Perros de hacienda (7/8): Cazador cazado - Las Bolas de Pablo

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6 sept 2018

Perros de hacienda (7/8): Cazador cazado

CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   La camioneta de Eloy se estacionaba bajo el cielo nocturno en una pequeƱa granja ubicada fuera de la ciudad. AhĆ­ habĆ­an otros vehĆ­culos aparcados. Eloy era un apuesto hombre de piel tostada por el sol. PodĆ­a decirse que era un semental musculoso con cabello rubio corto y de trato denigrante.


   AbriĆ³ la puerta del vehĆ­culo y pisĆ³ con fuerza el suelo calzando unas pesadas botas.



   A esa hora de la madrugada hacĆ­a frĆ­o en la pampa.



   Dio una vuelta por delante de la camioneta y abriĆ³ la puerta susurrando con firmeza:



   —¡Sin decir una palabra!



   Del interior del carro saliĆ³ Eleazar, quien laboraba en su finca como capataz, era un hombre alto de cuerpo fuerte y varonil. En ese momento se apeaba del vehĆ­culo totalmente semidesnudo tapando sus genitales una ropa interior color gris pero lo que mĆ”s llamaba la atenciĆ³n era el collar que pendĆ­a de su cuello.



   —Ahora salĆ­ vos.



   Samuel se humedeciĆ³ los labios. Su pene estaba duro como el acero y guardado en la ropa interior azul.



   —RĆ”pido —murmurĆ³ Eloy.



   Y Samuel bajĆ³ del vehĆ­culo como Eleazar, tambiĆ©n como el capataz estaba con un collar colgando de su cuello. Empezaron a caminar en direcciĆ³n a la edificaciĆ³n. Eloy iba erguido mientras sus sumisos caminaban a cuatro patas unidos a una correa que sostenĆ­a el amo.



   Ingresaron a la construcciĆ³n hogareƱa donde estaban otros hombres dueƱos de esclavos humanos segĆŗn se podĆ­a apreciar, o sus perros.



   Samuel tragĆ³ saliva, estaba al tanto que Ć©l como Eleazar estaban ahĆ­ para divertir como los otros perros a sus dueƱos.



   Los perros se acercaron a una mesa, habĆ­a una docena de ellos.



   Alrededor de la mesa se habĆ­an sentado el resto de los dueƱos de tierras entre ellos Eloy.



   Los perros comenzaron a masturbarse, debĆ­an echar los escupitajos de su pene en un envase cuyos objetivo final no sabĆ­an cual era.



   El primer lote de semen aterrizĆ³ en el pote de parte un hombre negro que dejĆ³ escapar un gruƱido cuando su polla disparĆ³ el enorme chorro de esperma.



   —¡Que salga todo, estĆŗpido! —gritĆ³ su jefe un hombre mayor y de aspecto rudo.



   Eleazar estaba gruƱendo y jadeando, apuntando su polla al envase.



   Otro muchacho muy joven gimiĆ³ cuando su pene entrĆ³ en erupciĆ³n con un disparo cremoso de esperma que salpicĆ³ directamente al recipiente.



   —¡Todo, todo! —aclamĆ³ un hombre rubio desde la silla de los amos.



   Samuel estaba respirando pesadamente.



   —¡¿QUE LES PASA PAR DE IDIOTAS?!



   Era la voz de Eloy que sonaba rabiosa.



   Un perro robusto que usaba gafas cerrĆ³ los ojos cuando se masturbaba con su pollĆ³n grueso. Su respiraciĆ³n se acelerĆ³ mientras disparaba un enorme fajo cremoso de leche.



   Los jefes desde su lugar, tenĆ­an grandes sonrisas mientras miraban a los otros perros sacudir sus pollas.



   Eleazar gruĆ±Ć³ mientras descargaba lo que parecĆ­a un galĆ³n de esperma en el envase.



   Con un gemido largo y bajo, la polla de un empleado de otra hacienda soltĆ³ un lote de semen.



   Cuando Samuel disparĆ³ el resultado de su masturbaciĆ³n, rugiĆ³ como un leĆ³n, levantando sus manos al aire y haciendo que su pene extendiera su crema por todo el lugar.



   —¡Acierta el blanco! —ordenĆ³ con ira Eloy.



   El envase estaba repleto de pegajoso esperma.



   Los perros seguĆ­an sacudiendo sus pollas frenĆ©ticamente. El sudor les corrĆ­a por la cara.



   Finalmente, la enorme polla de Samuel estallĆ³ con la eyaculaciĆ³n mĆ”s grande del dĆ­a. Una gran fuente de jugo cremoso saliĆ³ disparado de su pene.



   Fue asĆ­ como la docena de perros se cansaron y quedaron jadeando y sudorosos despuĆ©s de la faena brutal. Pero ahora solo quedaba una ponchera con olor a semen. De la nada apareciĆ³ un ruido de aplausos.



   Samuel girĆ³ la cabeza conociendo a aquel individuo era Matias, el amigo que fauleĆ³ una noche en la calle con Eleazar.



   —Debo felicitarlos por el esfuerzo —dijo el hombre—. Y a su vez darles la bienvenida a la pequeƱa parcela que he comprado para su entretenimiento. Hoy quise hacerles esta pequeƱa inauguraciĆ³n. ¿Les gustĆ³? —hubo mĆŗltiples respuestas positivas de parte de los jefes—. Ahora se preguntarĆ”n, ¿quĆ© hacer con esa cubeta? Pues bien, les tengo la respuesta, es para vos: Eloy.



   La cara de Eloy palideciĆ³.



   —¡No!



