Nunca te separes del grupo - Las Bolas de Pablo

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23 sept 2015

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Nunca te separes del grupo

CONTIENE:

-BALLBUTING MUJER/HOMBRE

   Arturo se internó por encima de los lĆ­mites establecidos de la montaƱa. Todo comenzó como una rica expedición entre amigos, pero Ć©l, aventurero como siempre decidió separarse del grupo y caminar por otra ruta del sendero. 

   Para aquella hora del nublado dĆ­a se habĆ­a quitado la franela para sudar al maximo el camino que realizaba, se veĆ­a como un modelo de revista de salud y belleza masculina. VestĆ­a un diminuto short negro y zapatillas deportivas.

   ā€”Justamente esto es lo que querĆ­a —comentó para si mismo.

   DespuĆ©s de horas de solitario andar llegó a lo mĆ”s alto de la montaƱa. Y por fin era el hombre situado en el cerro mĆ”s alto de la ciudad, aunque para lograrlo tuvo que violar los limites del parque.

   El hombre feliz por su cometido lanzó un grito de alborotado. Aquel ruido hizo eco hasta lo mĆ”s recóndito de la lejanĆ­a. A sus ojos se veĆ­a en escala pequeƱa, como si de una maqueta se tratase los inmensos y perfectos edificios que adornaban su estado.

   ā€”Esto lo tienen que ver todos. Me tienen que envidiar.

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   Arturo colocó su celular sobre una piedra, le costó mucho tiempo dejarlo en buena posición. Al lograrlo, se separó de el e hizo una pose de grandeza ante tanta hermosura de paisaje.

   Al obtener la fotografĆ­a y subirla a redes sociales admiró por ultima vez en aquel dĆ­a su vista de la ciudad. Estaba completa, de punta a punta, que sencilla, hermosa y sabia resultaba la naturaleza y la mano del hombre.

   ā€”Es hora de volver.

   Arturo emprendió la ruta de regreso, la Ćŗnica diferencia es que se desvió un cuarto del camino penetrando a una espesura del bosque donde los arboles se hacĆ­an mĆ”s altos y el camino mĆ”s oscuro y frĆ­o.

   "Que horrible este sitio, no recuerdo haberlo visto nunca"

   Una pisada a una rama seca lo hizo volverse de espalda con el corazón en la garganta. Casi profiere un grito. Una mujer con la piel curtida, ropas viejas y sucias, cabello rojizo y enmaraƱado estaba algunos centĆ­metros tras Ć©l.


   ā€”Hey, ĀæquĆ© quieres? —se atrevió a preguntarle con voz temblorosa—. Āæquien eres, por quĆ© me sigues?

   La mujer nada respondió. Lo miraba como ida, aunque su mutismo sólo anunciaba terror.

   Preso de miedo, Arturo se decidió a correr pero cuando iba a hacerlo otra figura femenina se plantó en su frente.

   ā€”ĀæQuĆ©? ĀæQuĆ© quieren de mi? Dejenme, tengo poco dinero por si quieren secuestrarme.

   Las misteriosas mujeres se acercaban a Ć©l.

   No sabĆ­a cual resultaba mĆ”s siniestra si la rojiza o la morena de cabellos castaƱos.

   ā€”Ā”Dejenme ir!

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   La mujer de cabellos castaƱos lo miraba con curiosidad mientras Ć©l seguia nervioso. La mujer lo atacó tan desprevenidamente...

   Con admirable precisión y fuerza, la salvaje complementó una patada a Arturo en la entrepierna, aplanando su paquete dentro del corto short, haciendo que Arturo gritara doblando las rodillas y agarrĆ”ndose los cocos al instante, cayo de lado al suelo terroso.

   Arturo estaba en estado de shock. Lleno de nĆ”useas y con el estómago revuelto. Se habĆ­a encogido hecho un ovillo agarrando sus ovaladas bolas.

   Las dos mujeres se acercaron con atención hacia el hombre.

   ā€”Hey, ... Ā”ay!... ĀæQuĆ© quieren? Dejenme, ay...

   Arturo fue bruscamente interrumpido por una mano de la mujer tocando su entrepierna quitandole sus manos que la envolvian. La boca del hombre se abrió al sentir los dedos apretando sus gónadas de buen tamaƱo.

   ā€”Ay —susurró mientras la desconocida aumentó la fuerza apretando duro sus bolas.


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 La otra mujer se comunicó con la amiga en un dialecto que nunca antes Arturo habĆ­a escuchado. Eso aumentó su terror.

