Contiene:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
Simón estaba sentado en el asiento del copiloto, en aquel momento dudaba de su elección, habĆan dejado por un breve instante a Vicente en casa de los abuelos maternos. ¿Y si le decĆa a Claudia que parase y se devolviera a casa, preferĆa hacerle el amor, revolver sus cabellos, sudar y hacerla jadear.
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
Simón estaba sentado en el asiento del copiloto, en aquel momento dudaba de su elección, habĆan dejado por un breve instante a Vicente en casa de los abuelos maternos. ¿Y si le decĆa a Claudia que parase y se devolviera a casa, preferĆa hacerle el amor, revolver sus cabellos, sudar y hacerla jadear.
La miró de soslayo y con el dedo Ćndice -sin darse cuenta- se acarició los testĆculos.
«ni modo, esa extraƱa prĆ”ctica la hace feliz... serĆ© fuerte» pensó.
En cambio Claudia iba decidida conduciendo la camioneta de su marido, se dirigĆan a casa de su amiga Alicia a practicar aquella extraƱa cosa que le gustaba a los hombres y no se aseguraban en admitir.
«Intentalo con Ć©l, a Fernando eso le gusta, que le jodan los testĆculos le encanta a todos los hombres, mi marido, el tuyo, nuestros padres, el vecino, quizĆ”s a Simón le dĆ” pena admitirlo» dijo una vez Alicia.
Simón era dueƱo de unos cojones grandes, aseguraba que su padre y hermanos tambiĆ©n los tenĆan y, para su asombro el pequeƱo Vicente era dueƱo de un escroto aunque pequeƱo por su edad era grande frente a otros niƱos.
«aunque te dĆ© pena admitirlo, te apoyo y harĆ© feliz» pensó ella.
Se detuvieron en la vivienda de Alicia, donde su marido les dio acceso al garaje.
—¿Tenemos que hacerlo aquĆ, bella?
—Amor, pensĆ© que te gustarĆa...
—Fernando me cae un poco mal, siempre tan pomposo.
—Simón, mi vida, no niego que aunque me siento un poco cohibida con ellos es donde soy capaz de hacer esto... perdón.
Simón tragó saliva y cooperó con su silencio en aquel absurdo tabú que los enredaba en una tonta mala interpretación.
—¿Cómo estĆ”n? —los saludó el polĆtico Fernando, siempre tan correcto pero un pillo en la intimidad—. Adentro te espera Alicia, querida Claudia.
La mujer entró en la casa dejando a los maridos intercambiando miradas de tolerancia y sonrisas incómodas.
Claudia encontró a su amiga Alicia, la loca como la llamaba Simón con un atuendo atrevido en la alcoba.
—Hoy dominaremos a nuestros machos a como de lugar. Quitate la ropa, Claudia.
—Amiga, ¿estĆ”s segura que eso le gusta a los hombres? ¿Que le peguen en las pelotas?
—SĆ, tonta. Te lo he dicho millones de veces.
—HablĆ© con mamĆ” y me dijo nunca haber practicado esto con mi papĆ” o con mi padrastro.
—Ay Claudia, conozco a tu madre, seguro le dio vergüenza admitirlo. ¿HablarĆ”s de tus intimidades en el futuro con Vicente? ¿Le explicarĆ”s como le chupabas la polla a su padre? Te ayudarĆ© a cambiar. Hoy aplanaremos los huevos de esos cabrones.
Afuera, en la sala de estar, Fernando ya estaba en trapos Ćntimos tomando una bebida mientras Simón incómodo se quitaba el pantalón.
—¿Amigo, seguro que a las mujeres les encanta pegarnos en las bolas?
—Por supuesto, Simón. A todas, desconfĆa, lo que quiero es que lo que pase en mi casa, quede aquĆ.
—Eso nos conviene a todos.
Ambos quedaron en calzoncillos.
—¡Adelante, perros! —llamó la loca.
