Emilio Acero: el oficial del callejon - Las Bolas de Pablo

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27 feb 2023

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Emilio Acero: el oficial del callejon

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Emilio Acero fue contratado por La CofradĆ­a para limpiar un desastre, siempre lo hacĆ­an cuando normalmente la organización criminal atravesaba una incompetencia. Esta vez, se trataba de un secuestro, un prominente polĆ­tico local estuvo causando problemas al interrumpir sus operaciones de blanqueo de dinero. Se habĆ­an dejado algunas pruebas en el lugar del secuestro y, gracias a las habilidades de un policĆ­a, se descubrieron las documentaciones y estaban a salvo en el armario de la comisarĆ­a.

 

La CofradĆ­a tenĆ­a un infiltrado en la empresa de limpieza contratada por la PolicĆ­a para prestar sus servicios. Falsificó los registros y el control de seguridad, haciendo pasar al experimentado asesino como un antiguo empleado de turno.

 

Aquella acción le permitió acceder a la comisarĆ­a. Esa noche, mientras agachaba la cabeza y cumplĆ­a con sus obligaciones, Emilio descubrió la habitación donde se guardaba el armario con las pruebas. HabĆ­a conseguido introducir cuidadosamente algunos explosivos plĆ”sticos. Unos cinco minutos mĆ”s tarde, se encontraba en su "descanso para ir al baƱo" cuando una potente explosión arrasó el armario de pruebas. Ā”Misión cumplida! Escapó por la salida de emergencia cuando sonó la alarma de incendios y se perdió en la noche.

 

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Se quitó el uniforme de limpiador y se puso ropa de calle informal: unas gruesas botas negras, jeans y una camiseta negra. En la cintura llevaba una pistola pequeƱa, una pistola elĆ©ctrica, un pequeƱo bote de gas lacrimógeno y una porra de acero. A menos que fuera absolutamente necesario, nunca iba desarmado a ningĆŗn sitio. Utilizaba un abrigo para disimular lo fuertemente armado que iba. Pero la realidad era que no necesitaba armas para herir o matar a un hombre.

 

Entonces, como si nada le importara, caminó despreocupadamente por la calle y dobló por un callejón. HabĆ­a sirenas sonando con fuerza a varias manzanas de distancia y el sonido de un camión de bomberos a lo lejos. Silbó y, en el otro extremo del callejón, vio a un policĆ­a solitario doblar la esquina. HabĆ­a estado en la comisarĆ­a, pero dudaba que lo reconociera, y menos en las oscuras sombras del callejón. Actuó como cualquier otro ciudadano de caminaba a casa despuĆ©s de una noche de copas, ajustando sus andares para tropezar ligeramente. Sin embargo algo en la actitud del asesino hizo dudar al joven policĆ­a, era una noche fuera de lo comĆŗn, el ambiente estaba agitado, sirenas, llamas, explosiones, cualquier borracho se asustarĆ­a con eso o se iban a mirar con feliz estupor alcohólico el lugar de la explosión, porque eso lo hace todo el mundo, nadie ignora algo asĆ­. A menos que tengan culpas que ocultar.

 

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—SeƱor ā€”dijo Aarón Medina cambiando la dirección y dirigiĆ©ndose a Emilio—. Espere.

 

Emilio Acero era enemigo de los tiroteos, siempre causaban ruido, estuvo a punto de sacar su arma y acabar con aquello de una buena vez. Se dio cuenta de que ese policĆ­a era un cabrón peligroso, probablemente de origen militar. Se notaba en su forma de andar, en la seguridad de sus pasos, en la mirada dura y sin tonterĆ­as de los ojos, en la forma de sostener su hermosa mandĆ­bula, en una lĆ­nea de firme determinación. Su tiempo de reacción probablemente estarĆ­a a la par con el suyo a la hora de desenfundar un arma. Y en el momento en que hiciera un movimiento dentro de su abrigo para coger la pistola o aquella elĆ©ctrica, probablemente responderĆ­a con su propia arma y serĆ­a un cara a cara.

 

Cuando se acercó a Emilio, el asesino se agachó un momento como si estuviera a punto de vomitar. Entonces, a la velocidad del rayo, se enderezó, levantando el puƱo como un rayo, buscando nokearlo con un uppercut.

