Emilio Acero: el oficial del callejon - Las Bolas de Pablo

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27 feb 2023

Emilio Acero: el oficial del callejon



Emilio Acero fue contratado por La CofradĆ­a para limpiar un desastre, siempre lo hacĆ­an cuando normalmente la organizaciĆ³n criminal atravesaba una incompetencia. Esta vez, se trataba de un secuestro, un prominente polĆ­tico local estuvo causando problemas al interrumpir sus operaciones de blanqueo de dinero. Se habĆ­an dejado algunas pruebas en el lugar del secuestro y, gracias a las habilidades de un policĆ­a, se descubrieron las documentaciones y estaban a salvo en el armario de la comisarĆ­a.

 

La CofradĆ­a tenĆ­a un infiltrado en la empresa de limpieza contratada por la PolicĆ­a para prestar sus servicios. FalsificĆ³ los registros y el control de seguridad, haciendo pasar al experimentado asesino como un antiguo empleado de turno.

 

Aquella acciĆ³n le permitiĆ³ acceder a la comisarĆ­a. Esa noche, mientras agachaba la cabeza y cumplĆ­a con sus obligaciones, Emilio descubriĆ³ la habitaciĆ³n donde se guardaba el armario con las pruebas. HabĆ­a conseguido introducir cuidadosamente algunos explosivos plĆ”sticos. Unos cinco minutos mĆ”s tarde, se encontraba en su "descanso para ir al baƱo" cuando una potente explosiĆ³n arrasĆ³ el armario de pruebas. ¡MisiĆ³n cumplida! EscapĆ³ por la salida de emergencia cuando sonĆ³ la alarma de incendios y se perdiĆ³ en la noche.

 


Se quitĆ³ el uniforme de limpiador y se puso ropa de calle informal: unas gruesas botas negras, jeans y una camiseta negra. En la cintura llevaba una pistola pequeƱa, una pistola elĆ©ctrica, un pequeƱo bote de gas lacrimĆ³geno y una porra de acero. A menos que fuera absolutamente necesario, nunca iba desarmado a ningĆŗn sitio. Utilizaba un abrigo para disimular lo fuertemente armado que iba. Pero la realidad era que no necesitaba armas para herir o matar a un hombre.

 

Entonces, como si nada le importara, caminĆ³ despreocupadamente por la calle y doblĆ³ por un callejĆ³n. HabĆ­a sirenas sonando con fuerza a varias manzanas de distancia y el sonido de un camiĆ³n de bomberos a lo lejos. SilbĆ³ y, en el otro extremo del callejĆ³n, vio a un policĆ­a solitario doblar la esquina. HabĆ­a estado en la comisarĆ­a, pero dudaba que lo reconociera, y menos en las oscuras sombras del callejĆ³n. ActuĆ³ como cualquier otro ciudadano de caminaba a casa despuĆ©s de una noche de copas, ajustando sus andares para tropezar ligeramente. Sin embargo algo en la actitud del asesino hizo dudar al joven policĆ­a, era una noche fuera de lo comĆŗn, el ambiente estaba agitado, sirenas, llamas, explosiones, cualquier borracho se asustarĆ­a con eso o se iban a mirar con feliz estupor alcohĆ³lico el lugar de la explosiĆ³n, porque eso lo hace todo el mundo, nadie ignora algo asĆ­. A menos que tengan culpas que ocultar.

 


—SeƱor —dijo AarĆ³n Medina cambiando la direcciĆ³n y dirigiĆ©ndose a Emilio—. Espere.

 

Emilio Acero era enemigo de los tiroteos, siempre causaban ruido, estuvo a punto de sacar su arma y acabar con aquello de una buena vez. Se dio cuenta de que ese policĆ­a era un cabrĆ³n peligroso, probablemente de origen militar. Se notaba en su forma de andar, en la seguridad de sus pasos, en la mirada dura y sin tonterĆ­as de los ojos, en la forma de sostener su hermosa mandĆ­bula, en una lĆ­nea de firme determinaciĆ³n. Su tiempo de reacciĆ³n probablemente estarĆ­a a la par con el suyo a la hora de desenfundar un arma. Y en el momento en que hiciera un movimiento dentro de su abrigo para coger la pistola o aquella elĆ©ctrica, probablemente responderĆ­a con su propia arma y serĆ­a un cara a cara.

