CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
-SEXO HETEROSEXUAL
Pablo y Marcos ChacĆ³n cruzaron el umbral de la puerta de entrada, cuando un chiquillo emocionado corriĆ³ hasta ellos para abrazarlos, el abuelo fue el primero en cargarlo en brazos.
—¡Vicente! —decĆa Pablo alborotando su cabello—. HabĆa olvidado que pasarĆas todo el fin de semana con nosotros, te iba a comprar dulces, lo olvidĆ©. MaƱana vamos, estoy muy cansado —el niƱo extendiĆ³ los brazos hacia Ć©l—, oh no, estoy muy sucio, sudado, quiero ducharme, Vicente.
Con un beso se despidiĆ³ del sobrino para subir a ducharse.
MĆ”s tarde el hombre estaba acostado en su cama cuando el pequeƱo llegĆ³ dos carritos de juguete, Pablo le sonriĆ³ y lo subiĆ³ a su cama, durante todo el fin de semana SimĆ³n y su hijo lo pasarĆan en casa pues Claudia viajĆ³ fuera del paĆs para cubrir una noticia de su trabajo.
Sin detallar mĆ”s, el niƱo durmiĆ³ aquella noche con el tĆo y Pablo ni siquiera se molestĆ³ cuando al despertar la maƱana siguiente sintiĆ³ el orine del infante en su cama.
...
En el transcurso de la maƱana del sĆ”bado saliĆ³ con el sobrino a comprarle dulces, aprovechĆ³ al instante visitar a Alfredo.
Estaban en el jardĆn de su casa Pablo sentado en el suelo pateando sin fuerza una pelota de fĆŗtbol de Vicente.
—PensĆ© que no se notaba —comentĆ³ irĆ³nico.
—¿Nunca has deseado tener un hijo? —preguntĆ³ Alfredo sentĆ”ndose a su lado.
—No, ¿estĆ”s loco? Con lo maltratadas que estĆ”n mis bolas mis hijos serĆan deformes.
—¡No mames! Yo pienso que serĆan muy lindos.
—lo sĆ©, pero mis sobrinos me bastan y sobran —alegĆ³ Pablo pateando la pelota con mĆ”s fuerza.
—yo si quisiera un hijo —susurrĆ³ Alfredo.
—ni modo —comentĆ³ Pablo deseando cambiar de tema—. Ya va siendo hora de irnos, chente.
—¿tan rĆ”pido, Pablo?
—SĆ, SimĆ³n debe estar esperĆ”ndolo.
—Espera... aprovechando que estĆ”s aquĆ querĆa hacerte una pregunta........., ¿te gustarĆa mudarte acĆ”, conmigo?
Pablo lo mirĆ³ sorprendido pero intentĆ³ mantener una cara neutra. Alfredo hablĆ³:
—Sino tienes una respuesta quiero que lo pienses...
Pablo tragĆ³ saliva y se irguiĆ³ llevando en sus brazos a Vicente. QuerĆa huir.
Por otro lado de la ciudad acompaƱado de la suerte Israel se escabullĆa en una empresa de televisiĆ³n, conocĆa el lugar gracias a su hermano SimĆ³n, el dentista se parĆ³ ante una puerta, y la tocĆ³:
—¿QuiĆ©n es? —se escuchĆ³ una mujer desde adentro.
—Israel ChacĆ³n.
—¡¿Israel?! —sin dejar transcurrir el tiempo la puerta se abriĆ³, dejando mostrar a Diana la actriz, que lo hizo entrar a su camerino luego de espiar al pasillo—. ¿QuĆ© haces aquĆ?
—Vine a saber tu justificaciĆ³n, ¿por quĆ© me abandonaste? EstĆ”bamos bien juntos, ¿quĆ© pasĆ³?
—Israel, no quiero hablar, de eso. LĆ”rgate de aquĆ, puede llegar Camilo y serĆ” peor.
—De aquĆ no me irĆ© necesito saber. Ese abandono me ha dejado muy mal.
