CONTIENE:
-BALLBUSTING HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
I
—¿Te gusta? —quiso saber Pablo.
Vicente, su sobrino, estaba sentado en sus piernas
comiendo pastel de dulce de leche, afirmaba con la cabeza y Pablo sonreĆa dĆ”ndole un beso en la frente. Estaban en su oficina.
Ahà apareció el rostro de Alfredo ante la puerta,
cargaba varios papeles y se acercó a la mesa.
—Ah, no sabĆa que Vicente estaba aquĆ. ¡Hola, chiquillo! Simón estĆ” hablando con tu padre.
—SĆ —afirmó Pablo comiendo un trozo del pastel mientras
su sobrino lo miraba, creyendo que esa porción era destinada a Ć©l—. Al parecer
quiere ampliar el restaurante.
—Ah, ¿tan pronto? Bueno, te informo que ya Otto llegó de su
viaje de Viena. PodrĆamos ir a hablar con Ć©l.
—SĆ© quĆ© tengo que hacerlo, es sólo que ahora no puedo
—seƱaló al niƱo—, por obvias razones.
—es muy pequeƱo para saber.
—pero muy inteligente.
—esperarĆ© a que te dignes a hablar con Ć©l —Alfredo
lanzó una mirada de pocos amigos y abandonó la estancia.
Pablo dobló la boca, tiempo atrÔs mantuvo una relación
con Otto, éste a su vez le obligó y hasta falsificó su firma para que participara en una empresa de hombres que luchaban semidesnudos. Desde entonces
Pablo era victima de chantajes y no podĆa irse de Guerreros de la arena.
Pablo cargó a Vicente y lo llevó a la oficina de su
padre, ahà estaban el señor Marcos y Simón estudiando un
inmenso mapa de la amplificación del restaurante. Marcos Chacón abandonó la
regla y lƔpiz para dedicarse a entretener al nieto.
Pablo salió del despacho se acercó a Alfredo y juntos
fueron a una oficina pequeƱa de aspecto sólido y frĆo.
AhĆ estaba Otto, un hombre maduro de pelo cano y
cuerpo grueso y fuerte. Pablo tomó asiento, sin embargo Alfredo quedó de pie de brazos cruzados, era renuente ante Otto debido a viejas rencillas.
—¿Y cual es el motivo de la visita? —preguntó el hombre
dejando unos lƔpices de colores a un lado.
—querĆa hablar contigo sobre mi caso en Guerreros de
la arena —Otto dobló de sorpresa las cejas—. Aun sabiendo Esteban que yo no
firmé aquel contrato no me quiere dejar ir. Me amenaza con hacer públicos mis
videos en los combates. Ćl sabe que tĆŗ firmaste aquello. Y me molesta.
Otto confirmaba con la cabeza, tambiĆ©n sabĆa que
Esteban, el dueƱo de la empresa sentĆa atracción hacia Pablo, aunque aquello
parecĆa no saberlo Alfredo.
—¿Y quĆ© quieres que haga yo?
—¿Cómo que quĆ©? —preguntó Alfredo—. Sacarlo de este
embrollo en el que TĆ lo has metido.
—CreĆ que hablaba directamente con Pablo.
—Otto, no estamos para peleas absurdas. Obviamente me
quiero ir de esa empresa, estĆ” en juego mi familia, mi trabajo, mi futuro como
profesional. Tú eres amigo de ese señor, tú firmaste por mi. La solución es
fƔcil sin necesidad de armar jaleos ni asuntos legales que ventilen a otros
asuntos internos.
Otto movió afirmativamente la cabeza como si
recapacitara en las últimas palabras, finalmente habló:
—podrĆa ayudarte, Pablo, por la estima que te tengo,
pero, deberĆamos una tarde reunirnos los tres: Esteban, tĆŗ y yo, porque a fin
de cuentas los tres somos los involucrado y no otras personas.
—Si lo dices por mĆ —soltó Alfredo—, apoyarĆ© y
defenderƩ a Pablo en lo que sea.
—Pablo se puede defender solo.
Pablo carraspeó:
—Entiendo perfectamente, Otto. Debemos reunirnos una
tarde con Esteban y resolver este problema. No deseo seguir en esa empresa.
—Te ayudarĆ©. Aunque............ si Esteban no desea
ceder en el asunto del contrato, deberĆas solucionar tu problema de otra
manera con Ʃl, no sƩ opino yo.
Tanto Pablo como Alfredo lanzaron una mirada
fulminante a Otto, Chacón abandonó la oficina alegando que planearĆa la fecha
de la reunión. Otto se quedó sentado en su silla odiando la figura de Alfredo.
—No planeas ir solo a esa reunión, ¿cierto? —quiso
saber Alfredo.
