CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
-SEXO HOMOSEXUAL
Era el gimnasio favorito de Lisandro para entrenar, en aquella hora de la tarde su cuerpo sudaba a ritmo que practicaba kickboxing con un enemigo invisible. De un momento a otro alguien entrĆ³ a la sala, vistiendo de camisa roja y subiendo como un rayo al ring, era Pedro.
—¡Pero miren quien estĆ” aquĆ! —exclamĆ³ el reciĆ©n llegado alzando los brazos—. Lisandro, el hombre mĆ”s traidor sobre el Estado.
—Ya estĆ”, Pedro. CreĆ que ya lo habĆas superado. Ha pasado tantos meses.
—¿Superado? Oh, sĆ que lo superĆ©. Lo que no capto es tu grado de traiciĆ³n. ¿Y cĆ³mo estĆ” RenĆ©? ¿O ya no lo ves? Se traicionaron y no se ven.
Lisandro riĆ³ sarcĆ”stico.
—Pedro, no quiero discutir, tampoco deseo lastimarte, te ves muy estresado. SerĆ” mejor que salgas y me dejes entrenar.
Pedro lo mirĆ³ con asco.
—¿Hacerme daƱo tĆŗ a mi? Primero se te cae la cara de vergĆ¼enza, traidor.
—SĆ, soy un traidor, pero ya vete.
—¿Por quĆ© no eres tan hombre y aceptas una lucha?
—No te quiero lastimar, saldrĆ”s herido. Ya sal de aquĆ.
Pedro fue con toda su furia sobre Lisandro, Ć©ste lo sujeto del hombro, el otro tambiĆ©n se sujetĆ³ a Ć©l, del cuello. Se doblaron y forcejearon, a Lisandro se le doblaban las rodillas pero era fuerte, Pedro estaba tan molesto como desde el primer dĆa, querĆa partirle la cara de niƱo lindo.
Uno intentaba hacer caer de rodillas al suelo a su conocido rival.
Lisandro estiraba el brazo por la espalda de Pedro.
Pedro cambiaba el color de su cara a roja al ejercer presiĆ³n.
—¿QuĆ©? ¡Ah?
Fue Pedro, porquĆ© Lisandro agarrĆ³ la punta de su camisa y empezaba a quitĆ”rsela. La prenda roja salĆa por el torso del hombre hasta deslizarse por sus mĆŗsculos.
—¿QuĆ© haces, estĆŗpido? —preguntĆ³ Pedro retrocediendo.
En su pecho blanco y lampiƱo empezaba a brillar por la acumulaciĆ³n de sudor.
—¿La maƱa no se te ha quitado, cierto? —reĆa Lisandro con la prenda roja en sus manos—. ¿Cuidando como una modelo todas tus ropas? jajaja. Eres una top model de barrio. ¡Toma! —dio la media vuelta y lanzĆ³ la camisa fuera del ring—. Ve a buscar tu Oscar dela renta que estĆ” ensuciĆ”ndose en el suelo, asĆ me dejas solo, mariquita.
Apretando la mandĆbula (y el puƱo), Pedro se lanzo con un ataque traicionero a la espalda de Lisandro. SaltĆ³ en el aire y le clavĆ³ el puƱo.
—¡TĆŗ tambiĆ©n eres una mariquita!
Y con mĆ”s fuerza asestĆ³ otro golpe que tumbĆ³ por completo a Lisandro a la lona sintiendo los nudillos palpitar en la espalda.
—Aaaarrhhhhh.
Pedro continuaba mirƔndolo -ahora- con mƔs aborrecimiento.
—¿Ya no eres tan fuerte, verdad?
—Es que sĆ© que si te toco, Pedro, te harĆ© mucho daƱo.
—¿Y a ti quien te dio esa camisa? ¿RenĆ©? Porque tĆŗ no sabes de calidad. Eres un roto.