 

Aarón se tambaleó contra la pared del callejón, aturdido por un segundo, ya que lo que se esperaba no era eso. Esperaba que el supuesto borracho fuera un simple ratero. Por su experiencia militar y la resistencia a los golpes se impulsó desde la pared y chocó contra Emilio, levantando el codo y golpeĆ”ndolo en la cara.

 

—AgĆ”chate, cabrón ā€”gritó el policĆ­a.

 

Emilio lo agarró de la muƱeca. Giró sobre mĆ­ mismo y sostuvo la muƱeca derecha por encima de su hombro mientras giraba, golpeando con su pesada espalda la parte delantera del uniformado, incluso a travĆ©s del grueso chaleco, sintió la sólida musculatura del oficial.

 

Se inclinó rĆ”pidamente hacia delante, pasĆ”ndole el brazo derecho por encima del hombro con una enorme explosión de fuerza, lanzando todo su cuerpo por encima del hombro en un brutal lanzamiento de judo, retorciendo el brazo derecho mientras Aarón caĆ­a con la espalda contra el duro cemento.

 

—NOPE, OFICIAL. LO SIENTO, PERO YO NO JUEGO TUS REGLAS. TÚ JUEGAS LAS MƍAS.

 

El policĆ­a se alejó rodando, por suerte gran parte de su uniforme lo protegĆ­a de graves daƱos, rodó hasta la pared del callejón y se quedó mirando a Emilio.

 

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—Soy un agente con armas de fuego, ponte de rodillas. No querrĆ”s meterte conmigo.

 

Entre ellos habĆ­a un charco de agua sucia. Emilio se burló ante la amenaza del oficial.

 

—Estoy armado con mis puƱos y mis pies, poli. Seguro que no quieres meterte conmigo.

 

De repente, golpeó con la bota el charco de agua, lanzando un chorro de lodo directamente al rostro de Aarón. Aprovechó la distracción para dar un paso adelante, girar sobre una de sus botas y lanzar la otra contra el costado de la fuerte y atractiva mandĆ­bula con una patada giratoria. Pero Aarón, mĆ”s preparado, levantó el brazo para bloquear la patada asĆ­ que en lugar de golpear su cara, el impacto fue al brazo, aun cegado por el agua, giró su propio pie para enganchar el tobillo de Emilio y hacerle perder el equilibrio.

 

Emilio cayó sobre el charco de agua, y en un acto muy poco policial, Aarón lo golpeo en el abdomen con sus botas.

 

Una onda expansiva de dolor surgió en Emilio desde el punto de impacto. Sin embargo, y pese a todo el dolor, luchó contra el dolor de sus abdominales y agarró los pies de Aarón haciĆ©ndolo caer de espaldas.

 

Se dio la vuelta como una serpiente mientras caĆ­a de espaldas, con su cuerpo presionó el pecho de Aarón de lado a lado, sus piernas rodearon su brazo izquierdo, el brazo izquierdo inmovilizó su muƱeca derecha contra el suelo, y el brazo derecho serpenteó hacia arriba y luego se lanzó hacia abajo salvajemente, estrellando el codo derecho contra su mandĆ­bula.

 

Por mĆ”s que quisiera, Aarón no podĆ­a alcanzar su pistola ni la porra porque estaba con los brazos inmovilizados. Le zumbaba la cabeza y ni describir el dolor de mandĆ­bula. Levantó la cabeza bruscamente, como si quisiera darle al Emilio un cabezazo. Respiró hondo, flexionó los fuertes mĆŗsculos del estómago, dobló la cadera y subió las piernas por encima del hombro de Emilio. Apretó los muslos con fuerza alrededor de su cabeza y cuello y luego giró con fuerza, tratando de hacerlo caer lejos de Ć©l.

 

Preocupado por la acción, Emilio respiró y reaccionó, sin permitirse pensar simplemente reaccionar. Llevó su brazo derecho hacia abajo para sustituir a la mano izquierda, de modo que su brazo izquierdo quedó libre. La mano izquierda se sumergió detrĆ”s de Emilio en busca de la ingle del policĆ­a.

  

—”””AAAAaaaaah!!! —gritó Aarón de dolor cuando sintió que le apretaron las bolas. Inmediatamente separó sus muslos del cuello de Emilio liberĆ”ndolo. El asesino tambiĆ©n apartó la mano de las ovaladas gónadas, cada uno se separó buscando recuperar sus fuerzas.

