Alimañas de la noche (1.2/5): Romulo - Las Bolas de Pablo

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14 sept 2018

Alimañas de la noche (1.2/5): Romulo

TERCERA PARTE DE LA PRIMERA ENTREGA

CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Era una noche calurosa y Bruno tenía puesto un par de pantalones que delineaba a la perfección la silueta de su bello pene. Se secó la frente, apenas estaba llegando a casa de su ronda policial, sentía que necesitaba una ducha pero más que eso le hacía falta llegar y encontrase con su actual pareja.

   Se trataba de Rómulo, como lo conocía la mayoría de los amigos. Era un hombre que decía venir de otro país cuando en realidad siempre había pertenecido a la ciudad de Biloba. Rómulo tenía apariencia de modelo. Un cuerpo dotado de músculos, un trasero redondo y cara atractiva. Trabajaba como periodista aunque no lo fuera académicamente pero su titulo universitario falso parecía real.

   Bruno se quedó de pie en la sala de estar… esperando… La puerta se abrió, y un rubio alto y apuesto se quedó en el marco. Rómulo se le quedó mirando a los ojos con una sonrisa.

   —Llegué —dijo Bruno sacando su arma cargadas de balas de oro por si tenía que defenderse de su entrar a casa. La colocó en una mesa—, tengo dos días libres sin la latosa guardia.

   —¿Latosa? Igual debes salir a defender a los ciudadanos de Biloba si oyes un grito afuera.

   —Oh, cállate y no digas más. Estoy harto de los Ky, no sé por qué están aquí. ¿Qué son? ¿Incubos? ¿Que mierda quieren? ¿Por qué están en Biloba? 

   Rómulo tragó saliva. En un año de relación con el policía se sentía contento con él. Habló en tono de broma mientras se le acercaba y lo abrazaba:

   —Recuerda lo que salió publicado el fin de semana en el periódico, un estudio dio como resultado que los hombres de Biloba son buenos en la cama y tienen una calidad del semen superior a los del resto del planeta. No me extraña por qué esas criaturas hayan hecho de esta su ciudad.

   —¡Oh, callate! La idea me aterra.

   Rómulo rió y su mano abrio la camisa del policia, despues la bajó de los fuertes pectorales pasando por su abdomen para comenzar a frotarle el paquete que empezaba a abultarse.

   El guapo policía dejó escapar un gemido de placer a medida que le masajeaban el pene que se estiraba en una guesa erección.

   —¿Me robarás la leche como esos molestos incubos? Mira que este policía te puede detener y llevar preso a su alcoba.

   —Je, je, je, je. Hoy en la prensa se está determinando que no son incubos, sino una mutación de ellos... Una vieja fuerza demoníaca después de todo.

   Cuando Bruno se inclinaba sobre Rómulo para tocar sus labios con los de él, el periodista metió  la mano dentro de su pantalón sacando del policía un resoplido de sorpresa, eso se sentía agradable.

   La mano de Rómulo hizo contacto con los suaves genitales de Bruno, a continuación le palpó las bolas.

   Bruno dejó escapar un suave gemido cerrando los ojos.

   —No esperaras a que me bañe, ¿eh, muchachón? —dijo riéndose—, incubos o no hay que eliminarlos a todos. Deja que tome una ducha o podemos bañarnos juntos.

   —Tengo toda la tarde esperándote. Créeme que quiero tener sexo ahora. ¿No lo crees? Aquí donde recibimos a las visitas.

   —No, quiero una ducha, vamos.

   Rómulo clavó una rápida mirada al techo, pudo controlar su ira pero apretó las bolas de Bruno.

   Bruno contuvo el aliento, sus pies se alzaron un poco y sus ojos se cruzaron.

   —Tengamos sexo ahora, aquí. Sabes que me gusta el olor de tu sudor. Piensa dejarlo ahí donde tus machistas amigos policías se sientan.

   —Suelta mis... bolas —exigió Bruno doblado, con el rostro contraido de dolor.

   —¿Me quieres? —Rómulo enfocó una sonrisa pícaca mientras miraba al buen Bruno.

   —Rómulo, no... no te pongas... en... estos juegos... mis... bo... bolas.

   Rómulo permaneció callado pero aplastó con la punta de los dedos las gónadas de su pareja.

   —¿Me quieres? —le guiñó un ojo a Bruno.

   —Obvio que sí —lloriqueó Bruno. Los ojos se le agrandaron y dejó escapar un gemido gutural.

   Rómulo apretó con fuerza, entregándole un beso en los labios a Bruno que fue correspondido, continuó aplastando los testículos del policía entre sus dedos. Su bello rostro estaba contorsionado en agonía.

   De repente, la respiración de Bruno se aceleró y sus ojos se cerraron. Lo acompañó un gemido largo, bajo y gutural. Su polla estalló en un chorro de crema que salpicó su ropa interior y la mano de Rómulo que enseguida lo soltó.

   Bruno dejó escapar un grito y se tambaleó hacia atrás.

   —Oh, amor, no te quería hacer tanto daño, ya sabes como son nuestros juegos. Ve a ducharte que ya te alcanzo


 —Oh, me duele, ay, mis bolas. Eres un pervertido.

   —¿Un pervertido? —se rió Rómulo viendo como el policía se paraba encorbado y con el pantalon manchado—. Pero soy el pervertido que hace lo que te gusta y te ama.

   Bruno se rió y confirmó mientras abandonaba la sala:

   —Y yo te amo a ti.

   Rómulo se quedó callado mirándolo con ternura, lo amaba verdaderamente, lo protegería hasta el final, nunca le iba a hacer un daño permanente. Cuando Bruno salió de
escena dejó de hacerse el valiente y cayó sin muchas fuerzas en el sofá, su mano estaba empapada del semen de Bruno y enseguida empezó a chupar con ansias, ¡al fin sentía que regresaba a la vida! Nuevas energías llenaban su alicaido organismo.

   —Ya te voy a acompañar, amor —avisó a Bruno.

   Con renovada fuerza salió de la sala, amaba mucho a su policía pero en el fondo deseaba que nunca se enterara que él era un Ky. Le daba miedo.

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