-SEXO HOMOSEXUAL
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
I
Ivàn llegó aquella noche abatido a su departamento, penetró a la sala vestido con una chaqueta que lo protegió de la lluvia fría mientras recorría las calles y un ceñido jeans que no hacia más que resaltar el apetitoso bulto que se formaba en su bien dotada área genital. Su amigo Pedro permanecía oculto en su residencia déspues de haber sido convertido en incubo y donde se esforzaba en no convertirse en un demonio cruel y sanguinario, Pedro ocupaba un asiento en el mueble, tenía el torso desnudo y un short color naranja cubría la parte baja de su cuerpo, su masa corporal se había reducido considerablemente se notaba cansado a leguas y como si luchara por su vida, era obvio que le faltaba tener sexo para recuperar la fuerza vital que Iván le había prohibido.
—¿Sin noticias de tu hijo? —quiso saber Pedro haciendo un fuerte esfuerzo por hablar.
—No hay nada, me siento fustrado —respondió Iván ocupando un asiento, olía a sudor, pero no como fragancia de repulsión, sino de fuerza—, ¿cómo va a ser posible que yo siendo policía no sepa donde se esconda mi hijo? Que nadie del equipo lo encuentre... Me siento un inútil. Las cosas no están para que ande en la calle escondiéndose. Condenado muchacho me hace la vida imposible y su abuela ahora me reclama...
Pedro trago saliva sintiendo pena de la pésima relación padre e hijo.
—Gino fue captado por una cámara de vigilancia ayer en un banco. Estuvo sacando dinero, una fuerte cantidad... ¡La puta! —dio un fuerte puñetazo al mesón cargado de fustración—. No contesta el celular, sus amigos no saben de él, no está por ningún lado... no... no quiero... no quiero que esas cosas lo tomen y lo conviertan en......... —calló mirando a Pedro.
—Te entiendo, Iván —aseguro Pedro sin brillo en los ojos—, pero también necesito que tú me entiendas a mi. ¡Necesito alimentarme, necesito energías! Voy a morir.
—Te dije que si lo hacías tenías que irte de mi casa. No permitiré que ataques o conviertas a nadie.
—No convertiré a nadie, le haré sexo oral.
—¡Cállate! —ordenó Iván, en la ocasión anterior Pedro le hizo sexo oral a una vecina dejándola postrada en una cama durante casi un día sin fuerza vital—. Me estoy arriesgando el cuello y mi trabajo por tenerte aquí, hoy Víctor Farfán comentó en la oficina que le olía a incubo, no lo suficiente para estar uno entre ellos.
—Víctor Farfán es un idiota, siempre se creyó lo mejor.
—No me seguiré arriesgando por ti. En la cocina hay mucha comida, ya tengo muchos problemas encima.
—El problema no es la comida, Iván... ya te lo expliqué...
—Mientras estés aquí, no atacaras a nadie.
Iván abandonó la sala con mal semblante, era una orden su palabra, Pedro de veras se veía mal pero no permitiría que dañase a ninguna persona. Inspeccionó cada pared del departamento y todo estaba resguardado con agua bendita. El oficial entró a su habitación donde se encerró bajo llave y dejó un vaso con agua sagrada para su protección.
Su mente se centró ahora en Pedro, mientras estuvo en vida nunca fueron los mejores amigos, Pedro estaba siempre de mala cara y enfocado en las labores, ahora medio muerto sabía que lo respetaba y acataba todas sus normas, pero no podía arriesgarse a que saliera de su departamento y lo vieran cruzar una pared, o alguien lo reconociera y lo inculparan. ¿Qué pasaría si de su trabajo descubrían que escondía a un incubo?
"Puede morir..." pensó Iván recordando la deteriorara salud del ex policía.
Se quitó la ropa y se metió en la cama, en la ventana sólo se escuchaba el golpear de la lluvia, pensó de nuevo en Gino, ¿dónde podía estar? Sólo deseaba que estuviera a sano y salvo. A su mente recurrió la deplorable imagen de Pedro, sino recuperaba energía vital... moriría. Victor cerró los ojos y apretó los labios.
Un pensamiento se metió en su cabeza y en cuestión de breves segundos su polla se puso tan tiesa como una barra de acero. Se acomodó en la cama sacando su hermoso, largo y grueso pene de la ropa interior, mostrando un hermoso y majestuoso glande de color rosa, Iván lo empezó a frotar de manera tradicional.
Abrió la boca al sentir una rica sensación que provenía de su pene
Sus piernas se estiraron y contrajeron a tiempo que daba un leve gemido. Su mirada se volvía blanca mientras abría la boca de manera sublime.
Y su pene empezó a ser manipulado moviéndolo de arriba a abajo entre su mano cerrada, sólo él sabía la fantasía que estaba jugando en sus pensamientos.
Su pene se colocaba más grande e hinchado a medida que se autoestimulaba.
En ocasiones Iván abría la palma de la mano y la frotaba contra el ya casi rojo glande y soltaba riquísimos gemidos. Su respiración se volvía cada vez más profunda y entrecortada.
El sudor empezó a acumularse a medida que el éxtasis en su cuerpo se incrementaba.
Cuando estaba en la parte final de su clímax se masturbó con desenfado, gimiendo ya sin importarle que afuera estuviera Pedro y pudiera oírlo. Ya al punto de eyacular, agarró un vaso sobre la mesa de noche y allí depositó su pene quien empezó a vomitar grandes borbotones de semen, cremoso, blanco, caliente... y mucho, mucho semen espeso lleno de vida y nutrientes. Su cara se relajó a medida que eyaculaba.
El pecho de Iván se agitaba mientras intentaba regularizar su respiración, caminó al guardaropa donde extrajo papel higiénico para limpiar el resto de su fluido que le había quedado. Tomó la ropa interior y se la colocó mirando el vaso con suficiente material víscozo... su leche...
Agarró el vaso y salió de su habitación, caminó a la sala de estar encontrando a Pedro sentado en el mueble dormitando.
—Pedro, hey, Pedro, despierta... Pedro.
El muchacho lentamente abrió los ojos, parecía que hasta levantar los párpados le pesaba.
—¿Qu... qué? —quiso saber.
—Bebe esto... bebe, te veo muy mal...
—¿Es... es...?
Pedro procedió a llevar el vaso a sus labios, Iván tragó saliba, no se había percatado que salió de su habitación en ropa interior. Pedro cerró los ojos cuando el pegajoso liquido resbaló por el vaso y déspues entró a su boca. La sintió entre su lengua, parecía tener un sabor dulzón, Iván se tapó la entrepierna discretamente al saberse semidesnudo.
Pedro se tragó por completo el néctar de Iván y hasta las mejillas se le tornaron rojas, era como si tragara una bebida refrescante luego de transitar arduas horas en el sol.
—Estaré en mi habitación —indicó Iván—. Espero que estés bien —dio mediavuelta y se encerró bajo llave y protegido con agua bendita.
Pedro tuvo que limpiar el vaso con su dedo a tiempo que comenzaba a sentirse con más vida.
II
El oficial Bruno había experimentado aquella horrible tortura de ser un esclavo de vida, pues el poderoso incubo Leviathan lo había hecho hacer un pacto donde él con su semen le proporcionaba vida a cambio de fuerza y poder, muy al fondo Bruno odiaba a Leviathan y deseaba de todas maneras acabar con aquel dañino pacto. Leviathan cada ciertas noches se aparecía en su casa y le hacía sexo oral, al principio Bruno sentía un infinito placer pero despues sentía una gran taquicardia y cansancio, pensaba que iba a fallecer y con pocas energías, esas eran las consecuencias de que un incubo le robara las energías y hasta el momento él no se había beneficiado.
Por el contrario su vida desmejoró más allá de estar agotado. Prefirió alejarse de su casa, ahora ya tenía cuatro dias durmiendo en la estación policial, encerrado en una oficina dormía encorvado en un sofá.
Estaba leyendo un informe de una investigación en curso acerca de una fiesta nocturna que se estaba promocionando en la región, parecía que quienes estaban tras la organización eran aquellos demonios. Alguien tocó la puerta.
—Adelante —pidió Bruno cerrando la carpeta.
Allí entró un hombre joven, de piel blanca, cabellos castaños, estatura alta y porte militar. Era el inspector Eric Smitch.
—Oficial Bruno, ¿cómo se siente?
—Bien, muy bien —indicó Bruno con pocos ánimos—, ¿por qué la pregunta?
—Por esas ojeras que adornan tu cara —respondió Eric ocupando un asiento—, el General desea hablar contigo.
—¿Qué, qué dices? —se sobresaltó Bruno, al saber que el jefe de esa estación lo solicitaba—. ¿Lo dices en serio?
—Sí. Hay un circulo aquí preocupado por tu salud. Se te ve mal, ¿estás bien? Ya sabe que te estás quedando a dormir aquí.
—¿Y cómo saben?
—Bruno, esto es un espacio pequeño.
—¿Fuiste tú?
Eric cruzó los fuertes brazos y bajo la cabeza.
—El Coronel Zuloaga te espera en su oficina.
—Fuiste tú.
—Necesitamos hombres descansados aquí.
Bruno le dirigió una mala mirada cuando pasaba por su lado para abrir la puerta Eric lo detuvo.:
—¿Te ha atacado alguno de esos demonios?
—No hablo con soplones —se negó Bruno batiendo el brazo. Salió por la puerta sin mirar atrás.
Y efectivamente cuando se reunió con el Coronel en su oficina recibió una larga conversación donde le interrogaron acerca del por qué se estaba quedando a dormir allí, no lo pudo negar y mintió explicando que lo hacía porque tenía a su cargo una importante investigación y tuvo como respuesta una regañiza que lo obligaron a tener que retirarse de la estación policial por dos días a partir de ese momento.
Bruno se vio obligado a ir a su casillero para retirar sus pertenencias por aquella noche, estaba de malhumor y con temor de ir a su residencia y encontrarse con Leviathan sin duda alguna acabaría con él, tenía que acabar con aquello... o acabarían con él.
Cogió un taxi y así se fue a su solitaria casa, al abrir la puerta tenía el equipo de protección puesto y el arma alzada en caso de ataque, pero todo estaba en perfecto orden allí, incluso el agua bendita bloqueaba las paredes. ¡No había más nadie ahí! Pero caminó alerta por toda su casa.
Revisó hasta el rincón más mínimo y se cercioró de que todas las paredes tuvieran su recipiente sagrado. Se instaló en un asiento sin escuchar ningún otro ruido más que el silencio y el golpe de la lluvia. Tras un rato de descanso, se quito la ropa de policía, sin dejar de lado su armamento. Caminó descalzo y con el torso desnudo hasta su habitación, tenía puesto el jeans. Cogió ropa limpia y una toalla. Tomaría una ducha y se iría de allí. Prefería pasar la noche en una plaza en vigilia bajo la lluvia que ahí solo. Se encerró el baño y el agua fría lavó su cuerpo, su mirada siempre apuntaba al revolver con sólo estirar el brazo tenía el momento para defenderse.
Al terminar la ducha se secó amarrando la toalla a la cintura y salió con restos de agua en su musculoso pecho y abdomen. Entró a su habitación y se colocó un calzón, guardó los robustos muslos, fuertes de años en paseo por bicicleta en un ceñido jeans. Una franela verde ocultó su gruesa espalda, buscó el par de calcetines y se amarró los zapatos, dormiría en la calle, era definitivo, cuando iba a cojer el revolver de la mesa de noche este ya no estaba. Se llenó de terror sabía que estaba ahí, un fuerte golpe en la nuca hizo que cayera inconsciente en su cama, y dejando de usar su poder de invisibilidad apareció Leviathan.
III
Gino consideraba esos dias de clandestinidad como unas vacaciones, al ser hijo de un policía había aprendido los trucos para falsificar una identificación de identidad y tuvo que valerse de una para alojarse en un hotel y no dieran con el autentico Gino Expósito. La verdad había tenido una fuerte discusión con su abuela respecto a la falsificación de unas firmas que le había hecho con unos cheques para una fiesta y despues de un tiempo la relación con su padre estaba casi muerta y menos viviría con un incubo, le aterraba la idea.
Ahora Gino tenía la mirada fija en el techo, escuchaba el golpear del agua de lluvia contra la ventana. Llovía a cantaros. El aire acondicionado golpeaba de lleno contra su cuerpo, el vello de sus axilas se movían bajo la fuerza del aire. No iba a poder seguir costeando el hotel o yendo siempre de hotel a hotel. Debía regresar a casa pero primero debía disfrutar. Cogió el telefono de la habitacion.
—¿Jorge?... ¿Que fue, men? Sí, soy yo Gino...... ¿Que mi papá estuvo por tu casa?......... ¿muy preocupado?... ah, que se joda jajaja... no, ahora no es importante que sepas donde estoy lo que quiero saber es: ¿dónde tú estás o si tienes planes para el fin de semana?......
Gino sería invitado a traves de esa llamada a una fiesta que se estaba organizando para dentro de dos dias, se animaría a ir, lo que no sabía era que se trataba de una orgía planificada por demonios del sexo.
IV
Bruno se despertó de un sobresalto, se encontraba atado a una silla, sus piernas estaban separadas amarradas a las patas del asiento, todavía conservaba su ropa puesta y Leviathan lo miraba con un destello de malicia en sus ojos, jugueteaba con una barra de acero entre sus manos.
—Y creíste que te ibas a escapar de mi —comentó—. Te vi llegar desde aquel rincón de la pared.
—¿Cómo entrastes?
—Tengo mis mañas... Eres un mal esclavo de vida, ¿creiste que no me proporcionarías la vida? Jajaja. Tuve que valerme de algunos enclenques en la calle. Ninguno me da energía como tú, pero no importa, pagarás caro el quererte esconder de mi, eso júralo.
Leviathan levantó la barra y apuntó el filo contra las bolas carnosas de Bruno. El policía gimió sintiendo uno de sus cojones siendo punzado y aplastado por la barra. Leviathan se burló y procedió a inclinarse hacia adelante, poniendo su peso sobre los huevos de Bruno.
