Peloteros (2/5): Caramelo de chocolate - Las Bolas de Pablo

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8 ene 2016

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Peloteros (2/5): Caramelo de chocolate


CONTIENE:

-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

I

   El campo de fĆŗtbol estaba repleto de una gran cantidad de jóvenes, casi todos ellos con cuerpo atlĆ©tico y/o musculoso, ademĆ”s de ser guapos eran vigorozos.


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   Quien tenĆ­a el balón de fĆŗtbol a su mando era Lucas que corrĆ­a a la par de Eladio hacia la porterĆ­a a pesar de los obstĆ”culos de sus adversarios. Lucas era dueƱo de una angelical y hermosa sonrisa, a pesar de las burlas de otras personas que aseguraban que era estĆŗpida. En precisión de segundos apuntó a la meta y pateó el balón que salió expedido por el aire pasando por encima de la cabeza del guardameta, quien tenĆ­a un historial de ser temible y de nunca dejar anotar un gol, en aquel partido se habĆ­a comportado tan nefasto que parecĆ­a atontado.



   ā€”Ā”GOOOOOOOOLĀ” —eran las palabras que retumbaba por el campo.

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   Lucas fue elogiado por sus compaƱeros de equipo, quienes le cayeron encima a los pies del guardameta de nombre Ignacio un corpulento negro que no hacĆ­a mĆ”s que mirar con odio al dejar pasar por tercera vez aquel balón de fĆŗtbol.



   Lucas dirigió la mirada a las gradas y alzando los brazos saludó a su familia (tĆ­os y primos).



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   ā€”Sólo nos queda jugar con el balón estos dos Ćŗltimos minutos del partido —le aseguró Eladio, quien habĆ­a anotado el segundo gol—, y ganamos tres a cero.



   Y asĆ­ se logró el cometido maniobrando el balón y haciendo pases innecesarios durante los Ćŗltimos segundos del juego. Cuando el Ć”rbitro decretó el final del partido los ganadores celebraron con orgullo su triunfo alrededor del campo.



   Minutos mĆ”s tarde los 11 jugadores se dirigieron al Ć”rea de vestidores todavĆ­a con el sabor de triunfo en la boca.



   ā€”Esto jamĆ”s lo hubiĆ©ramos logrado sin la ayuda de Roberto —alzó la voz Guillermo. Hubo mezclas de entusiasmos entre los presentes.



   ā€”No seas ridĆ­culo —nego Roberto—. Los goles los anotaron Eladio y Lucas —hubo renovadas mezclas de alegrĆ­as en el espacio.



   ā€”Ā”Pero tĆŗ hiciste tu parte!



   ā€”Ā”Que no!



   ā€”Ja ja ja.



   ā€”ĀæPor quĆ© Guillermo alega que Roberto dio su esfuerzo con el triunfo? —preguntó Lucas a Eladio.



   ā€”Ya te explicarĆ©. Ā”HEY, ROBERTO, VEN AQUƍ —cuando el jugador se hubo acercado Eladio dijo—. Lucas quiere saber cual fue tu aporte.



   ā€”Yo no he hecho ningĆŗn aporte, Ā”carajo!



   ā€”Claro que sĆ­, mentiroso —aclaraba Eladio y sacando una barra de alimento—. Sabemos que te gusta el chocolate.



   Roberto se echó a reĆ­r y Eladio sonrió.



   ā€”Muchachos hablen yo quiero saber —dijo Lucas.



   ā€”Roberto, man. No seas egoĆ­sta. Cuentale a Lucas.



   ā€”EstĆ” bien. Lo harĆ© pero vale algo.



   ā€”ĀæQuĆ©? —quiso saber Lucas.



   Roberto rió y apretó el puƱo, enseguida con un movimiento rapido golpeó con los nudillos la entrepierna del jugador. Lucas echó un grito de sorpresa y se sobresaltó enseguida agarrĆ”ndose la entrepierna.



   ā€”Jajaja. Eso es lo que valĆ­a.



   ā€”Eres desgraciado, Roberto —reĆ­a Eladio sentĆ”ndose a un lado de Lucas que amasaba sus testĆ­culos—. Cómo te atreves a faulear a este pobre huevón, huevudo.

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   ā€”SĆ­ Ć©l quiere saber que hice, tiene que sufrir.



   Lucas gimió enderezĆ”ndose sin dejar de sobar sus pelotas.



   ā€”Hermano, cuentanos por quĆ© te gusta el chocolate.



   ā€”Te pegarĆ© en los fabricadores de hijos, Eladio.