—Israel... —susurrĆ³ Diana melancĆ³lica—, entiende... Camilo es un hombre poderoso, yo estoy en la cĆŗspide de mi carrera como actriz, el amenazĆ³ con hacerme un veto en cualquier empresa si no volvĆa con Ć©l, y sĆ© que lo lograrĆa. Yo no sĆ© hacer otra cosa que ser actriz de televisiĆ³n, protagonista de exitosas telenovelas.
—Diana... ¿me olvidaste?
Diana lo mirĆ³ a los ojos, ¡por supuesto que no! ¿CĆ³mo olvidar a semejante hombre? Un toro en la cama que no tenĆa punto de comparaciĆ³n frente a un viejo y asqueroso anciano aunque poderoso. Israel insistĆa en la respuesta, tenĆa dos opciones, decir la verdad o actuar melodramĆ”tica rechazĆ”ndolo como hacĆa en sus papeles:
—Israel entiĆ©ndeme, juro que te amo, no te he olvidado, pero Camilo enterrarĆa mi carrera, no tenĆa mĆ”s opciĆ³n. Ahora mismo estoy grabando otra producciĆ³n.
—Preferiste tu dinero y fama que a mĆ —Israel se decepcionĆ³.
Diana saltĆ³ hacĆa Ć©l, pensĆ”ndolo de esa manera era cierto, pero ahora que lo tenĆa al frente, lo querĆa besar y sentirlo cerca, palparlo. Israel renunciĆ³ a su orgullo de hombre o decepciĆ³n de amor, para caer al instinto de macho arrastrĆ”ndose por la excitaciĆ³n.
Abrazados fueron a dar a la mesa, donde Ć©l la sentĆ³, ella sentĆa en la rodilla la potente erecciĆ³n del varĆ³n, que tan poderoso era ante aquel viejo que debĆa usar pastillitas azules para estimular su hambre sexual, Israel la besaba en el cuello, Diana sudaba excitada, clavĆ³ la vista a la puerta, no tenĆa seguro, para su horror, la manilla se estaba abriendo. RĆ”pidamente empujĆ³ a Israel y se bajĆ³ de la mesa.
—¿QuĆ© pasa? —preguntĆ³ Israel marcando un asta en el pantalĆ³n.
La puerta se abriĆ³ con el viejo Camilo.
—¿QuĆ© mierda pasa aquĆ? —preguntĆ³.
Diana no tenĆa mĆ”s objetivo o ¿perdĆa su carrera? O se marchaba de la empresa como una puta. Por suerte Camilo estaba solo y no acompaƱado de sus brutos guardaespaldas. La erecciĆ³n de Israel le creĆ³ una idea, lanzĆ³ el pie entre los muslos del macho como habĆa hecho varias veces a los antagonistas de novelas, pero este fue real, los testĆculos grandes de Israel fueron a dar duro contra la pelvis tras el golpe seco y la respuesta fue un grito agudo.
Israel inmediatamente se doblĆ³, agarrĆ”ndose la entrepierna gimiendo de dolor.
—¿Que mierda es esto, Diana?
—¡Quiere abusar de mi!
—¿QuĆ©?
—SĆ, estĆ” aquĆ fastidiandome, Camilo. Ve esto.
Diana apuntĆ³ otra poderosa patada en las bolas suficientemente desprotegidas de Israel. La punta de su zapato de tacĆ³n aterrizĆ³ justo en el centro de los dos cojones, pulverizandolos, a continuaciĆ³n Israel dejĆ³ escapar un exultante:
—¡AAAAAAARRRRRGGGGGG!
Israel cruzĆ³ los ojos moviendo la campana de la boca. Sus carnosos labios temblaban a medida que gritaba, enseguida temblĆ³ a cuerpo completo mientras el dolor paralizante lo dominaba.
—Este maldito bastardo molestĆ”ndote otra vez. LlamarĆ© a AgustĆn.
—¡No, espera! —lo detuvo Diana para que no buscara al guardaespaldas, agarrĆ³ al viejo de la mano y lo metiĆ³ a la habitaciĆ³n, percatĆ”ndose de activar el seguro.
