Alimañas de la noche (1/7): La imagen de Gioanna - Las Bolas de Pablo

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12 ene 2016

Alimañas de la noche (1/7): La imagen de Gioanna




CONTIENE:

-SEXO HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

“Los gatos monteses harán compañía a los chacales, las cabras se llamarán unas a otras. Allí habitará el fantasma que espanta de noche, y encontrará sitio para descansar”

Introduccion


   El padre Reinaldo finalmente salía del cuarto donde realizaba los rezos cada noche, su residencia estaba oscura dominada por los brazos de la noche. Escuchó un ruido en la sala, como el de la porcelana al depositar con cuidado sobre una mesa. Aquel hombre de misericordia caminó con cuidado al lugar sujetando un crucifijo de plata, ¿serían otra vez aquellos ladronzuelos?



   Su cabeza calva y morena se asomó al umbral de la sala, deslizó la mano por la pared y con asalto hizo encender la luz de la sala, iluminando blancas paredes y atavíos de muebles de maderas, y una mesa donde reposaba un juego de ajedrez hecho de cristal. En la pared del frente reposaba un gran cuadro con la imagen de la última cena.



   —Ah, eres tú —susurró el buen padre bajando el crucifijo—. Ya me había asustado, creí que los oficiales afuera habían sucumbido.



   Se acercó al gato amarillo cerca de la mesa, seguramente su cola rozaría algún adorno de allí. Cogió al pequeño animal y lo llevó a la cocina, donde le colocó agua y comida en una taza, el gato se dedicó a comer.



   El padre Reinaldo subió a su habitación, consultó el reloj que marcaba las 11:07 P.M., echó un vistazo a la ventana y detalló la cabeza de dos hombres con trajes azules.



   —Que Dios nos proteja —susurró el padre deseando el bien para aquellos policías y para él, y todos aquellos ciudadanos en aquella noche.



   Se guardó en la cama y se echó a dormir. Hubo de transcurrir una hora para que una sombra resurgida de la oscuridad merodeando por aquella casa de bien, sin problema alguno traspasó la pared adentrándose a la habitación donde dormía el hombre de Dios.



   Allí sobre las sabanas blancas de la cama descansaba un hombre valiente e inteligente, con pizca de desconfianza y luchador social. Su pecho subía y bajaba y aquella sombra lentamente deslizó el manto que cubría al padre Reinaldo.



   El hombre abrió los párpados lentamente vio una sombra a su frente, rápidamente encendió una lampara y la luz reflejó a una hermosa mujer al pie de la cama. De tez blanca y cabellos castaños y ondulados, los ojos eran grandes de color verde, sus labios rojos se mostraban carnosos, su esbelta figura la hacía parecer una modelo profesional, sobre su pecho descansaban dos grandes senos llenos de carne, se veían apretados ante aquel apretado vestido.



   —¡Atrás asqueroso súcubo venido del infierno! —gritó el padre apretando el puño.



   El demonio hecho mujer sonrió deslizando la mano por el vestido y este cayó al suelo. Mostrando así su gloriosa desnudez, los pechos estaban ergidos y turgentes mientras su sexo se mostraba cubierto por algunos vellos y húmedo. El padre Reinaldo abrió la boca, enseguida su pene comenzó a reaccionar ante aquella pecaminosa dama.



   —Largate, animal de satanás... ¡AAARGGG!



   El padre Reinaldo arqueó la espalda, su cuerpo se tensó y de pronto quedó inerte, a la altura de la cintura la figura de su pene formaba un montículo sobre el pantalón, aquel espectro se subió a la cama y colocó la mano sobre los genitales del padre.



   El cura Reinaldo apretaba los dientes, hubiera deseado gritar pero tenía un nudo en la garganta. La mujer deslizó el pantalón y un pene de algunos 15cm de erección apareció a la luz.



   La mujer se arrodilló entre sus piernas y tomándolo con delicadeza comenzó a introducir el miembro en su vagina, ella torció los ojos al sentirse penetrada. El cura escapó un leve gemido y cerraba con divinidad sus ojos.


   El espectro comenzó a cabalgar al hombre.



   El cura volvió a gemir, su cadera se movía de arriba para abajo, sus brazos a ambos lado de su cuerpo no reaccionaban, sentía que su pene se movía furioso dentro de la mujer, perlas de sudor se formaban en su cara, se sentía finamente en paz, había llevado 35 años de celibato, que sabroso se movía la mujer.