   El muchacho cerró las piernas y se protegió las bolas con las manos.



  II



   
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   Todo comenzó esta maƱana el vehĆ­culo no podĆ­a encender y tuve que agarrar el autobĆŗs, tomĆ© el primero que me llevarĆ­a a la sede del club y me dirigĆ­ a los asientos traseros porque iba repleto de personas, la sorpresa fue grata y sĆ© que abrĆ­ mucho los ojos al ver a mi lado a ese negro. Ostentando esos grandes genitales en su pantalón. No les miento marcaba un bulto de gran tamaƱo.



   ā€”ĀæCómo estĆ”s? —le preguntĆ©.



   ā€”Bien, preparado para el encuentro de esta tarde —respondió Ć©l sin dar mucho Ć©nfasis a su respuesta. Escuchaba mĆŗsica con sus audĆ­fonos.



   ā€”Ah —le dije, querĆ­a insistir. Deseaba sentir ese bulto—. Parece que el partido estarĆ” bueno. Creo que ganaremos.



   ā€”Yo no estarĆ­a tan seguro —corroboró Ć©l cerrando sus inmensos ojos negros.



   VolvĆ­ a mirar su entrepierna casi presenciado como su salchichón negro descansaba sobre su muslo.



   A mi oĆ­do zumbó una mosca, de esas horrendas color verde, varias personas delante de nosotros movĆ­an las manos apartando el sonido perturbador pero Ignacio seguĆ­a en su mundo de mĆŗsica con los ojos cerrados, brazos cruzados y piernas abiertas. Mis ojos precisaron como la mosca se situó asquerosamente en su abdomen y caminó sobre el, pero Ignacio no se inmutaba. MovĆ­ la mano y la mosca emprendió la huida a la parte delantera del bus. CentrĆ© otra vez la mirada en la entrepierna de Ignacio y sonreĆ­ con una idea que llegó a mi cabeza.

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   Con la velocidad del rayo abrĆ­ la palma de la mano y di un bofetón a la entrepierna de Ignacio, y de sorpresa le arranquĆ© un aullido de dolor. Con el contacto sentĆ­ sus bolas y la polla, de veras admito que son muy grandes. Ignacio gritó y todas las personas giraron la cabeza hacia nosotros dos atrĆ”s. Les dije que todo estaba bien, algunos fruncieron las cejas y murmuraron entre ellos.



   ā€”ĀæQuĆ© coƱo? —protestó Ignacio quitĆ”ndose el audĆ­fono.



   ā€”HabĆ­a una mosca por ahĆ­ —le dije—, querĆ­a matarla, disculpa. Mira, ahĆ­ viene es aquella.



   Con fuerza impresionante Ignacio espero el momento preciso y lanzó un manotazo al insecto, el pobre animal rebotó contra una ventana y se perdió de mi vista. Quizas se habia muerto con ese golpe. Solo comente para halagarlo:



   ā€”Eres fuerte, Ignacio.



   ā€”No me vuelvas a pegar en los cojones —dijo con voz frĆ­a.



   ā€”ĀæY... si lo hago quĆ©? —dije en tono retador, creĆ­ que ahĆ­ Ignacio me molerĆ­a a golpes. Pero no, volvió a cerrar sus ojos.



   Durante largos minutos -que parecĆ­an una eternidad- decidĆ­ que era otra vez el momento de entrar en acción. Nótese que eso lo querĆ­a hacer para debilitarlo en el juego y que nuestro equipo ganara. (—Esa mentira tĆŗ no te la cree —interrumpió Eladio). Prosigo, coloquĆ© mi mano sobre su esplendoroso bulto, no pude quedarme admirando su grata hombrĆ­a y Ć©l abrió los ojos alerta. Sólo pude darle oportunidad de imaginarse lo que le iba a pasar, aplastĆ© sus gigantes gónadas sólidamente.



   SonreĆ­ al sentir el contacto de mis dedos alrededor de las grandes pelotas, insistĆ­ presionando con el pulgar tan profundo como pude.



   PresenciĆ© como la cara de Ignacio se llenaba de terror, se habĆ­a quedado inmóvil incapaz de gritar, lo que fue una suerte para mi, pero retomó fuerza y quiso luchar aunque en desventaja. Soltó un gemido de angustia por sus huevas aplastadas. Desesperadamente, sus manos buscaron mi muƱeca y aun estando dĆ©bil tuvo fuerza atroz al intentar apartarla. Yo hice lo posible por mantenerme firme.