El torturado hombre se retorcía adelante y atrás en la silla, no pudo soportar tanto dolor y escapó un grito que heló la sangre en la habitación.
—¿Te duele, eh? ¡Escalvo, perro! Imagina como me sentía yo sin energías y tú oculto. Desobedeciendome.
Bruno respiraba agitado, sintiendose mareado y adolorido.
Con la mandíbula apretada de ira Leviathan hundió violentamente la barra en las bolas del policía. Bruno gruñó de manera gutural.
Leviathan aplastó una y otra vez, dejando las bolas de Bruno sin forma entre la barra y la silla, arrancando alaridos y lágrimas en su esclavo de vida.
Bruno parecía que se iba a desmayar, sus abdominales ondulados y dotados de musculos se mojaban en sudor mientras se retorcía casi delirante en la silla con la barra de acero cercenando su entrepierna.
Leviathan seguía afincando el objeto en los testículos de aquel hombre pisando lo más fuerte que podía.
Bruno sentía que le iban a fracturar los huevos.
Y el palo seguía aplastandolos.
Bruno se mantenía gruñendo del dolor, sonidos guturales escapaban de su boca.
Finalmente Leviathan quitó el tubo de las gónadas de Bruno y lo arrojó con impaciencia al suelo causando un fuerte ruido, seguido sacó del cinto del pantalón el revolver propiedad de Bruno.
—Esta bala acabará con tu vida... pero antes necesito de tu energía vital... es lo que debe pagar un esclavo de vida por faltar a su amo... ¿Donde quieres la bala? —apuntó a la frente del hombre—, ¿Aquí? Que desfigure tu hermoso rostro... o... ¿mejor acá? —bajo el arma a la abultada entrepierna del policia, quien tragaba saliva con mala cara—. Lo admito, necesito tu leche y te dejaré vacío antes de matarte.
Leviathan se lamió los labios, se arrodilló y depositó el armamento en el piso, procedió con sutileza a agarrar el bulto en la entrepierna de Bruno mientras bajo la cremallera, sacando de allí una pornografica erección. El incubo abrió la boca y de manera golosa se tragó aquella monumetal pieza de carne lamiendo con desespero.
Bruno cerró los ojos y echó la cabeza atrás sintiendo un placentero cosquilleo en el pene, no había más que sentir aquella admirable lamida mientras sentía que la vida se le escapaba.
Leviathan chupaba aquel largo y grueso pedazo de verga, comía hambriento, Bruno era el único hombre que había probado en su trayectoria de vida cuyo semen le proporcionaba energías suficientes y gran poder, ningún otro lo podía igualar...
Su cabeza subía y bajaba deseando que se derramara sobre su lengua aquellos grandes tragos de leche... su alimento.
Bruno gimió con dolor, su cabeza estaba echada atrás, su corazón latía a prisa y su cadera hacia movimientos involuntarios como si de una penetración sexual se tratase.
—¡Ahhhhh, ahhh, ahhhh! —gemía Bruno con sudor concentrada en la frente.
Y de su pene empezó a salir borbotones de semen, uno tras otro de manera pegajosa y caliente, el policía gimió y gimió en pleno orgasmo, parecía en su corazón iba a estallar por la violencia con la que latía.
Leviathan se tragó todo ese semen de sabor ácido de Bruno hasta dejarlo seco. El pobre hombre se quedó encorvado en la silla temblando con taquicardía sintiendose fatigado y a punto de morir. Leviathan se enderezó repotenciado, halandolo de los cabellos le levantó la cabeza haciendo que lo mirara. Cogió el arma.
—Esta será la última oportunidad que te doy —le perdonó, tan buena era su producción de esperma que siempre lo quería para él. Lo apuntó con el arma—. Si para la próxima vez intentas ocultarte, juro que te mato.
Lo soltó dejandolo acongojado en la silla, el incubo se acercó a un cajón de donde extrajo una cuchilla, así procedió a desatar a Bruno que cayó al suelo sin fuerzas. Leviatha usó el filo del cuchillo y se rompió la mano.
—Si yo me beneficio de ti —dijo acercando la palma a la boca de Bruno—. Tú te beneficiaras de mi —un hilo de sangre mojó los labios del policía.
Bruno sintió que con aquella amarga sangre su corazón restablecía el control y pronto recuperaba las fuerzas, se recostó boca arriba en el piso. Leviathan lo miraba de arriba a abajo, sintiendose embelesado con el cuerpo del hombre.
—Nos volveremos a ver —aseguró Leviathan. Clavó la planta del pie en los testículos de Bruno haciendo que crujieran como castañas.
Bruno gruñó alzando el pecho hacia adelante, cuando el demonio quitó la pierna de él se colocó en posición fetal llorando del dolor. Leviathan se hizo invisible y abandonó la casa por aquella noche lluviosa.
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