Alimañas de la noche (3/7): Esclavo de vida - Las Bolas de Pablo

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16 may 2016

Alimañas de la noche (3/7): Esclavo de vida

CONTIENE:

-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE


I

   El oficial Pedro transitaba la calzada a paso decidido, se presentaría en la estación de policía como uno más de ellos porque así se sentía pese a las circunstancias. Ya estaba cerca de la puerta de entrada cuando sus ojos se perdieron y su cuerpo se paralizó. Su mente generó un detalle de lo que le sucedería:

   Cuando estuviera ante la puerta de entrada se toparía con un joven policía.

   —¡Incubo! —gritaría este blandiendo su arma y descargando en él sus balas de oro.

   Caería al piso chillando envuelto en llamaradas.

   Pedro tragó saliva ante aquella espeluznante visión.

   —¿Será verdad? —se preguntó.

   Corrió tras una columna que se encontraba en la edificación, allí esperó cortos segundos hasta que la puerta de la estacion fue abierta y efectivamente salía de allí el muchacho que Pedro había visto en su pensamiento. Pedro se quedó petrificado oculto tras el pilar.

   "No puedo quedarme mucho rato aquí. Me van a matar" pensó.

   Cuando observó que no había nadie por la zona huyó despavorido. Decidió quitar y arrojar en el primer bote de basura que encontró su chaqueta de policía para no llamar ninguna atención en las personas.

   ¿A dónde ir? Se preguntaba... ¿A casa de su hermano? ¡No! Allí nunca podria ir, su hermano estaría custodiado hasta los dientes por guardias y dada la situación actual seguro lo cuidaban hasta para dar la misa, ¿ir a su casa? Eso nunca ser, probablemente estaba cuidada o bajo supervisión en caso de que él se acercara por allá. ¿Volver con aquellos demonios? Estaba seguro que eso no lo haría, terminarían por deteriorar su civilización por volverlo tan salvaje como ellos. ¿A dónde iría? ¿Estaría errante?

   Iba tan inmiscuido en sus pensamiento que no se percató cuando una figura emergió de las sombras y le dio un golpe en la cabeza. Enseguida Pedro cayó confundido, ante él estaba un corpulento y moreno hombre con ojos rojos, tenía los puños apretados y mirada perdida, era un incubo transformado por Leviathan por ello, aturdía a los hombres para extraer su energía vital.

   —Serás el próximo —decía a Pedro. Pero pronto se quedó perplejo cuando observó la tonalidad que adquiría el color de ojos del macho que estaba en el piso—. Ah, eres uno de los nuestros... ¿Homosexual? —tendió una mano a Pedro.

   El oficial aceptó la mano, aunque estaba en actitud de furia como era su caracter en vida, se apoyó en la otra mano para levantarse y cuando estuvo de pie atacó a golpes al moreno incubo.

   —¡JAMÁS, JAMÁS SERÉ COMO USTEDES! —gritaba entregando una ráfaga de golpes en la cara del moreno.

   El hombre era atacado salvajemente cuando Pedro se dio cuenta de los golpes brutales que cometía se quedó paralizado observando la cara del moreno incubo.

   —Jamás seré como ustedes —repitió con el puño en alza.

   El hombre bajo Pedro se le quedó mirando firme a los ojos, apretó los labios y Pedro no se dio cuenta hasta que lo atacó el dolor, aquel hombre lanzó un devastador rodillazo en sus indefensas pelotas. La respiración de Pedro se cortó. Saltó sobre el incubo y cayó a un lado con una incontrolable tos sintiendo como sus bolas habían sido aplastadas.

   El incubo se incorporó dichoso de haber sentido en su rodilla las bolas firmes de Pedro que yacía a un lado agarrándose los huevos. El moreno incubo sacó del jeans un filoso cuchillo.

   —Te voy a degollar, maldito.