   TodavĆ­a no entiendo por quĆ© Ignacio no gritó, al hacerlo la gente voltearĆ­a, me verĆ­a y Ć©l se iba a salvar. Sin embargo estaba resistiendo todo, o solo que no podia... y... su polla se empezó a empalmar en el pantalón, una cosota grande y gruesa se contorneaba bajo mi mano.



   Vi que unas lĆ”grimas se asomaban a sus ojos, sentĆ­ admiración y lastima a la vez, soltĆ© sus testĆ­culos. Nos miramos el uno al otro. Enseguida me levantĆ© del asiento y ordenĆ© al chofer que estacionara en la parada que estaba muy próxima.



   BajĆ© del autobĆŗs sin mirar atrĆ”s y caminĆ© lo mĆ”s rĆ”pido posible estaba cerca del club de fĆŗtbol... y sentĆ­ sus pasos... SĆ­, Ignacio venĆ­a con su mala cara tras de mĆ­. SalĆ­ corriendo creyendo que me matarĆ­a a golpes. CorrĆ­ al callejón León para cortar camino y Ć©l me alcanzó. PensĆ© que le ganarĆ­a con mi rapidez futbolĆ­stica. De un tirón me empujó contra la pared, golpeandome en la cabeza.



   ā€”Disculpa, disculpa —yo decĆ­a mientras me apretaba el cuello—. Era una broma pre-calentamiento.



   El seguĆ­a cerrando mi cuello. Yo estaba alerta, Ignacio se sentĆ­a furioso.



   Supe de la masculina pose de Ignacio pese a sus ojos inyectados de furia... asĆ­ que levantĆ© la rodilla entre sus piernas. Del golpe, Ignacio se levantó y con un chillido de dolor quitó las manos de mi cuello.



   Antes de que protegiera del todo sus bolas, me agarrĆ© de su hombro y llevĆ© el muslo contra su ingle herida. EscuchĆ© como de golpe Ignacio botó el aire de sus pulmones. Y repetĆ­ los rodillazos otra vez, y otra vez, y otra y otra, otra vez, y otra vez aplastando sus weas.



   Ese musculoso y exótico negro se redujo a quejidos y gritos de dolor mientras caĆ­a doblado al piso.



   Me sentĆ­ sĆŗper excitado e hice algo que hasta ahora no sĆ© si estuvo bien.



   (—QuĆ©, quĆ©? —quiso saber Eladio).



   Me baje el short y me masturbĆ© frente a Ć©l... les aseguro que la eyaculación fue soberbia. Nunca antes me habĆ­a pasado... debe ser por estar ante semejante chocolate... la leche me salió muy colosal... espesa, gruesa... caĆ­a por su cara y ropa...



   A los pocos segundos sentĆ­ una presencia tras de mĆ­, guardĆ© el pene lo mĆ”s pronto posible mojando mi ropa de semen tambien, pero era tarde porque esa persona habĆ­a visto todo.



   (—Ja ja ja ja ja —rió Eladio)



   CĆ”llate idiota, entonces cuando me di la vuelta vi al estĆŗpido de Eladio a mi espalda.



   (—PasĆ© por ese camino para cortar los pasos, sentĆ­ a un lado del callejón ruidos guturales y tuve curiosidad, hasta verlos a ustedes).



   Ignacio sintió vergüenza al tener encima la risa de Eladio, intentó pedirle ayuda y al tender la mano pidiendo que lo levantara desprotegió sus bolas... y lo tuve que hacer... le patie las bolas como si de una pelota de fut se tratase.



   El pobre Ignacio lanzó un grito estridente, abrió los ojos como platos y su boca hizo un gesto como si estuviera comiendo ajo. Cayó de espaldas y se acurrucó con las manos metidas en la entrepierna. Pobrecillo.



   III



   ā€”Y asĆ­ fue como ganamos el partido —justificó Eladio—. Estaba adolorido y las bolas le pesaban de lo hinchadas que estaban. No podĆ­a moverse bien, el pobre guardameta.



   ā€”Wow —dijo Lucas—. Es su culpa pudo haberse justificado con el entrenador.



   ā€”Quiso parecer fuerte —comentó Roberto. Ya por Ćŗltimo Lucas se levantaba de la banca para buscar su morral. Roberto lanzó una mirada pĆ­cara e inteligente a Eladio y cuando el muchacho regresaba le estampó un puƱetazo en la entrepierna.



   ā€”Ā”AAAGGGHHHHHH! —chilló Lucas agarrandose los huevos para caer al piso acurrucandose como un ovillo.



   Eladio y Roberto como los demas compaƱeros de equipo se rieron a carcajadas del dolor del mĆ”s cojonudo del grupo.

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