   Él gimió, sentía que llegaba al clímax, un cosquilleo se movía por su pene, la mirò a la cara y el súcubo se veía más rozagante y hermosa, tenía mayor vitalidad en los ojos... ¿y él? Se veía demacrado, su cara estaba llena de sudor y las venas comenzaban a brotar por su sien.



   Una detonación rompió con el jadeo que había en la habitación, de pronto aquella mujer sobre el hombre lanzó un grito desgarrador, clavando la vista al techo mientras arqueaba la epalda. Un segundo disparo la hizo caer casi muerta sobre el padre, él sintió que la cabellera tenía un desagradable olor a tierra mojada, aquello le dio un asco terrible.



   En la puerta estaba un hombre uniformado sosteniendo un arma, en ese instante un segundo policía penetró a la habitación y empujó al demonio lejos del cura.



   La mujer cayó al suelo moviéndose como un gusano, el hombre le apuntó con el arma hasta dispararle nuevamente.



   —¡AAAAAAAAHHHHHH! —gritó la mujer por última vez, de su cuerpo brotaron llamas y se calcinó en vida lanzando gemidos de agonía.



   El cura sobre la cama seguía inerte en estado de shock, su pene todavía palpitante se movió sin control y una cuerda de esperma brotó en fila sobre su abdomen.



I




   El Comisario de policía Iván Expósito estaba tomando nota de los últimos sucesos acontecidos en la ciudad de Biloba, era un hombre de mediana edad, corpulento, con cabellos canos y actitud recia.



   —El cura Reinaldo fue encontrado en la habitación —explicaba el primer hombre que había disparado a la mujer—, desde afuera observamos que la luz de la lámpara del cura se había encendido por mucho tiempo. Quisimos asegurarnos de que todo estuviera bien. Pero lo encontramos en pleno apogeo —hubo risitas cómplices entre los hombres—, disparamos al demonio y en pleno empezó a arder. Pudimos controlar el incendio. Pero el cura empezó a sudar frío y entró en un colapso, su vitalidad bajaba.



   —Le habían chupado la vida —corroboró Iván.



   —No, porque nunca llegó a eyacular en ella, estuvo a punto y no lo hizo gracias a nuestro rescate.



   —¿Su rescate? En algún punto de la casa fallaron para que ese súcubo pudiese entrar.



   —Lo siento,Comisario.



   —También es culpa del cura por no tomar las precauciones. Estoy seguro que a partir de hoy deberá aceptar hombres de armas dentro de su residencia.



   —Está hablando en este momento con el oficial Pedro, lo estarán regañando.



   —¿Qué se sentirá tener por hermano a un borrico como Pedro?



   El otro policía suspiró y dijo:



   —Al padre Reinaldo le administraron una dosis de electrolitos había quedado deshidratado.



   —¿Deshidratado? Deslechado aseguraría yo.



   Volvieron a reír, pero fue Iván quien recuperó el aplomo.



   —La noche anterior los demonios hicieron de las suyas, fueron halladas tres nuevas víctimas, pudieron haber sido cuatro por Reinaldo.



   —Las personas no toman las precauciones.



   —La primera víctima fue una mujer de 52 años hallada en el callejón Magallanes, estaba desnuda y tenía restos de semen en el cuerpo, el semen es del mismo incubo que investigamos. La segunda víctima una pobre chica de 23 años encerrada en su habitación. Y el tercero hallado muerto fue un joven de 19 años, desnudo en plena calle, tenía la mirada perdida y resto de alcohol en el cuerpo probablemente lo capturaron borracho en la calle y resultó más fácil.



   —Qué horror.



   —Yo iré a casa, tomaré una ducha y descansaré un rato. Tenemos que hacer un patrullaje por la ciudad a la 1 de la madrugada. Sólo así se harán correctivos.



   —Mucho cuidado, jefe. Mantenga el celibato.



   —Tú también —rió Iván.



   Iván salió del hospital consultando el reloj que apenas marcaba las 8:38P.M. debía llegar al departamento, ducharse y descansar un poco para la jornada de la noche. Subió a su vehículo y comenzó a manejar, cerca de un semáforo usó el celular para realizar una llamada.



