Desafio de reyes (2/10): El primer desafio - Las Bolas de Pablo

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17 jul 2016

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Desafio de reyes (2/10): El primer desafio





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CONTIENE:
-BALLUSTING HOMBRE/HOMBRE
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
-SEXO HETEROSEXUAL


1
I

   El rey Diamante, amo y seƱor de la protección caminaba por el jardĆ­n del palacio en dirección al gimnasio, los rayos del sol todavĆ­a no iluminaba los senderos, usaba ropa interior mientras se conducĆ­a al lugar, su piel estaba dotada de mĆŗsculos y bronceada.


   Era el gran dĆ­a del primer desafĆ­o de reyes donde alguno serĆ­a eliminado y sólo uno sobrevivirĆ­a para casarse con la reina del amor RubĆ­. Ɖl por ser el gran aliado de todos los reyes de aquel mundo conocĆ­a sus puntos fuertes y dĆ©biles al momento de las guerras, por ello Diamante se sentĆ­a seguro al momento de los enfrentamientos. Saludó a los guardias que custodiaban la puerta al gimnasio y penetró en Ć©l sin que la puerta hiciera algĆŗn ruido.



   Sus cejas pobladas se alzaron al encontrar allĆ­ a otro rey entrenando para la competencia.



   El rey en cuestión era Salazar, seƱor de la oscuridad, quĆ© segĆŗn juicio de Diamante, era un hombre silencioso y misterioso, no huraƱo pero sĆ­ muy justo. Le gustaba usar criaturas horrendas al momento de las guerras o para atormentar a los pecadores aunque eran pocas las guerras que lideraba desde el inframundo donde moraban los muertos.



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   Salazar estaba de espaldas al rey Diamante, efectuando un ejercicio de piernas en calentamiento a la posible prueba de resistencia que harĆ­an. Diamante lo miro de pies a cabezas, Salazar era un hombre atractivo y robusto, de cabellos y poblada barba negra, a medida que prensaba la pierna los muslos se mostraban tonificados, eran ultra poderosos y muy grandes, como troncos de Ć”rboles, Diamante hubiera deseado nunca recibir patada alguna de Ć©l. Hizo ruido al acercarse al rey de la oscuridad, que lo vio venir de reojo.



   ā€”ĀæEntrenando? —fue el saludo de Diamante. Salazar se limitó a afirmar con la cabeza sin mover los labios—. TĆŗ eres un hombre respetable, hĆ”bil en el manejo de las almas y los tormentos, dueƱo de las criaturas y de las sombras... la noche existe en tu honor... ĀæY tu perro de tres cabezas estarĆ” realizando su trabajo?



   ā€”SĆ­ —respondió Salazar teniendo un buen recuerdo de Onig, su gigantesco perro que custodiaba las puertas de su reino.



   ā€”Son pocas las guerras que has liberado —reconoció Diamante—, pero nadie se atreve a molestarte, y huyen de tus territorios.



   ā€”Al final, todos terminan morando ahĆ­ —detalló Salazar acostĆ”ndose en el suelo para hacer un ejercicio de abdominales.



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   ā€”Deseo a RubĆ­ desde que tengo conocimientos —afirmó Diamante—, sĆ© que le gustan muchos los tipos de hombres que estamos aquĆ­: fuertes, con decisión, con temple... aunque ella busca mĆ”s cuerpo que cerebro, y yo puedo llenar sus deseos, mente para su padre y cuerpo para ella, mira esto: —dobló el brazo mostrando una gran bola de mĆŗsculos en su bĆ­ceps, Salazar lo miro con notable fastidio—. ĀæY cómo son tus compaƱeros de habitación? Tienes a un temperamental, un chismoso y un mĆŗsico.



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   ā€”Hay un trato cordial —respondió Salazar poniĆ©ndose de pie, se paso la mano por el pecho para restar el pegajoso sudor, Diamante lo miraba de perfil y al estar en esa pose solo acrecentaba el gran tamaƱo de sus glĆŗteos y un fuerte paquete—. El otro dĆ­a, Mark, el rey de la guerra discutió con Sixto, al parecer tiene la sospecha de que lo atacó aquĆ­ en el gimnasio.



   ā€”Algo de eso escuche —afirmó Diamante—. Lo suspendió en el aire, es algo que sólo Ć©l puede hacer... y de atacarlo en el gimnasio, aquĆ­... ĀæNo sientes miedo de estar solo aquĆ­? Por un ataque inesperado.