—a fin de cuentas, Otto tiene razón. Ese problema
debemos resolvernos nosotros.
—Yo no te dejarĆ© ir asĆ. No confĆo en Otto ni en el
tal Esteban.
—Otto sabe lo que le espera si me hace algo. ConfĆa en
mĆ, debo buscar una solución a este grave problema. Creo que con esa reunión
quedarƩ libre.
Alfredo apretó los labios mientras dudaba.
Se separaron y cada uno regresó a su trabajo.
II
Marcos Chacón habĆa decidido abandonar el trabajo, en
los dĆas anteriores estuvo en la empresa trabajando como un esclavo. Decidió
dejarse la tarde de ese viernes para recargar sus energĆas.
Estacionó la camioneta y encontró a su esposa en la
sala de estar, con la cabeza reclinada y sentada en el sofĆ” corrigiendo las
evaluaciones de sus alumnos universitarios.
—Hola —la saludó.
—Chacón... —prĆ”cticamente susurro.
Estaban disgustados, dĆas atrĆ”s Marcos comunicó a su
esposa que deseaba invitar a vivir en casa a Lucas el hijo de su hermano
Gaspar. Ya que el muchacho estaba pasando por un
mal momento y como buen tĆo deseaba ayudarlos. Ella replicó
diciendo que la casa no era un refugio de personas, y que el sobrino podĆa obtener ayudas de distintas maneras. Marcos se sintió ofendido y se enfrascó en
una larga discusión.
En aquel momento el seƱor Marcos subĆa directo al piso
superior, su esposa Jenny dejó las evaluaciones a un lado.
Se habĆa portado francamente mal con su marido, lo
amaba, él era un buen padre y esposo. Completamente familiar, asà lo conoció. Pero le
molestaba la idea de hacer crecer el nĆŗmero de personas en casa, en su
mayorĆa hombres. Ya estaba Israel, muchacho que no le molestaba pero ahora se
unirĆa el joven Lucas y en una ocasión anterior Marcos propuso llamar a Douglas, otro de sus sobrinos... era cuestión de pensarlo por mucho antes de
decidirse. ¿Y el bienestar de su hija tambiĆ©n llamada Yenny? Ella apoyaba
ciegamente al padre.
"Quizas yo estĆ© abusando de egoĆsta" pensó
la seƱora Jenny.
Se paró del mueble y subió a la habitación, tenĆan dos dĆas sin dirigirse conversaciones. Por fin consiguió a su marido
sentado en el borde de la cama de espalda a ella, Jenny se acercó a él se hincó
en el colchón y le tocó el hombro, dÔndole un masaje.
—EstĆ”s tenso, Chacón...
—He tenido pĆ©simos dĆas —arrojó en tono Ć”spero.
—Puedo comprenderte... lo sĆ© —seguĆa tocando el
hombro y parte de la robusta espalda del marido—. Y yo tambiĆ©n me he sentido
mal, no me gusta estar asĆ contigo. Vengo por una tregua. Lo he pensado mucho y he hablado con los chicos sobre la situación de tu sobrino, bien podrĆas
ayudarlo —fue como si la espalda del marido se quitara un peso de encima—,
pero...
—¿pero?...
—PodrĆas ayudarlos con un perĆodo de prueba, seis
meses... que esté con nosotros ese tiempo mientras su situación mejora o no. Sé que el chico tiene una situación
distinta, pero tambiĆ©n tiene a su padre, tu hermano. Ćl deberĆa hacerse cargo de Ć©l, no
tĆŗ. Pero pensando en frĆo el chico podrĆa estar aquĆ un tiempo mientras buscas... o buscamos una
solución con Gaspar... seis meses.
Marcos Chacón parecĆa estar de acuerdo, era una
solución que favorecĆa a ambos. Al final aceptó.
—Pero —detuvo la sra. Jenny—. DeberĆ”s contratar a
alguien que se encargue del aseo de la casa, ademas de lavar la ropa. Yo
seguirƩ cocinando.
—Sus palabras serĆ”n cumplidas al pie de la letra mi
seƱora.
Aceptó Marcos Chacón abrazÔndose en la cama con su
esposa, le besaba el cuello mientras ella reĆa como loca. Jenny le palpaba el
pecho a su marido, esa zona en especial le encantaba, quizƔs por lo firme y
dura, desabrochó la camisa del esposo y pasó la lengua por los pezones hasta
que sus dientes se clavaron en ellos. Instintivamente sintió claramente como se
endurecĆa la zona genital del padre de sus hijos.
—Chacón, juguemos.
—¿QuĆ©? —sonrió su marido, abrazado bajo ella, ahora su
rostro era una mezcla de felicidad.