   —Hola, hijo —habló a través del auricular—. ¿Cómo te encuentras?......... que bien, ¿cómo sigue tu abuela?...... me contento por ella, deseo que entre tú y el doctor Zamora la ayuden a recuperarse......, Yo estoy bien, un poco cansado pero el trabajo sigue. Llegaré al departamento y descansaré un rato......... No, sólo hoy pudimos recuperar a dos personas, el padre Reinaldo y un señor que logró rociar agua bendita al espectro, sólo lo quemó, las otras tres personas que nombraron en la televisión sí murieron........., deseo que te cuides, no salgas de noche, coloca agua bendita en cada extremo de la habitación, ten fuerza y resistencia,........., sí, Gino te lo repetiré una y mil veces porque quiero que estés bien......... ¡no me respondas así!......... yo sé que no eres un estúpido, no seas grosero......... confío en ti y sé que tomaras las medidas correctas, pero si el padre Reinaldo no lo hizo pensé que tú.............., yo sé, Gino......... está bien, ve a atender a tu abuela, que estés bien, hijo. Te amo, buenas noches.



   Iván concluyó la llamada y torció la boca en algún momento mejoraría la relación con su hijo y se lo arrebataría a su bruja abuela materna.



   Estacionó el vehículo en la planta baja del edificio, al entrar al departamento colocó las llaves sobre la mesa y se lavó la cara, luego se sentó un rato en el sillón con los ojos cerrados mientras meditaba, se ducharía y saldría a comprar alguna cena para volver y acostarse a dormir hasta la madrugada que era su hora de inspección.



   —Manos a la obra —dijo parándose con determinación del mueble, su mirada pasó de largo en aquella antigua fotografía donde posaba con su esposa y su hijo, allí Gino apenas tenía cuatro años, era de tez blanca y cabellos negros.




   Iván entró a la habitación, se quitó la franela rebelando una espalda ancha y gruesa, sus pectorales eran inmensos y sus brazos fuertes, el abdomen estaba marcado. Trasladó la mano a los zapatos hasta quitarse los calcetines, sus pies eran grandes, las uñas lucían cuidadas, luego quitó sus pantalones mostrando unas piernas gruesas y torneadas. Tenía puesto un bóxer azul y ajustado, la polla parecía apretada y a la derecha y sus bolas tambien se dibujaban regordetas. Buscó la toalla y la sujetó a su cintura luego metió la mano entre sus piernas y sacó su bóxer, aunque nadie lo estuviera viendo era una costumbre que había adquirido desde su época en el orfanato.



   Luego recogió la ropa y la depositó en el cesto de ropa sucia. Se fue directo al baño con su pistola, en aquellos tiempos había aprendido a ir con su arma a todos los lugares, abrió la llave del agua y quitó su toalla, los glúteos estaban firmes y redondo, sintió el agua fría por el cuerpo.



   Los ataques sexuales habían comenzado cerca de casi un año y medio, primero empezaron en pequeños pueblos con borrachos y prostitutas luegos los ataques fueron en la metrooli, en un inicio se consideraba que era obra de una red de violadores ya que los resultados eran de víctimas desnudas con restos de semen y de actividad sexual en el cuerpo, algunas morían y las sobrevivientes adquirían una actitud extraña de adicción al sexo. Lo más sorprendente fue que en los primeros enfrentamientos no morían con balas de plomo. Así fue como los científicos comenzaron a hacer evaluaciones con las víctimas muertas. Luego los ataques llegaron a los miembros de la iglesia, todos fallecian luego del sexo, era como si le chupara las energías. El padre Reinaldo fue una primera vez atacado y en aquella oportunidad logró defenderse al arrojar a su espectro agua bendita, la mujer se revolcó en el suelo mientras su rostro se quemaba.



   Así fue como se arrojó luz al asunto era un caso sobrenatural, quienes atacaban resultaban ser demonios, una raza de animales legendarios, súcubos e íncubos que se habían mezclado entre la sociedad adoptando nuevos hábitos. Se unió en reuniones la defensa de la nación, científicos y miembros de la iglesia, pronto surgieron las balas de oro, luego de un amplio estudio, fabricadas con material de municion tradicional y formulas de agua bendita. Tras un tardío tiempo los demonios volvieron a aparecer a plena noche, así fue como algunos oficiales lograron salvarse disparando aquellas armas. Los espectros retrocedían chamuscando su cuerpo hasta desaparecer.



   Pero no todo estaba controlado las víctimas seguían aumentando y los atacantes se multiplicaban, a la sociedad se les exigía que se mantuvieran en castidad, colocaran agua bendita en los rincones de sus cuartos o cerca de sus manos y se cuidaran de los extraños a cualquier hora de la noche.



