-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Jorge entornó los ojos sobre el sujeto que penetró a la habitación donde lo tenĆan secuestrado.
HabĆan pasado tres dĆas desde que fue interceptado de la isla y no habĆa vuelto a tener contacto con el mundo exterior, supo que habĆa abandonado aquel barco y que ahora estaba en alguna edificación pero ya despuĆ©s no sabĆa mĆ”s.
—AsĆ que vengo a visitarte —sonrió Ćngel rompiendo el silencio que habĆa en el ambiente. Agarró una silla y se sentó a horcajadas sobre ella. Era un seƱor apuesto con cabellos cano. Su cuerpo era delgado y musculoso, y se veĆa caliente con una ajustada camisa balnca y pantalones color negro.
—¿Dónde estĆ”n mis hijos? —gruƱo Jorge. TenĆa las manos atadas a un tubo por encina de su cabeza, Ćŗnicamente era soltado cuando lo iban a llevar al baƱo. Necesitaba tener información de sus muchachos.
—¿QuĆ©? —Ćngel aguzó el oĆdo—. No te escucho —abandonó el asiento.
—¿Dónde estĆ”n mis hijos, cabrón?
—Ah, esos pelmazos estĆ”n aniquilados, como lo estarĆ”n tus pelotas.
Tras eso echó la pierna hacia atrĆ”s y pateó la entrepierna de Jorge con toda la fuerza que pudo reunir. Su pie se estrelló contra los testĆculos, aplanando su gran bulto y provocando un gruƱido bajo y gutural. La cara de Jorge se contorsionó de dolor pero su cuerpo permaneció quieto.
—El elegido para salvar a la humanidad —comentó Ćngel su tono de voz era una mezcla de burla y reproche—. ¿Te preguntarĆ”s como ocurrió eso? Porque no es casualidad.
Lanzó otra dura y poderosa patada en la entrepierna de Jorge. Su zapato se encontró con el impresionante bulto en el short del macho, aplastando sus delicados órganos y haciendo que se quedara boquiabierto. Su cara se arrugó en agonĆa.
—¿SerĆ”n tus hijos capaz de soportar este dolor? VerĆ”s, nos gusta disfrutar mientras reventamos las bolas de los salvadores de la humanidad.
Echó la pierna hacia atrĆ”s y pateó las gónadas de Jorge con toda la fuerza que pudo reunir. Un ruido sordo, repugnante resonó en la habitación cuando el zapato chocó con los preciosos testĆculos de Jorge golpeĆ”ndolos en su cuerpo y levantandolo del suelo.
—¡AAAAAAAAAYYYYYYYYY —gritó Jorge queriendo sobar su hombrĆa con las manos.
—¿Quien quieres que sea el primero? ¿Hiram o Marlon? Dime, ¿te gustó follarte a Helga? ¿La disfrutaste? ¿Que se creĆan? ¿Recien casados? —con otra patada aplanó los testĆculos de Jorge contra su pelvis, provocando un gemido angustiado del apuesto abogado—. Vamos a hablar de Helga, amigo, ¿confiaste en ella? Ja, ja, ja. La condenada trabajó siempre para nosotros haciĆ©ndose pasar como trabajadora del bando contrario, ja, ja, ja. ¿Pero sabes quĆ©? La muy perra nos quiso traicionar y te escondió, ¿por quĆ©? ¿La hiciste tu hembra? ¿Ella se enamoró de este pedazo de carne? —le bajó el short a Jorge revelando una gruesa polla y un par de testĆculos hinchados y magullados—. Estas albóndigas van a explotar en cualquier momento.
A pesar del dolor la polla de Jorge estaba erguida como un soldado, firme, ligeramente pegajosa y goteante.
Jorge miró hacia abajo. Su pene estaba duro como una roca y parecĆa que estaba listo dar acción.
—¿Te gustó follar con Helga? ¿QuĆ© te creĆas? ¿ReciĆ©n casados en una paradisĆaca isla? La muy puta —con todas sus fuerzas pateó los huevos desnudos de Jorge, aplastĆ”ndolas contra su cuerpo y provocando un gruƱido bajo. Ćngel mantuvo el pie frotando los testĆculos de Jorge.
Jorge gritó lo mÔs alto que pudo.
