Atrapados en el fuego (2/5): Recuerdos - Las Bolas de Pablo

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31 jul 2023

Atrapados en el fuego (2/5): Recuerdos

La puerta se abriĆ³, y Lorenzo se sorprendiĆ³ muchĆ­simo al encontrarse con NicolĆ”s Romero, habĆ­a entrado dando grandes zancadas, con un arma en sus manos, apuntando justo entre sus ojos. El tiempo se hizo mĆ”s lento mientras Lorenzo considerĆ³ sus opciones. De repente, el claro recuerdo de la Ćŗltima vez que viĆ³ a NicolĆ”s saltĆ³ a su mente, colgando de las cadenas de las vigas de su propio garaje como un trozo de carne, maltratado, jodido y violado. Lorenzo sonriĆ³, el recuerdo de ese momento pinchĆ³ su pene y lo llenĆ³ con una oleada de confianza. No se moviĆ³, pero lentamente siguiĆ³ caminando hacia NicolĆ”s.


Estaba claro que NicolĆ”s querĆ­a venganza. Lorenzo hablĆ³ mientras miraba directamente al caĆ±Ć³n del arma, sin miedo. 


—Adelante, perra. Aprieta el gatillo. ¿Por quĆ© no lo has hecho ya? Yo sĆ© porquĆ©. Porque si pintas las paredes con mi cerebro, siempre sabrĆ”s que soy el mejor hombre. Vamos, hijo de puta. Si vas a matarme, solo hazlo. No tengo todo el dĆ­a para estar de pie mientras una perra como tĆŗ me apunta.


—DeberĆ­a matarte. Eres solo un lacayo de La CofradĆ­a. Vuelve CONTRA LA PUTA PARED. ¡AHORA, HIJO DE PUTA! —gritĆ³ NicolĆ”s. ApuntĆ³ el arma al suelo y dejando escapar una bala, disparando justo dentro de las dos piernas de su enemigo, mientras la bala se alojaba en el suelo—. Nadie te va a salvar de mĆ­, Lorenzo. Voy a acabar contigo, la Ćŗnica pregunta es cĆ³mo.


Lorenzo sonriĆ³ mirĆ”ndolo detenidamente, sintiĆ³ que su pene se endurecĆ­a. La emociĆ³n del recuerdo de como violaba a NicolĆ”s corriĆ³ por sus venas.


—Dejar la policĆ­a fue lo mejor que hice. Emilio Acero tenĆ­a razĆ³n, al igual que cuando sugiriĆ³ que debĆ­a mostrarte lo perra que eres. ¿O tal vez has olvidado lo que se siente cuando te dejan colgado como un trozo de carne, con mi semen saliendo de tu culo? —de repente, el poderoso criminal estallĆ³ en violencia. PateĆ³ hacia arriba en un arco rĆ”pido como un relĆ”mpago, tratando de quitar el arma de la mano de NicolĆ”s.


El arma escapĆ³ de las manos del hombre haciĆ©ndolo sentir furioso por su suerte. Lorenzo se moviĆ³ entregando su puƱo directamente en la boca de su estĆ³mago, su poderosa flexiĆ³n absorbiĆ³ el duro golpe.


NicolĆ”s retrocediĆ³ agarrĆ”ndose el estĆ³mago, Lorenzo sonriĆ³. Con el rostro apretando los dientes, el hombre de la ley le dijo al criminal:


—Voy a disfrutar mucho matĆ”ndote, Lorenzo —moviĆ³ su pesada bota hacia la rodilla derecha del moreno.


Lorenzo perdiĆ³ el equilibrio. Mirando a NicolĆ”s, jurĆ³:


—Esta vez, Nico, antes de matarte, voy a arrancarte los huevos mientras aĆŗn estĆ©s vivo, haciĆ©ndote sentir cada maldito momento —rugiĆ³ con furia, su pene estaba rĆ­gido en su pantalĆ³n. 


EmpujĆ³ a NicolĆ”s contra la pared y apuntĆ³ su codo contra el cuello. El hombre de la ley gruĆ±Ć³ sacudido por el impacto.


La polla del criminal se retorciĆ³ cuando su puƱo golpeĆ³ a NicolĆ”s en la barbilla, pero luego enganchĆ³ la parte de atrĆ”s de su cabeza y le clavĆ³ la rodilla en las costillas. Una rĆ”faga de dolor saliĆ³ desde el punto de impacto, pero NicolĆ”s simplemente rugiĆ³, se estirĆ³ con ambas manos para agarrar la muƱeca de Lorenzo, tratando de sacarla de su cuello. Con la fuerza baja, Lorenzo se vio resignado a apartar el brazo del cuello de NicolĆ”s y retroceder.


—TodavĆ­a soy mĆ”s fuerte que tĆŗ, perra —gruĆ±Ć³ NicolĆ”s, se moviĆ³ rĆ”pido como un lince y estrellĆ³ una fuerte patada en la entrepierna del criminal.