—Interpretemos papeles —sugirió la seƱora Jenny, aquellas
eran algunas de las variedades al momento de tener sexo.
—Me encanta la idea.
La mujer abandonó enseguida la cama para dirigirse
hasta el closet. Mientras su marido comenzaba a hacer volar la imaginación, su polla estaba tiesa como una barra de hierro. Jenny volvió enseguida con una caja que
contenĆa una variedad de atuendos eróticos, de allĆ extrajo una rueda giratoria
donde se leĆan palabras como: obreros, mĆ©dicos, policĆas, ejecutivos. La mujer
la hizo girar y esperó a que la manecilla se detuviera en la palabra
"policĆa".
—¿Quieres ser arrestado por esta oficial.
—Lo deseo.
Cada uno cogió una ropa distinta, ella se refugió en
el baƱo y Marcos se quitó la ropa en el cuarto. Cambiando a una raĆda ropa formal, pantalón roto y camisa abotonada
al pecho. El Ć”rea de la entrepierna lucĆa un alto relieve debido a su gran
erección.

Iniciaba la actuación.
Marcos Chacón deleitado se apoyó contra la pared de la
alcoba, alzando un pie al lado contra el muro. La sexy y madura oficial se
acercó a él.
—¿Usted, quĆ© hace aquĆ?
—¿Yo, oficial? ¡No hago nada, sólo veo pasar la vida!
AquĆ, tranquilo.
—Usted parece muy sospechoso. Vamos, voy a revisarlo,
manos contra la pared.
—Pero oficial, usted no me puede hacer esto —objetó
Marcos bajando el pie, su pene lucĆa abombado en el pantalón—. Es una
violación a mi persona, acépteme mejor una invitación a salir.
—¡Manos contra la pared, he dicho!
Marcos Chacón apoyó ambas manos al muro y se abrió de
piernas, su mujer interpretando aún a una ruda oficial comenzó a tocarlo. Con
las manos le palpó el hombro, oyéndose el suspiro del supuesto ladrón. Las
manos tocaron el duro pecho y le apretaron las tetillas, Marcos rió. La furtiva mano bajó al abdomen. Marcos
contenĆa la risa, Jenny le tocó el trasero al marido.
—Le dije que no estoy armado oficial.
Jenny pasó las manos a los genitales del burdo actor. Tocando la silueta del duro pene. Jenny se pegó a la espalda del marido, hundiendo
sus senos.
—¿QuĆ© es esto? —susurró en su oreja.
—mi... mi... pene, oficial —alegó Marcos cachondo al
extremo.
Jenny metió la mano dentro del jeans del marido
(Marcos exclamó un «¡Ohh!»), la mano pasó por los cortos vellos pĆŗbicos,
tocando al pene. La larga uña lo recorrió desde la base hasta la rojiza cabeza.
Marcos estaba quĆ© acababa allĆ, la mano agarró por completo el trozo de carne,
manipulando lentamente.
—Ohhh... ay dios mĆo... ufff, oficial.
El dedo pulgar acarició la punta del glande, arrancÔndole al hombre varias cosquillas.
Jenny dejó el pene a un lado y saco la mano del
pantalón. Ahora revisaba los muslos del marido y se agachó con las manos
recorriendo las piernas, al llegar al pie, subió la mano entre las piernas del
macho hasta dejarla en los cojones.
—¿QuĆ© es esto, seƱor?
—Son mis testĆculos, oficial.
—No le creo, son muy grandes. Parecen granadas.
—No, oficial.
Jenny hundió los dedos en las bolas de su marido, sin
causar el suficiente daño, sólo lo suficiente para hacer sentir la presión al
marido, él se puso un poco de puntillas. La mujer aflojó.
—Son mis bolas seƱora, eso dolió un poco...
—Estoy segura que eso son unas granadas. Nunca he
visto unos cojones tan grandes.
Marcos Chacón se dio la vuelta, todavĆa su pene hacĆa
una carpa con el pantalón.
—¿Y cuantas bolas ha visto usted en su vida, policĆa?
Si lo desea, puede ver las mĆas... y si estĆ”n cargadas no es precisamente de
pólvora —hizo una sonrisa pĆcara que a su mujer que a ella le encantó.
Pero todavĆa interpretando su papel de oficial ruda,
agarró a su "ladrón" de la oreja y lo arrastró fuera de la
habitación.
—Ay, ¿a dónde vamos, oficial?
La mujer llevó al macho hasta una columna en el
pasillo, él excitado se dejó colocar contra la pared. Exhalaba excitación,
mientras Jenny le acariciaba el pecho y toqueteaba su paquete. Obligó a Marcos
a colocar sus brazos por detrĆ”s, y asĆ, lo esposó.