   Acerco el arma al rostro de Pedro que tuvo que unir fuerzas para defenderse rápidamente tuvo que sujetar la muñeca de su atacante desprotegiendo sus testículos que una vez más fueron atacados.

   El incubo homosexual empujó el muslo en las bolas de Pedro, uno, dos, tres veces. El ex policía musculoso y hermoso estaba en un mundo de dolor y no deseaba más protegerse sino sobar sus gónadas, soltó al incubo y se agarró los genitales, el atacante alzó el cuchillo al aire y un disparo de bala de oro lo mató en seco (Pedro tuvo que echarlo a un lado para que no le quemara).

   Un oficial de policía apuntó a Pedro, que le miraba con ojos rojos con mezcla de terror y alerta. El policía seguía apuntando su arma al herido Pedro poco a poco se acercó a él. Pedro retrocedió mostrando los colmillos como un perro furioso.

   —¿Serás capaz de matarme? —preguntó.

   —No lo sé —negó el Comisario Iván  apuntando a la frente de Pedro—, de todas maneras ya estás muerto.

II

   El policía Darío Pineda estaba en su habitación echado con su novia tras una larga, placentera y extenuante relación sexual. Él tenía las manos tras la nuca retozando, su novia, una linda rubia le aplicaba un masaje a los pies, largos y gordos.

   —El oficial Víctor Farfán tiene semanas desaparecido —comentó él sin dejar de hablar de su trabajo.

   —¿Estará bien? —preguntó Karla acariciando la planta del pie.

   —Sí, no hay duda de que es un hombre fuerte, tiene un talento especial y se sabe defender. Pero tiene una venganza ciega con esos demonios... Se enfrenta a ellos sin pensarlo dos veces.

   —¿Por qué?

   —Le mataron a la esposa y estaba embarazada.

   —¡Que horror! —expresó Karla, miro a Darío y se llenó de dudas, paso su mano por la espinilla y la detuvo en el muslo de su novio—. ¿Si a mi me secuestraran... tú me salvarías? ¿Qué harías por mi?

   —Amor, por supueto que lo haría —corroboró sentándose en la cama para tomarla del mentón—. Te salvaría de todos, fuese quien fuese.

   Se dieron un largo beso en los labios donde se acariciaron partes del cuerpo. Seguido la muchacha se separó del policía y se asomó en la ventana.

   —Por las noches me da miedo —aseguró ella mirando la calle a través del cristal—, tengo la casa bloqueada de agua bendita. Tengo terror de que un bicho de esos entre y...

   —Shhhh —pidió con calma Darío abandonando la cama para acercarse a ella y abrazarla fuertemente—. Aquí siempre estaré yo para cuidarte, tu hombre, tu policía —volvieron a darse un beso y ella suspiró tranquila. Darío rió y la cargó sobre sus brazos y ambos rompieron a reír. Él la arrojó a la cama y lentamente el hombre se quitó el pantalon para volverla a penetrar.

III

   El comisario Iván  Espósito abrió la puerta de su departamento parecía cansado y sin poder hablar. Su hijo Gino estaba aburrido en el sofá echado escuchando música con los auriculares.

   —Gino —saludó sin mucho ánimo el oficial.

   —¡Vaya! Pensé que ya no venías —respondió el muchacho.

   —Tuve algunos inconvenientes.

   —Ahora supongo que no saldremos a comer como dijiste...

   —Lo Haremos después, Gino... tenemos que hablar.

   El joven dobló las cejas y miro al padre con curiosidad, había dejado la puerta abierta, ¿a caso se había convertido en alimaña y lo iba a atacar?

   —Alguien nos va a acompañar por un tiempo, tendremos que confiar en él. Adelante, Pedro.

   El hombre entró por la puerta, lucía demacrado y cansado, Gino abrió los ojos como platos y se puso pálido.

   —Él, él, el...tú ... tu... tú dijiste que estaba muerto.

   —Sí, pero no nos hará daño. Estaré quieto, Gino —lo sujetó del hombro—. Hay que confiar en él, no nos hará daño. Está de nuestra parte.

