Sobrino en casa (4/4): El gladiador espartano de Roma - Las Bolas de Pablo

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23 jun 2016

Sobrino en casa (4/4): El gladiador espartano de Roma


CONTIENE:

-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
  
   Leo entraba al departamento de su tĆ­o como si se tratara de su casa, era un muchacho burlista y vivaracho, que tras descubrir los perversos secretos de su tĆ­o lo estaba chantajeando.


   Se quedĆ³ petrificado cuando en la sala del apartamento se encontrĆ³ con un conocido joven disfrazado con ropa de gladiador romano.



   Leo reprimiĆ³ una risa.


   El visitante se trataba de AndrĆ©s, el novio de su tĆ­o Otto y estaba ataviado con una ropa interior marron, encendida capa roja y un casco bajo el brazo, parecĆ­a ridĆ­culo antes que un guerrero romano.


   —¿Y esto de quĆ© se trata? —preguntĆ³ Leo—. ¿O llegue justo en el momento en el que tĆŗ y Otto se disfrazan para sus cosas?


   —Yo soy un respetado espartano de Roma —asegurĆ³ AndrĆ©s con potente voz.


—Un respetado gay querrĆ”s decir, Esparta es en Grecia —se burlĆ³ Leo.


   Sin previo aviso, AndrĆ©s agarrĆ³ con firmeza las pelotas del sobrino de Otto Salinas.


   Leo abriĆ³ la boca y doblĆ³ las rodillas bloqueado mientras le apretaban los testĆ­culos con fuerza entre las manos.


   —Oh... oh... Oh, Dios, por favor... por favor —suplicaba—, mis bolas... mis bo... las...


   —¿Tus bolas, Leo? —entrĆ³ en escena Otto calzando un ajustado y costoso traje—, ¿recuerdas cuando la semana pasada te disfrazaste de superheroe pobre?


   Leo tosiĆ³ sintiĆ©ndose desgraciado, querĆ­a que lo soltaran de las gĆ³nadas donde el agarre se hacia mĆ”s cerrado.


   —Yo defiendo a mi rey de intrusos como tĆŗ —dijo AndrĆ©s disfrutando de aquella actuaciĆ³n, aflojĆ³ su agarre, pero todavĆ­a tenĆ­a la mano fija en la entrepierna del pobre muchacho.


   Leo estaba gimiendo cuando el gladiador le soltĆ³ los huevos, se fue al piso donde se enroscĆ³ en posiciĆ³n fetal.


   Otto observĆ³ al acurrucado en el suelo, sintiĆ³ que se ponĆ­a duro su pene dentro del pantalĆ³n.


   —¿Te doliĆ³ el apretoncito que le dieron a tus bolitas de gato eh, Leo? —murmurĆ³ reprimiendo una risa—. Pensaba que eras un superheroe rudo y fuerte. PĆ”rate de ahĆ­ y lucha.


   Leo sentĆ­a como si fuera a vomitar. SintiĆ³ la mano fuerte de Otto sobre su espalda que lo ayudaba a levantar.


   —¿EstĆ”s bien? —quiso saber dĆ”ndole unas palmadas en la espalda.


   Leo afirmĆ³ con la cara contraĆ­da de dolor.


   Otto riĆ³ y ahora fue Ć©l quien llevo la mano a la entrepierna del sobrino y le apretĆ³ las pelotas. Leo arrancĆ³ de su boca varios gruƱidos y gemidos pensando por primera vez que odiaba aquellas regordetas bolas que le colgaban.


   Otto se enfrascĆ³ en retorcer las bolas lo mĆ”s que pudo.


   Leo veĆ­a con horror como era tratado por aquel par de hombres. ¿Pero dĆ³nde estaba AndrĆ©s? Lo supo cuando Otto lo soltĆ³ de los testĆ­culos y este le dio una fuerte patada desde atrĆ”s y sus pies se elevaron del suelo.


   Leo aullĆ³ de dolor hasta que cayĆ³ al suelo donde quedĆ³ tendido agarrĆ”ndose desesperadamente el escroto.


   —Con todo esto aprenderĆ” a no meterse contigo, Otto —comentĆ³ AndrĆ©s.


   —Estoy seguro que Leo aprenderĆ” a respetarme —asegurĆ³ su tio—. AndrĆ©s, ¿por quĆ© no buscas el cuchillo de la cocina y le cortas un huevo a este sobrino mio, lo quiero de comer.


   —¡No, no! —negĆ³ asustado Leo.


   AndrĆ©s y Otto rieron a carcajadas, Leo continuaba adolorido en el piso, cuando lograra recuperarse huirĆ­a de la casa de su tĆ­o sin decir nada.

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