Ambos machos entraron a la alcoba, Simón abrió la boca al ver a las féminas en diminutas y ajustadas ropas, tuvo que controlar sus respuestas de macho.
—¡Sin nada de ropa! —ordenó Alicia, Claudia parecĆa recia.
Fernando dejó resbalar el bóxer mostrando la polla blanca.
Simón miró a Claudia sujetó el bóxer por la cadera y sacó el grueso pene y las colgantes pelotas.
—Hoy intercambiaremos parejas —ordenó Alicia.
—¿Que?
—¿Cómo?
—¿Por quĆ©?
—Es un juego trĆo de rotos.
—Alicia, no permitirĆ© que te acuestes con mi marido.
—No, tonta. Tu marido no me gusta. Es solo un juego le romperĆ© un rato las bolas y tĆŗ a Fernando, al finalizar el juego cada quien volverĆ” con sus parejas y le reconfortarĆ” las bolas. ¿De acuerdo?
Claudia dudó pero cedió.
—si mi seƱora asĆ lo ordena —dijo Fernando—, yo dispuesto.
Simón quiso vomitar, ¿cómo carajo Claudia se prestaba a eso?
—EstĆ” bien —confirmó, odiando a Alicia por loca, la consideraba bella pero sin cerebro.
Cada quien se puso al frente de la pareja prestada, Alicia siempre estaba dispuesta a aquellos disparatados inventos, trĆos con mujeres, hombres, orgĆas, cambios de roles, hubiera deseado mĆ”s, pero Claudia y Simón eran muy pendejos para esa clase de juegos.
—¿EstĆ”s preparado, grandulón? —preguntó Alicia, que consideraba a Simón fofo y de cuerpo raro, el hombre tragó saliva, asustado.
Sin mediar palabras Alicia lanzó una patada a las bolas del cojonudo hombre.
—¡Oooh! —gritó Ć©l con la voz quebrada, agarrĆ”ndose la entrepierna cayendo de una vez al frĆo piso.
—¡Simón! —gritó Claudia, quiso correr a Ć©l consternada pero se detuvo pensando—: «es un juego, a todos los hombres le gusta eso... detente y no seas tonta».
Fernando la miró preocupado, y Claudia por su marido se vengó:
Llevó la mano a la entrepierna del macho, apretÔndole los cojones, Fernando abrió la boca en forma de "O" sin emitir ruido. Claudia constató que aquel tamaño de bolas eran grandes, pero no se asemejaba a las campanas de su marido. A Fernando el pene se le empezó a erectar.
Claudia lo soltó con horror, y Fernando se apoyó en sus rodillas respirando pesadamente, miró a la mujer con lÔgrimas en el rostro.
—Uff, que excitada me siento —comentó Alicia—. ¿TĆŗ tambiĆ©n, Claudia?
—no creo ser capaz de maltratar a un hombre por sus huevos...
—No seas cretina, veras que Simón parecerĆ” una vaca lechera cuando te coja en breve, lo digo por experiencia. ¿Verdad, Fer? —Alicia se arrodilló para meter la mano en los cojones del periodista—. ¡Vaya que son grandes! —y giró las pelotas en su mano —Simón aulló marcando las venas del cuello.
Claudia se sentĆa desesperada por Simón, miró a Fernando que se enderezaba y lo atacó enterrando con fuerza su rodilla contra los genitales. Fernando cruzó los ojos y dejó escapar un aullido paralizante, mientras sus manos se colocaban sobre sus gónadas. El parlamentario sentĆa el palpitar de sus cojones al ser aplastados por aquella bella aunque estricta mujer. Claudia echó la rotula atrĆ”s y volvió a aplastar las gónadas de Fernando. El hombre despegó los pequeƱos pies del suelo y gritó, cayendo al suelo con la grosera polla erguida.
—Estoy tan caliente —comentó emocionada Alicia soltando los cocos de Simón. La muy descarada no ocultaba su deleite por ver al dĆŗo de macho agarrĆ”ndose la entrepierna.