   —Estás loco, yo no voy a dormir con una bestia como esa.

   —Gino, tranquilízate... Escucha lo que te voy a decir...

   El muchacho miro con miedo a su padre, cruzó la vista con la de Pedro que tenía los ojos de un tono rojo.

IV

   Un dia atras el oficina Bruno conoció personalmente a Leonardo y habían iniciado una amistad con el hombre maduro, sentía una fuerte atracción por él, entre química y mucho deseo de sexo, era como un olor que el señor Leonardo desprendía que incitara a tener su pene erecto, aunque hasta el momento no había habido una relación íntima entre ambos, aunque sabían que se gustaban y en algún momento intercambiaron besos.

   Bruno le había dicho que era policía y que era homosexual de closet y que muy pocas veces había tenido pareja por miedo a que se descubrieran sus gustos sexuales. Por su parte Leonardo había asegurado que era un empresario y estaba por asuntos de negocios en la ciudad de Biloba. Pero esa noche aprovechando que estaba de turno libre por el trabajo Bruno quiso encarar a Leonardo, se habían citado en el cuarto de hotel donde el presunto empresario dormía.

   —A un policía no se le puede mentir —decía Bruno—. Estuve averiguando acerca de ti, y descubrí que no existe ningún empresario con tu nombre y apellido y menos una empresa con tus características en el continente Monge.

   Leonardo quien en realidad tenía por nombre Leviathan, un incubo milenario se dio la vuelta dándole la espalda.

   —Así que estuviste investigando sobre mi, ¿eh?

   —Necesito investigar para estar seguro de la persona con quien trato. ¿Quien eres?

   —Investigaste muy rápido —comentó Leviathan moviendo minuciosamente las manos recogiendo algo de la mesa—, la verdad... soy un incubo.

   —¡¿Qué?!

   —Sí, y de los fuertes.


 Bruno intentó reaccionar a tiempo, apenas desenfundaba su arma cuando Leviathan se dio la vuelta y le pegó en la cara con una barra de madera, el policía cayó al suelo cubriendo su mejilla y su arma resbaló de su mano. Leviathan se acercó a él sosteniendo una pistola que había sido robada a otro oficial. Miro a Bruno en el suelo de piernas abiertas y prefirió afincar el pie en sus testículos.

   —¡Aaaaarrrrggggggg! —gritó el desdichado policía.

   Leviathan no pudo resistir la tentación de aplastar con más fuerza la zona genital del robusto policía. Le apuntaba con el arma.

   —Sería un horror matarte —opinó—. Un oficial tan guapo pero una bala, sea cual sea su fabricación te borraría de este mundo... tu semen debe brindar potencia, no debe ser como el de esos maricas al que estoy acostumbrado.

   La planta del pie del incubo seguía aplastando el par de pelotas contra el firme suelo. El poco aire en los pulmones de Bruno escapó sin compasión, sus ojos negros estaban desorbitados en agonía pura sintiendo que sus bolas lo debilitaban.

   Bruno apenas estaba consciente de ese momento, toda su fuerza estaba siendo inutilizada por la explosión de dolor de sus huevas aplastadas. Ni siquiera tenía fuerzas para intentar apartar el pie de Leonardo de él.

   Leviathan apartó el pie y pudo observar como la congestionada cara de Bruno se relajaba pero no fue por mucho tiempo porque el incubo se arrodillo extendiendo una mano sobre su paquete mientras que con la otra lo seguía apuntando. A Leviathan le brillaron los ojos cuando palpó aquel par de toronjas: de gran tamaño, quizás duras y sólidas. No valía la pena asesinar a ese hombre que tanta fuente de vida le podría brindar... Debía proponerle un trato... por eso dejo de apuntarlo y guardó el arma.

   —¿Amas tu vida eh, precioso? A pesar de ser tan solo amas tu vida?

   —A... a... a qué te refieres...

   —Te quiero proponer un trato...