Lorenzo gimiĆ³ de dolor cuando la fuerza de la patada aplastĆ³ sus bolas.


AAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH…


CayĆ³ de rodillas agarrĆ”ndose los testĆ­culos con cara de dolor.


NicolĆ”s lo mirĆ³ y se echĆ³ a reĆ­r. LevantĆ³ la pierna y su pesada bota golpeĆ³ con fuerza a un lado de su cabeza, lanzĆ”ndolo de costado.


Lorenzo quedĆ³ aturdido sin poder moverse, NicolĆ”s lo tomĆ³ del cuello de su camisa y lo hizo levantar empujĆ”ndolo contra la pared. BramĆ³ en un tono bajo y agonizante cuando el puƱo de NicolĆ”s se clavĆ³ en sus riƱones, el fuerte impacto del puƱo enviĆ³ una convulsiĆ³n de dolor a todo su cuerpo, luego siguiĆ³ otro golpe en el mismo lugar. Casi se desmayaba, comenzando a deslizarse por la pared. Oyendo la burla de NicolĆ”s.


Lorenzo se sintiĆ³ mareado y aturdido, pensĆ³ que no se iba a dejar joder tan fĆ”cilmente e instantĆ”neamente tomĆ³ represalias, poniĆ©ndose de pie de un salto, usĆ³ sus piernas para ayudar a impulsar un brutal gancho de derecha a la mandĆ­bula de NicolĆ”s.


—Uuugh —se quejĆ³ el otro hombre cuando su cabeza saliĆ³ disparada hacia el techo con el impacto, retrocediĆ³ hasta las persianas detrĆ”s del escritorio de Lorenzo. Se tambaleĆ³ con las manos en alto para protegerse de cualquier otro ataque.


—ERES MƍO —gritĆ³ Lorenzo echo una furia—. ¡GRANDƍSIMA MIERDA! —como un leĆ³n saltĆ³ sobre NicolĆ”s impactando en su cuerpo como un camiĆ³n MAC.


La ventana tras ellos no pudo resistir el impacto de los dos colosales hombres, el vidrio se hizo aƱicos en mil pedazos.


Los dos cayeron de punta a punta en el desierto muelle de carga del otro lado de la oficina, los restos rasgados de las persianas quedaron a la deriva en una lluvia de cristales rotos.


Aturdido, Lorenzo se encontrĆ³ dando tumbos por el aire, hasta estrellarse pesadamente contra el suelo, rodando sobre el concreto cubierto de vidrio. GimiĆ³ y se sentĆ³, poniĆ©ndose de rodillas observando a Nicolas a solo unos metros de distancia. Con un gruƱido, se lanzĆ³ hacia Ć©l, levantando el puƱo derecho.


LlegĆ³ hasta NicolĆ”s y comenzĆ³ a golpearlo salvajemente, como un animal de supervivencia, como el monstruoso triunfador de una guerra.


En un instinto por conservar su vida, NicolĆ”s moviĆ³ la mano y se apoderĆ³ de la virilidad de Lorenzo. Le estrujĆ³ los testĆ­culos en la mano, sintiĆ³ como cada membrana de los ovalados Ć³rganos crujieron y se aplastaron en su mano. El furioso criminal lanzĆ³ un grito de dolor y se quedĆ³ paralizado. DĆ©bilmente, NicolĆ”s sonriĆ³ consciente del dolor que producĆ­a en el macho alfa.


—He estado esperando para matarte durante demasiado tiempo —gruĆ±Ć³ NicolĆ”s, se inclinĆ³ sobre su hombro y mordiĆ³ su oreja. 


Lorenzo gimiĆ³, sintiendo el dolor enfermizo palpitando en sus bolas aplastadas. El sudor corrĆ­a a raudales, y la lucha prolongada lo obligĆ³ a profundizar sus reservas de fuerza y ​​​​voluntad de hierro puro. Con renovado odio consiguiĆ³ clavar un puƱetazo en la quijada de NicolĆ”s que lo dejĆ³ aturdido y de lleno en el suelo, haciendo escapar los testĆ­culos de su mano.


Lorenzo se alejĆ³, se llevĆ³ la mano a la ingle mientras el dolor lo atravesaba. Su pene estaba creciendo, duro como una roca y vigorizado. Se tambaleĆ³ hacia NicolĆ”s y se inclinĆ³ en cuclillas, mirĆ”ndolo, su sudor goteaba a su rostro. 


—Ya te tengo, maldito pedazo de mierda. ¿EstĆ”s listo para morir? Me asegurarĆ© de terminar contigo correctamente esta vez, ¡vas a morir sabiendo que nunca fuiste otra cosa mĆ”s que mi puta perra! —levantĆ³ el puƱo y golpeĆ³ el rostro de NicolĆ”s.