   ā€”ĀæYo? —arrugó el ceƱo Salazar—. Lo dudo... recuerda que yo soy un rey sin miedo —dio un par de palmadas y el aire en el ambiente se volvió pesado y espectral.



   Diamante sintió un escalofrĆ­o que recorrió su espalda, no supo quĆ© hacer. Observó como Salazar tenĆ­a una sonrisa triunfal y con una reverencia se despedĆ­a, antes de salir del lugar dio una risa maquiavĆ©lica y aplaudió otra vez haciendo que el ambiente se restableciera a su normalidad.



II


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   El rey SamĆ”n abandonaba el cuarto de baƱo, se veĆ­a mĆ”s alto que de costumbre y arrogante, caminaba con el torso desnudo al aire y un apretado bóxer color negro, su polla parecĆ­a apuntar a la derecha, larga y medio erecta y sus bolas grandes se dibujaban entre sus piernas donde uno de sus cojones reposaba sobre el otro.



   ā€”Buen dĆ­a —saludó a su compaƱero de habitación, el rey James—. ĀæPreparado para la misteriosa prueba?



  El rey de la fertilidad se estiró arqueando la espalda acentuando los mĆŗltiples mĆŗsculos de su cuerpo, una toalla estaba sujeta a su cintura y en el acto cayó al suelo, aunque no estaba desnudo un calzón negro tapó a los ojos de SamĆ”n los fĆ©rtiles genitales de James.

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   ā€”Estoy mĆ”s que preparado para esa prueba —declaró el rey de la fertilidad y la vida—. Aunque no sepa de quĆ© se trata y haya un misterio con eso. Hermes nos ha convocado a una reunión previa... Āæpara quĆ© serĆ”?



   ā€”Oye —dijo SamĆ”n colocĆ”ndose una franela negra—, aprovechando que estamos tĆŗ y yo, quien crees que es el mĆ”s dĆ©bil entre Terra y Diamante?



   James sonrió.



   ā€”Diamante es un fuerte estratega, conoce las virtudes y defectos de todos nosotros, tiene imaginación para las armas... es letal, asĆ­ que creo que Terra es el mĆ”s dĆ©bil.



   ā€”Y el mĆ”s insignificante, con esa forma de ser deberĆ­a conquistar a la reina del proletariado, no a la hermosa RubĆ­.



   ā€”Detente que aquĆ­ el ganador soy yo —aseguró James flexionando el brazo resaltando el robusto bĆ­ceps.



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   ā€”jajaja —rompió a reĆ­r SamĆ”n. Acto seguido levantó la franela rebelando su hermoso abdomen lleno de mĆŗsculos, los cuales acarició con su mano—, califico con todas las herramientas para ser el ganador de este torneo, poder, fuerza, conocimientos, seguidores, dinero... Ā”huevos!



   ā€”IrĆ© a ducharme —concluyó James en tono de fastidio.



   SamĆ”n afirmó, pese a todo dentro de esa habitación habĆ­a una alianza entre tres reyes para eliminar a los demas concursantes.



III



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   El rey Ɓrtico, seƱor del frĆ­o habĆ­a culminado de tomar una ducha de agua tibia, era como descubrir el paraĆ­so, ya que aquella temperatura del lĆ­quido jamĆ”s existirĆ­a en su región. Concluido el baƱo y luego de secarse el cuerpo tomó un bóxer color negro y lo pasó por sus piernas, hasta el momento desconocĆ­a que estaba siendo observado por uno de sus compaƱeros de habitación que en silencio admiraba el tamaƱo de su espalda y lo carnosas y redondas que lucĆ­an sus nalgas dentro de la apretada ropa interior. Ese rey que oculto lo miraba tenĆ­a una erección al admirarlo en asi, y es que en aquel mundo era tan normal las relaciones sexuales homo o hetero que sólo cumplĆ­an con calmar los deseos del cuerpo.



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   El rey del hielo cogió un suĆ©ter negro y se vistió tapando su sensual y marcado pecho donde tantas cabeza habĆ­an dormitando tras horas de sexo.



   Ćrtico habĆ­a desarrollado buena relación de amistad con sus compaƱeros de habitación, el rey del agua, del trueno e incluso el del fuego que habĆ­a aminorado su mal talante tras una golpiza que habĆ­a recibido de su parte, desde entonces se habĆ­an ignorado por algunos dias hasta que fue Piro quien se disculpó con Ć©l, Āædiplomacia o futura traición? Era mejor tratar por las buenas a Piro que tenerlo de enemigo pese a su carĆ”cter agrio.