Las fĆ©minas se quedaron quietas dĆ”ndole reposo a los machos. Claudia vio con horror como Alicia metĆa los dedos en su vagina.
—No seas tonta, Claudia. Eres tan zorra como yo.
Claudia apretó los labios, se caracterizaba por ser una dama en la sociedad pero una meretriz en la cama, pero siempre en privacidad junto a su esposo... querĆa huir, se sentĆa incomoda.
—¡Dije pie, idiotas! —rugió Alicia. Fernando y Simón obedecieron.
—Golpea duro a ese desgraciado —ordenó la rubia.
—No lo maltrates —pidió Claudia preocupada por su marido—, sus huevos son muy frĆ”...
Alicia estampó los nudillos en la entrepierna de Simón, que humedeciendo los ojos unió las rodillas y calló al piso maldiciendo al dolor.
Claudia se sintió furiosa por el maltrato, y agarró de los cojones a Fernando, hundiendo las filosas uƱas en sus tiernas pelotas. Ćl se quedó sin aire con el apretón.
—¡Aaahhh... Clau.... ahhhh! —intentó hablar.
—¡AsĆ es amiga, revienta los jodidos cocos, sin eso ellos no son nada!
Fernando comenzó a sollozar, sentĆa un agudo dolor en el testĆculo derecho, los ojos de furia de Claudia estaban encima de Ć©l, ademas sus uƱas clavadas le rompĆan su sensible carne.
—Aaahhhhhggg —Fernando volteó los ojos.
Simón que estaba de rodillas sintiendo las bolas hinchadas miraba la cara de su esposa y, en su confusión pensaba que Claudia seguĆa disfrutando de eso, Alicia lo agarró de los cabellos y los templó:
—PodrĆ”s tener los huevos grandes, pero eres fofo. Fernando es tan bello, miralo, fuerte... ¡Que lindo se ve!
—Por favor. Detente —suplicó Fernando—. Me vas a quitar la posibilidad de tener mĆ”s hijos.
Claudia abrió los ojos y retrocedió soltÔndolo, a lo lejos vio la cara de emoción de Alicia y el rostro congestionado de dolor de Simón con sus cojones a merced de la rubia.
Alicia chocó el pie contra las metras de Simón, aplastando las huevas contra la pelvis, el fornido hombre se encorvó gritando desaforado.
—jajaja, esto me encanta, amiga —sonrió Alicia viendo a Simón batirse como gusano en el piso.
Los cojones de Simón enviaban ondas paralizantes de dolor al estómago y cadera. Alicia se subió a su pecho donde apretó las protuberantes tetillas. Simón gruñó sintiendo el aire comprimir.
Claudia furiosa se arrodilló hacia Fernando que estaba temblando.
—pervertido —ella susurró al ver que el semiduro falo del galĆ”n chorreaba pequeƱas gotas de liquido preseminal.
Pero Simón no se quedaba atrĆ”s, seguĆa protegiendo sus bolas, pero Alicia acariciaba con sus pies el pene del marido de su amiga, inesperadamente un caƱonazo de semen brotó disparado al piso.
PLISST
—¡Es un cochino tu marido! —comunicó Alicia—. Pero parece un rĆo.
Claudia lo miró celosa. Ordenó:
—Cambiemos a nuestras pareja.
—Entendido —aceptó Alicia, se acercó a Fernando y metió su verga en la boca, tambiĆ©n le apretó los cocos, Fernando se quejó.
—Amor me quiero ir —rogó Simón desprotegiendo la virilidad.
—Es que no volveremos mĆ”s, Simón —contestó Claudia secamente.
—¿lo dices en serio?
—SĆ —dijo Claudia, miró las bolas grandes e infladas de su macho, se sintió molesta y le metió un puƱetazo.
—¡AAAAAARRRRGGGGGGG, CLAUDIA!
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