El agente Jaime MartĆnez se agachĆ³ con cuidado en la cima de la colina, entre el bosquecillo de Ć”rboles. Con sus binoculares observĆ³ una bocanada de vapor que se elevaba en espiral en el aire fresco de la tarde, el sol apenas comenzaba a ponerse. La misiĆ³n habĆa sido puesta en marcha y el tiempo era de suma importancia si querĆa que fuese un Ć©xito.
Un mensajero de La CofradĆa habĆa sido capturado seis horas atrĆ”s durante una operaciĆ³n encubierta cuidadosamente planeada, el hombre revelĆ³ que Lorenzo, un notorio ex agente de las Fuerzas Especiales que estaba trabajando para La CofradĆa, lo estaba esperando para la maƱana siguiente. Si no llegaba a tiempo, todo el depĆ³sito entrarĆa en mĆ”xima alerta y se necesitarĆa una acciĆ³n militar para eliminarlo.
El objetivo de Jaime era entrar por el sistema de ventilaciĆ³n, pasar el perĆmetro de seguridad, luego ingresar en la instalaciĆ³n principal de almacenamiento de armas, establecer suficientes explosivos C4 y hacer que detonara para volar la instalaciĆ³n por las nubes. Las autoridades ya estaban preparando una historia sobre una extraƱa acumulaciĆ³n de metano subterrĆ”neo para explicar tal explosiĆ³n a la sociedad.
Para todo ello vestĆa con botas pesadas negras, pantalones color crema a prueba de balas ceƱidos a sus mĆŗsculos y una franela del mismo material, con un cinturĆ³n de herramientas con cuchillo, pistola con silenciador, cortadores de alambre, binoculares, explosivos C4, telĆ©fono inteligente, ziptie, ganzĆŗas, dispositivo de agarre, una granada de humo, una granada flash bang, una granada de fragmentaciĆ³n en caso de que las cosas se pusieran realmente peligrosas y un Taser para derribos no letales.
El reloj marcaba las 19:31. El enviado de la estaciĆ³n de policĆa ya debĆa haber llegado, empezaba a molestarse por su tardanza. Se debatĆa si entrar solo, porque al parecer todo dependĆa de Ć©l.
—No se preocupe, estamos aquĆ para ayudarlo —susurrĆ³ una voz a su espalda. El hombre que lo habĆa tomado por sorpresa, tenĆa una sonrisa mientras se agachaba a su lado y ponĆa una mano en su espalda suavemente. HabĆa aparecido de la forma mĆ”s silenciosa posible—. Si Lorenzo estĆ” aquĆ, lo necesitamos frente a la justicia, vivo si es posible, pero muerto si es necesario. Te estarĆ© cuidando y confiarĆ© en ti para el resto. ¿Comprendido?
Se trataba del CapitĆ”n NicolĆ”s Romero, quiĆ©n ayudarĆa a Jaime en la misiĆ³n, el reciĆ©n llegado observĆ³ rĆ”pidamente al acompaƱante, determinĆ³ que era bastante guapo, pero no estaba ahĆ para juzgar su belleza.
Jaime MartĆnez lo mirĆ³ de arriba abajo conteniendo la irritaciĆ³n, que rĆ”pidamente fue reemplazada por admiraciĆ³n, quĆ© espĆ©cimen masculino absolutamente guapo era. SonriĆ³ con tristeza y respondiĆ³:
—Oh, sĆ, entiendo. Yo tengo mi objetivo y tĆŗ tienes el tuyo. Entremos, hagamos nuestro trabajo. Y… por cierto, ¿te importarĆa mucho si me dijeras tu nombre y rango? No me informaron a quiĆ©n escoltaba al depĆ³sito.
—CapitĆ”n NicolĆ”s Romero, agente especial de la policĆa. Lorenzo Martinez, ex CapitĆ”n y Agente Especial es mi objetivo. Espero que seas el verdadero Jaime MartĆnez, tienes que serlo. ¿EstĆ”s listo?
—Estoy listo. Nuestro punto de entrada serĆ” el conducto de ventilaciĆ³n que hay en la colina. La mayor parte de la base estĆ” bajo tierra, por lo que han evitado ser detectados durante tanto tiempo. Tan pronto como oscurezca, saldremos y haremos nuestra entrada. Y es mejor que esperes que yo sea el verdadero hombre, mi amigo, porque si no lo soy, ambos estaremos jodidos. Me he enredado con la CofradĆa en el pasado, y dĆ©jame decirte que SON el verdadero enemigo. Hagamos una pequeƱa apuesta, ¿de acuerdo? Si terminas salvĆ”ndome el culo, te invito a unas copas despuĆ©s de que termine esta mierda. De lo contrario, depende de ti. ¿Trato? —sonriĆ³, extendiendo la mano, los mĆŗsculos de su antebrazo y bĆceps se ondularon con poder.
