y ladeaba la cabeza hacia atrás mientras ella expertamente ordeñaba su polla con la garganta. Mientras tanto, Paula tomó las bolas de Diego de manera ruda. El gritó y su polla al parecer se puso más grande y rígida. Las manos de Paula soltaron los huevos pero pasearon desde los muslos hasta las piernas mientras la lengua paladeaba la cabeza rosa del grueso pene.

   La mano se elevó por encima de la nuca de Paula que golpeó con fuerza el escroto. Diego aulló cuando sus testículos fueron ajusticiados cuatro veces seguidas.

   Diego estaba jadeante, seco del dolor en la entrepierna.

   Paula tenía hecha agua la boca, agarró aquel escroto grande e hinchado. Diego abrió la boca en forma de "O", pensó que iba a desmayarse por el dolor insoportable.

   —Oh, detente un momento, Paula...

   Paula no obedeció y hundió un puñetazo profundo sobre el escroto. Diego volvió a suplicar que se detuviera, pero la dama no pararía... estaba muy excitada para hacerlo.

   Paula, subio a la altura del hombre para besar su cuello, luego llevó la lengua alrededor de los pezones robustos del macho, a continuación su boca visitó los abdominales cincelado. Cuando su cabeza estaba en la entrepierna de Diego, miró hacia arriba, el militar estaba drogado de placer y su polla parecía de roca o de hierro. Paula abrió la boca lo más que pudo y realizó una provocativa felación, y en pocos minutos, a pesar del dolor, el pito grueso de Diego se abultaba más y más como si fuera a reventar. El dolor de huevos tambien aumentaba y se mantenía a la par con la excitación de la mamada.

   —Para... para...

   Paula sacó el pene de su boca, Diego se sentó en el mueble sobando su escroto.

   —Me duelen mucho las bolas.

   Paula tragó despacio saliva, todavía tenía en la boca el sabor dalado del pene.

    —Te hablaré de lo quiero hacer  futuro, mientras sanan tus pelotas.

   Diego sonrió mientras sus dedos acariciaban cada orbe.

   —Quiero usar esta nueva identidad, conozco gente que me ayudara a realizar los supuestos papeles de ley. Con ello deseo abrir una tienda... Ropa para damas puede ser —rió—, es gracioso pero me puede ir bien.

   —¿Tienes contacto con la mafia?

   —Sí —contestó despues de dudar—. Pero ya no hago más funciones con la trata de blancas como antes pero mi deber es sólo nexos de contacto. Mi vida cambiara.

   —¿Y si te atrapan?

   —A quien pueden atrapar es a Paula, no a Fátima, Fatima sera una agradable extranjera.

   Diego negó con la cabeza pero miró fijo a Paula, que cautivante y misteriosa era, como una caja de sorpresas humana.

   —¿Te gustaría irte conmigo? Y... ¿vivir al lado de una excriminal? Una dulce portuguesa dueña de una tienda de ropas.

   —Se traduce a vivir siendo tu cómplice, como un rehen de tus mentiras, con el miedo de que nos descubran y terminemos presos.

   —Puede ser el miedo de sentirnos vivos —sonrió Paula ocultando la preocupación.

   Diego abandonó el asiento y la abrazó llevando sus manos a la cintura de ella, se dieron un beso dulce y profundo. Sus lenguas empezaron a mezclarse.

   Paula sintió la punta del pene en la entrada de su vagina, Diego la arrastró contra la pared.

   Y poco a poco fue introduciéndose, en forma lenta pero constante, Paula dejó escapar un pequeño gritito,  mientras Diego colocaba una mano en la cintura y la otra sus tetas. Una vez dentro, empezó a moverse. El falo la abría por dentro. Paula se mordía los labios para no gritar.

   Y a medida que aumentaba la fuerza de las arremetidas, los gemidos femeninos empezaron a llenar la sala de estar, se moría de placer.

   Graciosamente los cojones colgantes de Diego rebotaban contra el muslo de Paula.

   Diego hizo caminar a la muchacha contra un mueble, subió sus piernas al hombro,  y se la metió de golpe hasta el fondo, el metesaca fue tremendo, parecía que se iba a romper el sillón con los movimientos.

   Los dos empezaron a moverse más rápido que nunca, y de pronto el militar eyaculó dentro de ella, llenandole toda la vagina de esperma. Ella pudo sentir chorros rápidos y muy profundos... calientes.

   Diego extenuado se acostó sobre ella, y quedaron abrazados.

   Luego de un rato Diego soltó una frase que la heló por completo.

   —Quiero que mañana te vayas por la mañana.

   —¿Si?

   —No quiero que te vean por aquí —seguía abrazandola—. Puede ser peligroso, quiero que vayas a otro sitio, otro estado donde yo pediré el traslado de mi ocupación a esa otra provincia. Me iré contigo, a un sitio donde no nos conozcan.

   Paula lo miró a los ojos, Diego la besó.

   —Me iré a vivir con la portuguesa. A correr el riesgo de que un dia nos descubran... puede ser que si, puede ser que no. 

   Ellos rieron a gusto. Y ella aseguro que no los descubririan.

   Despues de algunos meses Diego logró el cambio de estado. Llegó al nuevo hogar de Paula, o Fátima, que representaba el papel de amigable portuguesa.

   Encerrados en la habitación de la casa, semidesnudos ella le mostró una esposa.

   —Quiero que seas mi rehen.

   Diego rió, como un chiquillo recostandose en la cama. Paula lo esposó y se paró a su frente. Él abrió las piernas. 

   —Hazlo —dijo con un brillo en los ojos.

   Paula miró los testículos abultados. Con un sólido puñetazo los golpeó.

   —¡ARRRGGGG!

   Un fuerte grito masculino hizo levantar erectar la venosa polla.

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