   —Vete a la puta mierda ...

   Leviathan seguía palpando y se dio cuenta que el policía tenía tambien una muy gruesa polla pero de escuchar aquel rotundo insulto decidió castigar al semental por su atrevimiento. Con rapidez y fuerza bruta clavó un certero puñetazo en las bolas de Bruno. El policía emitió un rugido atronador de dolor. Repitiendo el movimiento Leviathan estampó otra vez los nudillos en los testículos del joven.

   Todo el musculoso cuerpo del hombre se sacudió con la fuerza del golpe, los brazos y las piernas dieron múltiples espasmos.

   Una y otra y otra vez, Leviathan chocaba su puño contra los huevos de Bruno, martillando una y otra vez con fuerza increíble. Se detuvo ya cuando observo que el policía estaba en agonía total.

   —Mi propuesta nos beneficiaría a ambos —argumentó Leviathan—, sólo deseo que seas mi esclavo, mi esclavo de vida. Quiero que seas quien me proporciones la energía vital para mantenerme en forma, a cambio te daré poder, protección y mucha fuerza... serías el humano invencible dentro de la policía. ¿Aceptas?... ¿O quieres que te mate aquí? Me obligarías a buscar a otro macho como tú y me daría mucho fastidio. ¿Aceptas ser esclavo de vida?
   
   Bruno le devolvía una mirada de odio y desprecio, deseaba escupirle.

   —Te devolveré del infierno del que saliste —dijo.

   Leviathan golpeó sin piedad las bolas de Bruno, sabiendo que los enormes cojones no podían sobrevivir a tales abusos violentos por mucho tiempo. La cadera del hombre crujía bajo la lluvia de golpes.

PAFF

PAFF

PAFF

POFF

   Eran los sonidos de docenas de golpes aterrizando en los huevos del oficial ya magullados y maltratados. A Leviathan le brillaban los ojos de sólo ver la cara de sufrimiento en Bruno. Por último agarró aquellos grandes testículos entre sus manos y los apretó con fuerza.

   —Seguirás con tu vida si aceptas ser mi esclavo. ¿Qué dices?

   A Bruno le temblaron los labios ante la gran comprensión de bolas que le daban.

   —A... a... acepto.

   Leviathan sonrió soltando las gónadas de Bruno se inclino hasta su rostro y se miraron cara a cara, los ojos del diablo tenían una coloración roja. Leviathan tomó del rostro a Bruno con ambas manos y abrió la boca, de allí salió un humo rojo que envolvió la cara del oficial que enseguida comenzó a toser. Cuando hubo desaparecido aquel gas Leviathan sonrió.

   —Ahora estamos unidos, eres el esclavo que me proporcionarás la vida.

   Con delicadeza abrió la cremallera del jeans de Bruno sacando su largo y grueso pene semierecto, era muy hermoso, a Leviathan se le hizo agua la boca, se acercó a él y lo metió en su boca en poco tiempo empezó a balancear la cabeza sobre el pene de Bruno.

V

   En la oscuridad de la noche un policía tocaba la puerta de la casa de una solitaria mujer cuando ella abrió la puerta no reconoció al camuflajeado incubo del que dias atrás los medios de comunicación habían reconocido como asesino del sexo en una habitación de hotel. Era Alpiel.

   —Buenas noches señora, soy el oficial Moreno Diaz, ¿está sola en casa?

   —... S... Sí —afirmó la morena mujer con duda en la puerta.

   —Iba pasando por la calle y vi una sombra en su terraza, ¿era usted?

   —¡No, no! —negó la mujer consternada.

   —¿Me deja hacer una inspección? Pudiera tratarse de uno de esos incubos acechandola.

   —Oh, por favor, sí —afirmó la mujer haciendose a un lado de la puerta para dejarlo pasar.

   Alpiel penetró a la casa, la mujer incauta cerró la puerta sin sospechar que en pocos minutos aquel incubo vestido como policía la tomaría con fuerza para violarla y matarla con su negro semen.