Diana tomada de la mano con el viejo se acercĆ³ a Israel que continuaba en el piso tumbado con las pelotas hinchadas.
—Quiero que entiendas que no me busques mĆ”s, ¡idiota! Con tu cara de niƱo lindo no me controlaras, ¿entendido?
Israel dejĆ³ escapar unas palabras inaudible sosteniendo los testĆculos creyendo en vano que sanarĆa el dolor.
El tacĆ³n de Diana pisĆ³ el estĆ³mago del hombre, que de manera violenta expulsĆ³ el aire de los pulmones.
—pfffffff —sonĆ³ Israel.
De nuevo el pie impacto con mas fuerza contra el abdomen.
—¡pffff!
Diana se apartĆ³ de Israel, el viejo Camilo se riĆ³ de su desgracia, ahora el tacĆ³n de Diana fue a dar contra el inmenso paquete de su desdichado enamorado, aplastando el bulto que minutos atrĆ”s estaba duro a punto de reventar la cremallera del pantalĆ³n, ahora sus gĆ³nadas eran pisadas crujiendo a punto de reventar.
Prrrrrrrtttttsss.
Israel gritĆ³ con tal fuerza que parecĆa una teleserie de terror, agarrĆ³ sus testĆculos meciĆ©ndose de lado a lado creyendo que asĆ el dolor desaparecerĆa.
Diana mirĆ³ al viejo y le dio un sensual beso en la boca a tiempo que le frotaba el flĆ”cido y arrugado pene.
—tĆŗ eres el que me gusta, no este pobre diablo.
Israel se acurrucĆ³ en el piso gimiendo, deseaba llorar, una vez mĆ”s era derrotado por sus huevos.
Diana dejĆ³ de besar al viejo personificando a aquella antagonista que protagonizĆ³ en algĆŗn momento.
—un pobre diablo, un pobre perro... no se compara a ti Camilo.
—Dame otro beso, cariƱo.
Diana introdujo la lengua en la boca del viejo, Ć©l reaccionĆ³ de la misma manera creyendo ser un viril macho de 30 aƱos.
—eres una perra — susurrĆ³ Israel, sosteniendo los huevos y con gruesas lĆ”grimas en los ojos.
—¿CĆ³mo te atreves a decirle perra, llamare a AgustĆn.
—¡Amor, espera. Quiero que Ć©l entienda que te pertenezco.
Diana se inclinĆ³ como una perra a los pies del viejo, se arrodillĆ³ y bajando la cremallera sacĆ³ al ambiente la pequeƱa y muerta polla del anciano que introdujo en la boca. Israel cerrĆ³ los ojos al oĆr el sonido de la lengua.
—acuĆ©state en la cama.
—pero este idiota.
—de Ć©l no te preocupes, sus bolas lo dejaran paralizado por un largo rato, es asĆ es de dĆ©bil.
AyudĆ³ al anciano a acostar y mirĆ³ al hombre rubio tirado en el piso.
«espero que entiendas que esto lo hago por tu bien —pensaba tomando la verga en sus manos—. Si dejaba que Camilo llamara a los guardaespaldas estoy segura que te matarĆan —hundiĆ³ la fea polla en el paladar—. Perdoname Israel, te estoy salvando la vida.»
El pobre hombre soportĆ³ la respiraciĆ³n al levantarse, sentĆa sus cojones palpitar, quizĆ”s por el dolor o porque deseaban huir de su gran escroto. Doblado con la mano en los huevos caminĆ³ hacia la puerta.
—¡hey!
—tranquilo, cariƱo —pidiĆ³ Diana—, es ahora que este ridĆculo entienda que recapacitĆ©, a tu lado es la nada —procediĆ³ a masturbar la dormida polla del viejo y asĆ seguirĆa.
Israel saliĆ³ de la habitaciĆ³n adolorido, derrotado por sus bolas como siempre y humillado... tendrĆa que sanar sus pelotas con un gel frĆo mientras lloraba a escondidas.
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