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   De improviso, escuchó un ruido en la puerta seguido de una serie de pasos que huĆ­an por el pasillo, Ɓrtico dobló las cejas, se asomó a la puerta y ya no habĆ­a nadie por el oscuro pasillo. Ɓrtico entró de nuevo al baƱo sonriendo al saber que alguno de sus compaƱeros de cuarto lo espiaba.



IV



   En el balcón del inmenso palacio de Olimpo, el rey de reyes, dos hermanos conversaban, en un principio Einstein, emperador de la inteligencia contemplaba como el sol era encampotado por aquella lĆŗgubres nubes. Escuchó que alguien estaba tras Ć©l, era ParĆ­s, el rey de la suerte que aquella maƱana vestĆ­a de camisa a rayas y un jeans que se apretaba a sus piernas y a los genitales.
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   ā€”ĀæVestido tan elegante? —saludó el seƱor de la suerte a su hermano que aquella maƱana vestĆ­a pulcramente de etiqueta.

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   ā€”Siempre acostumbro a vestir asĆ­ —aseguró Einstein con educación en la voz—, y mĆ”s, tratĆ”ndose de una ocasión como esta.



   ā€”ĀæPara quĆ© nos querrĆ­a citar, Hermes?



   ā€”Lo mĆ”s seguro para una cita privada con RubĆ­ —aseguró Einstein mirĆ”ndole a la cara—. Y la aprovecharĆ© al mĆ”ximo.

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   ā€”ĀæY de quĆ© pudieran hablar ustedes? De los universos mĆ”s allĆ” de nuestro planeta? Ā”jajaja! Hermano, por favor, la aburrirĆ­as, RubĆ­ no es para eso.



   ā€”Tengo todos los elementos para ganar este concurso.



   ā€”ĀæSĆ­? —preguntó ParĆ­s con un dejo de burla—. No olvides que yo soy quien decido la suerte de todos... pudiera hacer que tengas la mala suerte encima.



   ā€”No creo en eso —negó Einstein cruzĆ”ndose de brazos—, tĆŗ pareces bufón en vez de rey... eres una persona que sólo divaga, que no crea conexión con sus seguidores.



   ā€”No seas malagradecido.



   ā€”Pero eso es lo que eres. Un indeciso, una persona que no sabe lo que hace, que no  crea confianza.



   ā€”Te he dotado de suerte.



   ā€”ĀæSuerte? Todo lo he logrado gracias a mis conocimientos.



   ParĆ­s apretó el puƱo y estando frente a su Einstein procedió a estampar en el medio de sus piernas abiertas una dura patada contra las bolas de su inteligente hermano.



   Einstein dejó escapar un grito audible.



   ParĆ­s se rió.



   Einstein no supo quĆ© hacer, quedó inmóvil aunque luego se dobló llevĆ”ndose las manos a los testĆ­culos mientras abrĆ­a la boca y cruzaba los ojos.



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   Einstein estaba haciendo muecas de dolor ahora con los ojos muy cerrados, no pudo resistir mĆ”s y cayó arrodillado al piso temblando y sosteniendo sus pelotas.



   ā€”Oh —se burlaba ParĆ­s de la intensa cara de dolor de su hermano—, Āæte duele? ĀæPor quĆ© no te curas con tu soberbia inteligencia?

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   Einstein se colocó de costado en el suelo sin dejar de agarrar sus palpitantes testĆ­culos.



   El pene de ParĆ­s se hizo grande dentro de su apretado pantalón y empezó a retorcerse violentamente.



   Los ojos de Einstein se cerraron sin poder soportar el dolor que explotaba en su ingle y subĆ­a a su cadera revolvĆ­endo al estómago.



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   TodavĆ­a tenĆ­a las piernas separadas al estar en el suelo, por lo que Paris con impulso lo volvió a patear en las pelotas. Un grito gutural invadió aquella ala del castillo.