 

Cuando se acercĆ³ a Emilio, el asesino se agachĆ³ un momento como si estuviera a punto de vomitar. Entonces, a la velocidad del rayo, se enderezĆ³, levantando el puƱo como un rayo, buscando nokearlo con un uppercut.

 

AarĆ³n se tambaleĆ³ contra la pared del callejĆ³n, aturdido por un segundo, ya que lo que se esperaba no era eso. Esperaba que el supuesto borracho fuera un simple ratero. Por su experiencia militar y la resistencia a los golpes se impulsĆ³ desde la pared y chocĆ³ contra Emilio, levantando el codo y golpeĆ”ndolo en la cara.

 

—AgĆ”chate, cabrĆ³n —gritĆ³ el policĆ­a.

 

Emilio lo agarrĆ³ de la muƱeca. GirĆ³ sobre mĆ­ mismo y sostuvo la muƱeca derecha por encima de su hombro mientras giraba, golpeando con su pesada espalda la parte delantera del uniformado, incluso a travĆ©s del grueso chaleco, sintiĆ³ la sĆ³lida musculatura del oficial.

 

Se inclinĆ³ rĆ”pidamente hacia delante, pasĆ”ndole el brazo derecho por encima del hombro con una enorme explosiĆ³n de fuerza, lanzando todo su cuerpo por encima del hombro en un brutal lanzamiento de judo, retorciendo el brazo derecho mientras AarĆ³n caĆ­a con la espalda contra el duro cemento.

 

—NOPE, OFICIAL. LO SIENTO, PERO YO NO JUEGO TUS REGLAS. Tƚ JUEGAS LAS MƍAS.

 

El policĆ­a se alejĆ³ rodando, por suerte gran parte de su uniforme lo protegĆ­a de graves daƱos, rodĆ³ hasta la pared del callejĆ³n y se quedĆ³ mirando a Emilio.

 


—Soy un agente con armas de fuego, ponte de rodillas. No querrĆ”s meterte conmigo.

 

Entre ellos habĆ­a un charco de agua sucia. Emilio se burlĆ³ ante la amenaza del oficial.

 

—Estoy armado con mis puƱos y mis pies, poli. Seguro que no quieres meterte conmigo.

 

De repente, golpeĆ³ con la bota el charco de agua, lanzando un chorro de lodo directamente al rostro de AarĆ³n. AprovechĆ³ la distracciĆ³n para dar un paso adelante, girar sobre una de sus botas y lanzar la otra contra el costado de la fuerte y atractiva mandĆ­bula con una patada giratoria. Pero AarĆ³n, mĆ”s preparado, levantĆ³ el brazo para bloquear la patada asĆ­ que en lugar de golpear su cara, el impacto fue al brazo, aun cegado por el agua, girĆ³ su propio pie para enganchar el tobillo de Emilio y hacerle perder el equilibrio.

 

Emilio cayĆ³ sobre el charco de agua, y en un acto muy poco policial, AarĆ³n lo golpeo en el abdomen con sus botas.

 

Una onda expansiva de dolor surgiĆ³ en Emilio desde el punto de impacto. Sin embargo, y pese a todo el dolor, luchĆ³ contra el dolor de sus abdominales y agarrĆ³ los pies de AarĆ³n haciĆ©ndolo caer de espaldas.

 

Se dio la vuelta como una serpiente mientras caĆ­a de espaldas, con su cuerpo presionĆ³ el pecho de AarĆ³n de lado a lado, sus piernas rodearon su brazo izquierdo, el brazo izquierdo inmovilizĆ³ su muƱeca derecha contra el suelo, y el brazo derecho serpenteĆ³ hacia arriba y luego se lanzĆ³ hacia abajo salvajemente, estrellando el codo derecho contra su mandĆ­bula.