   Al padre Reinaldo se le había multiplicado el número de vigilancia pues se había convertido en el creador de aquellas armas de defensa. Pero el hombre se negó a que policias estuviesen dentro de su casa. Seguramente luego de su último ataque tendría que ceder.




   Cerró la llave del agua y mientras secaba el fuerte pecho un olor a rosas llegó a su nariz, era fuerte y de perfume fino, Iván cerró los ojos y sonrió. Secó piernas y genitales, volvió a la habitación donde volvió a colocarse ropa interior tapándose con la toalla, comenzó a colocarse el jeans y dejó la pistola sobre la mesa de noche. Iba a proceder a buscar una franela cuando volvió aquel olor a perfume y una firme voz de mujer lo detuvo.



   —¿Cuando se te va a quitar esa maña de vestirte tapando tu rica desnudez, eh hermoso?



   El olor a rosa se hizo más alucinante e Iván miró a su esposa parada en la puerta. Una hermosa y elitesca mujer rubia hija de italianos, cuya madre siempre se opuso a que se enamorara de un pobre policía sin familia. Pero es que Gioanna siempre resultó rebelde... herencia que donó a su hijo Gino.



   —¿Mucho trabajo hoy, cariño?



   Iván sintió que el olor a perfume lo asfixiaba. Tardó en contestar.



   —Mucho, mucho trabajo... amada Gioanna.



   La mujer se acercó a él mirándolo dulcemente, él se perdió en sus ojos azules, que hermosa era.



   —Siempre haremos la justicia —dijo Gioanna.



   Iván tenía años sin escuchar aquella frase que ella usaba para referirse a su labor como policía.



   Gioanna se acercó a él y acarició con su dedo índice los pectorales de Iván, él tragó saliba mientras el olor a rosas lo embargaba.




   —Te haré el amor completamente —aseguró Iván tomandola de los brazos y pegandola a su cuerpo besandola en los labios, tenía los labios fino y los ojos cerrados.



   Gioanna le acarició la gruesa espalda y luego le apretó las nalgas, Iván acariciaba el pecho de Gioanna y le recostaba la erección que tenía. La pegaba contra él para que nunca más la volviera a perder.



   Gioanna retrocedió sin dejar de soltarlo, Iván la siguió sin despegar su boca y lengua de ella, tenían intercambio de alientos, besos, caricias, contactos.



   Iván recostó a Gioanna contra la pared. Ella gemía mientras la boca del hombre se recorría su cuello.



   El olor a rosas decididamente molestaba a Iván pero eso no le importaba, estaba con la muier que amaría por siempre tan profundamente.




   —Te amo —aseguró él, ella gemía deseosa.



   —Quiero... quiero —decía ella comenzando a sudar, tocó el pezón de Iván, bajó por su abdomen y palpó la gran protuberancia en la entrepierna del policía.



   Ella se arrodilló ante él y empezó a bajar la bragueta.




   —Te voy a hacer una cosita que te gusta disfrutar —dijo acercánsose al miembro de Iván, al sacarlo a la luz se mostraba grande y lleno de venas, dos par de inmensas pelotas se balanceaban en medio de los torneados muslos, parecían pelotas de beisbol.



   Gioanna sacó la lengua y empezó a hacer círculos en la punta de la polla, mojándola. Que calor y gusto llegó a la mente de Iván.  Se relajó y se recostó contra la pared, recibiendo las caricias de aquella boca. La lengua recorría al largo pollón tan duro y enorme. Gioanna le dio una mirada directa a la cara y se metió el miembro en la boca comenzando una mamada como desde siempre. La tragaba hasta la mitad, hasta detenerse para frotarla en el interior con su lengua y luego apretarla fuerte con los labios para volver a iniciar el ciclo de felación.



   —Ooooh, Gio... qué gustazo.



   La mujer seguía comiendosela y reía de los gemidos del oficial. Estaba de rodillas al piso apoyandose de las piernas desnudas del varón. Él le revolvió el rubio cabello y ella chupó con más rapidez, deseaba aquel néctar de vida. En la habitación retumbaban ruidos sonoros del glande.



   Iván soltó un gemido de placer, sus testículos ascendían, él estaba que llegaba al éxtasis pese a comenzar a sentirse cansado por el clímax. Soltó leves gemidos mirando al techo. Y Gioanna se movío más frenética masturbandolo con la boca tan velozmente, subia y bajaba su cabeza en un largo recorrido.