   Al parecer, obedeciendo a la otra, la extraƱa comenzó a girar la mano mientras apretaba los huevos vulnerables en aquel asalto.

   Arturo desenfocó la mirada a tiempo que botaba varias lĆ”grimas, gimió de dolor. 

   ā€”Por favor... de... dejenme ir...

   AnunciĆ”ndose en ese dialecto extraƱo la otra mujer se sentó a horcajadas en el cuerpo de Arturo, sosteniendo sus brazos hacia los lado al mismo tiempo que lo rozaba con su sexo sobre el pecho.

   La otra extraƱa seguĆ­a mirando su paquete, era indescriptible la emoción que sus ojos rebelaban.

   Arturo dejó escapar un rugido furioso y negó con la cabeza.

   La extraƱa se comunicó con su amiga con aquel lenguaje fĆ©tido y se aferró a las bolas de Arturo con la mano izquierda.

   CerciorĆ”ndose de sujetarlo con firmeza la extraƱa deslizó el diminuto short en las piernas del joven para dejarlo expuesto y desnudo. Ella agarró su escroto del cuello remarcando sus huevos en la base. La salvaje empezó a darle palmadas rudas en las bolas.

   Arturo gritaba con toda la fuerza que permitian sus pulmones.

   Sus testĆ­culos parecĆ­an ligeramente hinchados y rojos, pero su polla estaba firme con una erección. Extremadamente larga y poco gruesa.

   La salvaje sentada sobre su pecho le dio una palmada en el pene que enseguida rebotó liquido preseminal.

   El sudor recorrĆ­a la cara de Arturo pareciendo que iba a desmayarse en cualquier momento.

   La salvaje comenzó a machacar los testĆ­culos del hombre con la mano una y otra vez.

   PAFF, PAFF, PAFF...

   Arturo lloraba sin poder detenerse. ParecĆ­a que sus huevos por fin iban a fragmentarse en mil pedazos.

   La salvaje se acomodó entre las piernas del montaƱista y las extendió abiertas al aire.

   La salvaje subió su pierna preparada para pure aquellas estĆŗpidas pelotas. Un splaff fuerte resonó entre la espesura de los arboles y un grito ensordecedor brotó de la boca del confundido Arturo. La violenta mujer aplastó de nuevo con toda la fuerza que pudo reunir.

   Las pesadas bolas de Arturo rebotaron hacia arriba y abajo, su largo pene, y tembló involuntariamente.

   Las mujeres se comunicaron en su dialecto satĆ”nico, la que estaba sobre Arturo se meneó con frenĆ©tica danza. En tanto la que separaba sus piernas las separó aun mĆ”s la pelvis de Arturo crujio, entonces dejó que las bolas de Arturo cayeran al suelo y las pisó con la punta del desnudo y sucio pie, sus uƱas estaban llenas de tierra, Arturo conmocionado de dolor gritó como animal a punto de morir.

   Pero su pene temblaba con violencia. Sin poder soportar mĆ”s dolor Ć©l soltó en medio del bosque un ensordecedor grito que estalló con un enorme chorro de leche que surcó el aire a la velocidad de la luz para chocar contra la rodilla de la salvaje.

   La mujer emitió un gesto universal, una sonrisa delató la felicidad plena de sentir el lĆ­quido viscoso derramĆ”ndose por su pierna.
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   Pero una segunda andanada de semen salpicó contra la cara de la mujer sentada sobre su pecho.

   Arturo gemĆ­a sin poder detenerse, el pene palpitaba en su mayor esplendor.

   La mujer soltó los tobillos de Arturo permitiendo que estuviera libre de la cintura para abajo.

   Arturo gritó de sorpresa y dolor, cuando la mujer sobre su pecho le agarró los huevos.

   Cruelmente la misteriosa mujer apretó sus cojones.

   Arturo cruzó los ojos y gritó de manera gutural.

   Las mujeres sonrieron y la que estaba sobre Arturo le soltó las bolas dejĆ”ndolas libres. El largo pene del hombre ahora estaba descansando sobre su pubis escupiendo pequeƱas babas de semen.

   Ellas intercambiaron palabras y una ayudó a levantar a la otra, hicieron risas sonoras y corrieron perdiĆ©ndose entre los arboles, Arturo se acurrucó en el piso creyendo que su vida sexual estaba acabada, mientras el bosque se hacĆ­a de momentos mĆ”s nublado, tenue y frĆ­o.

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