 V



   Elton era el rey de la mĆŗsica, su gobierno se caracterizaba por ser divertido y armónicamente lleno de artes y filósofos, aunque en aquel momento estaba mirandose en el espejo del baƱo. TodavĆ­a estaba sudando tras recorrer los inmensos campos que rodeaban el castillo, pues eso era para el hacer ejercicio.
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   Elton compartĆ­a su imagen frente al espejo tenĆ­a miedo de la prueba que debĆ­a superar en cuestión de minutos, no deseaba ser eliminado. AdemĆ”s compartĆ­a habitación con grandes reyes y guerreros.



   ā€”Algo tengo que hacer para resaltar mĆ”s que ellos —se decĆ­a Elton.



   SerĆ­a una humillación ser el primer eliminado de aquella competicion.



   Tragó saliva y sonrió cuando una sencilla idea cruzó su mente.



   ā€”Ā”Por supuesto que sĆ­! —se dijo peinĆ”ndose el cabello—. Es lo mĆ”s seguro y factible que puedo hacer, con eso podrĆ© detener a Salazar, Sixto, rey del aire y a Xiam... Pero... quedarĆ­an los otros... bueno puedo probar como me va con estos tres primeros.



   Elton abandonó el cuarto de baƱo, en la habitación estaban sus tres compaƱeros preparĆ”ndose para la reunión previa al desafĆ­o. Elton saludó a todos y empezó a vestirse, se colocó los calcetines, pantalón y los zapatos.



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   ā€”ĀæEstĆ”n nerviosos para la prueba? —preguntó colocĆ”ndose una franela negra, hubo varias respuestas que al final argumentaban lo indecisos que estaban—. SĆ­, yo tambien... escuchen —tomó una guitarra que reposaba sobre su mesa—, tocarĆ© una mĆŗsica que nos relajarĆ”.



   Los tres reyes que se preparaban para el desafĆ­o escucharon los suaves acordes de Elton sin sospechar que se trataba de un hechizo para adormecer sus fuerzas y destrezas.

2
I



   Los concursantes al amor de RubĆ­ estaban apostados en un salón del castillo de Olimpo los 16 ocupaban asientos vestidos de manera formal e informal, adornos de oro demostraban la opulencia de Olimpo. Al fondo estaba un ascensor que conducĆ­a directamente a una sala de RubĆ­.


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   HĆ©rmes el rey de los mensajes hizo su aparición en el escenario vestĆ­a un pantalón ajustado de lino blanco que demostraba un inmenso bulto en el Ć”rea genital digno de todo rey, una camisa azul que tapaba la fuerza de su torso y una corbata de piel de tigre. Saludó a cada uno de los participantes y ocupó el podio para entregar una noticia.



   ā€”Hoy nos encontramos aquĆ­ previa la primera prueba —decĆ­a sosteniendo un hoja entre sus dedos—, pero antes presentaremos un importante resultado. En nuestra pagina web fue publicada una encuesta, la cual cada uno de sus seguidores, pueblo, aficionados depositaron sus votos dando una  respuesta. El ganador de esta encuesta resultara como salvado, y en esta primera prueba no participarĆ” —hubo mezclas de comentarios a favor y en contra en el salón. Hermes movió las manos para que se calmaran—. AsĆ­ son las leyes descritas aquĆ­, como les explicaba, el ganador de la encuesta tendrĆ” una cita privada con RubĆ­ y el resto estarĆ” en el desafĆ­o —hubo nuevamente ruido de palabras que inmediatamente fue silenciadas cuando Hermes extrajo la hoja del sobre—. El primer ganador de esta encuesta y salvado por el pĆŗblico es......... —absolutamente todos estaban expectantes—... el rey de la vida y la fertilidad James.



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   El aludido abandonó su silla con aire triunfal con una sonrisa de oreja a oreja, usaba una ajustada franela negra que resaltaba sus mĆŗsculosos brazos y un jeans donde predominaba el relieve de su bulto en el Ć”rea genital, quizas tenĆ­a una erección al saber su suerte.



   ā€”Que tengan mucho exito en la prueba —deseó James con una sonrisa ya socarrona—, oren a Paris por mi y su suerte —dirigió su cuerpo al ascensor.



   ā€”Calmense, seƱores —pidió HĆ©rmes—. Ahora vamos a otra ala del palacio donde se efectuarĆ” la prueba.



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   Los quince hombres siguieron a Hermes escuchando desde el jardĆ­n el ruido de un avión, se trataba de Olimpo que estaba llegando de un viaje y se preparaba para precenciar el sexy desafĆ­o.