 

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Con energĆ­a renovada Emilio se enderezó, inmediatamente Aarón agarró su taser y lo disparó inmediatamente a corta distancia justo en la entrepierna de Emilio Acero, envolviendo sus genitales en un fuego abrasador, pero no pudo sostener el taser por mĆ”s de un breve par de segundos antes de que el dolor fuera demasiado y lo soltó.

 

—”Hijo de puta! —chilló Emilio, quedó tumbado, estremeciĆ©ndose y crispĆ”ndose violentamente, sintiendo cómo le castaƱeteaban los dientes. Un hombre comĆŗn hubiera perdido el control motor durante cinco segundos por una descarga elĆ©ctrica. Pero un hombre como Ć©l, entrenado en las Fuerzas Especiales recuperaba el control motor rĆ”pidamente—. Ā”Jódete, hijo de puta! —Emilio Acero estiró la mano izquierda y volvió a inmovilizar el brazo derecho del oficial contra el suelo, luego metió la mano en su cinturón tĆ”ctico y sacó su tubo de gas pimienta. Lo descargó de lleno en sus ojos.

 

—”AAAAAAAAAH!

 

Volvió a guardar el spray de pimienta y luego aplastó salvajemente su codo derecho contra la mandĆ­bula.

 

Aunque continuaba débil Aarón seguía luchando, quizÔs dando débiles patadas. Los testículos, el brazo y la cabeza le dolían muchísimo.

 

Movió el hombro y su brazo se enredó en las piernas de Emilio. Le agarró la entrepierna con toda la fuerza que pudo reunir.

 

—”””GRRRRRRRRR!!! ā€”gruñó Emilio ante un nuevo dolor de huevos.

 

De repente, se escuchó un pitido. Con su otra mano Aarón activó el botón de llamada de emergencia de su radio.

 

Sabiendo que sólo le quedaba unos minutos, Emilio recuperó el control de su muƱeca y la alejó de su radio inmovilizĆ”ndolo. Luego, con la intención de noquearlo, volvió a clavar salvajemente el codo en la mandĆ­bula del oficial. Dos veces consecutivas.

 

Lo Ćŗltimo que Aarón pudo decir fue un desafiante "cabrón" antes de quedar inconsciente.

 

Una vez mĆ”s Emilio Acero habĆ­a ganado, tenĆ­a dolores punzantes en el cuello, un salvaje moratón que se extendĆ­a por sus abdominales y un temblor en las bolas a causa de la pistola elĆ©ctrica.

 

Aunque terminó bastante rÔpido, no fue una pelea fÔcil. Decidió rÔpidamente no matarlo. El cuerpo sería demasiado difícil de ocultar. En lugar de eso, decidió llevÔrselo.

 

Lo puso boca abajo, fuera del charco de agua. RĆ”pidamente le esposó las manos a la espalda y luego los tobillos, inmovilizĆ”ndolo. Le quitó la radio del uniforme, le quitó la baterĆ­a y la tiró por el desagüe. A continuación, le sacó el cinturón tĆ”ctico, junto con el arma de fuego y el resto del equipo. Le sacó las botas, le quitó los calcetines y le volvió a poner las botas utilizando sus calcetines sucios y sudados como mordaza para mantenerlo callado, metiĆ©ndoselos en la boca y atĆ”ndolos con trozos de cuerda de nailon que llevaba encima para circunstancias inusuales.

 

Se echó al hombro el fornido y musculoso cuerpo de policĆ­a noqueado y se encaminó por los callejones hacia su vehĆ­culo. Lo dejó en el asiento de al lado, muy bajito. Tras una hora sin incidentes, llegó a un piso a las afueras de la ciudad. Lo despojó del uniforme, hasta dejarlo completamente desnudo.

 

Colocó su musculoso cuerpo esposado, golpeado, capturado y desnudo sobre una mesa. Luego, dejó que se despertara. La habitación estaba insonorizada, asĆ­ que ya no se preocupaba de que hablara. Le habĆ­a quitado la mordaza de la boca. Caminó a su alrededor, explorando su cuerpo con las manos, disfrutando de su grosor, su forma y su potencia. Estaba claramente excitado.

 

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—Bueno, policĆ­a, ha dado usted mucha guerra. Por eso tiene mi mĆ”s sincero respeto. No subestimo en absoluto sus habilidades. Pero ahora, ĀæquĆ© voy a hacer contigo? DespuĆ©s de, por supuesto, follarte. Que es lo que hago con los oponentes dignos a los que he decidido dejar vivir.

 

Aarón hizo fuerza contra las ataduras mientras se sentó lentamente. Con las esposas a la espalda era difĆ­cil hacer mucho.

 

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—Me siento como una mierda. Y tĆŗ me consideras digno. Bueno eso es jodidamente genial Āæno? Como si me importara. TĆŗ fuiste el que bombardeó mi estación, Āæno? Bueno, no soy un puto marica ā€”hizo una mueca de dolor cuando intentó mover el brazo—. Me has jodido. ĀæEres ex-fuerza militar?

 

Emilio se burló. —DeberĆ­as estar agradecido de que te considere digno. Si no, estarĆ­as muerto ā€”ignoró por completo la pregunta, la polla se le puso dura. Lo observó mientras hacĆ­a una mueca de dolor, y finalmente suspiró—. SĆ­, como tĆŗ, por la pelea que me has dado. Me entrenaron como militar antes de que decidiera que las oportunidades económicas eran mĆ”s lucrativas como asesino. No pasa nada por decĆ­rtelo ahora, ya te darĆ”s cuenta. Mi nombre es Emilio Acero. Puede que hayas oĆ­do hablar de mĆ­ ā€”lo bajó de la mesa, le dio la vuelta y lo empujo con fuerza sobre ella. Le metió la mano entre las piernas y le acarició la polla y los huevos con una mano, manteniĆ©ndolo sujeto a la mesa con la otra. Luego le soltó los testĆ­culos , extiendo el dedo Ć­ndice y lo metió hasta el fondo de su culo.

 

Aarón gruñó ligeramente de dolor. Pero su pene se fue poniendo duro.

 

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—PrepĆ”rate para la mejor follada de tu vida, ex sargento Aaron. Vas a sentir mi polla muy pronto, no te preocupes ā€”le agarró la nuca con la mano, lo tiró del pelo y le aplasto la cara contra la mesa. Mientras tanto, le agarró la polla y los huevos, y empezó a acariciarlos, el miembro del oficial estaba duro en respuesta a esa simple estimulación—. Ya veo cómo es, oficial —empezó a tantear la punta del trasero con su polla, reciĆ©n liberada de los pantalones. Levantó la nuca y, como pudo, volvió a aplastar su cara con fuerza contra la mesa. Gruñó y empezó a introducir su pene en la abertura del culo mientras le acariciaba la polla y le aplastaba la cara contra el tablero de la mesa.

 

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—Maldito bastardo. Me vas a violar ā€”Aarón gruñó de dolor. Sus manos estaba esposadas detrĆ”s de su espalda, esperó a que la polla del asesino se deslizara un poco mĆ”s y movió su mano hacia abajo bruscamente el trozo de metal entre las dos esposas golpeó la dura polla y una mano agarró las bolas de Emilio tan fuerte como pudo, tiró de ellas con fuerza mientras se las apretaba—. DĆ©jame ir y me olvidarĆ© de todo esto ā€”apretó mĆ”s fuerte.

 

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—AAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH ā€”agarró la punta del dedo Ć­ndice de Aarón, mientras seguĆ­a gritando de dolor y lo doblo hacia atrĆ”s, rompiĆ©ndolo. Siguió bajando por su mano derecha, doblando metódicamente cada dedo hacia atrĆ”s y rompiĆ©ndolo salvajemente. Hizo lo mismo con la otra mano, seleccionó cada dedo, lo doblo hacia atrĆ”s y lo rompió. Dio un paso atrĆ”s, con la polla empezando a ablandarse, pero endureciĆ©ndose de nuevo por la tortura que acabó de cometer. Entonces habló con voz frĆ­a: —No me provoques, Aaron. He decidido lo que voy a hacer contigo. VolverĆ”s a mis instalaciones de entrenamiento y te utilizarĆ© para demostrar a los aprendices cómo se llevan a cabo los interrogatorios y las torturas. SerĆ” muy interesante ver cuĆ”nto tiempo sobrevives. Pero... ā€”le acarició la polla, que aĆŗn estaba dura—… sospecho que en realidad podrĆ­as ser lo suficientemente retorcido como para disfrutar un poco.

 

—EstĆ”s disfrutando con esto, maldito pervertido. Y sĆ­. Mi polla se estĆ” poniendo dura porque me estĆ”s follando. Ā”Claro que estĆ” dura! No porque lo estĆ© disfrutando, cabrón. ĀæCómo coƱo puedes hacer esto? Los dos somos militares, maricón chupapollas ā€”movió las manos sin poder sujetarlo—. DĆ©jame quitarme las esposas.