 

Por mĆ”s que quisiera, AarĆ³n no podĆ­a alcanzar su pistola ni la porra porque estaba con los brazos inmovilizados. Le zumbaba la cabeza y ni describir el dolor de mandĆ­bula. LevantĆ³ la cabeza bruscamente, como si quisiera darle al Emilio un cabezazo. RespirĆ³ hondo, flexionĆ³ los fuertes mĆŗsculos del estĆ³mago, doblĆ³ la cadera y subiĆ³ las piernas por encima del hombro de Emilio. ApretĆ³ los muslos con fuerza alrededor de su cabeza y cuello y luego girĆ³ con fuerza, tratando de hacerlo caer lejos de Ć©l.

 

Preocupado por la acciĆ³n, Emilio respirĆ³ y reaccionĆ³, sin permitirse pensar simplemente reaccionar. LlevĆ³ su brazo derecho hacia abajo para sustituir a la mano izquierda, de modo que su brazo izquierdo quedĆ³ libre. La mano izquierda se sumergiĆ³ detrĆ”s de Emilio en busca de la ingle del policĆ­a.

  

—¡¡¡AAAAaaaaah!!! —gritĆ³ AarĆ³n de dolor cuando sintiĆ³ que le apretaron las bolas. Inmediatamente separĆ³ sus muslos del cuello de Emilio liberĆ”ndolo. El asesino tambiĆ©n apartĆ³ la mano de las ovaladas gĆ³nadas, cada uno se separĆ³ buscando recuperar sus fuerzas.

 


Con energĆ­a renovada Emilio se enderezĆ³, inmediatamente AarĆ³n agarrĆ³ su taser y lo disparĆ³ inmediatamente a corta distancia justo en la entrepierna de Emilio Acero, envolviendo sus genitales en un fuego abrasador, pero no pudo sostener el taser por mĆ”s de un breve par de segundos antes de que el dolor fuera demasiado y lo soltĆ³.

 

—¡Hijo de puta! —chillĆ³ Emilio, quedĆ³ tumbado, estremeciĆ©ndose y crispĆ”ndose violentamente, sintiendo cĆ³mo le castaƱeteaban los dientes. Un hombre comĆŗn hubiera perdido el control motor durante cinco segundos por una descarga elĆ©ctrica. Pero un hombre como Ć©l, entrenado en las Fuerzas Especiales recuperaba el control motor rĆ”pidamente—. ¡JĆ³dete, hijo de puta! —Emilio Acero estirĆ³ la mano izquierda y volviĆ³ a inmovilizar el brazo derecho del oficial contra el suelo, luego metiĆ³ la mano en su cinturĆ³n tĆ”ctico y sacĆ³ su tubo de gas pimienta. Lo descargĆ³ de lleno en sus ojos.

 

¡AAAAAAAAAH!

 

VolviĆ³ a guardar el spray de pimienta y luego aplastĆ³ salvajemente su codo derecho contra la mandĆ­bula.

 

Aunque continuaba dĆ©bil AarĆ³n seguĆ­a luchando, quizĆ”s dando dĆ©biles patadas. Los testĆ­culos, el brazo y la cabeza le dolĆ­an muchĆ­simo.

 

MoviĆ³ el hombro y su brazo se enredĆ³ en las piernas de Emilio. Le agarrĆ³ la entrepierna con toda la fuerza que pudo reunir.

 

¡¡¡GRRRRRRRRR!!! —gruĆ±Ć³ Emilio ante un nuevo dolor de huevos.

 

De repente, se escuchĆ³ un pitido. Con su otra mano AarĆ³n activĆ³ el botĆ³n de llamada de emergencia de su radio.

 

Sabiendo que sĆ³lo le quedaba unos minutos, Emilio recuperĆ³ el control de su muƱeca y la alejĆ³ de su radio inmovilizĆ”ndolo. Luego, con la intenciĆ³n de noquearlo, volviĆ³ a clavar salvajemente el codo en la mandĆ­bula del oficial. Dos veces consecutivas.

 

Lo Ćŗltimo que AarĆ³n pudo decir fue un desafiante "cabrĆ³n" antes de quedar inconsciente.

 

Una vez mĆ”s Emilio Acero habĆ­a ganado, tenĆ­a dolores punzantes en el cuello, un salvaje moratĆ³n que se extendĆ­a por sus abdominales y un temblor en las bolas a causa de la pistola elĆ©ctrica.