—Eso es lo que quiero escuchar —se rió Ćngel, mirando los ojos llenos de dolor de Jorge—. ¿TambiĆ©n te sientes decepcionado? Je, je, aĆŗn te falta mĆ”s por conocer —alzó su pierna hacia atrĆ”s y la estrelló contra las desafortunadas gónadas de Jorge.
Los ojos del salvador se cruzaron y dejó escapar un grito estridente.
—¡Son indestructibles! —llevó la pierna hacia atrĆ”s y pateó otra vez las bolas con toda la fuerza que pudo reunir, golpeando con su pie el trasero de Jorge como si estuviera intentando anotar un tiro penal.
El sonido del zapato al encontrarse con las bolas gordas y carnosas resonó por la habitación.
La boca de Jorge se abrió en un grito silencioso, su rostro se retorció de dolor.
—Tal vez no sean indestructibles despuĆ©s de todo...
Ćngel soltó una carcajada y volvió a destrozar los testĆculos con una patada aĆŗn mĆ”s dura que hizo que la boca del cautivo se abriera aĆŗn mĆ”s sin emitir algĆŗn ruido.
Ćngel continuó con otra patada devastadora, golpeando con su pie los fabricantes de semen.
La polla de Jorge seguĆa dura como roca sacudiendose violentamente. Su cara era una silenciosa mĆ”scara de dolor, sus hermosos rasgos se retorcĆan horriblemente: sus ojos estaban cruzados, su frente brillaba en sudor.
—Uno mĆ”s —dijo Ćngel alegremente antes de sonar los testĆculos de una patada que trajo de vuelta la voz de Jorge con un grito.
AcompaƱado del aullido involuntario de Jorge, su polla soltó un chorro de esperma que salpicó contra la cara de Ćngel, y bajó por la comisura del labio encontrando camino al cuello.
—Oh, vaya, se supone que este es el semen milagroso —comentó Ćngel agarró el contenido de su cara con el dedo Ćndice y lo probó—. Ahora debo agradecerte por darme una cuota de tu remedio.
Los ojos de Jorge se enfocaron lentamente y gimió:
—Haz conmigo lo que quieras pero deja en paz a los muchachos.
—Tus hijos, ja, ja, ja. Tengo entendido que no se quieren mucho. ¿Cual crees tĆŗ que ganarĆa una pelea mortal contra el otro? Ja, ja. No se toleran por tu culpa, salvador, tu arruinaste su vida. Sera una pelea de Cain contra Abel.
Ćngel estalló en carcajadas.
—Va a ser divertido. Le propondremos a tus hijos que el primero que reviente las bolas de su hermano serĆ” liberado. Ja, ja, ja. Que divertido, ¿no crees? ¿Lo quieres ver? Ja, ja.
—¡Eres un enfermo! —rugió Jorge y se atrevió a lanzar una patada a la entrepierna a Ćngel.
Los ojos de éste se volvieron hacia su cabeza y un sonido de arcadas escapó de sus labios mientras se doblaba agarrÔndose las bolas.
—Ahora sĆ que te pasaste del lĆmite —amenazó Ćngel, cerró la mano en forma de puƱo y lo lanzó contra las bolas de Jorge.
Con eso el pene del abogado echó un escupitajo de lefa fuerte.
Jorge se quedó balanceĆ”ndose hacia adelante y atrĆ”s gimiendo de agonĆa.
Ćngel sonrió.
Cuando Jorge levantó la mirada, su rostro se contorsionó en agonĆa. Por un momento Ćngel sintió admiración por Ć©l pero despuĆ©s sacudió la cabeza recordando su objetivo.
—Por favor —gimió Jorge.
—Ya callate que te ves mĆ”s patĆ©tico. Quiero que te tranquilices porque en cuestión de minutos vas a ser el invitado V.I.P. a una batalla Ć©pica de hermanos que se odian, ¿la puedes imaginar? ¿quien perderĆ” los huevos en las manos del otro? ¡Ja, ja, ja! Y tĆŗ no podrĆ”s hacer nada, solo mirar.
Ćngel se dio la vuelta y se fue riendo mientras Jorge en medio del insufrible dolor se quedaba gimiendo y pidiendo que no le hicieran daƱo a sus muchachos. Las bolas hinchadas le dolĆan en medio de un quemante dolor.
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