Pelea en el desierto (sin ballbusting) - Las Bolas de Pablo

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3 jul 2023

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Pelea en el desierto (sin ballbusting)

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Fabio
El calor del desierto no perdona, así lo pensaba Fabio Cernas. Nunca había sentido tanto calor en toda su vida. Una vez cada pocos meses asistía a una sesión de capcitación con los principales agentes y operativos del mundo para que todos estuvieran informados sobre los asuntos policiales en todos los países. Este año, el sitio de encuentro fue escogido en un Ôrido territorio en medio de la nada, calificado como uno de los lugares mÔs apartados del planeta, convirtiéndolo en uno de los mÔs seguros.


A Fabio no le gustaba socializar con nadie fuera de sus límites del trabajo, a excepción de esa reunión que le parecía interesante, fundamentalmente porque se codeaba con los mejores militares y espías. Había alrededor de 30 personas en esa reunión, y durante los últimos 3 días se había reunido con miembros de la Fuerza Armada, el Servicio Aéreo Especial, el Servicio de Inteligencia Secreto y la Estación Central del Crimen, todos habían compartido algunas experiencias de sus aventuras estableciendo el orden.


Era el cuarto día de la sesión de entrenamiento y, afortunadamente, el último bajo el sol del desierto. Algunos ya se habían ido y por el momento restaba el último ejercicio de entrenamiento, donde uno de los engreídos muchachos de la Fuerza Armada decidió presumir de su pasado luchando a puño limpio como un criminal. Una cosa llevó a otra y comenzaron a tener bromas pesadas en medio del desierto, entre todos Fabio conoció a Jaime Martínez del Servicio de Inteligencia Secreto, que lo invitó a un ring de batalla improvisado. Era un hombre amable, con un físico increíble.


Usando nada mÔs que un pantalón y el torso desnudo, Fabio fue el primero en entrar a la arena de pelea. Sus músculos lucían increíbles bajo el sol.


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Jaime
El agente Jaime Martínez apareció vestido con un uniforme de combate estilo SWAT negro, descalzo, su camiseta con mangas la hizo girones, resaltando sus músculos energizados y listo para la acción. Antes de convertirse en agente del Servicio de Inteligencia Secreto, había sido entrenado en el Servicio Aéreo Especial en todas las formas imaginables de combate cuerpo a cuerpo. Quería comprobar su fuerza contra la de Fabio, dio una zancada, a un pie por delante del apuesto militar.


—Bueno, Fabio, Āævamos a dar algunas vueltas? —extendió la mano para darle un apretón amistoso, mostró una sonrisa afable, pero ansiosa por medir su fuerza contra el fĆ­sico y el entrenamiento de su nuevo amigo. El sudor ya corrĆ­a por su cabeza, los riachuelos bajaban por su pecho y espalda, a travĆ©s de las canaletas de sus abdominales, perdiĆ©ndose debajo de la cintura.


Fabio Cernas estuvo observando su impresionante físico desde que llegó.

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—HagĆ”moslo —dijo apretando firmemente su mano. Cambió su cuerpo en posición con los brazos frente a Ć©l, los ojos fijos en Ć©l y cada parte de su cuerpo.


Los muchachos alrededor comenzaron a animar. Estaban ansiosos por ver algo de acción. En las dos peleas anteriores, el perdedor fue noqueado. A uno de los mÔs engreídos le salió un diente durante la pelea. Ahora estaba acostado de espaldas, apenas consciente.


—No te arrepientas —pidió Jaime—. Todo esto es entre amigos. Puedo tomar mi castigo como un hombre, y estoy seguro de que tĆŗ tambiĆ©n puedes —dio un paso atrĆ”s y se puso en posición de batalla. Comenzó lanzando un derechazo directamente hacia la mandĆ­bula de Fabio, sin contenerse, siguiendo con un doble gancho de izquierda, cada golpe respaldado por un giro perfecto de sus caderas hecho con autoridad. Seguido empujó la rodilla derecha hacia arriba, tratando de enterrarla como un mazo directamente en su costilla. Acción que Fabio pudo detener atrapĆ”ndola con ambas manos. Con eso empujó la frente hacia adelante para aturdirlo con un cabezazo.


Jaime MartĆ­nez cayó de espalda al suelo, pequeƱos guijarros y piedras se clavaron dolorosamente mientras el mismo calor de las rocas quemaron ligeramente su piel.  


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Fabio aterrizó encima de él para seguir castigando con sus golpes, pero el hombre abrió las piernas envolviéndolas con fuerza alrededor de la cintura de Fabio, el especialista tuvo como primer instinto, sujetar sus muslos, sintió que eran como el duro acero. Sus ojos se salieron de las órbitas cuando inmediatamente sintió el apretón de los tobillos detrÔs de la parte baja de su espalda. Sintió una repentina oleada de desesperación, empezó a hundir los dedos en los muslos carnosos mientras sus pulmones los sentía arder por la falta de oxígeno. Sudó profusamente, luchando quizÔs en vano,


Tuvo la sensación de que Jaime iba a realizar un violento movimiento y antes de terminar con los dientes rotos, levantó rÔpidamente el brazo izquierdo cuando lo vio flexionando el brazo derecho, pero fue tarde; el puño de Jaime lo golpeó en la muñeca izquierda, dejó escapar un fuerte grito de dolor.


Enseguida el puño de Jaime se estrelló en la barbilla de Fabio, echando su cabeza hacia atrÔs. Aflojó sus muslos, mientras Fabio tomaba profundas bocanadas de aire para restaurar su oxígeno.


Ambos comenzaron a recuperarse, hasta que Fabio sintió un agudo dolor en la rodilla y perdió el equilibrio con la patada de su rival,  volviĆ©ndose hacia un lado. Acto seguido quedó boca arriba con Jaime MartĆ­nez arrodillado encima de Ć©l. 


Jaime estiró la mano derecha para agarrar su muñeca izquierda y la levantó del suelo del desierto. Cambió su agarre en la muñeca izquierda a su propia izquierda, liberando la mano derecha. Dejando a Fabio con la axila sudorosa abierta de par en par, y con un gruñido salvaje, golpeó el puño derecho hacia abajo, directamente en la boca, el impacto envió un chorro de sudor en todas direcciones.


Fabio lanzó un gritó y sintió su cuerpo momentÔneamente débil e indefenso.


Jaime con la mano izquierda agarró a Fabio del cabello, levantó su cabeza del suelo, subió el puƱo derecho. Gruñó, y el poder ondeó a travĆ©s de su cuerpo empapado de sudor. 


—Lo siento amigo, de verdad lo siento —ahĆ­ golpeó con el puƱo derecho en el costado de su cabeza, apuntando a la mandĆ­bula con un poderoso nocaut.


Todo se volvió negro para Fabio. Su cuerpo inconsciente se relajó. Sus brazos cayeron al suelo del desierto.


Jaime se puso de pie, con el pecho agitado, el sudor le goteaba, miró hacia abajo. Así fue como se percató de que su contrincante era un hombre bastante guapo.


NOTA: Ya estĆ” disponible la ficha de Fabio Cernas (y otros personajes) en la sección Al filo de la ley.


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