 

Emilio se echó a reĆ­r. —SĆ­, Āæpor quĆ© no pruebas esa frase con alguien que no vea a travĆ©s de tu mierda HERMANO? Porque al menos somos hermanos en un sentido. La forma en que nuestras pollas estĆ”n conectadas. Yo era militar, ahora soy un asesino ā€”afirmó empezando a penetrarlo bastante fuerte—. ĀæQuieres que te quite las esposas? Hmmmmm.... dĆ©jame pensar... PÚDRETE, AARƓN. Ā”YA NO DAS LAS ORDENES, CHICO!

 

Aarón gruñó, su polla comenzó a gotear presemen, mientras seguĆ­a siendo penetrado.

 

—Escucha Emilio, hermano. Lo somos. Somos putos hermanos. No pasas por todo nuestro entrenamiento para no serlo. Tus compaƱeros de escuadrón. Tus amigos. TĆŗ y yo ya no estamos en el ejĆ©rcito. Pero hemos pasado por mucho. Joder. Deja las armas. Hemos pasado por lo mismo hermano.

 

Emilio afirmó con la cabeza.

 

—SĆ­, Aaron, tienes razón, estuve en muchas misiones con el ejĆ©rcito, y fueron esas mierdas lo que me hizo jurar no volver a matar a menos que fuera mi decisión. Por eso me hice independiente. Nadie mĆ”s que yo da las órdenes sobre a quiĆ©n matar o a quiĆ©n mantener con vida. Yo decido. Yo. Te dirĆ© algo, Aaron, he decidido no matarte hoy. TodavĆ­a. Aunque ese daƱo que hiciste con mis bolas me hizo cambiar de opinión, e iba a romperte el cuello despuĆ©s de terminar de violarte. Pero, no te voy a matar hoy y no te voy a matar con una condición. No mĆ”s mierda, hoy no. Tu polla sabe lo que quiere. Deja que tenga lo que quiere. No te resistas. RĆ­ndete. No para siempre, sólo por eso. Me gustas, Aarón, eres mi tipo de hombre. No me hagas matarte. Entonces no podrĆ© follarte otra vez. Hazlo por mĆ­, y no te asesinarĆ© hoy. ĀæQuĆ© dices?

 

Aarón volvió a gruƱir de dolor. —SĆ­, mi polla estĆ” dura. Es sólo la tercera vez que me follan. ĀæRecuerdas la primera vez que tuviste sexo despuĆ©s de las primeras doce semanas de entrenamiento bĆ”sico? Aquella vez que follaste por primera vez en doce semanas y pensaste que era el mejor sexo que habĆ­as tenido porque hacĆ­a tiempo que no lo hacĆ­as. SĆ­. Eso es lo que le estĆ” pasando a mi polla. QuĆ­tame las esposas. Las llaves en mi cinturón donde lo hayas puesto. Hazlo. Y te prometo como hermano que no harĆ© nada mĆ”s. Si quieres que me entregue a ti por este polvo lo harĆ©. Bajo mi palabra de soldado a otro soldado.

 

Emilio Acero consideró las palabras cuidadosamente. Se rió entre dientes. Le habĆ­a roto todos y cada uno de los dedos de ambas manos. No podĆ­a agarrar nada, no podĆ­a sujetar nada. No habĆ­a nada en la habitación que pudiera ser usado como arma, ya se habĆ­a ocupado de eso. Decidió quitarle las esposas de las muƱecas. Cogió la llave y le abrió las esposas. Sin embargo, dejó los grilletes de los tobillos. No iba a ser tan confiado.

 

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Puso a Aarón boca arriba, observando el dolor en su cara mientras le ajustaba las manos con los dedos rotos. Le hizo un gesto con la cabeza y se quitó la camiseta, mostrando su torso duro como su apellido, acero. Se colocó a horcajadas sobre los abdominales de Aarón y lo miro, impasible pero agradecido. Alargó la mano y, casi con ternura, frotó sus dedos por su cara. Alargó la mano hacia atrĆ”s y le acaricio la polla. Su propia polla seguĆ­a firme, chorreando esperma sobre los abdominales.

 

Sus ojos brillaban de diversión, su polla se retorcĆ­a al contemplar el dolor en el rostro de Aarón, como le encantaba hacer daƱo a hombres como Ć©l.