—Que asĆ sea… —dijo NicolĆ”s con una sonrisa—. Me gusta mucho tu apuesta.
—NicolĆ”s, mira, si nos mantenemos justo a la izquierda de la lĆnea de la cresta, permanecemos fuera de la vista desde el depĆ³sito hasta que estemos a unos 30 metros del pozo. A partir de ahĆ es un paseo rĆ”pido a nuestro punto de entrada. IrĆ© bajando, tĆŗ cuĆdame la espalda y luego entraremos en la guarida de la bestia. ¿Entendido?
—Tu culo estarĆ” bien cubierto. SĆ³lo recuerda, Lorenzo es mĆo. Tenemos una cuenta que saldar.
Poco a poco el sol fue desapareciendo, cuando fue el momento perfecto, Jaime se puso de pie y le dio una palmada amistosa en el hombro a NicolĆ”s, sintiendo sus mĆŗsculos gruesos debajo de su camiseta negra, su pene se contrajo levemente cuando sintiĆ³ una pequeƱa chispa de quĆmica en el breve contacto.
BajĆ³ a toda velocidad, confiando en que NicolĆ”s lo seguirĆa. Cada sentido estaba sintonizado con el entorno, absorbiendo los miles de detalles, se mantuvo agachado, justo debajo de la cima de la cresta, seleccionando expertamente cada paso para minimizar cualquier sonido y proporcionar el mejor equilibrio.
Cuando llegaron al punto mĆ”s cercano al conducto de ventilaciĆ³n, Jaime se detuvo durante unos veinte segundos, examinando los alrededores en busca de cualquier indicio de que pudieran estar bajo observaciĆ³n o en peligro. No habĆa nada. Corrieron a travĆ©s del campo abierto, bajo la noche sin luna. Alcanzaron el pozo y rĆ”pidamente Jaime sacĆ³ su pequeƱo juego de herramientas del cinturĆ³n tĆ”ctico, confiando en que su compaƱero vigilaba. No demorĆ³ mucho tiempo, casi un minuto, encontrĆ³ y cortĆ³ los gruesos bucles de alambre de acero. Le entregĆ³ la rejilla a NicolĆ”s para que la sostuviera mientras aseguraba el gancho de agarre, preparĆ”ndose para descender. Se puso un par de guantes negros para protegerse de la fricciĆ³n mientras bajaba en rĆ”pel por el pozo. Confiando en que NicolĆ”s volviese a colocar la reja en su sitio al seguirlo.
Jaime mirĆ³ hacia arriba mientras NicolĆ”s ajustaba la rejilla, haciendo mĆ”s ruido de lo que le hubiera gustado. AĆŗn asĆ continuĆ³ desplazĆ”ndose, seguro de que el sonido no se escuchĆ³ mĆ”s allĆ” de ellos.
LlegĆ³ al fondo del pozo, y era un cruce en T, con dos pozos anchos que conducĆan a la derecha y a la izquierda. Jaime aguzĆ³ sus oĆdos tratando de escuchar por encima del ruido de fondo. ConcluyĆ³ que el camino de la izquierda llevaba mĆ”s profundo bajo tierra, mĆ”s lejos de la entrada principal.
Juntos se dirigieron hacia la izquierda, teniendo que agacharse casi el doble por el estrecho espacio. DespuĆ©s de 20 metros, encontraron un respiradero de salida. RĆ”pidamente Jaime trabajĆ³ para desenroscar los cuatro pernos que sujetaban la rejilla. Se bajĆ³ por el borde de la abertura, sus brazos se tensaron, cayĆ³ al suelo lo mĆ”s silencioso que pudo y se agazapĆ³ contra la pared del corredor, mirando a izquierda y derecha, aguzando los oĆdos, pero sin escuchar ni ver nada.
Cuando NicolĆ”s se dejĆ³ caer, Jaime saliĆ³ corriendo a un lado de la puerta, esperando que su compaƱero lo siguiera, pero, de repente, las luces se encendieron y la puerta comenzĆ³ a abrirse. QuizĆ”s habĆa un interruptor de luz en la sala y era la pelea.
Las voces de dos hombres resonĆ³ en el pasillo.
—No hay forma de que esos jodidos del Barcelona ganen este partido, Camilo. Ya verĆ”s como El Madrid nos llevarĆ” a la victoria —decĆa el hombre que ingresaba a la habitaciĆ³n. Era joven, tal vez de 21 o 22 aƱos, cabello negro con mĆŗsculos apretados claramente definidos en la parte superior del cuerpo. VestĆa pantalones de camuflaje verde con botas pesadas negras. EntrĆ³ en la habitaciĆ³n sin pensar que habĆan dos infiltrados.
—Mira, amigo —decĆa su acompaƱante—, espero que tengas razĆ³n, pero los del Barcelona son buenos.
Cuando la puerta se cerrĆ³, NicolĆ”s dio un paso adelante y con un movimiento suave, envolviĆ³ la mano izquierda alrededor del llamado Camilo, al mismo tiempo que desabrochaba el Taser en el cinturĆ³n de herramientas y conducĆa la puntas de metal directamente en su cuello, electrocutĆ”ndolo sin hacer el mayor ruido posible.
Jaime dio un paso detrĆ”s del primer hombre, le dio una patada en la parte posterior de la rodilla, envolviĆ³ el brazo derecho con un cuchillo en la mano alrededor de su garganta, y clavĆ³ la rodilla derecha en la parte baja de su espalda, enviĆ”ndolo hacia el suelo con Ć©l encima
—Mueve un maldito mĆŗsculo y nunca sabrĆ”s exactamente quĆ© tan buenos son los del Barcelona en el prĆ³ximo partido —susurrĆ³ a su oĆdo—. Vamos a tener una conversaciĆ³n. ¿Me entiendes? Asiente una vez si me sigues.
El joven llamado Bruno a regaƱadientes, asintiĆ³ con la cabeza, aĆŗn asĆ sacĆ³ de su bolsillo del pantalĆ³n un dardo, esperando que ese hombre no se hubiese dado cuenta.
NicolĆ”s se acercĆ³ al joven Bruno, haciendo funcionar el teaser en su oĆdo. Sonriendo le dijo:
—Escucha, amigo. Vamos a hacer un divertido juego. Se llama ¿QuiĆ©n te mata mĆ”s rĆ”pido? Para que ganes, tienes que cooperar. Y eso significa que cuando mi amigo te suelte la boca, responderĆ”s a nuestras preguntas... de manera sucinta y no mĆ”s que un susurro. Cualquier cosa mĆ”s que un susurro, cualquier movimiento repentino, si te tiras un pedo, voy a intentar matarte y mi amigo tambiĆ©n. Ambos estamos a 2 centĆmetros de tu cabeza con nuestras armas. Creo que tengo mejores reflejos, asĆ que serĆ© yo. Pero no creo que estĆ© de acuerdo. AsĆ que juguemos. No voy a preguntarte si quieres jugar, pero te deseo buena suerte. Ahora. ¿DĆ³nde estĆ” Lorenzo?
Bruno tragĆ³ saliva varias veces. ParecĆa que ninguno de esos dos tipos habĆan notado el dardo en su mano. Estaba seguro de que despuĆ©s de todo lo iban a matar, asĆ que moviĆ³ su mano, sus fuertes mĆŗsculos y sus rĆ”pidos reflejos impulsaron el dardo hacia arriba y hacia atrĆ”s, hacia el hombre agachado a su lado. La entrepierna del tipo estaba a una distancia del golpe perfecto. Lo Ćŗltimo que harĆa en vida era golpearlo en las bolas.
Para su suerte Jaime captĆ³ el movimiento y respondiĆ³ a tiempo.
DejĆ³ caer su mano derecha, empujando la empuƱadura del cuchillo contra la boca de Bruno, usando al mismo tiempo la mano izquierda para agarrarle la muƱeca, a pocos centĆmetros de que la punta afilada y estrecha se clavara en sus testĆculos. AplastĆ³ su muƱeca, haciendo que el joven soltara el dardo. Luego, cambiando el agarre, su mano izquierda reemplazĆ³ a la derecha. TomĆ³ el cuchillo y deliberadamente cortĆ³ una lĆnea debajo del ojo derecho del muchacho, liberando un poco de su sangre.
—Eso fue muy valiente, pero muy estĆŗpido —susurrĆ³ Jaime—. ¿QuĆ© tal si tomo este cuchillo y te corto las bolas? ¿Lo hago? Me estoy cansando de jugar contigo. Mi amigo te hizo una pregunta. ¿DĆ³nde estĆ” Lorenzo? —presionĆ³ el cuchillo mĆ”s fuerte—. Mi amigo estĆ” ansioso de matarte, Ć©l es rĆ”pido y va al grano. Yo, por otro lado, soy un maldito sĆ”dico al que nada le gustarĆa mĆ”s que tener una excusa para cortarte las pelotas, una a la vez, solo para ver cuĆ”nto tardas en desangrarte. AsĆ que por favor no responda a su pregunta. ConsidĆ©ralo un favor personal.
NicolĆ”s cogiĆ³ el dardo del suelo y amenazĆ³ a Bruno:
—¿Ibas a tratar de apuƱalarme con esto? —agarrĆ³ la muƱeca del joven y clavĆ³ su mano en el suelo. DirigiĆ³ la punta puntiaguda del dardo directamente en la parte superior de su mano, perforando entre el nudillo de su dedo Ćndice y medio.
Bruno dejĆ³ escapar un grito, que NicolĆ”s ahogĆ³ con su mano libre. SabĆa que el tiempo era esencial, Lorenzo no esperaba que sus hombres estuvieran desaparecidos por mucho tiempo.
—Me estĆ”s convenciendo, compaƱero. DeberĆamos tomar y cortar sus dos bolas una a la vez, asĆ como su polla. ¿CĆ³mo suena eso, Bruno? Lorenzo es un pedazo de mierda que no vale la pena proteger. AsĆ que habla.
Bruno mirĆ³ a los dos hombres mientras la sangre corrĆa por su rostro, la punta del cuchillo estaba a solo centĆmetros de su globo ocular, mirĆ³ hacia abajo asqueĆ”ndose con su mano atravesada por el dardo.
—EstĆ” bien... estĆ” bien… —murmurĆ³—. Lorenzo estĆ” en su oficina, dirĆjanse hasta el final del pasillo y luego giren a la derecha. Eventualmente, llegarĆ”n a un pasillo sin salida y una puerta. La oficina de Lorenzo estĆ” detrĆ”s de la puerta.
Jaime MartĆnez afirmĆ³ con la cabeza, luego incrustĆ³ un fuerte puƱetazo en el crĆ”neo del joven dejĆ”ndolo completamente inconsciente.
—EstĆ” bien, amigo, buena suerte —dijo—. Creo que aquĆ es donde nos separamos. Y… ten cuidado. No me hagas tener que salvarte el culo de nuevo —sonrĆo y le dio a NicolĆ”s un amistoso puƱetazo en el hombro mientras se ponĆa de pie.
—Tengo reflejos de ninja, compaƱero —respondiĆ³ NicolĆ”s—. ¿Y cuĆ”ndo fue la Ćŗltima vez que escuchaste que a un ninja le apuƱalan las bolas? No necesitarĆ”s salvar mis bolas o mi trasero. Lorenzo y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. Ćl va a estar feliz de verme. Pero probablemente no estĆ© contento con lo que le harĆ©. Una vez que hayas terminado, si quieres volver y disfrutar del espectĆ”culo, sabrĆ”s a dĆ³nde ir —agarrĆ³ la manija de la puerta y la abriĆ³ lentamente, comprobando el pasillo. TodavĆa estaba tranquilo. Salieron juntos y NicolĆ”s se dirigiĆ³ por el pasillo segĆŗn las instrucciones. DoblĆ³ hacia la izquierda. Luego doblĆ³ hacia la derecha, la puerta al final apenas se volvĆa visible en la penumbra.
CaminĆ³ en silencio, sin saber quĆ© encontrarĆa detrĆ”s de la puerta, o incluso si esta iba a ser realmente la oficina de Lorenzo.
Hasta que escuchĆ³ su voz. Lorenzo estaba al telĆ©fono. EscuchĆ³ cuando el hombre hizo una pausa, nadie mĆ”s tomĆ³ la conversaciĆ³n. PodrĆa estar en el altavoz con algunos otros allĆ escuchando, pero era poco probable. Estaba dispuesto a correr el riesgo: ser descubierto en el pasillo tambiĆ©n era un riesgo si esperaba demasiado. DesabotonĆ³ el clip de su pistolera y sacĆ³ el arma, en caso de que tuviera que disparar, pero si Lorenzo estaba solo, no era una acciĆ³n necesaria.
