Ballbusting con mi esposo (3/4): pecar de tonta - Las Bolas de Pablo

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2 jul 2015

Ballbusting con mi esposo (3/4): pecar de tonta

CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
-SEXO HETEROSEXUAL
   Cuando SimĆ³n llegĆ³ a casa quedĆ³ completamente impactado, no tuvo que pasar mucho tiempo para que su pene se hinchara adquiriendo la dureza del hierro y se elevara en el pantalĆ³n. Su esposa Claudia estaba completamente en top con una diminuta bombacha, en zapatos de tacĆ³n alto y el cabello ondulado le caĆ­a por la espalda.
   —¿DĆ³nde estĆ” el niƱo? —preguntĆ³ pese a la excitaciĆ³n.
   —Mi madre lo vino a buscar, asĆ­ que quise aprovechar.
   —¡aprovechĆ©monos!
   El galĆ”n corriĆ³ hacia su mujer, rodeĆ”ndola con sus enormes brazos, besĆ”ndola apasionadamente. Claudia riĆ³ al sentir los finos labios de SimĆ³n posarse sobre sus senos, lamiĆ©ndolos. Seguido el marido le recorriĆ³ la cintura, su figura esbelta, dio un masaje en las piernas oliendo la zona sexual de la mujer, olĆ­a a perfume. Se enderezĆ³ para besarla. Claudia le frotĆ³ la espalda y le apretĆ³ las nalgas, SimĆ³n sĆ­ que era dueƱo de la mejor verga que probĆ³ en su vida, pese a no fueron muchas. Se acordĆ³ de su amiga Alicia y la recomendaciĆ³n que le dio una vez, eso aumentĆ³ su deseo y...
   —¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHH! —SimĆ³n retrocediĆ³ a toda marcha de su esposa con las manos en las bolas mientras cerraba los ojos y abrĆ­a mucho la boca mostrando los dientes.
   Claudia bajĆ³ el pie al suelo despuĆ©s de clavar la rodilla entre las piernas del joven, fue una exquisitez sentir como se elevaba sobre su rĆ³tula un pedazo del bulto que contenĆ­a sus bolas y las hundĆ­a contra la pelvis.
   SimĆ³n cayĆ³ de rodillas al suelo y sin fuerzas, con los ojos abiertos como platos y la respiraciĆ³n entrecortada.
   —Otra vez...... ¡Claudia!...... ¿por quĆ©......... por quĆ© matas una erecciĆ³n asĆ­?
   —¡No seas ridĆ­culo, SimĆ³n —dijo ella acercĆ”ndose a Ć©l—. Yo sĆ© que esto te encanta, como a todos los hombres.
   —¡¿QuĆ©?!... —doblĆ³ las cejas el hombre acariciando con la punta de sus dedos sus cojones adoloridos—. A mĆ­ esto no me gusta...... ¿A caso estĆ”s loca?...... planeas que no celebre nunca mĆ”s el dĆ­a del padre.
   Claudia lo mirĆ³ con ternura.
   —Pero mi amiga Alicia dijo que a todos los hombres les gusta que le peguen en los cocos.
   —¿Alicia?  ¡Alicia es una perra loca que doblega al marido! —exclamĆ³ SimĆ³n moviendo las manos—. ¿CĆ³mo le das importancia a las palabras de esa loca?
   —Ella lo comentĆ³. Que a todos les gustaba... sĆ³lo que a muchos les dĆ” pena asumirlo, yo pensĆ© que tĆŗ estabas en ese lote.
   —No, cariƱo —negĆ³ el esposo con pesar—, ¿cĆ³mo crees que me gusta que me den golpes en esa zona tan delicada? A todos los hombres no le gusta eso.
   Claudia mirĆ³ la zona abultada del marido, sus huevos se arremolinaban en la entrepierna formando una protuberancia que a ella le encantaba y volvĆ­a loca.
   —Por eso te lleve hasta la casa de ella. Para romper el hielo, a su esposo eso le fascina.
   —Fernando es un pobre idiota, un pelele. ¡MandilĆ³n!
   —perdĆ³n, amor.
   —Y yo como un cretino pensando que era a ti quien le gustaba.
   Claudia riĆ³ al igual que SimĆ³n, ella dijo:
   —Obviamente fue un problema de mala comunicaciĆ³n.
   —Ay, Claudia —suspiraba SimĆ³n colocando las manos en el suelo, sentĆ­a sus bolas pesar—. Eres una mujer tan pero TAN inteligente que vienes y crees las estupideces de una mujer chiflada, pecaste de bruta o tonta.
   Claudia abriĆ³ sorprendida la boca y lanzĆ³ una suave patada a la entrepierna del marido, que no hizo mĆ”s que sobresaltarse levemente.
   —Ay... jajajaja, ahora admito que era yo quien creĆ­a que ese fetiche te gustaba y no querĆ­as admitirlo directamente.
   —No... pero... ¿Pero, tienes algĆŗn fetiche, SimĆ³n?
