-SEXO HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
I
Sería una jornada larga para los policías. En toda la ciudad se había hecho promoción de una fiesta nocturna en un hotel. Por un lado se había indicado a la región que nadie debía asistir a tal evento debido a la situación actual de ataques de demonios del sexo, por otra parte el organizador aseguraba en los medios de comunicación que era una fiesta para pasarla bien y nada tenía que ver con sexo, los sistemas de investigacion determinaron que se trataba de un humano sano, y hasta el momento parecía libre de contacto con las alimañas de la noche.
En reunión del cuerpo policial el comisario Iván estaba dictando el plan de seguridad de la fiesta. Lucía gallardo y activo pese a los problemas familiares que sufría -pues su hijo seguía sin aparecer- vestía esa mañana con una ajustada franela verde que distinguía sus músculos en su bonceada piel, un jeans ajustado retenía el imponente paquete que fabricaba un cremoso semen que brindaba las proteínas necesarias para la vida de aquellas terribles criaturas. La chapa de policía colgaba brillante desde su cadera y sólo incitaba indirectamente a mirarla a ella o a su entrepierna.
—Y de esta manera acabaremos con esa fiesta —decía señalando la hoja—. Porque si el organizador no quiso suspenderla por las buenas, lo hará por las malas. ¿Alguna pregunta?
A partir de ese momento hubo un amplio intercambio de ideas con respecto a la seguridad del plan y exterminio con las criaturas, al concluir la misma, Iván se internó en su oficina intentando establecer comunicación con su hijo, resultando errada. Se sobresaltó cuando a su celular entró una llamada, al revisar la pantalla sus esperanzas se desvanecieron, era Pedro, quien todavía seguía oculto en su hogar.
—¿Será el plan esta noche? —quiso saber.
—Sabes que sí —afirmó Iván—, estamos alistando todo el plan de exterminio, habrá una cacería de lado a lado. Estoy seguro y espero no ser uno de los muertos.
—¿Vendrás al departamento?
—No hay tiempo, ¿por qué?
—Hoy los acompañaré, Iván es lo mínimo que puedo hacer por ti.
—Pedro, resultará muy peligroso para ti. Será mejor que no hagas nada, debes quedarte allí para cuando vuelva Gino.
—Es que te quiero ayudar por Gino.
—¡¿De qué hablas?!
—Escucha, Iván, todos los incubos desarrollamos poderes especiales, unos son invisibles, otros se convierten en otro ser, lo sabes y... mi... mi poder es el presagio, y... yo vi a Gino siendo atacado por Lilith.
—¿¡QUÉ!?
—Sí... estarán en un cuarto, lo vi... ella sobre él sosteniendo su verga.
—¿Estas bromeando, Pedro?
—Lo juro, Iván. Te ayudaré, me has ayudado mucho.
Hubo un largo silencio donde Iván cortó la comunicación quedándose asustado y sin saber qué hacer. Empezó a temblar preso de escalofríos.
II
El oficial Bruno estaba frente al espejo de una habitación que no pertenecía a su casa, ahora vivía en un hogar ajeno y se sentía cómodo allí a pues no era la primera vez que habitaba aquel lugar. Vestía un jeans azul y una camisa gris.
Tenía muchos dias sin ver a Leviathan, técnicamente había vuelto a huir de sus amenazas. Ahora parado ante el espejo se miraba y su mente divagó en el recuerdo que había tenido cuarenta minutos antes, él desnudo en una cama con otro hombre, abrazados, desnudos, besándose, compartiendo el sudor y las caricias. Su pene comenzó a reaccionar en relación a aquel carnal recuerdo levantando la costura del jeans con su forma haciendo un apetitoso relieve.
Su mirada bajó a la silueta del pene, allí estaba ladeado y erecto, duro, carnoso y fiero con aquellos orgasmos que recibió minutos antes.
Los pasos de su amante y dueño de la casa se aproximaron ahí y en la puerta apareció el policía Eric Smith.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Sí —afirmó Bruno.
—Será tiempo de irnos a la estación de policía —declaró Eric—. Vamos a echar antes un vistasovistazo a como está esa fiesta.
—Sí —afirmó Bruno—. Voy a prepararme.