 

Aunque terminĆ³ bastante rĆ”pido, no fue una pelea fĆ”cil. DecidiĆ³ rĆ”pidamente no matarlo. El cuerpo serĆ­a demasiado difĆ­cil de ocultar. En lugar de eso, decidiĆ³ llevĆ”rselo.

 

Lo puso boca abajo, fuera del charco de agua. RĆ”pidamente le esposĆ³ las manos a la espalda y luego los tobillos, inmovilizĆ”ndolo. Le quitĆ³ la radio del uniforme, le quitĆ³ la baterĆ­a y la tirĆ³ por el desagĆ¼e. A continuaciĆ³n, le sacĆ³ el cinturĆ³n tĆ”ctico, junto con el arma de fuego y el resto del equipo. Le sacĆ³ las botas, le quitĆ³ los calcetines y le volviĆ³ a poner las botas utilizando sus calcetines sucios y sudados como mordaza para mantenerlo callado, metiĆ©ndoselos en la boca y atĆ”ndolos con trozos de cuerda de nailon que llevaba encima para circunstancias inusuales.

 

Se echĆ³ al hombro el fornido y musculoso cuerpo de policĆ­a noqueado y se encaminĆ³ por los callejones hacia su vehĆ­culo. Lo dejĆ³ en el asiento de al lado, muy bajito. Tras una hora sin incidentes, llegĆ³ a un piso a las afueras de la ciudad. Lo despojĆ³ del uniforme, hasta dejarlo completamente desnudo.

 

ColocĆ³ su musculoso cuerpo esposado, golpeado, capturado y desnudo sobre una mesa. Luego, dejĆ³ que se despertara. La habitaciĆ³n estaba insonorizada, asĆ­ que ya no se preocupaba de que hablara. Le habĆ­a quitado la mordaza de la boca. CaminĆ³ a su alrededor, explorando su cuerpo con las manos, disfrutando de su grosor, su forma y su potencia. Estaba claramente excitado.

 


—Bueno, policĆ­a, ha dado usted mucha guerra. Por eso tiene mi mĆ”s sincero respeto. No subestimo en absoluto sus habilidades. Pero ahora, ¿quĆ© voy a hacer contigo? DespuĆ©s de, por supuesto, follarte. Que es lo que hago con los oponentes dignos a los que he decidido dejar vivir.

 

AarĆ³n hizo fuerza contra las ataduras mientras se sentĆ³ lentamente. Con las esposas a la espalda era difĆ­cil hacer mucho.

 


—Me siento como una mierda. Y tĆŗ me consideras digno. Bueno eso es jodidamente genial ¿no? Como si me importara. TĆŗ fuiste el que bombardeĆ³ mi estaciĆ³n, ¿no? Bueno, no soy un puto marica —hizo una mueca de dolor cuando intentĆ³ mover el brazo—. Me has jodido. ¿Eres ex-fuerza militar?

 

Emilio se burlĆ³. —DeberĆ­as estar agradecido de que te considere digno. Si no, estarĆ­as muerto —ignorĆ³ por completo la pregunta, la polla se le puso dura. Lo observĆ³ mientras hacĆ­a una mueca de dolor, y finalmente suspirĆ³—. SĆ­, como tĆŗ, por la pelea que me has dado. Me entrenaron como militar antes de que decidiera que las oportunidades econĆ³micas eran mĆ”s lucrativas como asesino. No pasa nada por decĆ­rtelo ahora, ya te darĆ”s cuenta. Mi nombre es Emilio Acero. Puede que hayas oĆ­do hablar de mĆ­ —lo bajĆ³ de la mesa, le dio la vuelta y lo empujo con fuerza sobre ella. Le metiĆ³ la mano entre las piernas y le acariciĆ³ la polla y los huevos con una mano, manteniĆ©ndolo sujeto a la mesa con la otra. Luego le soltĆ³ los testĆ­culos , extiendo el dedo Ć­ndice y lo metiĆ³ hasta el fondo de su culo.

 

AarĆ³n gruĆ±Ć³ ligeramente de dolor. Pero su pene se fue poniendo duro.

 


—PrepĆ”rate para la mejor follada de tu vida, ex sargento Aaron. Vas a sentir mi polla muy pronto, no te preocupes —le agarrĆ³ la nuca con la mano, lo tirĆ³ del pelo y le aplasto la cara contra la mesa. Mientras tanto, le agarrĆ³ la polla y los huevos, y empezĆ³ a acariciarlos, el miembro del oficial estaba duro en respuesta a esa simple estimulaciĆ³n—. Ya veo cĆ³mo es, oficial —empezĆ³ a tantear la punta del trasero con su polla, reciĆ©n liberada de los pantalones. LevantĆ³ la nuca y, como pudo, volviĆ³ a aplastar su cara con fuerza contra la mesa. GruĆ±Ć³ y empezĆ³ a introducir su pene en la abertura del culo mientras le acariciaba la polla y le aplastaba la cara contra el tablero de la mesa.

 


—Maldito bastardo. Me vas a violar —AarĆ³n gruĆ±Ć³ de dolor. Sus manos estaba esposadas detrĆ”s de su espalda, esperĆ³ a que la polla del asesino se deslizara un poco mĆ”s y moviĆ³ su mano hacia abajo bruscamente el trozo de metal entre las dos esposas golpeĆ³ la dura polla y una mano agarrĆ³ las bolas de Emilio tan fuerte como pudo, tirĆ³ de ellas con fuerza mientras se las apretaba—. DĆ©jame ir y me olvidarĆ© de todo esto —apretĆ³ mĆ”s fuerte.

 


AAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH —agarrĆ³ la punta del dedo Ć­ndice de AarĆ³n, mientras seguĆ­a gritando de dolor y lo doblo hacia atrĆ”s, rompiĆ©ndolo. SiguiĆ³ bajando por su mano derecha, doblando metĆ³dicamente cada dedo hacia atrĆ”s y rompiĆ©ndolo salvajemente. Hizo lo mismo con la otra mano, seleccionĆ³ cada dedo, lo doblo hacia atrĆ”s y lo rompiĆ³. Dio un paso atrĆ”s, con la polla empezando a ablandarse, pero endureciĆ©ndose de nuevo por la tortura que acabĆ³ de cometer. Entonces hablĆ³ con voz frĆ­a: —No me provoques, Aaron. He decidido lo que voy a hacer contigo. VolverĆ”s a mis instalaciones de entrenamiento y te utilizarĆ© para demostrar a los aprendices cĆ³mo se llevan a cabo los interrogatorios y las torturas. SerĆ” muy interesante ver cuĆ”nto tiempo sobrevives. Pero... —le acariciĆ³ la polla, que aĆŗn estaba dura—… sospecho que en realidad podrĆ­as ser lo suficientemente retorcido como para disfrutar un poco.

 

—EstĆ”s disfrutando con esto, maldito pervertido. Y sĆ­. Mi polla se estĆ” poniendo dura porque me estĆ”s follando. ¡Claro que estĆ” dura! No porque lo estĆ© disfrutando, cabrĆ³n. ¿CĆ³mo coƱo puedes hacer esto? Los dos somos militares, maricĆ³n chupapollas —moviĆ³ las manos sin poder sujetarlo—. DĆ©jame quitarme las esposas.

 

Emilio se echĆ³ a reĆ­r. —SĆ­, ¿por quĆ© no pruebas esa frase con alguien que no vea a travĆ©s de tu mierda HERMANO? Porque al menos somos hermanos en un sentido. La forma en que nuestras pollas estĆ”n conectadas. Yo era militar, ahora soy un asesino —afirmĆ³ empezando a penetrarlo bastante fuerte—. ¿Quieres que te quite las esposas? Hmmmmm.... dĆ©jame pensar... PƚDRETE, AARƓN. ¡YA NO DAS LAS ORDENES, CHICO!

 

AarĆ³n gruĆ±Ć³, su polla comenzĆ³ a gotear presemen, mientras seguĆ­a siendo penetrado.

 

—Escucha Emilio, hermano. Lo somos. Somos putos hermanos. No pasas por todo nuestro entrenamiento para no serlo. Tus compaƱeros de escuadrĆ³n. Tus amigos. TĆŗ y yo ya no estamos en el ejĆ©rcito. Pero hemos pasado por mucho. Joder. Deja las armas. Hemos pasado por lo mismo hermano.