Lisandro se disponĆa a pararse, pero Pedro se adelantĆ³ y tomando del cuello su camisa procediĆ³ a quitarla. Lisandro no puso resistencia, se riĆ³, deseaba que Pedro no sintiera que esa ropa le importaba mucho.
Pedro arrojĆ³ la camisa fuera del ring. Lisandro se puso de pie.
—¿Recuerdas cĆ³mo empezĆ³ tu traiciĆ³n? En tu cumpleaƱos, en tu desgraciado cumpleaƱos. ¿CuĆ”nto tiempo me traicionaron?
—Pedro, no tuve culpa. Simplemente me enamorĆ©.
Pedro agarrĆ³ a Lisandro del hombro y lo arrojĆ³ contra las cuerdas.
—¡TE ENAMORASTE DE MĆ MEJOR AMIGO! ¡SIENDO MĆ PAREJA!
Lisandro se carcajeaba.
—¿NO LES IMPORTĆ? ¿CUĆNDO EMPEZĆ?
—SĆ. EmpezĆ³ esa misma noche. Cuando tĆŗ me dejaste salir con RenĆ©. Disque para comprar hielos. Lo hicimos en la parte trasera del carro, tu carro.
—¡IMBĆCIL!
Pedro le dio un puƱetazo a Lisandro en el abdomen que le sacĆ³ todo el aire. El hombre hizo un gesto gracioso con la cara cuando expulsĆ³ el oxigeno. Y Pedro repitiĆ³ la hazaƱa con otro golpe al abdomen.
—Te arrepentirĆ”s de tu traiciĆ³n. Yo te querĆa y mucho.
—a... sĆ... y... ¿quĆ©.... vas a... hacer?
Pedro lo mirĆ³ a los ojos, Lisandro seguĆa siendo el mismo niƱo lindo traidor. ¡No volverĆa a burlarse de Ć©l!
—¿QuĆ©?... ¿QuĆ© haces?
Lisandro no habĆa normalizado su respiraciĆ³n cuando Pedro le bajaba la ajustada licra gris. Mostrando su hermosa verga oculta en el pequeƱo calzĆ³n. A Pedro se le hizo agua la boca, pero serĆa fuerte ante todo.
—¿QuĆ© sucede, Pedro? ¿Se te revolvieron los sentimientos?
Pedro contuvo una respuesta. Lo miraba a los ojos.
—VenĆas a darme una paliza pero el verme la entrepierna te dejĆ³ paralizado.
—TodavĆa me duele, Lisandro. Eramos pareja... y me engaƱaste.
—Uno es hombre y la carne es dĆ©bil.
—¿Quieres decir que si te beso.... ocurrirĆa algo?
—Puedes intentarlo.
Pedro colocĆ³ la cara cerca de la boca de Lisandro, no hubo beso. Pero respiraban el mismo aire. Pedro colocĆ³ la mano cerca del cuello de Lisandro y asĆ, la deslizĆ³ por todo el relieve de la musculatura de su cuerpo.
—Recuerdo que te encantaba que te tocarĆ” asĆ el pecho. ¿Recuerdas?
—¡Oh, sĆ!
La mano se paseĆ³ el pecho, los abdominales, subiĆ³ otra vez al pecho.
—¿QuĆ© puede tener RenĆ© que no tenga yo?
—Tal vez me equivoquĆ©.
Pedro acariciĆ³ los pechos de su antiguo amor, y otra vez bajĆ³ ahora hasta el ombligo, y de ahĆ, sobĆ³ con la palma a la zona genital de Lisandro. Ćste gimiĆ³.
—¿Te gusta, eh?
—Oh sĆ... Captas Pedro, en vez de hacer la guerra, podemos hacer el amor.
—Entiendo —aseguraba Pedro.
Manoseando cada centĆmetro del bulto de Lisandro. Su verga se dibujaba cada vez mĆ”s sobre el calzĆ³n. Como un tubo resguardando en la parte inferior un saco de pelotas.