—Saldremos en un rato, buscaré la cena.
Eric se acercó a Bruno y le dio un beso en la boca para abandonar la habitación despues, los ojos de Bruno se posaron en su arma en caso de defensa. Dio un suspiro, era un alivio que su relación sentimental con Eric se había regulado, tiempo atras habían sido pareja, era obvio que todavía se querían y fue bueno que lo quisiera recibir nuevamente en su casa despues del mal rato que le hico pasar en la policia con su superior.
III
La famosa fiesta se realizaba en un club, ya era de noche y el lugar estaba abarrotado de jóvenes y no tan jóvenes la música electrónica incitaba a bailar y consumir alcohol. Pese a que hubo mucha critica para la no asistencia al evento, habían bastante personas en el lugar.
Gino estaba ahí con sus amigos, por una parte había abandonado el hotel donde se hospedaba porque ya el dinero no le alcanzaba, ahora dormía en casa de un amigo y pensaba regresar con la cara en alto con sus familiares.
—Esta será mi última fiesta antes de regresar con los viejos —declaró con una bebida abarrotada de alcohol en la mano—, así que voy a gozar como nunca antes —sus amigos celebraron sus palabras y dieron un enérgico brindis.
Una mujer de mediana edad se acercó a la mesa donde compartían los muchachos. Era de estatura alta, de piel morena, cabellos largos y castaños, sus ojos verdes y de labios carnosos. La sensual Lilith estaba ante los ojos de Gino que de inmediato sintio un instinto sexual por ella.
—Hola —saludó a los muchachos siendo aludida por los galanteos juveniles—. Quisiera bailar un momento —tendió la mano en dirección a Gino que sonriente no dudó en abandonar el asiento y tomar la mano de la mujer para salir a la pista de baile.
Gino y aquella hermosa dama comenzaron a bailar en la pista de baile, estaban pegados y sus cuerpos se rozaban. La música incitaba al movimiento sensual y fue Gino quien se sintió tan excitado como si quisiera penetrarla allí en el piso. Era su olor, su frescura, inspiraba sexo. Él tenía una erección dentro de su pantalón, como si fuera a reventarlos. Su abultada verga chocaba contra el contoneo de nalgas que hacia Lilith al bailar contra él.
—¿Te estás divirtiendo? —preguntó ella dando la vuelta para clavar su verde mirada en el.
—Sí, mucho —afirmó Gino sin sentir la menor vergüenza al arregostar su pene al mismo tiempo que la abrazaba y tocaba. Deseaba hacerle saber que quería sexo con ella ya.
—¿Y no te da miedo que puedas estar en medio de alimañas?
—¿Yo? No. Sé como defenderme. Ellos no existen, es para asustar, así, como Dios. Y yo se que una mujer tan linda como tu no me atacaria.
Lilith sonrió y lo sostuvo del cuello.
—Que valiente eres. Me gusta eso... ¿Cómo es tu nombre?
—Gino Expósito, ¿tu nombre como es preciosa?
—Patricia —aseguró Lilith.
—Ahora responde —Gino la asió contra su cuerpo fuertemente. De manera seductora respondió—. ¿Qué hace una mujer bella como tu por aquí sola?
Lilith no estaba para explicaciones, cuanto antes se encargase de eliminar al hijo del policía, mejor marcharía la situación. Acercó su boca hacia él y lo besó en los labios, Gino se sintió más excitado y con el pene tan hinchado que si pudiera tirarla al piso la montaría enseguida. Su pene estaba duro y apuntando a su abdomen empapando su calzon con presemen. Lilith sin más preámbulo bajo el dedo indice por el pecho del muchacho hacia su zona genital. Él tragó saliva mirándola, ella sonrió. Por debajo de su pene sus testículos colgaban entre sus muslos. Los dedos los palparon y se supo que eran bastante grandes.
—¡¿Qué?! —interrogó Gino, cuando Lilith dejo de tocarlo y se separó de él alejandose con un caminar sensual—. ¿Qué haces, a dónde vas? No me puedes dejar aqui.
—Sígueme —pidió ella girando la cabeza invitándole a pecar con la mirada.
