CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
I
El campo de fĆŗtbol estaba repleto de una gran cantidad de jĆ³venes, casi todos ellos con cuerpo atlĆ©tico y/o musculoso, ademĆ”s de ser guapos eran vigorozos.
Quien tenĆa el balĆ³n de fĆŗtbol a su mando era Lucas que corrĆa a la par de Eladio hacia la porterĆa a pesar de los obstĆ”culos de sus adversarios. Lucas era dueƱo de una angelical y hermosa sonrisa, a pesar de las burlas de otras personas que aseguraban que era estĆŗpida. En precisiĆ³n de segundos apuntĆ³ a la meta y pateĆ³ el balĆ³n que saliĆ³ expedido por el aire pasando por encima de la cabeza del guardameta, quien tenĆa un historial de ser temible y de nunca dejar anotar un gol, en aquel partido se habĆa comportado tan nefasto que parecĆa atontado.
—¡GOOOOOOOOL¡ —eran las palabras que retumbaba por el campo.
Lucas fue elogiado por sus compaƱeros de equipo, quienes le cayeron encima a los pies del guardameta de nombre Ignacio un corpulento negro que no hacĆa mĆ”s que mirar con odio al dejar pasar por tercera vez aquel balĆ³n de fĆŗtbol.
Lucas dirigiĆ³ la mirada a las gradas y alzando los brazos saludĆ³ a su familia (tĆos y primos).
—SĆ³lo nos queda jugar con el balĆ³n estos dos Ćŗltimos minutos del partido —le asegurĆ³ Eladio, quien habĆa anotado el segundo gol—, y ganamos tres a cero.
Y asĆ se logrĆ³ el cometido maniobrando el balĆ³n y haciendo pases innecesarios durante los Ćŗltimos segundos del juego. Cuando el Ć”rbitro decretĆ³ el final del partido los ganadores celebraron con orgullo su triunfo alrededor del campo.
Minutos mĆ”s tarde los 11 jugadores se dirigieron al Ć”rea de vestidores todavĆa con el sabor de triunfo en la boca.
—Esto jamĆ”s lo hubiĆ©ramos logrado sin la ayuda de Roberto —alzĆ³ la voz Guillermo. Hubo mezclas de entusiasmos entre los presentes.
—No seas ridĆculo —nego Roberto—. Los goles los anotaron Eladio y Lucas —hubo renovadas mezclas de alegrĆas en el espacio.
—¡Pero tĆŗ hiciste tu parte!
—¡Que no!
—Ja ja ja.
—¿Por quĆ© Guillermo alega que Roberto dio su esfuerzo con el triunfo? —preguntĆ³ Lucas a Eladio.
—Ya te explicarĆ©. ¡HEY, ROBERTO, VEN AQUĆ —cuando el jugador se hubo acercado Eladio dijo—. Lucas quiere saber cual fue tu aporte.
—Yo no he hecho ningĆŗn aporte, ¡carajo!
—Claro que sĆ, mentiroso —aclaraba Eladio y sacando una barra de alimento—. Sabemos que te gusta el chocolate.
Roberto se echĆ³ a reĆr y Eladio sonriĆ³.
—Muchachos hablen yo quiero saber —dijo Lucas.
—Roberto, man. No seas egoĆsta. Cuentale a Lucas.
—EstĆ” bien. Lo harĆ© pero vale algo.
—¿QuĆ©? —quiso saber Lucas.
Roberto riĆ³ y apretĆ³ el puƱo, enseguida con un movimiento rapido golpeĆ³ con los nudillos la entrepierna del jugador. Lucas echĆ³ un grito de sorpresa y se sobresaltĆ³ enseguida agarrĆ”ndose la entrepierna.
—Jajaja. Eso es lo que valĆa.
—Eres desgraciado, Roberto —reĆa Eladio sentĆ”ndose a un lado de Lucas que amasaba sus testĆculos—. CĆ³mo te atreves a faulear a este pobre huevĆ³n, huevudo.
—SĆ Ć©l quiere saber que hice, tiene que sufrir.
Lucas gimiĆ³ enderezĆ”ndose sin dejar de sobar sus pelotas.
—Hermano, cuentanos por quĆ© te gusta el chocolate.
—Te pegarĆ© en los fabricadores de hijos, Eladio.
II
Todo comenzĆ³ esta maƱana el vehĆculo no podĆa encender y tuve que agarrar el autobĆŗs, tomĆ© el primero que me llevarĆa a la sede del club y me dirigĆ a los asientos traseros porque iba repleto de personas, la sorpresa fue grata y sĆ© que abrĆ mucho los ojos al ver a mi lado a ese negro. Ostentando esos grandes genitales en su pantalĆ³n. No les miento marcaba un bulto de gran tamaƱo.
—¿CĆ³mo estĆ”s? —le preguntĆ©.
—Bien, preparado para el encuentro de esta tarde —respondiĆ³ Ć©l sin dar mucho Ć©nfasis a su respuesta. Escuchaba mĆŗsica con sus audĆfonos.
—Ah —le dije, querĆa insistir. Deseaba sentir ese bulto—. Parece que el partido estarĆ” bueno. Creo que ganaremos.
—Yo no estarĆa tan seguro —corroborĆ³ Ć©l cerrando sus inmensos ojos negros.
VolvĆ a mirar su entrepierna casi presenciado como su salchichĆ³n negro descansaba sobre su muslo.
A mi oĆdo zumbĆ³ una mosca, de esas horrendas color verde, varias personas delante de nosotros movĆan las manos apartando el sonido perturbador pero Ignacio seguĆa en su mundo de mĆŗsica con los ojos cerrados, brazos cruzados y piernas abiertas. Mis ojos precisaron como la mosca se situĆ³ asquerosamente en su abdomen y caminĆ³ sobre el, pero Ignacio no se inmutaba. MovĆ la mano y la mosca emprendiĆ³ la huida a la parte delantera del bus. CentrĆ© otra vez la mirada en la entrepierna de Ignacio y sonreĆ con una idea que llegĆ³ a mi cabeza.
Con la velocidad del rayo abrĆ la palma de la mano y di un bofetĆ³n a la entrepierna de Ignacio, y de sorpresa le arranquĆ© un aullido de dolor. Con el contacto sentĆ sus bolas y la polla, de veras admito que son muy grandes. Ignacio gritĆ³ y todas las personas giraron la cabeza hacia nosotros dos atrĆ”s. Les dije que todo estaba bien, algunos fruncieron las cejas y murmuraron entre ellos.
—¿QuĆ© coƱo? —protestĆ³ Ignacio quitĆ”ndose el audĆfono.
—HabĆa una mosca por ahĆ —le dije—, querĆa matarla, disculpa. Mira, ahĆ viene es aquella.
Con fuerza impresionante Ignacio espero el momento preciso y lanzĆ³ un manotazo al insecto, el pobre animal rebotĆ³ contra una ventana y se perdiĆ³ de mi vista. Quizas se habia muerto con ese golpe. Solo comente para halagarlo:
—Eres fuerte, Ignacio.
—No me vuelvas a pegar en los cojones —dijo con voz frĆa.
—¿Y... si lo hago quĆ©? —dije en tono retador, creĆ que ahĆ Ignacio me molerĆa a golpes. Pero no, volviĆ³ a cerrar sus ojos.
Durante largos minutos -que parecĆan una eternidad- decidĆ que era otra vez el momento de entrar en acciĆ³n. NĆ³tese que eso lo querĆa hacer para debilitarlo en el juego y que nuestro equipo ganara. (—Esa mentira tĆŗ no te la cree —interrumpiĆ³ Eladio). Prosigo, coloquĆ© mi mano sobre su esplendoroso bulto, no pude quedarme admirando su grata hombrĆa y Ć©l abriĆ³ los ojos alerta. SĆ³lo pude darle oportunidad de imaginarse lo que le iba a pasar, aplastĆ© sus gigantes gĆ³nadas sĆ³lidamente.
SonreĆ al sentir el contacto de mis dedos alrededor de las grandes pelotas, insistĆ presionando con el pulgar tan profundo como pude.
PresenciĆ© como la cara de Ignacio se llenaba de terror, se habĆa quedado inmĆ³vil incapaz de gritar, lo que fue una suerte para mi, pero retomĆ³ fuerza y quiso luchar aunque en desventaja. SoltĆ³ un gemido de angustia por sus huevas aplastadas. Desesperadamente, sus manos buscaron mi muƱeca y aun estando dĆ©bil tuvo fuerza atroz al intentar apartarla. Yo hice lo posible por mantenerme firme.
TodavĆa no entiendo por quĆ© Ignacio no gritĆ³, al hacerlo la gente voltearĆa, me verĆa y Ć©l se iba a salvar. Sin embargo estaba resistiendo todo, o solo que no podia... y... su polla se empezĆ³ a empalmar en el pantalĆ³n, una cosota grande y gruesa se contorneaba bajo mi mano.
Vi que unas lĆ”grimas se asomaban a sus ojos, sentĆ admiraciĆ³n y lastima a la vez, soltĆ© sus testĆculos. Nos miramos el uno al otro. Enseguida me levantĆ© del asiento y ordenĆ© al chofer que estacionara en la parada que estaba muy prĆ³xima.
BajĆ© del autobĆŗs sin mirar atrĆ”s y caminĆ© lo mĆ”s rĆ”pido posible estaba cerca del club de fĆŗtbol... y sentĆ sus pasos... SĆ, Ignacio venĆa con su mala cara tras de mĆ. SalĆ corriendo creyendo que me matarĆa a golpes. CorrĆ al callejĆ³n LeĆ³n para cortar camino y Ć©l me alcanzĆ³. PensĆ© que le ganarĆa con mi rapidez futbolĆstica. De un tirĆ³n me empujĆ³ contra la pared, golpeandome en la cabeza.
—Disculpa, disculpa —yo decĆa mientras me apretaba el cuello—. Era una broma pre-calentamiento.
El seguĆa cerrando mi cuello. Yo estaba alerta, Ignacio se sentĆa furioso.
Supe de la masculina pose de Ignacio pese a sus ojos inyectados de furia... asĆ que levantĆ© la rodilla entre sus piernas. Del golpe, Ignacio se levantĆ³ y con un chillido de dolor quitĆ³ las manos de mi cuello.
Antes de que protegiera del todo sus bolas, me agarrĆ© de su hombro y llevĆ© el muslo contra su ingle herida. EscuchĆ© como de golpe Ignacio botĆ³ el aire de sus pulmones. Y repetĆ los rodillazos otra vez, y otra vez, y otra y otra, otra vez, y otra vez aplastando sus weas.
Ese musculoso y exĆ³tico negro se redujo a quejidos y gritos de dolor mientras caĆa doblado al piso.
Me sentĆ sĆŗper excitado e hice algo que hasta ahora no sĆ© si estuvo bien.
(—QuĆ©, quĆ©? —quiso saber Eladio).
Me baje el short y me masturbĆ© frente a Ć©l... les aseguro que la eyaculaciĆ³n fue soberbia. Nunca antes me habĆa pasado... debe ser por estar ante semejante chocolate... la leche me saliĆ³ muy colosal... espesa, gruesa... caĆa por su cara y ropa...
A los pocos segundos sentĆ una presencia tras de mĆ, guardĆ© el pene lo mĆ”s pronto posible mojando mi ropa de semen tambien, pero era tarde porque esa persona habĆa visto todo.
(—Ja ja ja ja ja —riĆ³ Eladio)
CĆ”llate idiota, entonces cuando me di la vuelta vi al estĆŗpido de Eladio a mi espalda.
(—PasĆ© por ese camino para cortar los pasos, sentĆ a un lado del callejĆ³n ruidos guturales y tuve curiosidad, hasta verlos a ustedes).
Ignacio sintiĆ³ vergĆ¼enza al tener encima la risa de Eladio, intentĆ³ pedirle ayuda y al tender la mano pidiendo que lo levantara desprotegiĆ³ sus bolas... y lo tuve que hacer... le patie las bolas como si de una pelota de fut se tratase.
El pobre Ignacio lanzĆ³ un grito estridente, abriĆ³ los ojos como platos y su boca hizo un gesto como si estuviera comiendo ajo. CayĆ³ de espaldas y se acurrucĆ³ con las manos metidas en la entrepierna. Pobrecillo.
III
—Y asĆ fue como ganamos el partido —justificĆ³ Eladio—. Estaba adolorido y las bolas le pesaban de lo hinchadas que estaban. No podĆa moverse bien, el pobre guardameta.
—Wow —dijo Lucas—. Es su culpa pudo haberse justificado con el entrenador.
—Quiso parecer fuerte —comentĆ³ Roberto. Ya por Ćŗltimo Lucas se levantaba de la banca para buscar su morral. Roberto lanzĆ³ una mirada pĆcara e inteligente a Eladio y cuando el muchacho regresaba le estampĆ³ un puƱetazo en la entrepierna.
—¡AAAGGGHHHHHH! —chillĆ³ Lucas agarrandose los huevos para caer al piso acurrucandose como un ovillo.
Eladio y Roberto como los demas compaƱeros de equipo se rieron a carcajadas del dolor del mƔs cojonudo del grupo.
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