CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
A ritmo del reggaeton cinco hombres empezaron a bailar haciendo movimientos sugerentes. El lugar lo permitĆa, los gritos, bailes y sus fuertes cuerpos invitaban a celebrar. Cuando empezó en el baile cualquier persona que estuviera molesta dejaba su amargura atrĆ”s con tal de ver mover el trasero, entrepierna, muslos y bĆceps de los apuestos hombres. Ellos sabĆan que eran de buen ver y es por ello que les gustaba hacer a su clientela feliz.
Carlos, el eyaculador estaba ahĆ porque tenĆa un contrato para que un vĆdeo suyo no fuera divulgado. TenĆa dos noches bailando ahĆ y el trabajo ya le seducĆa por las gratificaciones. Su cuerpo no era tan forzudo como el de sus compaƱeros pero actuaba en el Solid Show como Papiboy es decir el lĆder de todos los bailarines, el por quĆ© no lo sabĆa y ya estaba cosechando los fans en el lugar. Si entraba al gym quizĆ”s mejorase su cuerpo, aunque sus pectorales eran fuertes y enormes. Sus muslos eran robustos ademas de ser dueƱo de un increĆble paquete que atraĆa la atención de cualquier persona. AsĆ como sus nalgas resultaban carnosas a tal punto de desear ser tocadas o mordidas, en aquel momento las movĆa con lujuria.
Moreno y peligroso, Mauro se tocaba el pecho siguiendo la coreografĆa del baile. Estaba en calzoncillo como el resto de sus compaƱeros. SeguĆa furioso por la decisión de Isabella Totti al dejar como Papiboy a Carlos, ya se encargarĆa de hacer que renunciara. El hombre continuó ahora moviendo la cadera sintiĆ©ndose el ser mĆ”s deseado ante las miradas de espectadores. Sonrió al ver a la mujer que semanas atrĆ”s le propuso que se iniciara en el mundo porno, quiso aceptar pero Isabella se enteró y amenazó con hundirlo de por vida.
Ricardo levantó la cabeza llevando los brazos atrĆ”s. Escuchó docenas de aplausos y risas. El reflector apuntaba a su cuerpo sudado y aceitado rebosante de abultamiento muscular. Dio media vuelta moviendo el culo y el torso desnudo. La tela del pantalon se hundĆa en las hendiduras del trasero.
Axel era el Ćŗnico chico del grupo que trabajaba allĆ por la necesidad de pagar sus estudios. Era moreno de estatura mediana casi baja con grotescos y atractivos muslos. Se acarició los pezones oyendo los gritos de muchas mujeres. Pasó la mano por el pectoral musculoso. Era el que mejor pierna tenĆa del grupo. Saltó hacĆa adelante de sus compaƱeros e hizo movimientos en el suelo moviendo las caderas sintiĆ©ndose pagado con aplausos.
Con la cabellera larga Miguel era el de rasgos mas salvaje de los hombre, celebrado por el pomposo trasero y pecho duro como roca que tenia batĆa el cuerpo guiƱando el ojo al pĆŗblico que en su mayorĆa eran mujeres. Sus enormes pectorales ondeaban a ritmo de los movimientos y la mĆŗsica. La ajustada ropa interior que cargaba no podĆa ocultar la enorme erección que lucĆa.
El volumen de la canción fue finalizando y uno tras otro fue cubriendo con la mano la entrepierna. Los cinco machos fueron aplaudidos por el público, que agradecidos partieron de la zona.
—¿Quien hace el primer show individual? —preguntó Mauro cuando se dirigĆan a la sala de descanso.
—Yo —anunció Miguel—, y quien continĆŗa es Ricardo, el que cierra es Carlos, hey chico, has logrado mucho en poco tiempo sorprendes.
—Gracias, doy lo mejor de mĆ —aseguró Carlos—. PensĆ© que este trabajo no me gustarĆa pero ya ven como cambiamos de opinión las personas.
Sin duda alguna Mauro lo miró con odio sintiendo que Ć©l le habĆa robado su oportunidad de ser papiboy.
—¿Saben quien es la mujer que estĆ” con Isabella? —preguntó Carlos—. Es hermosa observe como me miraba mientras bailaba.
—Es su sobrina —respondió Axel abriendo la puerta de sala de descanso—. SerĆ” mejor que no te ilusiones con ella. Ninguno de nosotros que lo ha intentado ha salido victorioso. Ni siquiera la hemos podido llevar a la cama a la perra esa.