Gino caminó con paso decidido tras ella hacia otro salón cruzando un amplio pasillo donde a los lados habían varias puertas cerradas desde donde provenían quejidos orgásmicos. Gino se encerró en una habitación con Lilith.
IV
Una hora y media despues de haber iniciado aquella fiesta la fuerza policial llegó ahí violentamente y sin mediar tregua, las alimañas de la noche que ahí estaban mezclados entre la multitud empezaron a saltar en señal de ataque iniciando una lluvia de balas y gritos.
El oficial Bruno vestido con traje oficial iba con un sólo objetivo apuntando con el arma larga en búsqueda de Leviathan y finalmente darle muerte. Una súcubo morena estaba cerca de él, sus ojos estaban rojos y mostraba los dientes quiso patearlo en las bolas y se vio obligado a dispararle. La mujer cayó al suelo envuelta en llamaradas.
—No están aptos para defenderse. Esto parece una batalla de soldados contra indigenas —determino caminando a un grupo de personas agazapadas contra la pared, les apuntó y nadie hizo gesto de atacarle—. Son humanos, están bien, saquenlos — aquellas personas fueron rescatadas por otra comisión especial.
V
Vestido como un policía más, Pedro caminaba sigiloso por los largos pasillos de aquel club, tenía las energías a tope y se sentía completamente vivo. Empuñaba un arma dispuesto a disparar a quien se le acercase, pues de tratarse de una alimaña o de cualquier policía se encargarían de eliminarlo. La música no se escuchaba ya se habia dado cuenta de que la mision policial estaba efectuandose en la entrada.
Sólo deseaba ayudar a su buen amigo Iván, que tan buen trato le había dado. Sólo rescataría a su hijo y sabría que todo estaba bien. Se detuvo ante una puerta donde provenían gemidos.
De golpe abrió la puerta y dentro de la habitación encontró a dos mujeres desnudas, se estaban besando y tocando. Una le devolvió la mirada con los ojos de tono rojo, la otra quedó postrada y cansada.
Pedro se sintió excitado, como si su pene quisiera reventar el pantalón para penetrarlas, pero se sintió decidido a no hacerlo. Disparó y la cama se encedió con las mujeres ahí.
—No había salvación —se dijo.
De pronto recibió un golpe tan duro en la nuca que le hizo perder el conocimiento y caer al suelo.
Fuera del club, Darío custodiaba la entrada junto a otra comisión. Estaba apuntando con su arma de fuego en el supuesto de que una insurreción de alimañas atacará en la calle. De pronto escuchó una voz a su espalda.
—Puedes ser mejor que ellos
—¿Eh? —se dio la vuelta y no había nadie más allí, sólo los demás policías que estaban muy alejados. Volvió a concentrarse en la puerta del local.
Y oyó de nuevo la voz sobre su oreja:
—Puedes tener el poder en tus manos y ser el mejor.
Darió bajó el arma dejando a un lado la guardia. Se sentía confundido y sin saber que un incubo invisible llamado Leviathan quería atormentarlo.
VI
Dentro de una habitación Gino estaba con una exhuberante mujer. Sensual, morena y de cabellos castaños. Estaba desnuda ante él y deseaba penetrarla.
—Todo esto es tuyo, preciosa —indicó agarrando con su mano el erecto pene en su ropa interior.
—Muero de ganas de dejarte seco por dentro —aseguró la mujer.
Lilith se acercó a él y lo besó en la boca abrazandolo y sujetandolo de la espalda. Tenía la verga tiesa y aquella mujer acarició su pecho y le chupó un pezón. Lilith tambien fue acariciada por todo su desnudo y húmedo cuerpo. Gino paso la lengua por los senos de la sucubo.
Ella lo hizo acostarse en la cama y bajo la cabeza entre sus piernas. Agarró su erecta verga y desnudó el prepucio. La boca se envolvió al rededor del pene y Gino cerró los ojos sintiendo el placer.
—Ohhhhh —gimió.
Lilith comenzó a balancear la cabeza sobre el trozo de carne largo y blanco que tenía Gino. Él empezó a sentir que su corazón palpitaba con locura, prefirió relajarse y disfrutar la sesión de sexo oral, se mantuvo con los ojos cerrados y paso las manos tras su cabeza decidido a disfrutar la mamada.