Pedro agarrĆ³ el calzĆ³n de Lisandro y lo bajĆ³ mostrando su erecta polla, los cojones reposaban creando su semen titĆ”nico.
—¿Te gusta, Lisandro?
—Ufffff, sĆ.
—¿Y esto?
SĆŗbitamente Pedro estrujĆ³ los cojones y la verga de quien alguna vez fue su pareja.
—¡Ooooooggghhhhh! ¡DUELE!
La mano de Pedro temblĆ³ apretando las pelotas de aquel fornido macho.
—¡AAAAAAAAAGGGGGGGGG! —arrugaba la frente y abrĆa la boca al sentir como que si le destriparan las tripas.
—Oh, pobre nenĆ© —agregĆ³ Pedro alejĆ”ndose de Ć©l.
Lisandro doblĆ³ las rodillas ahuecando sus bolas en sus manos, recordĆ³ la vez que durante un robo le patearon las bolas y no pudo caminar durante 4 dĆas. Se les habĆan hinchado y puesto moradas.
Pedro bajĆ³ del ring, directamente fue a buscar las camisas de ambos. ColocĆ³ la mirada en la espalda de Lisandro, ancha y fuerte que provocaba recorrer con las manos. CorriĆ³ hacia la punta del ring subiendo a el y doblando un brazo de Lisandro.
—¿Se puede saber quĆ© haces? ¡AARRG!
Ahora Pedro le sujetaba la otra mano con su camisa. En ese momento Lisandro estaba atado de manos.
—¿QuĆ© pretendes? ¡Te ordeno que me sueltes!
Pedro bajĆ³ del ring, estaba entre las piernas de su querido Lisandro, admirĆ³ su culo, grande y carmoso. TodavĆa las pelotas estaban colgando bajo su -ahora- flĆ”cido pene. Pedro apretĆ³ el puƱo y desde atrĆ”s le dio un gancho potente a Lisandro.
—AAAAUUUUCCCHHHHH.
Los testĆculos rebotaron contra los nudillos y contra su propio peso, causando a Lisandro un dolor terrible que explotaba en su estĆ³mago y cadera.
—¿Te dolieron tus pobres bolitas de macho?
—¡Con las bolas no se juegan, Pedro!
El muchacho subiĆ³ al ring a la altura de Lisandro, colocando la mano en su cuello.
—Tienes razĆ³n, pero eso es lo que provocan hombres como tĆŗ: altos, machos, fuertes, sexosos. Debilitarlos por su hombrĆa.
—Deja los celos y suĆ©ltame, hablemos.
—Antes dejame jugar.
Pedro comenzĆ³ a besuquear en la mejilla a Lisandro, haciĆ©ndolo jadear de excitaciĆ³n.
MUACK
MUACK
MUACK
Dejando los besos a un lado, Pedro trasladĆ³ la mano a la famosa entrepierna de Lisandro, Ć©ste sintiĆ³ un castrador dolor con los 5 dedos que le aplastaban los dos huevos. Sus testĆculos se ponĆan mallugados al contacto con la punta de los dedos. Era tan avasallante el dolor, Que Lisandro levantĆ³ los pies.
—AAAARRRGGGGGGG MIS BOLAS, AGGGHHHHH.
—JAJAJAJA.
—SUELTA, SUELTA. AAAAARRRRGGGH.
Por un momento Pedro soltĆ³ los cojones de Lisandro, Ć©l gimiĆ³ tiernamente, sintiĆ©ndose mareado, adolorido y confundido. Pedro masajeaba de manera sĆ”dica los genitales del macho.
—¿Quieres acabar, Lisandro?
—Eres un pervertido.
—PerdĆ³n, no querĆa hacerte tanto daƱo —negĆ³ Pedro acariciando el pene de Lisandro—. Siempre tuviste genitales preciosos, es inevitable que no juegue con ellos. Y mĆ”s ahora que no me pertenecen...