   —¡AAAAAAAAHHHHHHHHHHH! —Iván gimió mientras soltaba su blanco jugo seminal en la boca de su esposa.



   Las lágrimas a Iván se le salían solas mientras le llenaba la boca de semen caliente, no paraba de soltar aquellos litros espesos y pegajosos. Gioanna tragó todo sin ninguna queja, saboreó aquello con los ojos cerrados, se comió hasta el ultimo rastro que aquel macho de cojones grandes fabricó y expulsó, un mar de semen cremoso y de calidad.



   Al terminar de eyacular Iván se sintió exhausto, el corazón estaba agitado y le comenzaba a doler el pecho,  cansado se fue al piso.



   —Que leche tienes —dijo ella—, es deliciosa, dulce. Ven, amor, para que te repongas. Ahora viene lo bueno.




   El perfume de rosas en el ambiente se hacía más pesado. Iván seguía con el pecho apretado, le faltaba la respiración, Gioanna se acercó a él y con delicadeza lo ayudó a ponerse de pie, lo acompaño hasta la cama, donde agotado lo dejó acostado.



   —Haremos el amor como en los viejos tiempos —anunció Gioanna.




   Acto seguido la mujer se quitó el pantalón y la ropa interior, su vagina estaba rasurada y dispuesta a tragarse el pene de Iván que volvía a endurecer, finalmente con delicadeza la mujer se quitó la franela y despues el sujetador, sus pechos sonrosados todavía seguían firmes.



   Los ojos de Iván bajaron de sus pezones al abdomen, estaba buscando algo, y detalló que no estaba... y nunca iba a estar porque aquella no era su esposa.



   El hombre reaccionando al hechizo intentó ponerse de cuclilla en la cama, piernas y brazos le temblaban, aquella cosa que estaba ahí no podía ser su esposa porque Gioanna había muerto 5 años atras. En su abdomen no reposaba aquel tatuaje que se había hecho meses antes de su muerte.



   —¿Qué pasa, cariño? Vamos a hacer el amor.



   Iván parpadeando buscó su arma, la divisó cerca de la mesa de noche. Cambiando a una dura mirada Gioanna se dio perfecta cuenta del lento movimiento de Iván. Se lanzó sobre él en la cama quedando bajo ella, el hombre apretó el puño e intentó golpearla en la cara sin embargo se sentía muy cansado para hacerlo. Gioanna le sujetó los brazos y lo miró con furía.



   —¿Qué pretendías, amorcito, dispararle a tu esposa?



   —Tú no eres ella, maldito sucubo. Te mandaré de vuelta al infierno.



   —¿Ah, sí. Y cómo?



   La mujer soltó un brazo del hombre para agarrar con su suave mano el escroto del viejo macho, a continuación jaló hacia ella aquellos grandes testículos como limones. Todo el cuerpo de Iván dio una convulsión mientras lanzaba un gruñido rudo, de inmediato, un dolor punzante comenzó a radiar en las bolas gigantescas del policía, generandole a parte del cansancio del cuerpo una sensación indescriptiblemente dolorosa.



   Iván estaba jadeando en busca de aire, sus bolas estaban palpitando y le producía en el cuerpo un inmenso dolor. Sus enormes testículos se sentían como si estuvieran en llamas.



   De nuevo Iván gritó de dolor cuando Gioanna apretó con fuerza los dedos alrededor de las enormes pelotas.



   El Comisario comenzó a rogar y suplicar clemencia, en sus ojos se formaban algunas lágrimas.



   Gioanna soltó las gónadas ahora enrojecidas, pero el pobre Iván no lograba obtener fuerzas para poder sobarse sus adoloridas huevas, por más que lo intentara, sus articulaciones no respondían. Gioanna alzó el brazo en el aire y golpeó su delicada mano con toda fuerza en las frágiles pelotas del policía.



   PAZZZZ



   El hombre creyó que una granada explotó dentro de sus bolas, y el dolor fue tan inhumano e intenso que cortó el aire de sus pulmones. Sus enormes bolas fueron aplastadas sonoramente provocando un ruido como de cascaras arruinadas.



   Gioanna levantó otra vez el puño, y se sorprendió al ver como los testículos de Iván recuperaban su forma nuevamente. Se miraron a los ojos y la mujer le devolvió una sonrisa malévola, apretó su puño, y luego lo hundió de nuevo en aquella proporcion de carne.