 

—Tienes suerte de que no te matara en el acto cuando hiciste esa jugarreta. No es que yo no hubiera intentado lo mismo en tu lugar ā€”se encogió de hombros—. Lo que mĆ”s me gusta de ti, Aaron, es el tamaƱo de tus bolas —se bajó de la mesa y tomó las piernas de Aarón, no con demasiada brusquedad, tampoco con sutileza, pero cogió su  polla y volvió a metĆ©rsela por el culo. Metió la mano por debajo y entre las piernas del oficial, y agarró sus testĆ­culos, acariciĆ”ndolos con pericia—. Un hombre con unas pelotas como las tuyas sigue pensando que manda de alguna manera, que lleva la voz cantante. ĀæQuieres follarme? Entonces, deberĆ­as haber sido mĆ”s inteligente. DeberĆ­as haber estado mĆ”s alerta cuando te di el salto. No debĆ­as haberte quedado con el puto culo al aire en acto de servicio. DebĆ­as haber sido mejor hombre. Pero… No lo eres. AsĆ­ que hoy eres mi perra.

 

Aarón gruñó fuertemente.

 

—Eres un buen luchador ā€”afirmó Aarón—. Si no te me hubieras adelantado. Tal vez yo hubiera sido el mejor hombre. Si me mantienes con vida. QuizĆ” algĆŗn dĆ­a lo descubras.

 

Emilio mantenĆ­a un ritmo metiendo y sacando las caderas. La actitud de Aarón lo estaba volviendo loco. Su trasero no estaba acostumbrado a ese tipo de tratamiento, se desgarró un poco despuĆ©s de una embestida bastante salvaje.

 

—Me gusta tu polla, Aarón ā€”le dio un fuerte apretón a su gruesa carne mientras la acariciaba, sintiĆ©ndola resbaladiza por el semen al mismo tiempo sintió que sus propios testĆ­culos empezaban a hervir— Es duro perder una pelea asĆ­, Āæverdad? Deseando demostrar que fue sólo una casualidad. Sabiendo que si tuvieras otra oportunidad, me cogerĆ­as. La derrota es un trago tan amargo que intentas escupirlo ā€”empujó mĆ”s fuerte durante unos instantes—. Jódete, Aaron, pero vas a ser muy divertido. Si pensara que hay la mĆ”s mĆ­nima posibilidad de convencerte de que luches por mĆ­, lo harĆ­a. Pero hay mĆ”s posibilidades de que me convierta en policĆ­a que de que luches a mi lado. Es una pena, pero… —le metió la polla con un particular empujón—… aĆŗn puedes trabajar para mĆ­, Aarón. Oh, sĆ­. Te ganarĆ”s el sustento. Puede que incluso te guste de vez en cuando ā€”se echó a reĆ­r mientras sus huevos hervĆ­an con la necesidad de correrse.

 

—QuizĆ” deberĆ­as hacerte policĆ­a, entonces te follarĆ­a hasta dejarte sin sentido, lo disfrutarĆ­as de verdad ā€”dijo Aarón. Gimió mientras, a su pesar, su polla goteaba presemen sobre la mesa y el suelo a punto de eyacular. Gruñó con fuerza.

 

Emilio tambiĆ©n gimió. observó como la resbaladiza capa de pre semen brotaba del pene de Aarón, cubriĆ©ndolo mientras le acariciaba la polla. Se estremeció y con un rugido, su caliente y espeso semen, salió disparando cuerdas blancas y pegajosas que llenaron su trasero de adentro hacia afuera.

 

Los huevos de Aarón al mismo tiempo comenzaron a apretarse, su polla sufrĆ­a de espasmos y se estremecĆ­a. En pocos segundos el semen bañó la mano del asesino.

 

—Muy bien, hombre, has cumplido tu palabra. Lo recordarĆ©. Ahora es el momento de ponerse en marcha. Vas a empezar tu nuevo trabajo, como sujeto de interrogación y tortura para mis aprendices. Y tambiĆ©n como mi perra para cuando sienta la necesidad de destrozarte el culo.

 

Emilio se agachó y sujetó a Aarón de los grandes huevos mientras lo tumbó de pecho sobre la mesa. Tiró salvajemente de esos testĆ­culos con una mano, balanceĆ”ndose. Lo arrojó sobre la mesa sólo por sus grandes bolas y lo golpeó con fuerza contra el suelo.

 

—Bienvenido al mundo de Emilio Acero, Oficial Aarón Medina.

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