Carlos se echó a descansar en el mueble luego de colocarse un ceƱido traje de lĆ”tex, el culo se le seguĆa viendo mĆ”s gordo y los genitales mĆ”s marcados y apretados.
—Soy un romĆ”ntico la enamorarĆ© a lo serio.
—¿RomĆ”ntico? Eres cretino, Carlos —aseguró Axel sirviĆ©ndose un vaso con agua—. A mi me rechazó por pobre, es una clasista ridĆcula. El que estuvo mĆ”s cerca de tener algo con ella fue Miguel pero al final lo mandó por un tubo.
Carlos miró al callado Miguel que secaba el sudor del cuerpo.
—Olvidala —recomendó Ricardo—. Dedicate al trabajo, pana. Los ojos puesto en esto y tendrĆ”s Ć©xito.
—¿Tienes novia o esposa?
—No, no estĆ” entre mis objetivo ahora. Si aparece lo aprovecharĆ©.
—Ricardo estuvo en el escuadrón militar —informó Axel—, pero parece que perteneció a la iglesia porque quedó en el celibato.
Carlos rió con la ocurrencia de Axel pero Ricardo se molestó:
—CĆ”llate, eh. Yo no critico tu precaria manera de vivir y tĆŗ —miró a Carlos—. No me preguntes nada del escuadrón militar.
—No, no me importa en lo absoluto.
—Es un misterio —murmuraron los labios de Axel.
Miguel procedió a pasar por sus piernas un ajustado pantalón de lĆ”tex, esta era su prenda predilecta porque su actuación en el show era de dominador. El pantalón permitĆa mostrar sus fuertes muslos, parecidos a los de un jugador de fĆŗtbol. TambiĆ©n mostraba un bulto en su entrepierna que parecĆa aĆŗn mĆ”s grande que antes. Guardo su torso con una camiseta negra y lanzó un pesado suspiro. Sacó un lĆ”tigo de su maleta, lo ondeó en el aire y el objeto produjo aquel exquisito ruido, lo guardó en el cinto y salió de la sala.
—¿Son ideas mĆas o Ć©l casi no habla —preguntó Carlos—... y cuando lo hace tiene un acento extraƱo?
—Ćl es asĆ —aseguró Axel—, tiene problemas... a veces resulta problemĆ”tico, estĆ” aquĆ porque no tiene mĆ”s opción, convive con su esposa y un pequeƱo hijo, ademĆ”s de que... ¡¿Hey, ahora quĆ© te pasa?!
Mauro se habĆa parado frente a Carlos con gesto de pocos amigos.
—Quiero que sepas que el puesto de papiboy que estĆ”s ocupando me pertenece.
—¿Y quĆ© quieres que haga? —preguntó Carlos parĆ”ndose del sofĆ” y haciendo frente al hombre.
—Hey, manes, no empiecen —pidió Axel sin ser oĆdo.
—Quiero que abandones este lugar. No me importa las circunstancias que te hicieron llegar aquĆ. Pero quiero que te vayas y ser yo el lĆder del show. ¡Novato!
Carlos rió sarcÔstico.
—Si tienes algĆŗn problema con que yo sea el papiboy habla con Isabella. No tengo injerencia en ese asunto.
—¡Quiero que renuncies ya, carajo!
—Y si no lo hago, ¿quĆ©?
Mauro no apartaba la centelleante mirada de Ć©l, de veras que tenĆa cojones para enfrentarlo, y por los cojones lo iba a doblegar. Desde que Ricardo le pegó allĆ semanas atrĆ”s y Mauro comprobó que Carlos tenĆa inmensos huevos se le ocurrió la idea de usarlos en su contra. Abrió la palma de la mano y la acercó a los genitales del abogado. ¡Vaya que eran muy grandes sus bolas! Cerró el puƱo fuertemente aplastando ambos órganos sexuales.
Carlos cerró los ojos y dobló las rodillas e intentó quitar la mano invasora.
—UUUUGGGGHHHHH
Mauro apretó con saña.
PRRRTTTT
El encantador rostro de Carlos se llenó de arrugas principalmente cerca de los ojos, dobló la boca apretando los dientes haciendo gruƱidos con la garganta. SentĆa la dolorosa presión en las bolas de ser apretadas y como una horrible sensación pasaba a su estómago y ambos lados de la cadera.
Las bolas de Carlos eran grandes y tiernas, Mauro sintió un placer al aplastarlas entre su mano. Sin poder ocultarlo su pene se hizo grande y potente.