   Esta vez Iván lanzó un atronador grito de dolor. Igualmente sus huevos rebotaron, resistiendo el nuevo golpe.



PAFF



POFF



PAFFFF



POFFF



ZAAAAZ



   Cinco golpes devastadores hubiera demolido las bolas de un hombre cualquier pero todavía los enormes cocos de Iván estaban completos.



   —Supongo que soy mejor mujer que la frígida de tu esposa.



   —Ca... callate, puta.



   Gioanna sonrió malévolamente, con sus manos empezó a acariciar aquellos testículos gigantescos. Pronto sus pequeños dedos se clavaron profundamente en la carne medio peluda.



   Misteriosamente Iván estaba paralizado. Sus testículos dolían como el infierno. Comenzó a luchar en vano por intentar recuperar la movilidad del cuerpo.



   Gioanna hundia con mas saña las uñas en las pelotas de Iván, hundiendo los dedos en la masa frágil, deformandolas, Iván echó atrás el hermoso rostro, arqueó su cuerpo hacia atrás y gritó fuertemente. De su dura y tiesa polla eyaculó el orgasmo que estaba experimentando.



   El fajo de leche fue un disparo exuberante de pegote aterrizando espeso el ondulado abdomen de ese macho. Un segundo cañonazo, y otro tercero, seguido de un cuarto mojaron muslos, brazos y barbilla.



   La mujer sintió más hambre que nunca, aquello era su fuerza vital como sucubo.



   La mujer se limpió la barbilla y otra vez probó la fuerza vital, parecía un sabor a especias y condimentos, acto seguido limpió los largos trazos de semen a lo largo del cuerpo de aquel cautivo policía.



   En ese mismo momento, mientras le chupaba los restos dulces de semen, con una fuerza nacida de la desesperación, Iván apretó el puño y con todo su increíble poder, estampó un puñetazo en la cara de Gioanna. La mujer se tambaleó y enseguida cayó al piso chillando.



   —Vas a pagar por eso, pedazo de mierda. Te voy a matar —dijo la voz de la mujer, que ahora resultaba más potente que la de Gioanna. La mujer que se puso de pie ante Iván era totalmente distinta. Era la verdadera identidad del sucubo. De estatura alta, ojos verdes y labios carnosos, sus cabellos resultaban largos y oscuros, uno de sus ojos estaba hinchandose consecuencia del golpe. Su desnudez era perfecta con senos parados y vagina velluda.



   El dolor punzante de sus testículos era insoportable. Iván miraba fijo a los ojos a aquella misteriosa mujer. A pesar de que todo su cuerpo parecía a punto de reaccionar, le dolían los músculos y los huesos, quizas así se sentían las personas que habían sido atropelladas por camiones.



   Con una ráfaga de irá el espectro se echó sobre aquella corpulenta masa en la cama quien tambien se movió rápido resistiendo el dolor muscular.



  —¡AAAARGGG! —gritó el hombre.



   La mujer se había quedado petrificada, sus pupilas se habían dilatado adquiriendo una tonalidad roja, hacía una mueca como una loba mostrando los dientes deseando morder. Frente a su rostro reposaba el arma de Iván quien la empuñaba dispuesto a soltar una bala dorada sobre su frente.



   —¡Vete al infierno, hija de puta!



   El oficial procedió a cargar el arma pero la mujer actuó más rápido y situada entre las piernas de hombre estampó un puñetazo en sus gónadas hinchadas y desprotegidas.



   Un balazo rozó la oreja de la mujer quien retrocedió despavorida.



   El hombre se encorvó en la cama agarrandose las bolas con la mano mientras apuntaba la pistola con la otra.



   ¡BAM!



   Hubo otro disparo desacertado del gran fracontirador se debía por el inmenso dolor que experimentaba su fuerte anatomía.



   Y la mujer rápidamente abandonó la habitación cruzando una pared.



   Iván temblando se puso de pie, caminó encorvado y sosteniendo con una mano sus bolas amoratadas. Tenía cara de dolor arrugando la boca mientras sentía sus cojones pesar. Con el arma entró a la habitación contigua, no había nadie allí. Se dirigió a la sala y sirvió en un vaso agua bendita. Continuó inspeccionando el departamento, ya no había nadie allí.



   Se sentó sobre la sala no sin antes dejar frascos con agua sagrada por las paredes. Sentado en el mueble colocó el arma sobre el regazo y cerró los ojos para sobar sus grandes testículos... como dolían.

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