VI

   En plena madrugada Pedro se despertó, estaba encorvado, con mucha sed, y hambre de apetito sexual, su pene estara rígido como el hierro y erecto como un bate. Estaba muy agradecido por la hospitalidad del comisario Iván Exposito al permitirle dormir en su departamento. Le había brindado una buena cena que no pudo saciar su falta de energía corporal... ¡Necesitaba sexo para vivir!

   No pudo soportar más y abandonó la habitación donde dormía, el hijo de Iván mostraba rechazo con él, quizas por la fuerte noticia de tener que compartir casa con un incubo.

   Pedro caminó lentamente por el pasillo, estaba falto de energía y respiraba con dificultad. Se sobresalto cuando consiguió al comisario Iván en la sala, aunque este estaba dormido en el sillon con la cabeza inclinada en el respaldo los brazos reposaban sobre el descansadero y las piernas estaban separadas, el arma reposaba sobre la mesa, cerca de su mano.

   Pedro tragó saliva... ¿Y si se atrevía a pedirle de su semen a Ivan?... Nunca en vida fue gay pero la sustancia masculina de aquel policía le daría la energía vital que necesitaba. Camino tres pasos con la mirada puesta en la entrepierna abultada del oficial, allí reposaba su verga y sus dos pelotas productoras de semen. Ivan dormía plácidamente, Pedro no tenía mas que inclinarse y abrirle el pantalón y proceder a mamar. Dio un paso más divisando mejor los genitales, Ivan movió la boca y Pedro se quedó inmovil, le dio miedo a pesar de todo la mano del Comisario estaba cerca de su arma, una bala de oro acabaría con todo. Prefirió retroceder.

   Con un trapo que tenía guardado en su bolsillo tomó el vaso con agua bendita que había en la pared, dada su condición de demonio el contacto con aquello lo quemaba. Inclusive a traves de la tela se sentía caliente, lo dejó a largos centímetro de la pared. Se incorporó y observó a Ivan que seguía durmiendo, sin más preambulo cruzó la pared abandonando el departamento, se sentía muy débil y necesitaba sexo rápido. Caminando encorvado tocó las paredes de los vecinos de piso de Ivan, todas estaban bloqueadas con agua bendita. Le demoró casi cinco minutos bajar por las escaleras hacia el piso inferior, doblado siguió intentando cruzar las paredes a los departamentos, ¡todas impedían su paso! Cuando creía que su suerte estaba quebrada su mano se hundió, sonrió y terminó de penetrar al departamento.

   Veinte minutos más tarde el Pedro que salió por la pared era muy distinto al que entró, este estaba más activo y con más color en su piel inclusive su espalda estaba erguida y subió las escaleras dando brincos llego al departamento de Ivan y con ánimo atravesó la pared...

   —¿Dónde carajo estabas? —rompió toda emoción Ivan estaba agazapado contra la pared apuntandole con el arma.

   —Yo... yo... —intentaba explicar Pedro con los brazos en alto—, estaba debil... Necesitaba alimentarme, recuperar energías estaba fulminado... no hice nada malo... lo juro... no...

   —¿A quien mataste? —Ivan tenía ira en su voz, estaba preparando el gatillo.

   La luz de la sala estaba apagada por suerte Ivan no veia aquella coloración roja sangre en los ojos de Pedro.

   —Te juro que no mate a nadie... la... la chica del último departamento de abajo le hice sexo oral... no la penetre, lo juro... no estara más que debil seguirá viva.

   Ivan continuó apuntandole.

   —Debería matarte. Eres una amenaza.

   —Para mi es dificil vivir así.

   Ivan bajo el arma con esas últimas palabras haciendo ruido en su cabeza.