Ricardo observaba de lejos la reacción. El grueso Carlos estaba siendo doblegado por sus testĆculos y Mauro tenĆa una carpa de circo dentro del bóxer. Ćl tambiĆ©n lo estaba sintiendo pero se quedó con la boca abierta ocultĆ”ndolo.
—Detente, Mauro —pedĆa Axel uniĆ©ndose al dĆŗo—. Para ya.
Las gordas piernas de Carlos temblaban mientras sus ojos empezaban a llenarse de lƔgrimas.
—¡Detente, Mauro!
—No, quiero que renuncie —decĆa Mauro torciendo el par de bolas.
—AAAARRRRRGGGGGGHHH.
—¡Detente!
Axel empujó a Mauro, él perdió el equilibrio soltando a Carlos que se arrodillo sufriendo de dolor agarrÔndose las pelotas.
—¿EstĆ”s loco? —preguntaba Axel—. ¿QuĆ© pretendes? ¿Malograrlo?
—El robó mi puesto de lĆder.
—No he robado nada, cabrón —aclaró Carlos con voz cortada.
—Somos un equipo —justificaba Axel.
Sordo de ira, Mauro levantó el pie contra la entrepierna de Axel, que terminó torciendo los ojos y uniendo las rodillas.
Mauro se levantó y amenazó antes de irse:
—TĆŗ no seas metiche. En cuanto a ti esto apenas comienza y no voy a parar hasta que te vayas.
Fue Ricardo quien soportando la risa los ayudó a sentarse en el mueble.
—Siento que mis pelotas se estĆ”n hinchando.
—Mis bolas no paran de palpitar.
Entretanto la mĆŗsica en el bar no cesaba y menos con el show particular de Miguel quien sonreĆa sin parar de esgrimir su lĆ”tigo. Su grueso cabello negro estaba totalmente lleno de sudor a consecuencia de los movimientos. Su pecho canela chorreaba sudor, su esencia masculina. El lĆ”tigo chocaba contra el suelo, se acercó a una clienta a la que amarró el objeto a su cuello, ella gritó conmocionada. Miguel volvió al centro del escenario para seguir con el baile.
En un momento inesperado la risa y celebración fue reemplazada por un rato de caos y confusión, cuando de la nada un hombre de cabellos tiesos y violento saltó sobre Miguel golpeÔndolo rudamente. Ambos cayeron al piso y Miguel no dejaba de ser maltratado.
—Quiero que me pagues ya —gritaba el hombre chocando el puƱo otra la cara de Miguel—. Sino lo haces ya, te voy a matar.
Miles de clientes gritaban asustados y la mĆŗsica fue silenciada.
El bruto golpeador se percató de la calidad del cuerpo en la hombrĆa de Miguel, vio sus pectorales, el abdomen y mĆ”s abajo el dibujo de su paquete en el pantalón de cuero. Apretó el puƱo y golpeó los genitales de Miguel. Ćl echó atrĆ”s la cabeza y dejó escapar un profundo y ensordecedor bramido de pura agonĆa.
—¿Te dolió, eh? QUIERO QUE ME PAGUES O TE IRĆ PEOR. ¿CREES QUE TE IVAS A BURLAR DE MI?
Sin dar tregua el misterioso hombre se apoderó con sus manos de las enormes bolas de Miguel.
El hombre musculoso bramó en agonĆa, sus grandes huevos eran apretados con la punta de la mano.
Miguel arqueó la espalda sin dejar de gritar adolorido como el cruel hombre le causaba un fuerte dolor de bolas.
—¡Seguridad, seguridad! —eran los gritos de Isabella—. ¡Saquen a ese hombre!
En pocos segundos cuatro hombres inmovilizaron al violento atacante, haciƩndolo salir a la fuerza mientras gritaba.
—Pagame, pagame, cabrón, o te irĆ” peor.
Miguel quedó tendido en el suelo sobandose las gónadas, apretando los dientes soportando el dolor.
Miguel quedó tendido en el suelo sobandose las gónadas, apretando los dientes soportando el dolor.
Carlos estaba a un lado presenciando la escena sus bolas todavĆa dolĆan, asĆ que eran tres los machos jodidos por sus testiculos en una noche. Dos muchachos ayudaron a levantar a Miguel para llevarlo a la sala de descanso. Carlos miró a Ricardo para preguntarle:
—¿QuĆ© clase de deuda puede tener Miguel?
—Eso no importa. Ahora el show debe continuar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario