Los Hermanos del barrio (5/12): El calvario de Alex - Las Bolas de Pablo

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15 feb 2023

Los Hermanos del barrio (5/12): El calvario de Alex

Aitor llegĆ³ a una parada de autobĆŗs cercana llevando solo un boxer rojo, descalzo y cubriendo su torso con una chaqueta adidas con la que conseguĆ­a al menos tapar su potente erecciĆ³n, tan fuerte que le dolĆ­a el rabo. Apenas podĆ­a caminar, las bolas le pesaban kilos y era ayudado a caminar por el grupo de niƱatos.


—Joder tronco, te han reventado —le dijo uno de los chicos al llegar a la estaciĆ³n.


—Ya te digo, esa panda de maricones. Pero les espera una buena —contestĆ³ el guapo macarra sobĆ”ndose la entrepierna y arrugando el semblante del dolor, antes de sentarse.


—Pero al menos le has dado su merecido a uno de ellos. Que se joda el puto rubio. A ese si que lo hemos dejado hecho una mierda —respondiĆ³ jocoso el enano.


—¿TenĆ©is un mĆ³vil para hacer una llamada o algo? —se interesĆ³ el moreno.


—Yo tengo saldo, pero eso no va a ser gratis —intervino el maricĆ³n, despertando las carcajadas del resto de la banda.


—Puto marica.


—El maricĆ³n siempre busca algo a cambio.


—Loca.


Algunos de los presentes comenzaron a meterse con Ć©l.


—Oh vamos, chaval, no me jodas, mira como estoy —respondiĆ³ Aitor, levantandose y abriĆ©ndose la chaqueta para que repara en su estado.


Apenas podĆ­a tenerse en pie, tenĆ­a el cuerpo y la cara amoratada. Pero el maricĆ³n lejos de fijarse en sus heridas, solo reparĆ³ en sus abdominales perfectos, su color de piel, su rabo duro a punto se salir por un lateral del boxer, se relamiĆ³ y continuo hablando.


—SerĆ” algo rĆ”pido, no te preocupes. Pero estĆ” todavĆ­a estĆ” en pie de guerra, serĆ­a un desperdicio dejarla ir asĆ­ para casa —respondiĆ³ el marica agarrandole la polla y comenzando a masturbarla a traves del boxer.


—Vamos maricĆ³n, el chaval estĆ” hecho una mierda, le han ostiado pero bien, no lo ves? AdemĆ”s ha demostrado estar con nosotros reventando al rubito. Dale el puto movil ya —ordenĆ³ el enano, que parecĆ­a ser el lider del grupo.


—Gracias, hermano —contestĆ³ Aitor, apartando la mano del marica, agarrandose la entrepierna y sentandose de nuevo.


—EstĆ” bien, tenĆ­a que intentarlo. No todos los dĆ­a uno se lleva la polla de un semental como este, toma —se excusĆ³ el joven cediĆ©ndole el telĆ©fono mĆ³vil.


—Dani, soy yo. Me han dado una paliza y necesito que vengas a por mi.


—Pero, ¿quĆ© cojones? ¿EstĆ”s bien? Ya voy para allĆ” y me lo cuentas todo porque te aseguro que esto no va a quedar asĆ­. Ya voy, bro.


Mientras tanto, a 4 cuadras de distancia, Alex continuaba atado, en boxer, empalmado como un burro y semi inconsciente de la paliza que le acababan de dar los niƱatos y Aitor. Apenas podĆ­a moverse, dejaba caer todo el peso de su cuerpo sobre las ataduras de sus muƱecas. El empeine de sus pies estaban en contacto con el suelo. Los huevos le pesaban como si le hubieran atado peso. Estaba mareado, apenas podĆ­a volver en sĆ­, se le entrecerraban sus ojos azules. Estuvo asĆ­ al menos 45 minutos hasta que una potente luz comenzĆ³ a cegarlo.


—Mierda, ya solo queda uno, y mira como lo han dejado. No entiendo porque han desatado al otro —una voz que le resultaba familiar se acercĆ³ al muchacho.


Alex sintiĆ³ como le tiraban del pelo para levantarle la cabeza y observarlo.


—Joder, le han dado una buena.


El muchacho abriĆ³ los ojos despacio y se encontrĆ³ frente a frente con Orlando y BeltrĆ”n. IntentĆ³ resistirse pero apenas tenĆ­a fuerza.


—Vamos desata a este cabrĆ³n y metelo en la furgoneta —ordenĆ³ BeltrĆ”n.


—Espera, primero le inmovilizaremos las manos por si se recupera en el trayecto —aseverĆ³ Orlando.


—¿TĆŗ lo has visto? No creo que se recupere en dĆ­as —se burlĆ³ mientras se acercaba a ambos y le diĆ³ un manotazo en los cojones al rubio.


Ouch —gimiĆ³ el chico, aunque no fue un golpe duro, sus bolas estaban demasiado maltratadas


—Bien, todavĆ­a reacciona —riĆ³ Orlando chocando la mano a su compinche.


Entre los dos desataron los nudos que lo mantenĆ­an sujeto al poste, le ataron las manos a la espalda, y Orlando lo cargĆ³ hasta la furgoneta negra aparcada unos metros mĆ”s adelante. Orlando tensaba su fuerte musculatura y sus trabajados brazos de culturista hicieron el resto. DejĆ³ al muchacho en la parte trasera y subiĆ³ con Ć©l. BeltrĆ”n arrancĆ³ el motor del vehĆ­culo y desaparecieron del lugar.


Manejaron durante 10 minutos y entraron en el garaje de una oscura casa terrera. Desde dentro, se bajaron del coche arrastrando al rubio y cruzando una puerta que conducĆ­a al interior de la casa.


—Vamos, dĆ©jalo, ahĆ­ estarĆ” bien —le indicĆ³ Beltran a su amigo que cargaba al muchacho.


 Pasaron la soga por una viga de madera del techo y lo dejaron atado de pie, con los brazos en cruz en mitad del salĆ³n, de la misma manera en la que se lo habĆ­an encontrado en la calle.


—EstĆ© cabrĆ³n tambiĆ©n estĆ” realmente bueno —intervino BeltrĆ”n reparando en Ć©l por primera vez en toda la noche. Estaba tan obsesionado con Aitor que no se habĆ­a dado cuenta que ahĆ­ tenĆ­a otro macho de verdad que domar.


—SĆ­, pero el macarra estaba mejor, daba mĆ”s morbo y molaba mĆ”s verlo jodido.


—Eso ni lo dudes —contestĆ³ acomodĆ”ndose la erecciĆ³n al recordarlo atado.


Alex permanecĆ­a en silencio, gemĆ­a de dolor de vez en cuando y dejaba caer el peso de su cuerpo sobre las ataduras. Orlando comenzĆ³ a limpiar las heridas de la cara del rubio con un paƱo hĆŗmedo. El muchacho gemĆ­a de nuevo porque le quemaban las heridas.


—No debimos haber dejado que se llevaran al macarra, lo hubieramos estado follando toda la noche, hubiĆ©ramos obligado al rubio al follarselo incluso —deguĆ­a BeltrĆ”n quejĆ”ndose.


—No te preocupes, lo tendremos de nuevo. Mientras tanto diviĆ©rtete con este —respondiĆ³ Orlando dejando de atender al joven, poniĆ©ndose delante de Ć©l y lanzĆ”ndole una patada directa a los cojones.



—Ahhhh, —gritĆ³ Alex sintiĆ©ndose las bolas en la pelvis y comenzando a llorar de nuevo.


—Otra patada como esa y acabas con Ć©l. Ya estĆ” hecho una mierda, no aguantarĆ” demasiado —aseverĆ³ el moro.


—Igual deberĆ­amos empezar por detrĆ”s para dejarle descansar las bolas —susurrĆ³ Orlando llegando hasta su culo y rozĆ”ndose con Ć©l.


—No por favor. ¿QuĆ© querĆ©is? Ya os habĆ©is divertido, cabrones. HarĆ© lo que sea, pero dejadme en paz. ¿QuĆ© querĆ©is? —suplicaba el apuesto rubio desesperado entre lĆ”grimas.