La verga se volvía cada vez más grande en medio de los cosquilleos que le proporcionaba la lengua y el calor de la boca que lo masturbaba con sus movimientos arriba y abajo.
—Aaaahhhh... —soltaba Gino a pesar de sentir que se agotaban sus fuerzas.
Lilith estaba como loca, quería el semen de ese potro en su boca pero despues deseaba que la penetrase, estaba decidida a acabar con el hijo del policía.
El corazón de Gino seguía palpitando como tambor. Intentó apartar la cabeza de la mujer de su hombría pero no tuvo la fuerza siquiera de alzar la mano.
Lilith subía y bajaba frenéticamente, sabía que el muchacho estaba al borde del climax. Pero ella deseaba apresurar las cosas. Subió su mano al par de pelotas del joven.
—¡Aaaaaarghhhh! —dio un gritó gutural el muchacho cuando sintió sus testículos ser apretados bajo la fuerza de la mano.
La sucubo se sintió deseosa y Gino se aterró al saberse perdido, estaba en las garras del mal.
Las yemas de los dedos de Lilith se volvieron blancas agarrando los pendulos carnosos de Gino, que tenía la boca abierta y echaba la cabeza hacia atrás.
Gotas de sudor corrían por su frente mientras su cabeza estaba roja como un tomate.
Lilith continuaba torturando los cojones, aplastando como pasta de dientes. Y las primeras gotas de semen empezaron a mojar a a demonio.
Gino continuó gritando, sentía que iba a morir en esa cama.
Su semen sabía agrío pero estaba full de proteínas.
Gino no dejó de gritar, dos cañonazos de lefa mojaron la boca de Lilith que no dudó en tragar.
Lilith se acomodó en la cama colocándose a la altura de Gino. Preparó la rodilla y la chocó contra los testículos del muchacho, tan fuerte como pudo. La rótula hizo contacto contra las bolas, aplastándola contra la pelvis.
El grito de Gino se detuvo bruscamente. Tenía los ojos llenos de lágrimas y sólo pudo soltar una tos.
Rápidamente, Lilith repitió el golpe dos veces más.
La mujer se alejó de él y Gino pudo moverse. Lo primero que hizo fue retorcerse en el cama, agarrando su entrepierna y gimiendo de dolor.
Lilith dio una sonrisa de satisfacción enseguida empezó a tocarse la vagina introduciendo los dedos en ella.
—¡Aaaaahhhhh! —gimió completamente excitada, liberando un líquido negro de su clítoris que resbaló por una de sus piernas—. Quiero que me penetres, guapo.
—N... ¡no!
Con un único movimiento de mano, Gino quedó tendido en la cama, apretando los dientes. Sus testículos estaban enrojecidos y de la nada su verga volvió a hincharse de excitación.
—Esto será fácil —declaró la mujer—, me montó allí, cabalgo y tú morirás feliz.
Gino sintió miedo cuando aquella exótica mujer se acercaba con lujuria mirando su erecto pene blanco lleno de venas. Lilith se subió a la cama para acomodarse sobre la verga del muhacho, ella preparó su vagina y la apuntó sobre la cabeza del pene. Empezó a gemir cuando se sintió desgarrada por aquel mástil.
Pero la puerta de madera fue abierta violentamente de una patada.
¡PUM!
Lilith dio un salto de terror mientras Gino estaba paralizado con el pene dentro de la sucubo. Ante la puerta y sosteniendo un rifle estaba su padre.
Lilith había cambiado la faz de su cara, tenía un aspecto cruel y sus ojos estaban rojos.
—¡Sal de la cama, puta!
—Matame —sugirió Lilith con voz provocativa, movió la cadera teniendo coito al seguir conectada de Gino. Cerró los ojos y exclamó—: ahhhhhhh...
A Ivan le temblaba el pulso, si disparaba mataba a su hijo tambien pero aquella mujer seguía chupando de manera deshimbida sus energías al subir y bajar la cadera de su inerte muchacho. Escuchó pasos y se colocó contra la pared, no venía nadie quizas eran los policias que estaban cerca. Continuó apuntando a Lilith que sonreía con mirada diabolica mientras movía la cadera. Algo debía hacer.
Inesperadamente, Ivan gritó como un animal, cuando de un segundo al otro recibió una fuerte patada frontal en los testículos de parte de un ente invisible. Ivan despegó los zapatos del piso a la vez que soltaba el arma, al hacer contacto con el suelo su cara estaba roja y sus ojos llenos de lágrimas, los cuales cerró y cayó de rodillas sosteniendo su entrepierna. Hizo un quejido de dolor y cayó de costado acurrucado.
La imagen de Leviathan aparecio en el salón, a sus pies el policía Iván continuaba soltando quejidos de dolor moviendose de lado a lado acunando sus cojones entre las manos.
Sin más preámbulos, Leviathan agarró de los tobillos al policía y con un movimiento de manos, los brazos de Iván se movieron quedando en paralelo a su torso. El incubo afincó el pie sobre los cojones desprotegidos.
Los gritos de Iván aumentaron más y más a medida que el zapato aplastaba sus huevos con odio.
El pie se movía de lado a lado fulminando los testículos del comisario Iván.
Lilith lanzaba quejido de placer moviendose con frenesí estaba a punto de liberar sus líquido sobre Gino y el muchacho tampoco podía evitar que su pegajoso semen inundara a la sucubo.
Hubo un disparo en el aire y a Lilith se le abrió un hueco en la frente, cayó a un lado de Gino y empezó a arder en llamas, el muchacho se quejo de dolor o de miedo
Leviathan entornò los ojos y por último dio una tremenda patada en las bolas a Iván,como si de un futbolista se tratase, el pobre hombre lanzó un grito doloroso. El incubo se hizo invisible y soltó de las piernas al policía que se colocó en posición fetal humillado y llorando. El oficial Victor Farfán penetró a la habitación y apartó al inerte Gino de aquella cama que se envolvía en llamas. Otro grupo fuerte de oficiales llegó al lugar potentemente armados con balas de oro. Leviathan se quedó callado e invisible viendo como prestaban ayuda a Iván con sus testículos hinchados y al desnudo Gino sin fuerzas.
El oficial Victor movía con fuerza las ventanas nasales, tenía una negra ropa de policía que lo hacia notar robusto e inderrotable.
"Me huele mucho a incubo" pensaba ". Podría decir que hay alguien más aquí, pero, ¿dónde? ¿Será el olor del edificio infectado de esas alimañas?"
VII
El ex policía Pedro despertó en un oscuro lugar, no sabía donde estaba o cómo había llegado pero rápido se dio cuenta de que estaba maniatado y de espaldas a una cama. Miró a todos lados y descubrió a Alpiel, uno de los fuertes incubos acompañado de otras dos mujeres.
—Este es el traidor muchachas —presentó el demonio—. Quiero que lo castiguen como sólo a los incubos se les puede enseñar.
—¿Qué, qué harán? —se preguntaba con nerviosismo Pedro moviendose en vano sobre la cama.
Una de las mujeres agarró el saco escrotal de Pedro por el cuello y tiró de sus bolas muy duro. Con un fuerte PLOP que salió de las cavidades.
La otra dama hizo crujir sus nudillos. Centrándose en su objetivo, luego, con un comienzo corriente, golpeó las bolas de Pedro con toda la fuerza que pudo reunir.
El grito de Pedro se convirtió en un gorgoteo miserable mientras sus ojos se cruzaron lentamente y sus cejas se elevaron en una mueca cómica.
La mujer llevó su brazo hacia atrás y otro puñetazo a los huevos magullados de Pedro hizo sonar.
Los testículos del hombre se hicieron crujir y Pedro soltaba gritos agudos.
Por tercera vez, el puño de la sucubo chocó con las grandes bolas de Pedro, haciendo que saltara sobre la cama y volviera a resistirse ante las cuerdas.
Pedro gritó de dolor movía las piernas y lloraba por no poder acariciar sus huevas adoloridas. Su frente estaba mojada en sudor.
—Enseñalo que debe pagar por su traición —ordenó Alpiel.
—¿Qué... qué harás con eso? —se llenó de terror Pedro.
La mujer agarró su pene y lo estiró entre sus manos. Pronto el filo del material cortó la piel del cautivo que empezó a gritar cuando el calor del corte liberaba sangre de su cuerpo.
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