Rafael ChacĆ³n asistĆa a la universidad en la facultad de OdontologĆa, todos los dĆas se levantaba temprano para ir a sus clases. Esa maƱana su vehĆculo estaba averiado por lo que tuvo que asistir a la casa de estudios caminando, pero para llegar a la universidad tenĆa que pasar por una zona un poco peligrosa.
Mientras caminaba por la calle, un grupo de gamberros lo interceptĆ³. Eran cinco chicos que parecĆan estar buscando problemas. Rafael intentĆ³ pasar de largo, pero uno de ellos lo detuvo.
—Eh, tĆŗ —dijo el muchacho mĆ”s alto del grupo y el que parecĆa el lĆder—. ¿A dĆ³nde vas?
—A la universidad —respondiĆ³ Rafael, tratando de mantener la calma.
—¿Y quĆ© llevas ahĆ en esa mochila? —preguntĆ³ otro vago, seƱalando lo que el rubio llevaba en su espalda.
—SĆ³lo libros —dijo Rafael, intentando convencerlos de que no tenĆa nada de valor, a excepciĆ³n de la pequeƱa tableta.
Pero los gamberros no parecĆan creerle. Uno de ellos intentĆ³ arrebatarle la mochila, pero Rafael se la quitĆ³ de encima y le dio un empujĆ³n.
—Eh, tranquilo —dijo el malandrĆn mĆ”s alto—. SĆ³lo queremos ver quĆ© llevas ahĆ.
Rafael sabĆa que si se quedaba, las cosas no iban a terminar bien. AsĆ que decidiĆ³ salir corriendo. Los gamberros lo persiguieron, gritando y riendo a su alrededor.
Rafael ChacĆ³n corriĆ³ y corriĆ³, hasta que llegĆ³ a un callejĆ³n del que pronto se dio cuenta de que no tenĆa salida, pensando que estaba atrapado.
Los gamberros llegaron pocos segundos despuƩs, riendo y burlƔndose de Ʃl.
—¿QuĆ© pasa, rubito? —dijo el vago mĆ”s alto—. ¿Te has quedado sin escapatoria?
Rafael estaba asustado, pero decidido a no dejar que lo intimidaran. TomĆ³ una postura firme, listo para enfrentarlos.
—Dejen de joder —dijo con voz firme—. No tengo nada que les interese.
—¿Ah, no? —dijo el chico mĆ”s alto, avanzando hacia Ć©l—. Pues yo creo que sĆ.
Los demĆ”s gamberros se acercaron tambiĆ©n, formando un cĆrculo alrededor de Rafael, sabĆa que estaba en desventaja ante el nĆŗmero de vagos, pero no iba a dejar que lo atacaran sin luchar.
—Queremos tu dinero —dijo el mĆ”s alto, sacando un cuchillo de su bolsillo—. Y si no nos lo das, te lo vamos a sacar a la fuerza.
Rafael mirĆ³ a los gamberros a su alrededor y les dijo con firmeza:
—¿Quieren pelear? Estoy listo.
Los vagos se miraron entre sĆ, sorprendidos por el atrevimiento del guapo rubio. El chico mĆ”s alto avanzĆ³ de nuevo, apuntando con el cuchillo.
Rafael se moviĆ³ rĆ”pidamente, esquivĆ”ndolo y golpeando al lĆder en el estĆ³mago, el muchacho gruĆ±Ć³ doblĆ”ndose, el cuchillo escapĆ³ de sus manos y Rafael lo pateĆ³ haciĆ©ndolo rodar lejos en el suelo. Los demĆ”s gamberros intentaron atacar tambiĆ©n, pero Ć©l se defendiĆ³ con habilidad, evadiendo los golpes y respondiendo con puƱetazos y patadas.
Todo iba muy bien, aunque habĆa recibido algunos golpes en el cuerpo sin mayor daƱo, una patada conectĆ³ con su entrepierna desde atrĆ”s.
Los ojos de Rafael se abrieron dejando escapar un largo gemido. Se doblĆ³ agarrĆ”ndose los huevos y unas fuertes manos tomaron sus brazos y los llevaron tras su espalda.
—DĆ©jenme, dĆ©jenme.
El lĆder de los gamberros se acercĆ³ a Rafael y levantĆ³ su rodilla, embistiĆ©ndola entre sus muslos.
Rafael dejĆ³ escapar un gruƱido.
El lĆder de los gamberros sujetĆ³ los testĆculos de Rafael con ambas manos y comenzĆ³ a apretar, presionando sus pulgares profundamente en el centro carnoso de los frĆ”giles huevos.
Rafael gimiĆ³ de dolor, ademĆ”s de eso una gorda erecciĆ³n comenzĆ³ a hinchar su pantalĆ³n.
El lĆder siguiĆ³ aplastando las sensibles papas de Rafael, haciendo que el rubio gimiera mientras se retorcĆa en la llave de su captor.
Una potente voz resonĆ³ en el pasillo:
—¡Alto ahĆ! ¿QuĆ© pasa?
Instintivamente Rafael sintiĆ³ un alivio tan pronto le soltaron los cojones. El lĆder rufiĆ”n retrocediĆ³ mostrando las manos en alto.
Tres policĆas llegaban hasta ellos con sus armas en alto.
—¿QuĆ© ocurre? —preguntaba el oficial Erick Malverde.
—Nada, nada —se burlaba el mĆ”s alto de los vagos.
Rafael estaba arrodillado con las manos en la entrepierna haciendo muecas de dolor. El policĆa Malverde se acercĆ³ a Ć©l, conocĆa al muchacho por ser sobrino de su amigo Pablo:
—Estos hijos de puta me querĆan robar —confesĆ³ Rafael sobĆ”ndose los testĆculos.
Erick Malverde observĆ³ a los jĆ³venes delincuentes con mirada feroz.
—Esposen a esos muchachos —ordenĆ³, mientras colocaba un brazo protector sobre Rafael.
Era verdad que habĆa llegado ahĆ prĆ”cticamente para salvarlo.
Vi hoy que empezaste una nueva historia de Malverde. Espero que algĆŗn dĆa Castillo se vengue de los grandes huevos peludos de Malverde.
ResponderBorrarEn esta historia, Malverde es un hĆ©roe, pero ¿su arrogancia lo llevarĆ” nuevamente al peligro?
Cuando comienzas tu blog de vaqueros, tal vez Malverde pueda ser capturado por ladrones, que quieren convertir al orgulloso toro, Malverde, en un novillo de "polla flƔccida".
Buena suerte con tu nuevo blog! ¡Y gracias por las historias!