 

Emilio afirmĆ³ con la cabeza.

 

—SĆ­, Aaron, tienes razĆ³n, estuve en muchas misiones con el ejĆ©rcito, y fueron esas mierdas lo que me hizo jurar no volver a matar a menos que fuera mi decisiĆ³n. Por eso me hice independiente. Nadie mĆ”s que yo da las Ć³rdenes sobre a quiĆ©n matar o a quiĆ©n mantener con vida. Yo decido. Yo. Te dirĆ© algo, Aaron, he decidido no matarte hoy. TodavĆ­a. Aunque ese daƱo que hiciste con mis bolas me hizo cambiar de opiniĆ³n, e iba a romperte el cuello despuĆ©s de terminar de violarte. Pero, no te voy a matar hoy y no te voy a matar con una condiciĆ³n. No mĆ”s mierda, hoy no. Tu polla sabe lo que quiere. Deja que tenga lo que quiere. No te resistas. RĆ­ndete. No para siempre, sĆ³lo por eso. Me gustas, AarĆ³n, eres mi tipo de hombre. No me hagas matarte. Entonces no podrĆ© follarte otra vez. Hazlo por mĆ­, y no te asesinarĆ© hoy. ¿QuĆ© dices?

 

AarĆ³n volviĆ³ a gruƱir de dolor. —SĆ­, mi polla estĆ” dura. Es sĆ³lo la tercera vez que me follan. ¿Recuerdas la primera vez que tuviste sexo despuĆ©s de las primeras doce semanas de entrenamiento bĆ”sico? Aquella vez que follaste por primera vez en doce semanas y pensaste que era el mejor sexo que habĆ­as tenido porque hacĆ­a tiempo que no lo hacĆ­as. SĆ­. Eso es lo que le estĆ” pasando a mi polla. QuĆ­tame las esposas. Las llaves en mi cinturĆ³n donde lo hayas puesto. Hazlo. Y te prometo como hermano que no harĆ© nada mĆ”s. Si quieres que me entregue a ti por este polvo lo harĆ©. Bajo mi palabra de soldado a otro soldado.

 

Emilio Acero considerĆ³ las palabras cuidadosamente. Se riĆ³ entre dientes. Le habĆ­a roto todos y cada uno de los dedos de ambas manos. No podĆ­a agarrar nada, no podĆ­a sujetar nada. No habĆ­a nada en la habitaciĆ³n que pudiera ser usado como arma, ya se habĆ­a ocupado de eso. DecidiĆ³ quitarle las esposas de las muƱecas. CogiĆ³ la llave y le abriĆ³ las esposas. Sin embargo, dejĆ³ los grilletes de los tobillos. No iba a ser tan confiado.

 


Puso a AarĆ³n boca arriba, observando el dolor en su cara mientras le ajustaba las manos con los dedos rotos. Le hizo un gesto con la cabeza y se quitĆ³ la camiseta, mostrando su torso duro como su apellido, acero. Se colocĆ³ a horcajadas sobre los abdominales de AarĆ³n y lo miro, impasible pero agradecido. AlargĆ³ la mano y, casi con ternura, frotĆ³ sus dedos por su cara. AlargĆ³ la mano hacia atrĆ”s y le acaricio la polla. Su propia polla seguĆ­a firme, chorreando esperma sobre los abdominales.

 

Sus ojos brillaban de diversiĆ³n, su polla se retorcĆ­a al contemplar el dolor en el rostro de AarĆ³n, como le encantaba hacer daƱo a hombres como Ć©l.

 

—Tienes suerte de que no te matara en el acto cuando hiciste esa jugarreta. No es que yo no hubiera intentado lo mismo en tu lugar —se encogiĆ³ de hombros—. Lo que mĆ”s me gusta de ti, Aaron, es el tamaƱo de tus bolas —se bajĆ³ de la mesa y tomĆ³ las piernas de AarĆ³n, no con demasiada brusquedad, tampoco con sutileza, pero cogiĆ³ su  polla y volviĆ³ a metĆ©rsela por el culo. MetiĆ³ la mano por debajo y entre las piernas del oficial, y agarrĆ³ sus testĆ­culos, acariciĆ”ndolos con pericia—. Un hombre con unas pelotas como las tuyas sigue pensando que manda de alguna manera, que lleva la voz cantante. ¿Quieres follarme? Entonces, deberĆ­as haber sido mĆ”s inteligente. DeberĆ­as haber estado mĆ”s alerta cuando te di el salto. No debĆ­as haberte quedado con el puto culo al aire en acto de servicio. DebĆ­as haber sido mejor hombre. Pero… No lo eres. AsĆ­ que hoy eres mi perra.

 

AarĆ³n gruĆ±Ć³ fuertemente.

 

—Eres un buen luchador —afirmĆ³ AarĆ³n—. Si no te me hubieras adelantado. Tal vez yo hubiera sido el mejor hombre. Si me mantienes con vida. QuizĆ” algĆŗn dĆ­a lo descubras.

 

Emilio mantenĆ­a un ritmo metiendo y sacando las caderas. La actitud de AarĆ³n lo estaba volviendo loco. Su trasero no estaba acostumbrado a ese tipo de tratamiento, se desgarrĆ³ un poco despuĆ©s de una embestida bastante salvaje.

 

—Me gusta tu polla, AarĆ³n —le dio un fuerte apretĆ³n a su gruesa carne mientras la acariciaba, sintiĆ©ndola resbaladiza por el semen al mismo tiempo sintiĆ³ que sus propios testĆ­culos empezaban a hervir— Es duro perder una pelea asĆ­, ¿verdad? Deseando demostrar que fue sĆ³lo una casualidad. Sabiendo que si tuvieras otra oportunidad, me cogerĆ­as. La derrota es un trago tan amargo que intentas escupirlo —empujĆ³ mĆ”s fuerte durante unos instantes—. JĆ³dete, Aaron, pero vas a ser muy divertido. Si pensara que hay la mĆ”s mĆ­nima posibilidad de convencerte de que luches por mĆ­, lo harĆ­a. Pero hay mĆ”s posibilidades de que me convierta en policĆ­a que de que luches a mi lado. Es una pena, pero… —le metiĆ³ la polla con un particular empujĆ³n—… aĆŗn puedes trabajar para mĆ­, AarĆ³n. Oh, sĆ­. Te ganarĆ”s el sustento. Puede que incluso te guste de vez en cuando —se echĆ³ a reĆ­r mientras sus huevos hervĆ­an con la necesidad de correrse.

 

—QuizĆ” deberĆ­as hacerte policĆ­a, entonces te follarĆ­a hasta dejarte sin sentido, lo disfrutarĆ­as de verdad —dijo AarĆ³n. GimiĆ³ mientras, a su pesar, su polla goteaba presemen sobre la mesa y el suelo a punto de eyacular. GruĆ±Ć³ con fuerza.

 

Emilio tambiĆ©n gimiĆ³. observĆ³ como la resbaladiza capa de pre semen brotaba del pene de AarĆ³n, cubriĆ©ndolo mientras le acariciaba la polla. Se estremeciĆ³ y con un rugido, su caliente y espeso semen, saliĆ³ disparando cuerdas blancas y pegajosas que llenaron su trasero de adentro hacia afuera.

 

Los huevos de AarĆ³n al mismo tiempo comenzaron a apretarse, su polla sufrĆ­a de espasmos y se estremecĆ­a. En pocos segundos el semen baĆ±Ć³ la mano del asesino.

 

—Muy bien, hombre, has cumplido tu palabra. Lo recordarĆ©. Ahora es el momento de ponerse en marcha. Vas a empezar tu nuevo trabajo, como sujeto de interrogaciĆ³n y tortura para mis aprendices. Y tambiĆ©n como mi perra para cuando sienta la necesidad de destrozarte el culo.

 

Emilio se agachĆ³ y sujetĆ³ a AarĆ³n de los grandes huevos mientras lo tumbĆ³ de pecho sobre la mesa. TirĆ³ salvajemente de esos testĆ­culos con una mano, balanceĆ”ndose. Lo arrojĆ³ sobre la mesa sĆ³lo por sus grandes bolas y lo golpeĆ³ con fuerza contra el suelo.

 

—Bienvenido al mundo de Emilio Acero, Oficial AarĆ³n Medina.

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