El ataque de la playa - Las Bolas de Pablo

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7 jun 2015

El ataque de la playa

CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
   Un trĆ­o de chicas hermosas estaban  parloteando entre sĆ­ a orillas de la playa, mientras bebĆ­an refrescantes bebidas se divertĆ­an como sus otros amigos (2 muchachos y otras 3 chicas mĆ”s brincaban las olas del mar).
   —jajaja y fue entonces que GermĆ”n no pudo mĆ”s y se cayĆ³ —contenĆ­a la risa Nora.
   Victoria soltĆ³ una carcajada imaginando como su tonto primo rodaba por las escaleras de la discoteca.
   Vicky guiĆ±Ć³ un ojo a Nora, estaba contenta por estar ahĆ­. Nora continuĆ³ con su sarta de chismes graciosos.
   Continuaron intercambiando palabras, hasta que Adela, el alma del grupo -y de las fiestas- se aburriĆ³ de la playa y se uniĆ³ a ellas, seguido todo el grupo de la playa regresĆ³ a la orilla, de los dos jĆ³venes que las acompaƱaban, uno resaltaba mĆ”s que el otro, y ese era HĆ©ctor, un hermoso ejemplar de hombre que tenĆ­a una ancha espalda y una pequeƱa cintura, largas piernas que acababan en su pelvis y vestĆ­a con un baƱador azul que apenas parecĆ­a insuficiente para guardar el peso de su entrepierna. HĆ©ctor se inclinĆ³ y destapĆ³ una congelada cerveza.
   —HĆ©ctor, ya has bebido mucho no te pongas al pedo.
   —ay, no me estĆ©s webeando.
   —Si HĆ©ctor se emborracha yo manejo —dijo el eficiente RenĆ©
   El grupo siguiĆ³ compartiendo una velada fascinante a orillas de la playa, llegĆ³ un momento cuando HĆ©ctor dijo que debĆ­a discutir algo importante con Nora. Hubo risas y silbidos.
   —caminemos entonces —dijo ella.
   —no, es muy privado, disculpen chicos —dijo HĆ©ctor—. Necesito que sea en un lugar apartado.
   Vicky mirĆ³ molesta a Nora la cual abandonaba su asiento en la arena.
   —ya volveremos —asegurĆ³ HĆ©ctor subiendo a su camioneta.
   —¡Hey, culiao. MĆ”s te vale que no nos dejei aquĆ­! —amenazĆ³ RenĆ©.
   La camioneta puso marcha lejos de la concurrida playa.
   —¿a dĆ³nde vamos? ¿QuĆ© sucede?
   —Espera, no puedo manejar asĆ­. Aguarda a que lleguemos a un buen lugar.
   Nora callĆ³ pensando que su amigo quizĆ”s pasaba por una mala situaciĆ³n esperaba que no estuviera enfermo o algo mĆ”s.
   Hector manejĆ³ hasta una solitaria playa, ahĆ­ dejĆ³ la camioneta y ambos se acercaron a una roca donde se recostaron mirando la infinidad del mar.
   —quiero aprovechar este momento para decirte algo que nunca antes te contĆ©.
   —¿De quĆ© se trata?
   —Me gustas, Nora —asegurĆ³ Hector parĆ”ndose a su frente, erguido, poderoso.
   —¿QuĆ©? PensĆ© que te gustaba Adela. Siempre los veo juntos.
   —¿Adela? —repitiĆ³ HĆ©ctor pensativo pensando en aquella buena amiga—. No, Adela no me gusta. Muero por ti.
   —No, HĆ©ctor. Yo no puedo. EstĆ”s equivocado.
   —por favor dame una oportunidad.
   —No, entiende que no.
   HĆ©ctor la envolviĆ³ entre sus fuertes brazos, pegĆ”ndola a su amplio hombro y besĆ”ndola en los labios, Nora se pegĆ³ a Ć©l con sus duros pechos. HĆ©ctor la arregostĆ³ contra la roca subiĆ©ndose a ella, olĆ­a su borrachera y la erecciĆ³n que le resaltaba el baƱador.
   —¡No! —gritĆ³ ella apartĆ”ndolo de si.
   Hector la miraba seductor y excitado, la agarrĆ³ de la muƱeca pegĆ”ndola a la piedra, la harĆ­a suya en esa playa, la penetrarĆ­a sobre esa piedra, eran muchos aƱos deseĆ”ndola. Nora no lo querĆ­a. HĆ©ctor era popula y deseado por las mujeres, pero no para ella, el cuerpo del macho la estaba doblegando, no podrĆ­a...
   Con un golpe rudo y directo la rĆ³tula de Nora impactĆ³ en las pelotas del joven. HĆ©ctor gritĆ³ y cayĆ³ en un charco de agua sujetĆ”ndose la virilidad. Encima de sus golpeadas bolas su verga se dibujaba erecta en el traje azul.
   —¿por quĆ©? ¡Urg! Eres una perra.
   Nora se aferrĆ³ a la gran piedra, estaba nerviosa, el miedo se adueƱaba de su sangre frĆ­a.
   HĆ©ctor intentĆ³ pararse, la sujetĆ³ de una pierna, la tumbarĆ­a y la penetrarĆ­a con la fuerza de su hombrĆ­a y la ayuda de las olas. Nora intentĆ³ mantenerse de pie, apretĆ³ la boca y lanzĆ³ una bofetada a HĆ©ctor. El muchacho la soltĆ³ y se echĆ³ hacia atrĆ”s, Nora decidiĆ³ llevar la punta del pie contra las piernas abiertas del fornido enamorado.
   ¡SPLOOOSH!
   Fue la mezcla del golpe entre el cuerpo y el agua.
   El pie colisionĆ³ con los huevos de HĆ©ctor, cuyos cojones resonaron como cĆ”scaras dentro del escroto. Los ojos de HĆ©ctor se cerraron a tiempo mientras se acurrucaba al rededor del agua frĆ­a, se estaba ahogando, sin fuerza para levantarse, el punto a su favor fue la manera en la que el agua cubriĆ³ una grotesca mancha caliente que saliĆ³ del pene.
   DejarĆ­a que se ahogara... no... no era una asesina, agarrĆ”ndolo del hombro lo ayudĆ³ a pararse, HĆ©ctor temblaba mientras se agarraba con una mano los testĆ­culos. El hombre agarrĆ³ de la cintura a Nora, ella se molestĆ³ y reaccionĆ³ dando otro rodillazo a sus magulladas bolas.
—¡AAAAARRRGGG!
   Esta vez HĆ©ctor cayĆ³ de rodilla y se sentĆ³ en la playa, Nora lo mirĆ³ con desprecio y se dirigiĆ³ a la camioneta.
   —Norita, ay, cielos, ¿a dĆ³nde vas?
   —Me largo de aquĆ­, es tu problema saber como llegar a nuestra playa o a la ciudad. Cretino.
   Nora abandonĆ³ la camioneta dejando al infeliz HĆ©ctor arrastrĆ”ndose a la gran piedra para refugiarse. Nora volverĆ­a a la playa, ya inventarĆ­a una excusa y alguno de sus amigo lo rescatarĆ­a...
   —¡EstĆŗpido HĆ©ctor! Acaso no se da cuenta que no me gustan los hombres  —decĆ­a la muchacha a su regreso.

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