II



   El rey de la vida y fertilidad fue conducido en el ascensor hasta un salon donde se decoraban unos sillones, una chimenea al rincón, varias rosas y un incienso impregnaba al ambiente con adorable olor. Sus ojos se encontraron con la reina RubĆ­ que tenĆ­a el rubio cabello suelto, un top blanco que guardaban sus senos turgentes y un short corto y apretado.

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   ā€”Llegaste, que bien. Quitate la ropa.



   ā€”ĀæToda la ropa, mi reina?



   RubĆ­ vaciló y dijo:



    —No, mejor quiero ser yo la afortunada en desnudarte.



   La mujer abandonó su posición en la ventana y se dirigió a Ć©l con un caminar tan sexy que hizo que su pene se hinchara mĆ”s de la cuenta. Al llegar a James se dirigió a su cara y le estampó un beso en la boca. James cerró los ojos y su lengua hizo contacto con la de RubĆ­, la apretó contra su pecho rodeandola con sus fuertes brazos, podĆ­a sentir los senos de la reina del amor y la pasión.



   Ella lo agarró de  los glĆŗteos y los apretó, gimió sin dejar de soltarla palpando su espalda y nuca. RubĆ­ acarició la gruesa espalda de James, luego con atención le quito la franela al rey.



 
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 ā€”Ā”Wow! —exclamó ella separandose de Ć©l—. Ā”Que bello cuerpo tienes! Wow, no puedo creerlo. El otro dĆ­a que te vi, estabas todo tapado con ese traje, nunca imagines que estuvieras asĆ­ de bueno.



  —Y no has visto lo mejor de mi.



   ā€”Muero de ganas por conocerlo, saber por que eres el rey de la fertilidad.



   James reprimió una risa pĆ­cara observandola con brillo en los ojos, el rey de la fertilidad se quitó los zapatos y RubĆ­ le ayudó a abrir su cinturón. La mujer casi chilló de excitación al sentir el alto relieve en el Ć”rea genital de James cuando le bajaba el cierre del jeans.



   ā€”Ā”Que cuerpo tienes! —exclamó la reina del amor.



   ā€”Nena, no has visto lo mejor de mi.



   RubĆ­ finalmente le quito el pantalón mirando las firmes piernas de James, Ć©l tenĆ­a un boxers color azul que arremolinaba su paquete de buen tamaƱo y sus bolas contenidas repletas de leche monarquica.
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   ā€”Quiero conocer todo de ti —aseguró Rubí—. ĀæQuĆ© podrĆ­as facilitarme?



   ā€”Placer, amor, seguridad y bastas porciones de tierra, mi reina.



   ā€”Me gusta... —certificó ella recorriendo con su dedo el pecho duro de James y sus robustos brazos, Ć©l para excitarla mĆ”s dobló un brazo mostrando la pelota de mĆŗsculo en su formaba.



   RubĆ­ con una grata sonrisa bajo las manos a la parte elastica de su bóxers que apenas contenĆ­a su erección. La reina se arrodilló ante Ć©l y acaricio con su rostro la zona del pene lamiendo la tela dejĆ”ndola hĆŗmeda y brillante.

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   ā€”Ā”Oh, gran Olimpo! —susurró James cuando RubĆ­ le arrancó la prenda Ć­ntima sacando su pene grueso y lleno de venas.



   RubĆ­ abrió los labios y trago con lujuria aquel miembro, recorriĆ©ndolo incesantemente con su lengua hasta dejarlo brillante. MirĆ”ndolo fijamente mordisqueo el glande haciendo que se endureciera aun mas. Entonces, de un movimiento se tragó con sus labios rojos completamente el pene que se sentĆ­a palpitar en su ardiente garganta.
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   El ritmo de la reina aumento, James sentĆ­a como la lengua envolvĆ­a su pene como si lo masturbarse con la garganta llevandolo al  borde del orgasmo. La lengua de RubĆ­ lamĆ­a el glande explorando los pliegues del miembro.



   James suspiró mientras divinas sacudidas recorrĆ­an su cuerpo. Cuando eyaculo grandes porciones de lefa espesa la reina tragó avidamente el esperma a travĆ©s de sus labios rojos, dejando que algunas gotas resbalasen por sus mejillas.



   ā€”Tu leche sabe realmente deliciosa… —reconoció la mujer dando los Ćŗltimos lenguetazos al miembro.



   ā€”Es toda tuya, mi reina —declaró James tomando asiento para descansar.