Con sus manos rodeĆ³ el pene y las pelotas del muchacho y templĆ³ sin razĆ³n, arrancando mĆ”s de un alarido al desdichado macho, sintiendo pasar las bolas de un estado de palpito a hinchazĆ³n leve con un dolor rudo y paralizante.
Mientras jalaba sus bolas y el desespero por ser liberado finalmente el calzĆ³n de Lisandro se deslizĆ³ suave por sus piernas, llegando una vez al suelo. Intentando ser libre tambiĆ©n pudo soltar una de sus manos y asĆ estampĆ³ un puƱetazo en la cara a Pedro que lo enviĆ³ al suelo.
Lisandro apartĆ³ la camisa que sujetaba su otra mano y asĆ estaba libre, cojeando caminĆ³ a una esquina del ring, para reposar los mareos.
—Esto todavĆa no termina —anunciĆ³ Pedro levantĆ”ndose.
—Estoy cansado Pedro, no quiero luchar. DĆ©jame ir.
Pedro desde su distancia admirĆ³ la flĆ”cida pero muy grande polla de Lisandro, de piel blanca y con testĆculos grandes que sĆ³lo se encargaban de fabricar 100% testosterona de calidad, el cuerpo de Lisandro parecĆa hecho por los dioses griegos, aun asĆ al verse debilitado y vulnerable.
"Que buen pene tiene, nunca lo podrĆ© negar" pensĆ³ Pedro con un brillo en los ojos "aĆŗn asĆ se comportĆ³ como un desgraciado".
Lisandro sobaba sus cojones.
Pedro saliĆ³ del ring caminĆ³ por la orilla despacio y silencioso tras Ć©l, Lisandro ocupado en su dolor no se percatĆ³ que su ex pareja estaba a su espalda.
Pedro mirĆ³ el trasero de Lisandro, grande, parado y moreno. ApretĆ³ el puƱo y lo lanzĆ³ entre las piernas de Lisandro. El golpe hizo rebotar las pelotas y el pene con aquel fuerte puƱetazo.
PAFF. SonĆ³ el rebote.
Lisandro gritĆ³ al sentir el asaltĆ³ a sus pelotas, con cuatro nudillos duros que las harĆa hinchar y enrojecer como para reventar.
PAFF
PAFF
—¡AAAAAAARRRRGGGGGG MIS BOLAS!
ApoyĆ”ndose con un brazo en la cuerda usĆ³ el otro para sostener sus pelotas, amasando ambos testĆculos con dedicaciĆ³n. PodĆa sentir la textura lisa y la forma ovalada de sus orbes, delicadas al tacto de la mano. Pedro subiĆ³ al ring, tras Ć©l.
—Siempre creĆste que yo era dĆ©bil, pues aquĆ se comprueba que no.
Lisandro gimiĆ³, ante un golpe en las bolas ningĆŗn hombre se puede defender.
Sin tener algĆŗn comentario de Lisandro. Pedro estirĆ³ el cuerpo apoderĆ”ndose de las bolas del supermacho. Aplastando los huevos con la palma de la mano. Lisandro arqueĆ³ la espalda mientra lanzaba gritos desaforados, era como si el destripe de sus bolas le comprimiera cada parte de su estĆ³mago.
Pedro continuĆ³ aplastando y aplastando aquella zona erĆ³gena tan sensible como excitante. MachacĆ”ndo los huevos, torturĆ”ndole los espermatozoides.
Una vez que Pedro le hubo soltado las pelotas (ya mĆ”s grandes y rojas como tomates). Lisandro se alejĆ³ de la esquina del ring, allĆ su integridad corrĆa peligro. CaminĆ³ hasta quedar al centro del cuadrilĆ”tero.