   El hombre sonriĆ³ pĆ­caramente, mostraba los dientes.
   —No, creo que no.
   —IrĆ© a vestirme.
   —No, seƱora —dijo acercĆ”ndose a ella para abrazarla—. Usted y yo aprovecharemos esta ocasiĆ³n.
   —¿Te duelen las pelotas?
   —Un poco.
   La llenĆ³ de besos y  se tiraron al suelo, Ć©l encima de ella empujando la erecciĆ³n que tenĆ­a en el pantalĆ³n, misma que Claudia sentĆ­a y le causaba hambre de sexo.
   Por su parte ella tenĆ­a un fetiche, o eso creĆ­a, pero le fascinaba palpar la dura y gruesa espalda del marido asĆ­ como tocar sus glĆŗteos y darle nalgadas, mĆ”s de una vez lo habĆ­a hecho durante el coito, mirĆ³ al espejo mientras la tocaba. ¿serĆ­a fetiche?
   SimĆ³n durante su adolescencia descubriĆ³ la abundancia de su semen, siempre parecĆ­a un caudal de lava blanca. Entonces desarrollĆ³ una excitaciĆ³n al ver como su semen se disparaba de su verga para formar una masa pastosa en la cara o parte del cuerpo de sus novias. Eso debĆ­a ser un fetiche, segĆŗn Ć©l.
   Claudia se parĆ³ del suelo y llevĆ³ al marido al cuarto matrimonial, le quitĆ³ la camisa y besĆ³ el pecho y los abdominales, volviĆ³ a tocar su espalda y las nalgas de SimĆ³n.
   Ć‰l le quitĆ³ el brassier a la mujer, sonriendo al observar los pezones rosados, los cuales chupĆ³ y tocĆ³ por largo rato.
   Claudia desabrochĆ³ el pantalĆ³n del hombre, lo pasĆ³ por sus piernas y dejĆ³ a un lado observĆ³ la vĆ­bora que se guardaba en el calzĆ³n, gruesa, larga y monstruosa.
   —¿QuĆ© es esto, eh? —preguntĆ³ con un brillo en los ojos.
   —Un animal fornido que quiere que lo comas, mi bella.
   Claudia tragĆ³ saliva y culminĆ³ por desnudar al marido. AllĆ­ observo la verga erecta llena de venas, las pelotas colgaban intactas hermosamente grandes, metiĆ³ cada una en la boca y chupĆ³ como si se trataran de inmensos caramelos. DespuĆ©s fue el turno de la polla que lamiĆ³ desde la cabeza hasta meterla por completo en la boca dejĆ”ndola por algunos segundo sin respiraciĆ³n.
   Estaban de pie, SimĆ³n le rogĆ³ que dejara de hacerle sexo oral, quizĆ”s porque no deseaba eyacular tan pronto lo cierto es que la verga ya le palpitaba sola. Cuando Claudia se enderezĆ³ la besĆ³ en la boca, sintiĆ³ el sabor de su pene y le gustĆ³. Luego Ć©l bajĆ³ por el cuerpo de la mujer y como un salvaje le arrancĆ³ la tanga.
   Con la punta de la lengua le probĆ³ la vulva, arrancĆ”ndole un gemido a Claudia (el dentista Israel recomendaba no hacer sexo oral a las mujeres pero eso a SimĆ³n no le interesaba). SiguiĆ³ pasando la boca por la vagina de su esposa. Besando los labios vaginales, acariciaba el clĆ­toris y hasta le introdujo uno de los dedos.
   Finalmente Claudia arrojĆ³ a SimĆ³n a la cama, donde rebotĆ³. Ɖste sujetĆ³ el falo apuntandolo al techo.
   —¿Por quĆ© no te sientas aquĆ­, querida?
   Claudia riĆ³, se arrodillĆ³ en la cama colocĆ”ndose encima del pene de SimĆ³n. Lentamente y con ayuda lo fueron introduciendo dentro del cuerpo de ella, Claudia gimiĆ³ al sentir como la palpitante verga se abrĆ­a paso dentro de sus paredes vaginales sentĆ­a un cosquilleo que la excitaba como loca.
   SimĆ³n movĆ­a la cadera hacia arriba y abajo, embelesado mirando las tetas de su mujer, con una mano le acariciaba los pezones sacando cosquillas. Claudia, por su parte, se movĆ­a adelante y atrĆ”s apoyando las manos en el hombro del marido, gemĆ­a y abrĆ­a la boca emitiendo jadeos.
   —cambiemos posiciĆ³n —rogĆ³ SimĆ³n al poco rato.
   Ella se puso a cuatro patas y el macho la penetro desde atrĆ”s.
   La verga se movĆ­a dura dentro de Claudia.
   Minutos mĆ”s tarde SimĆ³n besaba los firmes pechos de su esposa, sonrosados, duros. Los apretaba con ambas manos y besaba. Claudia le mordĆ­a el lĆ³bulo de la oreja. La volviĆ³ a penetrar hasta sentir que eyaculaba dentro de ella su chorro descomunal y exagerado de semen caliente como toda su vida. Mismo chorrete de semen que visitarĆ­a un ovulo de la mujer.

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