Lorenzo observĆ³ hacia abajo y sonriĆ³, su pene seguĆ­a tieso como el hierro, con una sonrisa maligna empujĆ³ con toda su fuerza un pisotĆ³n contra las bolas de NicolĆ”s, el hombre de la ley rugiĆ³ de dolor. Quiso darse la vuelta para acurrucarse, pero el criminal no se lo permitiĆ³.


GruƱendo y en un acto de fuerza, NicolĆ”s tambiĆ©n subiĆ³ la palma de la mano contra los huevos de Lorenzo, el criminal gritĆ³ y se apartĆ³ cayendo de lado. Se quejĆ³ un par de veces consciente de que no debĆ­a perder su suerte, intentĆ³ levantarse, haciendo una mueca por el dolor enfermizo en sus bolas, asĆ­ la adrenalina en su cuerpo lo llevĆ³ hacia adelante.


—Eres mĆ­a, maldita perra —le jurĆ³ a NicolĆ”s. ApuntĆ³ una patada en sus costillas—. Ahora, para terminar lo que comencĆ© en tu garaje, perra —levantĆ³ la bota con la intenciĆ³n de aplastarle el crĆ”neo.


De repente emitiĆ³ un desgarrador grito de dolor, cuando NicolĆ”s apuƱalĆ³ su pantorrilla. La hoja del cuchillo se hundiĆ³ en su carne y la sangre comenzĆ³ a brotar, empapando sus pantalones. Se agachĆ³ y agarrĆ³ la muƱeca izquierda de NicolĆ”s, doblando sus dedos para que soltara el cuchillo. Con un grito de dolor, sacĆ³ el cuchillo. Su pierna se doblĆ³ y cayĆ³ encima de NicolĆ”s, intentando clavar el cuchillo en su brazo izquierdo, tratando de hundirlo en su bĆ­ceps.


—¡MALDITO! —le gritĆ³ a NicolĆ”s. Con eso clavĆ³ su rodilla izquierda contra su costado derecho.


SĆ”dicamente, llevĆ³ su rodilla derecha hacia adelante, inmovilizando el brazo izquierdo del hombre de la ley contra el duro suelo. MoviĆ³ el cuchillo y la punta logrĆ³ clavarse en su pectoral izquierdo, perforando su mĆŗsculo.


—¡Te voy a matar, Nico!


SacĆ³ el cuchillo del grueso y poderoso pectoral, y se levantĆ³, haciendo una mueca de dolor mientras su pantorrilla izquierda temblaba, luego apuntĆ³ su bota derecha en una patada directa a la mandĆ­bula. NicolĆ”s rugiĆ³ quedando reducido por el dolor.


Lorenzo se tomĆ³ un momento para cortar una tira de su pantalĆ³n y hacer un torniquete alrededor de su pantorrilla. Cuando terminĆ³, agarrĆ³ a NicolĆ”s de la muƱeca izquierda y lo arrastrĆ³ hacia una carretilla. AgarrĆ³ una cuerda enrollada y atĆ³ sus muƱecas con destreza. EnrollĆ³ la cuerda sobre los dientes de un montacargas y se colocĆ³ detrĆ”s del aturdido hombre.


Usando el cuchillo, abriĆ³ la parte trasera del pantalĆ³n de NicolĆ”s hasta comenzar a desgarrarlo. Posterior a eso sacĆ³ su duro pene, lo embistiĆ³ contra el trasero de NicolĆ”s sintiendo una increĆ­ble satisfacciĆ³n. EnvolviĆ³ sus brazos alrededor de su cintura, aplastando sus costillas, contando con que el repentino dolor lo despertara. Y le gruĆ±Ć³ al oĆ­do:


—¿Recuerdas esta posiciĆ³n de puta? Es como la Ćŗltima vez... excepto que voy a cortarte lentamente las malditas bolas y verte desangrar hasta la muerte.


—JĆ³dete………. —es todo lo que NicolĆ”s pudo decir.


A Lorenzo no le tomĆ³ mucho tiempo, estaba muy excitado. EmpezĆ³ a penetrar a NicolĆ”s hasta la empuƱadura en su culo, violĆ”ndolo salvajemente. NicolĆ”s jadeĆ³ resistiĆ©ndose y asĆ­ estuvo por varios minutos hasta que Lorenzo dejĆ³ dentro de sus entraƱas su criminal semilla blanca y pegajosa.


—Eres una maldita pĆ©rdida de tiempo Nicola Romero, he decidido que ni siquiera voy a dejarte morir como un hombre. No te lo mereces. ¿Tienes un pariente mĆ”s cercano? Quiero saber para enviarle tus testĆ­culos una vez que termine de cortarlos —agarrĆ³ el cuchillo de su cinturĆ³n, y colocĆ³ la hoja contra la base del testĆ­culo derecho del policĆ­a, el cual tomĆ³ y comenzĆ³ a estirar, la hoja iniciĆ³ su labor, haciendo una incisiĆ³n inicial en el escroto.


Nota: Ya estĆ” disponible la infomaciĆ³n de NicolĆ”s Romero y otros personajes en el espacio: Al filo de la ley.


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