Pedro se mordiĆ³ un labio, puso un pie sobre la cuerda y apoyĆ³ el otro. En menos de quince segundos ya estaba equilibrĆ”ndose entre las cuerdas. Y se lanzĆ³ al centro del ring. Empujando a Lisandro de frente a las sogas, oportunidad que aprovechĆ³ Pedro para acercarse al hombre y tomarlo del cuello, sacar la mitad de su cuerpo contra las cuerdas, alzarlo, tomar la cuerda inferior y la acercĆ³ a las pelotas del macho para templarlas.
Aquel dolor nunca antes fue experimentado por Lisandro, la cuerda le aplastaba y a la vez quemaba al escroto con el roce, Lisandro escapĆ³ un grito ronco, a la vez que Pedro le doblaba la espalda y subĆa y bajaba la cuerda, rebotando los testĆculos quemando la piel.
Los genitales de Lisandro estaban semidestruidos. Las bolas hinchadas y el pene ya antes habĆa sido golpeados y doblados, el macho estaba que casi caĆa desmayado. Aquello era mejor que aguantar aquel insoportable dolor, quĆ© le quemaba el abdomen.
Y es que Pedro no paraba de aplastar los huevos contra las cuerdas. Cada testĆculo, ya crecido se asomaba gracioso por encima de la tortuosa soga. AhĆ era cuando Pedro apartaba la cuerda haciendo que los huevos cayeran en el saco para volverlos aplastar con furia.
Finalmente Pedro soltĆ³ la soga e incorporĆ³ completamente a Lisandro en el cuadrilatero, lo agarrĆ³ del hombro y se fue con Ć©l hasta el borde.
—¿Por quĆ©.... por quĆ© me tienes que pegar en los cojones?
—porque quiero que aprendas, quĆ© de mĆ nadie se burla.
Pedro lanzĆ³ la rodilla hacia la entrepierna de Lisandro, fallando en la punterĆa y pegando contra su muslo.
—Pedro, tĆŗ no eras asĆ. ¿QuĆ© pretendes? ¿Dejarme estĆ©ril? ¿O, castrado no sĆ©?
—Ahora, ¿quĆ©? ¿Pretendes tener hijos?
—No... pero dejame en paz.
Una vez mĆ”s Pedro flexionĆ³ la rodilla, Lisandro abriĆ³ los ojos preparĆ”ndose para lo peor, sus bolas estaban en juego. ApretĆ³ el puƱo y sacĆ³ el aire de los pulmones en el cuerpo de Pedro. ¡En serio pegaba duro! Pedro retrocediĆ³ ahogado con las manos en el estĆ³mago.
Lisandro, recuperĆ”ndose, lo empujĆ³ haciĆ©ndolo caer sobre su espalda. Le mirĆ³ el culo, Pedro siempre lo tuvo grande. SaboreĆ”ndose le quitĆ³ el short y Pedro no puso objecion con ello, quizĆ”s porque eso deseaba, o tal vez seguĆa recuperando el aliento.
Lisandro lanzĆ³ lejos el short.
—¿QuĆ©... haces...?... ¡Idiota!
—Ahora me corresponde darte una lecciĆ³n.
—¡No!
Lisandro caminĆ³ hacia Pedro, Ć©ste retrocediĆ³ arrastrĆ”ndose por la lona. Lisandro lo sujetĆ³ de los tobillos. Pedro chillĆ³ asustado, ahora barrĆan el suelo con Ć©l, pataleaba para ser soltado.
RĆ”pidamente Lisandro le abriĆ³ las piernas y justamente le pateĆ³ las bolas. Con un golpe que las estrellĆ³ rotundamente y lo hizo gritar quebrando la voz.
—Ahora sabrĆ”s lo que es bueno, Pedro.
Pero el muchacho no resistirĆa mĆ”s de tres golpes al cuerpo, se habĆa acurrucado en el piso hecho un ovillo.