   —¡SĆ­! —se riĆ³ Matias—. Te recuerdo pibe, que esta reuniĆ³n es solo para dueƱos de tierras y vos, no lo sos. Simplemente, boludo, corriste con la suerte de casarte con la dueƱa. AsĆ­ que estĆ”s aquĆ­ sin invitaciĆ³n y tu castigo es comerte el contenido.



   Eloy parecĆ­a a punto de vomitar.



   —¿QuĆ© pasa? —se reĆ­a Matias—. ¿No querĆ©s tragarte el jugo de tus pares? ¿O se te olvidĆ³ que vos tambiĆ©n fuiste un perro? Y arribista peor.



   Eloy tragĆ³ saliva. Su mano temblaba cuando la extendiĆ³ y recogiĆ³ el envase.



   —¡Cometelo! ¡Cometelo! ¡Cometelo! ¡CĆ³melo! —gritaban los dueƱos de haciendas, sus rostros brillaban de emociĆ³n y alegrĆ­a maliciosa.



   Eloy cerrĆ³ los ojos e inhalĆ³ profundamente. A juzgar por la expresiĆ³n de su rostro, el olor era bastante intenso. AbriĆ³ los ojos con una expresiĆ³n suplicante en su rostro.



   —¡Cometelo! ¡Cometelo! ¡Cometelo! ¡Cometelo!



   Eloy abriĆ³ la boca.



   Los jefes se quedaron en silencio por un breve momento para escuchar el sonido jugoso de Eloy cuando tragĆ³ un gran bocado del lĆ­quido pegajoso, antes de estallar en estruendosas burlas.



   Eloy parecĆ­a que estaba a punto de vomitar.



   Matias tenĆ­a una sonrisa burlona en el rostro primera vez que alguien se imponĆ­a en pĆŗblico sobre Eloy.



   —¿CĆ³mo lo sentis? ¿Salado o picante?



   Eloy tragĆ³ y jadeĆ³ por aire. Su rostro estaba pĆ”lido como el papel.



   DespuĆ©s de tragar el Ćŗltimo bocado, murmurĆ³:



   —Dame algo para beber.



   Los hacendados se rieron.



   —Alguien que le de agua a ese pobre hombre —dijo con burla Matias.



   Un muchacho apareciĆ³ con un vaso de vidrio y cuando lo extendĆ­a a Eloy rĆ”pidamente lo pateĆ³ en la entrepierna. Su empeine chocĆ³ contra las bolas aplastĆ”ndolas en su cuerpo.



   Los ojos de Eloy se abrieron con sorpresa, y su rostro se crispĆ³ en una mueca cĆ³mica.



   Antes de que tuviera oportunidad de moverse, Matias saltĆ³ frente a Ć©l y lanzĆ³ otra patada dura contra las pobres pelotas de Eloy haciendo que gimiera de dolor mientras sus huevos quedaban aplastados dentro de su escroto.



   En su camino hacia abajo, se encontro con el pie de un hacendado cualquiera que le dio otra patada perfecta en las pelotas que lo levantĆ³  del suelo, gritando de dolor.



   Se desplomĆ³ vomitando y gimiendo, y los finqueros estallaron en risas.



   RodĆ”ndolo sobre su espalda, dos hombres sujetaron a Eloy y y agarraron cada una de sus piernas separĆ”ndolas en forma de V mientras le sujetaban la parte superior del cuerpo impidiĆ©ndole protegerse los testĆ­culos con las manos.



   Uno por uno, los hacendados lanzaron un pisotĆ³n o una fuerte patada a los genitales de Eloy.



   Eloy gritaba y gemĆ­a de dolor cuando le destruĆ­an la hombrĆ­a.



   —Es mi turno.



   Matias cerrĆ³ la mano en un puƱo y la lanzĆ³ contra las bolas atrapadas de Eloy, sacĆ”ndole un agudo chillido y carcajadas de parte los jefes.



   Una y otra vez, Matias golpeĆ³ las huevas de Eloy, provocando todo tipo de ruidos agudos y graciosos en Ć©l.



   —¡Miren! Se ha puesto duro —un vaquero gordo seƱalo el pito carnoso de Eloy: estaba palpitando y temblando.



   Matias se volviĆ³ hacia los sumisos:



   —¿QuiĆ©n quiere aplastar sus pelotas?



   Los perros se miraron.



   Matias se quedĆ³ esperando una respuesta, nadie se atreverĆ­a. Dijo:



   —Parece que no tenemos a ningĆŗn valiente.



   Con eso, pisoteĆ³ con fuerza las bolas de Eloy.



   El hombre dejĆ³ escapar un gemido penetrante cuando sus huevos se aplastaron.



   Una y otra vez, Matias pisoteĆ³ las bolas de Eloy, embistiĆ©ndolas implacablemente en su cuerpo.



   Los gritos de Eloy fueron ahogados por las burlas de los otros hacendados.



   —Oh, por Dios, ya —dijo Matias con falsa clemencia—, dejĆ©moslo en paz porque ya no puede con Ć©l mismo. DĆ©jenlo.



   De forma extraƱa los seƱores soltaron a Eloy y este se fue al piso agarrĆ”ndose la entrepierna y gimiendo.



   Matias se riĆ³ pero su faz cambiĆ³ y se volviĆ³ serio mirando a Eleazar.



   —Ahora, vos, venĆ­te conmigo —ordenĆ³. El hombre se moviĆ³—. BajĆ” la cabeza, no me retĆ©s.



   Eleazar afirmĆ³ y bajĆ³ la mirada.



   Matias le colocĆ³ el collar y lo llevĆ³ en direcciĆ³n a la salida, silencioso Eleazar lo siguiĆ³ se tuvo que agachar y despuĆ©s irse a cuatro patas.

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