Dentro de la oficina, Lorenzo estaba recostado en su silla, con el auricular del telĆ©fono en la mano, escuchando al comandante en la lĆnea. Era otra ronda mĆ”s de excusas, el paquete del mensajero ya se habĆa retrasado una semana.
—DĆ©jate de tonterĆas, Patricio —decĆa—. Tus pelotas estĆ”n en juego si llega tarde —colgĆ³ el telĆ©fono de golpe.
Se puso de pie, estirando su gran figura, y sus mĆŗsculos sĆ³lidos. DespuĆ©s de una mala misiĆ³n que saliĆ³ mal, el ex agente de la policĆa se habĆa desilusionado, perdiendo casi todo su escuadrĆ³n ante un equipo rival que buscaba venganza por su intromisiĆ³n en negocio. HabĆa perdido la fe en sus comandantes. HabĆa solicitado un aƱo sabĆ”tico, y se lo concedieron. PasĆ³ el tiempo tratando de olvidar a sus antiguos compaƱeros de equipo, tratando de dejar de lado la culpa y la ira que sentĆa por los malditos comandantes imbĆ©ciles e incompetentes que hicieron que mataran a sus compaƱeros.
VestĆa pantalones blancos, calzado negro y, y una m negra Estaba solo en su oficina.
La mejor manera de olvidar, fue luchar y seguir luchando. Se inscribiĆ³ en un torneo clandestino y llegĆ³ a la cima. Luego de una competencia, un hombre se le habĆa acercado, su nombre era Emilio Acero. HabĆa algo en Ć©l que habĆa sido a la vez compasivo y duro como un clavo. En aquella reuniĆ³n el alcohol hizo su parte, y mientras hablaban refiriĆ³ detalles sobre sus despliegues como agente de la policĆa, sobre sus misiones pasadas, sus comandantes, cosas que lo llevarĆan a un consejo de guerra. Fue entonces cuando lo supo. HabĆa perdido la fe.
TerminĆ³ esa noche con Emilio Acero cuidĆ”ndolo, ayudĆ”ndolo a meterse en la cama y dĆ”ndole el sexo anal mĆ”s intenso de su vida. Por supuesto que habĆa tenido sexo con otros hombres antes, pero Emilio… habĆa algo en Ć©l que lo hacĆa cuestionarlo todo. A la maƱana siguiente, despuĆ©s de recuperar la sobriedad, se sintiĆ³ perdido. Fue entonces cuando Emilio le hizo la oferta. Para trabajar para la CofradĆa. ParecĆa una idea loca, pero no dudĆ³ y aceptĆ³ la propuesta.
De vez en cuando, Emilio pasaba para verificar cĆ³mo estaba. Pero la verdad era que estaba hambriento del trasero de Lorenzo y, para ser justos, Lorenzo estaba igualmente hambriento por la polla de Acero.
Y en general, la CofradĆa lo habĆa tratado bien, le dio su propio mando y le pagĆ³ generosamente, especialmente despuĆ©s de que proporcionĆ³ informaciĆ³n crĆtica sobre las tĆ”cticas y el entrenamiento de la policĆa que le ahorraron a la violenta organizaciĆ³n una gran cantidad de dinero burlando a los equipos que tenĆan la tarea de eliminarlos.
De repente, escuchĆ³ un sonido en la puerta. ¿QuĆ© carajo? Todos sabĆan que no podĆan entrar en su oficina sin llamar. Su pistola estaba en su cajĆ³n, junto con su cuchillo. Se moviĆ³ hacia la puerta, listo para la acciĆ³n, sin tiempo para agarrar armas.
NicolƔs y Lorenzo se miraron a los ojos despuƩs de encontrarse por primera vez en tres aƱos.
En el pasado habĆan ingresado en el equipo militar perteneciendo a la misma promociĆ³n. Entre ambos se generĆ³ una competencia para demostrar a los superiores quien era el mejor de ellos. Todo entre ambos era una competiciĆ³n y sin embargo, cuando llegaba el momento de los despliegues, lo hacĆan bien y con Ć©xito. Con el Ć©xito de la misiĆ³n, llegĆ³ el reconocimiento. Los dos ascendieron dos aƱos despuĆ©s, y fueron los primeros capitanes de la policĆa. El ascenso les dio sus propios equipos de agentes, y ambos dependĆan del mismo comandante, CristĆ³bal Carrillo.