Lisandro doblĆ³ la boca, se agachĆ³ mirando especialmente a Pedro, pero le acariciĆ³ la espalda, aunque fuerte y sudorosa, tomĆ³ el calzĆ³n de Pedro y procediĆ³ a quitĆ”rselo. Otra vez el muchacho no se resistiĆ³ debido a sus mĆŗltiples factores, dolor, deseo, expectativa, amor, venganza. Aunque estaba paralizado agarrĆ”ndose las bolas. Su culo apareciĆ³ pomposo y blanco.
—SĆ© que todavĆa admiras este cuerpo —alegĆ³ Lisandro mostrando sus fuertes bĆceps.
Pedro parecĆa mareado. Estaba aturdido por la fuerte patada a sus pelotas.
Lisandro lo tomĆ³ de los brazos.
—¡NO, DĆJAME! LISANDRO.
El fuerte muchacho trasladĆ³ a Pedro de espalda a las cuerdas, ahĆ lo amarrĆ³ de las muƱecas.
—No, por favor, Lisandro. Perdoname.
—Tienes miedo... —asegurĆ³ Lisandro—. No debes preocuparte, no soy igual que tĆŗ...... ¡SOY PEOR! —cerrĆ³ sus manos en el cuello del hombre.
Duro y fuerte comenzĆ³ a apretar. Pedro abriĆ³ los ojos como platos, se le ponĆan vidriosos y retenĆa lagrimas. Sacaba la lengua y sus pulmones requerĆan aire. Lisandro lo miraba con saƱa.
Al final, Lisandro lo soltĆ³ del cuello. Pedro empezĆ³ a toser, se estaba poniendo morado y el color volvĆa a sus mejillas.
—Nunca serĆa capaz de matarte, a nadie realmente. SĆ³lo querĆa asustarte... perdĆ³n si me pase... ¿EstĆ”s bien?
Pedro dejaba de toser y lo miraba con mezcla de odio y rencor.
—Pero no olvides que me pegaste en los huevos. Y me tengo que vengar.
—¡NO, LISANDRO!
Lisandro agarrĆ³ el pene y las bolas de Pedro, empezando a templar en direcciĆ³n al techo.
Pedro gritĆ³ sintiendo que le arrancarĆan las bolas. Al tacto sus huevos dolĆan en la punta del escroto, ambos.
—¡GRRRRRRR! ¡GRRRRRR!
Lisandro no le apartaba la vista de encima.
Pedro tuvo que arquear la espalda para asĆ creer que aminarĆa el dolor, era capaz de arrastrarse por el piso con tal de no sentir la presiĆ³n sobre sus esfĆ©ricas gĆ³nadas. La mano disminuyĆ³ la fuerza, desvaneciendo el agarre. SĆ³lo pudo gemir mientras Lisandro gemĆa como un chiquillo solitario.
Pero algo habĆa cambiado en el rostro de Lisandro, ya parecĆa no haber rencor. Contemplaba en silencio a Pedro que gemĆa a punto de llorar. RecordĆ³ aquel mediodĆa que lo conociĆ³ en un banco mientras cada uno esperaba que el lento servicio de taquilla los atendĆa, Ć©l se quejĆ³, Pedro tambiĆ©n. Rompieron el hielo con un tonto tema de conversaciĆ³n creĆ”ndose una fugaz amistad. Uno se enamorĆ³ del otro.
En la tarde de ese mismo dĆa se toparon en un centro comercial, donde se saludaron. Y como cosa rara en la noche se vieron en un local de comida donde finalmente se dieron puntos de contacto.
Ahora, Lisandro sujetĆ³ el rostro de Pedro, Ć©ste dejĆ³ de gemir. De manera lenta Lisandro lo besĆ³ en los labios, fue un beso lento pero muy tierno ambos cerraron los ojos y Lisandro acariciĆ³ el pecho de Pedro. DespuĆ©s, le soltĆ³ las muƱecas.
—¿QuĆ© fue eso? —quiso saber Pedro.