"Sólo espero que ninguno de los muchacho llegue
en este momento" pensó cada uno.
Jenny agarró a su esposo por la camisa, y rompió
desgarrando los botones.
Le acarició y lamió el pecho.
Siguió al paquete y lo desnudó dejando caer el
pantalón por los tobillos.
—¡Y vaya que usted tiene buena arma!
—Se lo dije, oficial.
Jenny estaba mojada de placer, deseaba que su marido
la tomara por fin, pero tambiĆ©n querĆa estimularlo como para hacerlo reventar.
Metió a su boca el tronco del pene y con los dedos acariciaba las piernas largas
del "ladrón".
Yenny seguĆa chupĆ”ndole la verga saboreando palmo a palmo su pene, la lengua subĆa y bajaba comiendo lo salado de la carne. HacĆa un
movimiento rĆtmico que era acompaƱado por los jadeos del calenturiento macho.
Marcos entre susurros decĆa que dejaran la actuación, que lo soltara y que
dejase que le hiciera el amor.
Los movimientos se hacĆan cada vez mĆ”s frecuentes,
Marcos cerró los ojos echó la cabeza hacia atrĆ”s. Su pene crecĆa como un
burro, la cabeza se tornaba mÔs gruesa y roja. Un cañonazo de leche blanca inundó la boca de Jenny, qué como siempre tragó complacida el elixir masculino.
Hubo un momento en que Jenny abandonó el pene de su
marido, le dio un beso en la boca y a Marcos le quedó semen en la lengua.
Jenny procedió a quitarle las esposas.
—wow —murmuró cansado Marcos al dejar caer los brazos
a las piernas.
Jenny lo abrazó. Y susurró.
—Ahora, viólame.
—¿QuĆ©?
—Violame, ladrón.
Marcos sonrió, agarró a su esposa de la nuca templando sus cabellos para tumbarla contra un mueble.
—¿QuĆ© hace, ladrón? ¿QuĆ© hace? —repetĆa asustada la oficial en su actuación.
—Ahora sabrĆ”s lo que es bueno —continuaba Marcos Chacón
siguiendo su papel—. CreĆas que podĆas jugar conmigo, perra.
La besaba en el cuello, Yenny le pudo agarrar un
testĆculo y destripó.
—Ay, ¡no!
RÔpidamente alejó la mano de la mujer, se agarró el
pene y de golpe lo metió en el coño de su esposa, ella se quedó paralizada.
Marcos la miró a los ojos, sabĆa que podĆa continuar, aunque un huevo le
palpitaba.
Movieron las caderas, mientras Ʃl la sujetaba
fuertemente del brazo, ejerciendo fuerza sobre ella.
El placer los recorrĆa desde la cabeza hasta los pies y los pechos de la dama se endurecĆan. Marcos
hundió la cabeza en el cuello de su mujer, dejando saliva a su paso. Jenny habĆa dejado
de actuar resistiƩndose, ahora agarraba al marido de la cintura, apretƔndole
fuerte contra ella. Marcos la tomaba de la cabeza trayĆ©ndole hacĆa Ć©l para
meterle la lengua en la boca y entrelazar las dos en un beso, luego le mordĆa
los labios mientras ella mĆ”s fuerte se movĆa entre jadeos y pasión.
Los movimientos se convirtieron de violentos a
frenƩtico, Yenny jadeaba y Marcos pensaba que amaba solamente a su esposa,
cerró los ojos y soltó un inmenso suspiro, su semen recorrió su pene de forma
vertiginosa saliendo violento, caliente y pegajoso...
Se tumbaron en el sofĆ” hartos de placer, con el cuerpo
temblando aun sintiendo la euforia sexual, el teléfono sonó.
—hola, mami —era la voz de Yenny, la hija—. PapĆ”
abandonó la oficina, dijo que se sentĆa mal. LlamĆ© al celular pero no contestó. AquĆ estoy aburrida sin mĆ”s
que hacer. Creo que voy a casa
—SĆ, linda —confirmó la seƱora Yenny acariciando el
pecho de su esposo—, se sentĆa un poco estresado. Pero ya estĆ” bien. Estamos
aquĆ, sentados en la sala charlando, amistosamente, resolviendo asuntos. Nos
pusimos de acuerdo en una manera de ayudar a tu primo.
—Me contenta que ya ustedes se hablen... Y que bien
que tuvieron una solución, ya en un rato me contarÔn. Besitos... ay, no. estÔ entrando un cliente para una construcción. Creo que demoraré mÔs de lo planeado.
La señora Yenny colgó el auricular y se abrazó a su
marido contando lo sucedido a lo que su marido respondió:
—Bendito, cliente —y se pegó a su esposa.
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