—Queremos a tu amigo.


—Joder, no sĆ© quiĆ©n es. No es mi amigo. No tengo ni idea de quiĆ©n demonios es ese cabrĆ³n —gritĆ³ desesperado Alex


—Sois dos jĆ³venes guapos y gallitos. Apuesto que parais por los mismos bares y os follais a las mismas putas. Me importa una mierda como lo consigas. Pero si aceptas entregarnoslo, te llevaremos a tu casa para saber dĆ³nde vives y nadie mĆ”s te romperĆ” ese culito esta noche —intervino BeltrĆ”n.


—De acuerdo. HarĆ© lo que sea, pero por favor soltadme, no aguanto mĆ”s —lloriqueĆ³ el amigo de Isma.


—Pero, ¿quĆ© cojones dices, BeltrĆ”n? Y ¿quĆ© hago yo con este calentĆ³n? Ni de coƱa, a este rubio me lo follo ahora—Se quejĆ³ Orlando que continuaba frotando la erecciĆ³n por las nalgas.


—Bueno vale, que nos la chupe y lo llenamos de lefa, pero no nos lo follamos. Piensa lo que serĆ­a tener al macarra todo jodido aquĆ­ para nosotros. Me corro solo de pensarlo —respondiĆ³ el moro con cara de sĆ”dico.


—Oye, tio, has dicho que podĆ­a irme. Por favor —rogĆ³ de nuevo.


—TĆŗ eliges, o nos la chupas ahora o te rompemos el culo y no sales de aquĆ­, y creeme que ganas no me faltan —le susurrĆ³ el culturista al oĆ­do desde su retaguardia.


El rubio cerrĆ³ los ojos y abriĆ³ la boca con repulsiĆ³n. Apenas podĆ­a mantenerse erguido. Orlando lo sujetaba mientras BeltrĆ”n le follaba la boca salvajemente, dĆ”ndole cachetadas en la cara.


—Levanta a este hijo de puta que no puedo resistirme —le indicĆ³ a su amigo mientras levantaban a Alex y lo recostaron a la fuerza boca abajo sobre una mesa


—QuĆ© hacĆ©is hijos de puta, te la he chupado. Vamos, tĆ­o, por favor —lloriqueĆ³ el joven.


—Que te calles, puta —le gritĆ³ el moro antes de lanzarle una potente patada en los huevos desde atrĆ”s, haciĆ©ndolos crujir en el escroto.


—Ahhhhh, ¡hijo de puta! ¡Me vas a romper las bolas! ahhhhh! —gritĆ³ el rubio con tos seca y ronca.


Orlando contemplaba como su amigo comenzaba a follarse aquel pijo engreido y tatuado. TenĆ­a una erecciĆ³n descomunal, que trataba de calmar meneandose la polla lentamente.


—Noooo, para por favor, me estas destrozando —seguĆ­a llorando el rubio.


—Este culito estĆ” bien apretado tambiĆ©n, tenĆ­as razĆ³n. Toma polla, maricĆ³n, te voy a preƱar a tope puta.


—Dale duro a este cabronazo que ahora me voy a follar yo tambiĆ©n —intervino Orlando agarrandolo de los pelos.


—No, por favor, basta!!!


—Me corro, me corro. Toma lefa puta —espetĆ³ el moro mientras descargaba una inmensa corrida en las entraƱas del apuesto muchacho.


DespuĆ©s de unas horas de diversiĆ³n, los dos captores decidieron que ya era suficiente.


—Vamos a llevarte a tu casa, perra. Si en un mes no nos entregas a tu amigo, te traeremos a ti una temporada con nosotros —lo amenazĆ³ Orlando antes de subir su rodilla y clavarla en su entrepierna.


—Ouch —bramĆ³ el rubio desplomĆ”ndose en el suelo sin poder respirar hecho un ovillo, en posiciĆ³n fetal y llorando de humillaciĆ³n,rabia y dolor de bolas.

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