VII


 Cuando el sol marcaba el inicio de la mañana en la espesura de la selva se efectuaba una batalla dura, vestido como militar, de un verde oliva el Comisario Victor Farfán se enfrentaba a un atletico hombre de larga cabellera. En aquel momento Victor lograba clavar una fuerte patada en el pecho del hombre de cabellos largos, este cayó largos centimetros en el suelo escupiendo el aire que le quedaba en el cuerpo. Al caer de espalda al piso quedó inerte. Victor abrió los ojos y se acercó a él con los puños apretados.

   Cuando se hubo acercado a aquella masa corporal inerte este se movió tan rápido que no le dio tiempo de reaccionar, sus gruesos dedos se adueñaron de las pelotas del policía. El hombre echó la cabeza hacia atrás y lanzando un ruidoso grito haciendo eco entre los árboles sintio como sus huevos fueron retorcidos.

   Un sonido horrible como de cascara salió de los testículos comprimidos del oficial. Maltratados, magullados y casi rotos.

   Finalmente el hombre dejo de apretar las toronjas carnosas de Victor Farfán y este cayó arrodillado al suelo cubriendo su entrepierna con las manos. El hombre de los cabellos largos habló:

   —Deberías cuidar más tus testículos, usar una taza, porque a los incubos y sucubos se nos desarrolla la idea de que esos por ser una zona que nos proporciona vida es donde los podemos dominar, por su condición de vulnerables tambien.

   —Pasame mi mochila —dijo Victor con dolor aun en la voz.

   Aquel hombre era su amigo le había relatado que fue contaminado por una sucubo y que había preferido internarse en el bosque para no hacer daño a nadie, cuando se sentía muy débil se veía obligado a regresar a la ciudad para recuperar energías y se internaba de nuevo en el bosque. Había llamado a su amigo Victor para que le ayudara en sus problemas y para entrenar en luchas. Pero Victor le dio en vano una mala respuesta "no había cura para los incubos".

   En poco tiempo y reuniendo fuerzas Victor Farfán se incorporó sosteniendo un arma entre sus manos que apunto a al hombre de cabellos largos.

   —¿Qué... qué estás haciendo con eso, Victor?

   —Todos los incubos son un peligro para la humanidad, ninguno merece vivir.

   —Victor... yo... yo no le hago daño a nadie.

   —Todos son del mismo caño. Atacan a inocentes... yo...

   Victor no escuchó sus excusas y disparó al hombre de cabellos largos, cuando cayó al piso estaba envuelto en llamas profiriendo gritos y gemidos.

   —Fuiste mi gran amigo —susurró Victor.

 VII

   El Comisario Iván Exposito estaba pasando una gran moleatia aquella mañana había descubierto que su hijo había abandonado el departamento dejando una carta despidiendose, que hubiera deseado compartir más dias con él pero no estaría exponiendose al vivir con un «muerto viviente». Iván estaba llamando al celular de su hijo.

   Lejos de ese departamento, en un restaurante caro, Gino Expósito atendía el celular tenía una franela azul y un jeans negro que marcaba un prominente bulto en sus genitales que haría agua la boca de cualquier alimaña.

   —No pienso volver al departamento, Iván —alegaba el muchacho a través del celular.

   —Entonces devuelvete a casa de tu abuela.

   —Tampoco iré, estoy esperando a unos amigos, vamos a hacer planes.

   —¡Gino no estamos en una etapa para salir de noche!

   —Yo me sé cuidar solo, no empieces a joder.

   —¡A mi no me hables así, Gino! Será mejor que te devuelvas a casa de tu abuela. ¿Dónde estás?

   —Adios —se despidió la voz del muchacho antes de cortar la comunicación y apagar su celular.

   Iván Expósito inició a dar una retahila de insultos ante la rebeldía de su hijo sin percatarse en aquella manera tan lejana en la que Pedro (lleno de energías) tenía la mirada perdida en una visión:

   Estaba observando al muchacho Gino desnudo, tendido en el suelo y con Lilith manipulando su largo pene.

   Pedro volvió en sí y tragó saliba mirando a Iván.

   ¿Cómo explicarle?

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