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   ā€”IrĆ© al baƱo para acomordarme —mintió RubĆ­, en realidad lo dejarĆ­a allĆ­ solo—. Quiero que pasemos a otra fase sexual —estaba satisfecha con Ć©l, pero el coito no formaba parte aĆŗn de sus juego por mas que lo desease.



3
I



   Olimpo aguardaba el inicio del primer desafĆ­o de reyes, estaba sentado mirando a los quince reyes que con sus cuerpos semidesnudos se apostaban para demostrar su fuerza y resistencia.

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   ā€”Por favor, Einstein —pedĆ­a Hermes—, sacate la franela.



   ā€”ĀæPor quĆ©? —protestó el rey de la inteligencia, tenĆ­a puesta una franela negra y un calzoncillo rojo.

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   ā€”Debes estar igual al resto de compaƱeros, sin preferencia.



   Einstein miro al resto de hombres todos con el torso desnudo, lanzó un suspiro y se quito la franela, su pecho estaba robusto y con un poco de gordura.



   El objetivo del desafĆ­o consistĆ­a en colocarse soportar los golpes a los testĆ­culos que recibirĆ­an de parte de las ningas, un grupo de hermosas mujeres de un continente lejano que en ocasiones eran capturadas como esclavas. Para aquel dĆ­a estaban tan rabiosas que acabarian con lo que estuviera a su frente.


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   El eliminado de aquel desafĆ­o se situaba entre Salazar, Diamante y Einstein, por ello nos referiremos a ellos en esta parte de la historia.



   Un bella ninga de estatura mediana y cabellos castaƱos envolvió sus fuertes dedos alrededor de los testĆ­culos de Salazar y apretó con fuerza, torsiendolos con supremo odio.



   Salazar gritó con un sonido gutural.



 
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 La hermosa ninga apretó sus gordas pelotas repletas de semen y lo soltó, Salazar, el rey de la oscuridad cayó al piso agarrandose los testĆ­culos tenĆ­a una cara de dolor que rebelaba lo que sufrĆ­a su cuerpo. Sus ojos estaba cerrados y su boca abierta mientras sostenĆ­a sus  testĆ­culos.



   En el salón reinaban los gritos de 15 hombres siendo azotados de sus cojones.



   Olimpo soltó una carcajada de placer, con la mano acariciaba su abultado paquete.



   Una corpulenta ginfa de tez morena y cabellos cortos clavó los dedos en la suave carne de los testĆ­culos de Einstein.



   El rey de la Inteligencia gimió de dolor cerrando los ojos.




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 La mujer lo soltó de sus bolas y el se quedó de pie petrificado sosteniendo sus pelotas.



   Una ninga rubia sonreĆ­a a Diamante:



   ā€”Eres increĆ­ble —fue lo que le dijo antes de golpear con un puƱetazo las bolas del rey de la seguridad, Diamante gritó de dolor cayendo al piso con  los ojos cerrados mientras lĆ”grimas corrĆ­an por sus mejillas. En poco tiempo se revisó la entrepierna cerciorando con delicadeza que sus pelotas estuvieran en buen estado. 
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   El rey de la inteligencia, Einstein, estaba arrodillado en el piso, su fuerte ginfa se quedó mirandolo, y Ć©l como si fuera hechizado por ella se levantó en contra de su voluntad, tuvo que gemir ante su suerte. La criatura clavó sus garras en sus testĆ­culos.



   El rey de la inteligencia respondió con un gemido ahogado.



   Olimpo estaba deleitado con el sufrimiento de los 15 hombres y las 30 bolas.


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   Salazar estaba tumbado en el suelo apoyandose en una mano mientras que con la otra sobaba sus bolas. No miraba directamente a los ojos de las mujeres porque sabĆ­a sus poderes, por eso era que las dejaban tuertas antes de ser esclavas. Salazar empezó a caminar por el piso a gatas, mientra la ginfa preparaba el pie para una patada que lanzó con fuerza contra las huevas de Salazar, aplastando como panqueques.


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   El rey de la oscuridad escapó un chillido estridente desenfocando la mirada.



   Diamante estaba gritando de dolor mientras sus bolas estaban siendo estrujadas por la ginfa. El rey lloriqueaba y gemĆ­a.



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   Cuando fue soltado pudo sostenerse de pie amasando sus testĆ­culos con la mano. Poco a poco se apoyó en sus rodillas sin ver venir lo que sufrirĆ­a... una rotunda patada en las bolas desde atras.