—Te vi y me acordĆ© de cosas que habĆa olvidado. De la magia.
Hubo otro beso y algunos toqueteos.
—¿Me quieres?
—Mucho, Pedro.
—No entiendo.
—No importa.
Lisandro acostĆ³ a Pedro en el piso, lo besĆ³ otra vez en la boca y bajĆ³ a su cuello. Dejando puntos de saliva se dirigiĆ³ al pecho, despuĆ©s fue al abdomen y se acercĆ³ al pubis. Se detuvo y mirĆ³ a Pedro.
InmĆ³viles se miraron, despuĆ©s, Lisandro pareciĆ³ decidirse por algo, cambiĆ³ de posiciĆ³n colocando el trasero cerca de la cara de Pedro. Por su parte Lisandro metiĆ³ en su boca el pene de Pedro.
Pedro mirĆ³ cerca de su cara el miembro de Lisandro.
—QuĆ© rico...
AbriĆ³ la boca y tambiĆ©n degluto aquella deliciosa verga, Lisandro era perfecto. Lo que mĆ”s deseaba en aquel momento era su sabrosa y espesa leche, caliente regarse por su boca, tragarla. Las bolas hinchadas tocaban sus barbilla.
Lisandro chupaba la polla de Pedro. Larga, blanca y cubierta de venas, era un experto al correrse con su semen. SalĆa blancuzco y oloroso. AllĆ Lisandro mamaba la verga sin control, en ocasiones la punta llegaba a su garganta.
A Lisandro se le erizaron los pelos al sentir que Pedro le acariciaba el perineo.
Cada uno sentĆa palmo a palmo el relieve en la musculatura del otro.
Entretanto, Lisandro movĆa de arriba hacia abajo la boca ocupada por el falo de Pedro, ensalivaba el tronco al recorrerlo con la lengua. Luego, dejaba de chupar, sacaba el pene y le lamĆa la cabeza con la punta de la lengua. Cerraba los ojos con aquello.
Eran dos cuerpos solos en aquel apartado sitio, que volvĆan a reavivar lo que nunca se extinguiĆ³.
Los sonidos de la boca era lo que se escuchaba productos de las mamadas como becerros, sĆ³lo queriendo la elixir leche.
El cuerpo de Lisandro se fue tensado, Pedro sabĆa lo que venĆa. MetiĆ³ entera la verga en su boca. No dejarĆa escapar nada. Lisandro se paralizĆ³, y de su pene escapĆ³ el lĆquido caliente y pegajoso, Pedro cerrĆ³ los ojos moviendo la garganta, tragando. Era con un sabor como nueces y naranjas.
Lisandro prorrumpiĆ³ un gemido y cayĆ³ al suelo, aĆŗn con la verga tiesa y chorreando semen.
Pedro lo mirĆ³ con ternura, limpiĆ”ndose la boca.
—Ven —invitĆ³.
Pedro se puso a sus pies. LamiĆ³ el dedo gordo, saboreĆ³ la tibia y subiĆ³ con la lengua hasta la rodilla no dudĆ³ en volver a chupar su pene y limpiarlo. BesĆ³ sus bolas, todavĆa hinchadas y maltratadas, ahora serĆan cuidadas y respetadas, como antes lo fueron. Pedro lo mirĆ³ de soslayo y le acariciĆ³ el abdomen, Lisandro tan lindo como siempre.
¿Por su musculatura?
¿Por que a pesar de todo tenĆa un lindo carĆ”cter?
Lisandro no pensaba en mĆ”s, eso era lo que querĆa. Volver con Pedro. RenĆ© era ya parte del pasado, no mĆ”s.
Lisandro se inclinĆ³ y besĆ³ a Pedro, era el principio de la continuaciĆ³n.
Pedro se puso a cuatro patas exponiendo su trasero blanco. Lisandro apuntĆ³ su verga a Ć©l, e introdujo.
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