En una oportunidad se encontraron en el despacho de CristĆ³bal para hablar de una prĆ³xima misiĆ³n en la que los dos equipos tendrĆan que trabajar juntos, pero la agresiva competitividad entre los dos convirtiĆ³ la conversaciĆ³n en un enorme concurso para determinar quĆ© escuadrĆ³n era el mejor. Hubo una discusiĆ³n a gritos sobre quĆ© grupo era mejor y Carrillo los echĆ³ de su despacho y se fue con otros equipos a la misiĆ³n.
Esa noche, NicolĆ”s sintiĆ³ un horrible odio hacia Lorenzo y fue a su casa en la base para follarse a su novia. La habĆa conocido en la fiesta de Navidad del aƱo anterior y desde entonces habĆa estado engaƱando a Lorenzo semanalmente. NicolĆ”s tomĆ³ eso como una ventaja competitiva frente a su rival cuando su mujer siguiĆ³ acudiendo a Ć©l en busca de placer sexual.
Lorenzo llegĆ³ a casa tarde esa noche, molesto por cĆ³mo habĆa sido el dĆa con NicolĆ”s y con CristĆ³bal Crrillo. HabĆa ido al bar y estaba borracho. LlegĆ³ a casa y se encontrĆ³ a su rival follĆ”ndose a su novia. EntrĆ³ en el dormitorio principal y tirĆ³ del cuerpo desnudo de su mujer y tirĆ³ a NicolĆ”s en la cĆ³moda junto a la cama.
Enseguida se enfrascaron en una pelea, donde Lorenzo estaba en desventaja por su estado de embriaguez. TerminĆ³ derrotado con un golpe de NicolĆ”s que lo dejĆ³ tendido en el suelo.
Luego de eso ambos fueron suspendidos. Con el paso del tiempo NicolĆ”s regresĆ³ al escuadrĆ³n mientras que Lorenzo prefiriĆ³ alejarse, terminĆ³ con su novia y firmĆ³ acuerdos con la mafia.
Cierta noche se apareciĆ³ en casa de NicolĆ”s afirmĆ”ndole que querĆa una venganza. NicolĆ”s aceptĆ³, iba a ser un combate cuerpo a cuerpo.
Los dos se enfrentaron en una habitaciĆ³n vestidos Ćŗnicamente con un calzoncillo tipo bĆ³xer. La pelea se prolongĆ³ durante unos 40 minutos, fue un combate muy tĆ©cnico con los dos llenos de adrenalina. Un rĆ”pido enfrentamiento los llevĆ³ al suelo, despuĆ©s siguieron combatiendo como leones feroces y NicolĆ”s arrinconĆ³ a Lorenzo contra el calentador de agua.
Lorenzo se aferrĆ³ a Ć©l para tratar de recuperarse y levantĆ³ una rodilla contra los testĆculos de NicolĆ”s dejĆ”ndolo noqueado y regalando una oportunidad a Lorenzo de ganar ventaja. NicolĆ”s cayĆ³ de rodillas agarrĆ”ndose los huevos, deslizĆ”ndose por el cuerpo de Lorenzo, quien le puso la rodilla en la cara y lo tumbĆ³ de espaldas. La cabeza de NicolĆ”s dio contra el suelo y perdiĆ³ el conocimiento.
Cuando se despertĆ³, se encontrĆ³ colgando de unas sogas sujetas al techo, no tenĆa escapatoria; Lorenzo se burlĆ³ de su suerte, se colocĆ³ detrĆ”s de Ć©l y le acercĆ³ su grueso miembro al trasero, riĆ©ndose, penetrĆ³ a NicolĆ”s hasta eyacular su gruesa leche en su trasero. Se burlĆ³ de Ć©l, lo hizo con mĆ”s ganas luego de descubrir la gran erecciĆ³n que NicolĆ”s tambiĆ©n tenĆa.
Lorenzo lo dejĆ³ colgando allĆ y encontraron a NicolĆ”s dos dĆas despuĆ©s cuando Cristobal Carrillo enviĆ³ gente a su casa para ver quĆ© estaba pasando.
No se habĆan vuelto a ver hasta ese instante de la misiĆ³n:
—Detente donde estĆ”s, Lorenzo —dijo NicolĆ”s en voz alta. Todo lo que tenĆa que hacer era apretar el gatillo. A la policĆa no le importarĆa, seguro que Lorenzo no regresarĆa para ser interrogado, pero un Lorenzo muerto todavĆa era valioso y era una soluciĆ³n aceptable—. AllĆ”, junto al sofĆ”, lentamente Lorenzo, mi viejo amigo. ¿Sorprendido de verme?
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