CRAAAAAAACKKK...


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   Einstein cayó al piso revolcandose como lombriz sufriendo con la ruptura de sus testĆ­culos.



   Olimpo arqueó las cejas, pero al otro lado de la sala tambien hubo otro crujido de bolas anunciando otro par de testĆ­culos fracturados.



   Salazar cayó al piso chillando estaba de costado sosteniendo sus cojones.



   
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Diamante caminó seis pasos agarrando sus testículos antes de caer desmayado al piso.



   ā€”El juego ha terminado —decretó HĆ©rmes—, Einstein y Diamante son los eliminados.



   La mayorĆ®a de los reyes ahĆ­ presente celebraron la victoria obtenida, el juego habĆ­a acabado y eran triunfadores. Unos cayeron al piso acunando sus huevos, otros estaban de cuclillas. Olimpo abandonó su asiento tenĆ­a una notable erección en su pantalón haciendo parecer a una carpa de circo, irĆ­a a sus aposentos para masturbarse.



   Poco a poco los reyes se fueron recuperando a excepción de Einstein y Diamante que fueron trasladados con un mĆ©dico para su revisión dĆ©spues deberĆ­an abandonar el palacio.



   El rey Cian de la luz se acercó hasta su compaƱero de habitación Salazar, no eran grandes amigos pero se toleraban tras aƱos de guerras. El rey de la oscuridad continuaba en el piso derrotado acariciando sus testĆ­culos.



   ā€”Salazar, ya esto ha terminado —le dijo—. Hemos pasado la prueba.



   ā€”No puedo... —negaba Salazar aun en el piso—. Me duele...



   ā€”Alguien que lo atienda. Se ve mal.



   Hermes se cruzó de brazos y alegó:



   ā€”Si no hubo fractura y no estĆ” eliminado no se le puede atender. Debe ser fuerte y recuperarse solo.



   Cian lo miro incredulo, luego se dirigió al rey de la oscuridad.



   ā€”Ɓnimos, Salazar, ganaste. Se fuerte.



   ā€”Ā”Me duelen las bolas!



   ā€”Te ayudarĆ© a levantar.



   
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Cian ayudó a Salazar a levantarse se debe acotar que durante la ayuda el rey de la luz empezó a palpar el cuerpo de Salazar, tocando sus gruesos muslos musculosos, cadera y despues su abdomen y pecho. Salazar continuaba debil por las bolas y no se percató del registro corporal que le había hecho Cian, ni de la erección que había tenido ese rey, confió en él y se apoyó en su hombro donde juntos se fueron caminando.


II



   El rey de la vida y la fertilidad ingresó a su habitación, habĆ­a caĆ­do la noche y sus compaƱeros de cuarto estaban cabizbajos en la cama.

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   ā€”Es una pena que Diamante haya tenido que abandonar el juego —declarĆ“, iba con una ropa interior ajustada de color azul—. Somos menos en esta habitación y espero que nuestro pacto siga intacto.



   SamĆ”n arqueó las cejas.



   (—Es obvio que sólo cuida su espalda —pensó).



   Terra salió de su cama.



   ā€”Pero estĆ”s al tanto de toda la información del dĆ­a —comentó en tono socarron.



   ā€”SĆ­. Vi todo el desafĆ­o por televisión.



   ā€”ĀæY cómo te fue con tu reina del amor? —preguntó pasando un brazo por encima del hombro del rey.



   ā€”De lujo —respondió James exaltando lo que no sucedió—. Fornicamos una y otra vez por horas.



   ā€”Pues nosotros sufrimos... tĆŗ deberĆ­as sufrir como nosotros.



   ā€”ĀæQuĆ©? No entiendo.



   Terra apretó el puƱo y lo empujó entre las piernas de James chocĆ”ndo contra sus bolas.

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   James gritó y se encorvó en medio del dolor.



   ā€”Es lo que te mereces por gozar —repuso Terra—. Y el pacto, Ā”se rompe!


   El rey James se agacho en e piso sosteniendo sus vacias bolas, dolian mucho y habia aminorado sus fuerzas.

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  Saman lo miro por ultima vez nego con la cabeza denotando decepcion y dio media vuelta en la cama para echarse a descansar. Terra tambien se metio en su cama. El rey de la vida y la fertilidad los miro con profundo rencor, deberia tomar medidas extremas para no ser eliminado.

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