El arma de La Cofradía - Las Bolas de Pablo

Lo más nuevo

10 jul 2023

El arma de La Cofradía




Después de una jornada agotadora que incluyó una humillante pelea en el desierto, Fabio Cernas regresó a casa, pero antes debía alojarse en un hotel para descansar durante el viaje de retorno. Por costumbre nunca viajaba en clase ejecutiva, aunque podía hacerlo si quisiera y tampoco reservaba un hotel de 5 estrellas, pues le gustaba pasar desapercibido.


Tenía una venda alrededor del pecho, que le había colocado la enfermera después de su humillante derrota en la pelea del desierto, otra en la axila izquierda, así como en la muñeca izquierda. Su mano izquierda aún le dolía muchísimo y el doctor insistió en que debía tomar una semana más para poder moverla.


Era de noche cuando llegó al hotel y lo primero que hizo fue tomar una ducha. Lanzó las maletas en el sofá y se dirigió al baño para disfrutar del agua caliente. El baño no parecía haber sido limpiado por semanas, y un olor horrible salía del lavabo y del inodoro. Pero necesitaba tanto esa ducha, que optó por pasar por alto lo sucio que estaba. Quería lavarse la suciedad y el sudor de las últimas 50 horas de viaje por la carretera del desierto y de estar atrapado en el avión al mismo tiempo.


Se relajó por completo cuando el agua humeante salpicó su cara, su cuerpo. Ignoró el dolor de sus heridas cuando el agua las salpicaba y se quedó bajo la ducha durante unos minutos. Lentamente disfrutando. Por fin empezó a relajarse después de unos días intensos. Hasta que de repente, escucho que la puerta se abrió de un tirón. 


—¡Mierda! —gruñó en voz alta dándose la vuelta. 


Ante él se encontraba una figura descomunal. No tuvo tiempo de reaccionar antes de que le diera un puñetazo en el costado del cuello. El impacto fue tan grande que su cuerpo se estrelló contra la mampara sucia de la ducha, que comenzó a resquebrajarse. Enseguida los vidrios se convirtieron en guijarros.


Fabio Cernas quedó completamente aturdido, el golpe lo paralizó por un breve momento. 


«¿Quién diablos es este tipo y por qué me persigue?» pensó «¿Me siguió todo el camino? ¿O es solo un ladrón que quiere robar mi dinero?»



Luchando contra el punzante dolor en el cuello, apretó el puño derecho y envió un gancho a la firme barbilla del temible y mismísimo Emilio Acero, seguidamente levantó el pie directamente entre sus piernas, machacándole las bolas. 


—¡UUUUUurgh! —rugió Emilio Acero tan pronto el dolor explotó en sus testículos. Sus ojos se cruzaron, pero su guardia nunca bajó. Respiró a través del dolor, dándole la bienvenida como un viejo amigo familiar. Se movió como un rayo, soportando el dolor en sus bolas, su mano izquierda se disparó debajo del costado derecho de Fabio, apuntalando a la mitad de su espalda, y con un gancho brutal, lanzó el puño, profundamente en su plexo solar, queriendo expulsar todo el aire de su cuerpo.


Fabio empezó a toser, jadeando por el dolor y por el aire. Su cara se retorcía de dolor, le demoró mucho lidiar con ese insoportable dolor. Luchó contra la agonía, derramando algunas lágrimas, entonces golpeó el codo derecho a un lado de la cara de Emilio.


Emilio Acero se sacudió, parpadeó un par de veces y volvió al ataque levantando el puño derecho entregando algunos golpes al cuerpo de Fabio. El hombre pudo resistir los puños del asesino hasta que un golpe en los testículos hizo que gritara de dolor y cambiara su resistente postura, continuó otro golpe en su abdominales que le sacó el aire de los pulmones, haciéndole jadear, y un tercero aterrizó dolorosamente en su hígado, todo su cuerpo se relajó en un instante quedando flácido para el asesino.


—¿Quién… diablos… eres tú… —susurró Fabio con la cara doblada de dolor y el agua derramándose en su cuerpo.


—Mi nombre es Acero. Emilio Acero. Puede que hayas oído hablar de mí. Oh, sí, estoy seguro de que sabes quién soy yo y lo que he logrado. Y tú, Fabio Cernas, eres una jodida vergüenza para el ejército, la policía y el Comando Anti terrorista. ¿Cómo diablos una mierda tan patética como tú fue seleccionado para representar a la fuerza de la justicia en el campo de entrenamiento de las peleas en el desierto? —sacudió la cabeza con fingida desesperación—. Definitivamente los estándares están cayendo, pero todo eso me da beneficios. Porque ahora, eres mío. Mi herramienta, mi instrumento. Tu debilidad es la grieta que La Cofradía necesita para enviar un mensaje. Tu patética incapacidad para luchar contra mí entregará el mensaje. Te das cuenta, Fabi, ¿puedo llamarte Fabi? Estoy seguro, ya que estamos en términos tan íntimos —le dió un pisotón en los huevos con su pesada bota—. ¿Te das cuenta de que tengo más capacidad de lucha y poder en mi dedo que todo tu puto y patético cuerpo?


Fabio gimió de dolor y se agarró los testículos, por supuesto que conocía a Emilio Acero. Muchas organizaciones tenían la orden de matarlo a simple vista. Se sentía humillado de conocerlo en un asqueroso hotel. 


—Tú… no me conoces… —susurró Fabio. Observando con miedo como Emilio extendió su mano hacia el cuello, justo debajo de su mandíbula. Durante sus años en el servicio, nunca había visto una técnica como aquella. Nunca había sentido tanto dolor. En el momento en el que el asesino presionó el dedo contra el nervio, inmediatamente sintió dolor. Era como si lo estuvieran cortando con mil agujas por todo el cuerpo. Quiso gritar, pero el dedo sostenía la mandíbula en su lugar. Muchas lágrimas comenzaron a correr por su rostro contraído de dolor, las ganas de gritar eran demasiadas, pero se volvía imposible hacerlo. Se vio obligado a mirarlo a los ojos mientras el dolor estallaba en todo su cuerpo. Golpeó el brazo izquierdo del asesino con su mano derecha, pero era poco para aflojar el agarre. El dolor se volvía insoportable. Su lucha era cada vez más débil por segundo.


—Oh, pero te conozco Fabi. Sé todo sobre ti, dónde creciste, dónde estudiaste, tus logros. Conozco las profundidades de tu patética existencia. ¿Cómo se siente convertirse en nada más que mi herramienta? ¿El arma de La Cofradía? Sé lo que sientes por mí —Emilio dirigió su mirada a su entrepierna, donde se abultaba con una rígida erección a través de la tela mojada de su pantalón gris. Continuó clavando profundamente su dedo en el cuello, con una sonrisa satisfactoria.


Los ojos de Fabio revoloteaban, lágrimas fluían de su mirada, baba goteaba de su boca. Por primera vez en su vida, sintió que ya no le quedaba lucha. No podía ser herramienta de La Cofradía. Tenía que hacerle saber al jefe de la Dirección Antiterrorista su misión. Tenía que… Su mente se aceleró, pero el dolor fue demasiado. No pudo luchar más. Sus ojos comenzaron a rodar hacia atrás, todo su cuerpo se relajó. Su brazo derecho cayó a un lado, balanceándose de un lado a otro. En poco tiempo, fue noqueado por el dolor.


—Ahora, voy a follar tu dulce culo, Fabi —le susurró Emilio al oído. Se abrió la cremallera sacando su tieso falo. Golpeó al inerte Fabian muy fuerte contra la pared de la ducha y así empezó a penetrarlo sin un ápice de clemencia. Estaba tan excitado en su sádico logro que no demoró mucho tiempo en eyacular. Con un suspiro y un escalofrío, estalló, llenando su trasero con la semilla firma de Emilio Acero. Reclamándolo como suyo.


Soltó a Fabio, mientras su polla se arrancaba de su culo con un PLOP y el cuerpo inerte se derrumbó en un montón en el suelo de la ducha. El asesino se alejó y extrajo un pequeño envoltorio herméticamente cerrado de entre sus pertenencias. Lo abrió mostrando un pequeño cuadrado flexible de color carne que en realidad era un dispositivo de seguimiento bioeléctrico que funciona con el calor del propio cuerpo de la víctima. Era de última tecnología y completamente orgánico, siendo indetectable por cualquier técnica de escaneo convencional. Se inclinó y abrió con ternura las piernas de su nueva propiedad. Sosteniendo con cuidado el rastreador bioeléctrico en la mano derecha, usó la mano izquierda para insertar lentamente sus dedos en el trasero, aflojando lenta y delicadamente. Poco a poco y sin ninguna prisa, aflojó el culo de Fabio hasta el punto donde pudo insertar el puño. Lo deslizó cuidadosa y deliberadamente, sin necesidad de cirugía, colocó el rastreador dentro de su víctima. A partir de entonces La Cofradía podía seguirlo en cualquier lugar del mundo en el que se encontrara.


Emilio lavó todo cuidadosamente. Levantó el cuerpo inerte de Fabio dejándolo a un lado del suelo de la ducha, luego salió de ahí. Examinando la escena, limpiando cuidadosamente cada superficie con la que estuvo en contacto. La idea era de que en la mente de Fabio creyera que se resbaló y cayó contra la mampara, rompió el vidrio barato y luego se desplomó en el piso de la ducha. Se quitó la ropa mojada, se colocó otro atuendo. Salió silbando una melodía, deseando encontrarse con ese apuesto caballero más temprano que tarde.



Alguien llamaba a la puerta, así fue como Fabio Cernas empezó a recobrar el sentido, sintió dolor por todo el cuerpo. Su cabeza, costillas, ¿el trasero? La puerta era tocada, escuchando afuera la voz de la mucama. Sacudió la cabeza y se levantó, sorprendido de ver que la puerta de vidrio de la ducha estaba roto a su lado. 


—Qué carajo…


Cerró la ducha y caminó con cuidado alrededor de los cristales rotos, asegurándose de no pisar ninguno de los fragmentos. No recordaba nada de lo que había pasado, posiblemente resbaló y perdió el conocimiento.


Cogió una toalla que envolvió en su cintura y anunció a la mujer de que estaba bien y que esperase unos minutos para el servicio de la habitación. Luego consultó el reloj en la pared. 


—¡Mierda! Tengo menos de 2 horas para el próximo vuelo.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages