Todo sobre el sexo masculino - Las Bolas de Pablo

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12 mar 2016

Todo sobre el sexo masculino

CONTIENE:

-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   Un pequeƱo local ambientado como un aula de clases estaba ocupado por quince mujeres, todas ellas de diferentes razas, edades y actitudes, al fondo de disponĆ­a un pizarra acrĆ­lica y a ambos lados se colgaban afiches de modelos musculosos y semidesnudos, las supuestas alumnas ocupaban mesones, algunas se mantenĆ­an en silencio mientras otras intercambiaban palabras, el aire acondicionado se mantenĆ­a fresco. La puerta del lugar fue abierta y una despampanante rubia penetrĆ³ al local rentado como aula de clases.


   Ella era de estatura alta, hermosa, sus ojos denotaban un color verde y ademĆ”s de su sensual modo de caminar su ropa era atrevida, una anciana que ocupaba una esquina la mirĆ³ con la boca abierta, la rubia usaba un diminuto y ajustado short negro, sus glĆŗteos prĆ”cticamente se delineaban en aquel traje, usaba un top de igual color que mantenĆ­an sus pechos firmes y grandes. La rubia se detuvo al frente del salĆ³n y absolutamente todas en el aula de clases se quedaron absortas en su magnetismo.


   —Buen dĆ­a, muchachas —sonriĆ³ la profesora mostrando dientes grandes y blancos, en realidad toda ella se veĆ­a hermosa. Hubo animadas respuestas—. Bienvenidas al curso Todo sobre el sexo masculino. Mi nombre es Beatriz Bono y serĆ© su instructora durante este corto tiempo... Quiero saber cuales son las circunstancias que las traen aquĆ­ —una a una las mujeres comenzaron hablar y la profesora conociĆ³ a una chica virgen, una viuda, la anciana seƱorita, la casada con problemas con su marido, la divorciada, una feminazi, y aquella que sentĆ­a mera curiosidad por el curso gracias al atractivo anuncio en la prensa—. Que bien conocer sus comentarios, para empezar... ¿QuĆ© sabemos de los hombres?


   —Son rudos —anunciĆ³ la divorciada una chica de tez morena que sufriĆ³ maltrato familiar.


   —Tienen una masa muscular mĆ”s grande que la de nosotras —anunciĆ³ una profesora con Ć­nfulas de intelectualidad—. Y son los portadores del cromosoma XY.


   —La testosteronas... les da... virilidad —dijo la muchacha virgen con nerviosismo en el habla.


   Beatriz asentĆ­a a cada respuesta en seƱal de que deseaba escuchar mĆ”s.


   —Nos han subestimado a lo largo de la historia —respondiĆ³ la feminazi de brazos cruzados, era de tez blanca con cabellos tan rojos como una candela, su actitud parecĆ­a violenta—, politicos, presidentes, cientĆ­ficos en su mayorĆ­a hombres, nos han dejado de lado en la historia.


   —Muy bien... —afirmĆ³ Beatriz, miro expectante—. ¿Alguien mĆ”s? ...


   
   —Tienen pene y testĆ­culos —comunicĆ³ la adorable anciana contagiando con una sonrisa a la clase.


   —Pene y testĆ­culos —afirmĆ³ Daniela cogiendo una barra de madera. ProcediĆ³ a abrir un afiche sobre la pizarra el cual plegĆ³ y mostraba la anatomĆ­a del hombre—, pene y testĆ­culos, la fuente de su fuerza, dicen. Muy bien les explicarĆ© lo que son los hombres.


   De improviso y con fuerza la puerta fue abierta haciendo que mĆ”s de una en su mesĆ³n se sobresaltara. En el umbral apareciĆ³ un muchacho alto de tez blanca y cabellos oscuros, usaba jeans holgados y chaqueta azul.


   —El sexo fuerte, eso es lo que somos los hombre —dijo el recien llegado pasando al frente del aula acomodando con arrogancia el cuello de su camisa.


   Daniela se cruzĆ³ de brazos mirĆ”ndole de pies a cabeza.


   —¿Por quĆ© se supone que son el sexo fuerte? Yo los considero frĆ”gil y volubles.


   El muchacho colocĆ³ actitud poco humilde llevĆ”ndose las manos al cuello de la camisa, su cabeza se ladeĆ³ a un lado como si estuviera pensando.


   —Veamos, desde nuestro sĆ­mbolo de masculinidad —seƱalĆ³ los afiches cercanos a la puerta—, nuestra imagen representa la grandeza, con una flecha hacia arriba en seƱal de superioridad, el de las mujeres una cruz hacia abajo, donde deberĆ­an estar, en la cocina preparando comida para nosotros.


   —¿SĆ³lo eso los hace superior a nosotros? —preguntĆ³ Beatriz aun con los brazos cruzados.


   —Somos mĆ”s corpulentos —enfatizĆ³ remarcando sus fuertes bĆ­ceps como si tuviera kilos de mĆŗsculos en los brazos—. Tenemos la inteligencia necesaria para conducir una acciĆ³n...



   —¿inteligencia? —replicĆ³ la profesora—. Los hombres apelan mĆ”s a la competencia que nosotras.


   —Brutos —dijo la feminazi.


   —LlĆ”manos como quieras —asegurĆ³ el muchacho con una burlona risa—. Tenemos cosas que a ustedes las vuelve locas... —se quito la chaqueta que volĆ³ por el aire aterrizando en el mesĆ³n de la divorciada, que la arrojĆ³ al suelo enseguida—. Tenemos un pecho donde a ustedes les gusta retozar luego de cada relaciĆ³n sexual —su mano recorriĆ³ desde el pecho grande y potentemente musculoso hasta su abdomen cicelado—. Y no he hablado de esto... que tanto la vuelve locas —su mano se traslado al paquete del pantalĆ³n que estrujĆ³ con agasajo—, un montĆ³n de carne gruesa y larga que las hace chillar de pasiĆ³n, incluso las lesbianas necesitan de un pito...


   Hubo un murmullo en la clase.


   
   —¿Y mĆ”s abajo? —aumentĆ³ la voz Beatriz, el aula disminuyĆ³ el ruido.


   —Las pelotas... la fabrica de testosterona y las responsables de nuestra masa corporal y osea y... la fabrica de leche que muchas tragan como gatas.


   La anciana se tapĆ³ la boca con las manos sin ocultar sus mejillas sonrosadas.


   —Te aseguro que tienes la pija del tamaƱo de un bebĆ© —se burlĆ³ Daniela—, y las bolas como canicas.


   —Oh, no, no... soy superdotado, muchas veces me llamaron para actor porno, pero siempre me neguĆ©, no me iba a rebajar para eso.


   —El que mucho habla, poco tiene —alegĆ³ la divorciada.


   —Vamos, desnĆŗdate —invitĆ³ Beatriz aplaudiendo e iniciando un coro—: Que se desnude, que se desnude.


   El joven empezĆ³ a reĆ­rse y dio una vuelta de 360° alzando los brazos y moviendo el culo. Acto concluido empezĆ³ a abrir el cinturĆ³n del pantalĆ³n, su correa cayĆ³ a un lado, luego el muchacho se abriĆ³ el pantalĆ³n y lo bajĆ³ entre sus muslos tenĆ­a fuertes y largas piernas, calzaba un ceƱido bĆ³xer blanco que contorneaba su polla semidura inclinada a la derecha y el dibujo de sus pelotas entre sus piernas.


   —Ya ves lo superdotado que estoy. Soy todo lo que una mujer puede desear —se inclinĆ³ sobre el pantalĆ³n con dos intenciones la primera mostrar el trasero a la clase dejĆ”ndolo expuesto, y la segunda obtener un lente negro que se colocĆ³ luciendo mĆ”s arrogante—. Soy una unidad de potencia, masculinidad e inteligencia —subiĆ³ los brazos en el aire mostrando la fuerza de sus bĆ­ceps.


   Beatriz que sostenĆ­a aun la vara que utilizarĆ­a para explicar la lĆ”mina de anatomĆ­a masculina la utilizĆ³ para rĆ”pidamente golpear la abultada entrepierna de aquel bruto macho cuyo nombre es Horacio y resultaba importante para aquella clase.


   Las bolas de Horacio eran verdaderamente enormes, y por ello siempre fueron propensas a los golpes, como aquel imprevisto con una vara de madera.


   —¡AAAAAAAAGGGHHHHH! —gritĆ³ Horacio abandonando su pose como estatua para encorvarse sosteniendo sus pelotas con cara de dolor.


   Beariz se acercĆ³ a Ć©l, le quitĆ³ los lentes y los volviĆ³ aƱicos en el piso con su bota.


   —Nuestra primera lecciĆ³n amigas son las bolas —dijo, luego mirĆ³ a la anciana y corrigiĆ³—. Los testĆ­culos, fuentes de vitalidad para los hombres y su mayor debilidad... ¿QuĆ© saben de los testĆ­culos?


   —Como ya se ha dicho antes —anunciĆ³ la profesora desde su mesĆ³n—. Son los responsables del cambio en la pubertad, como el engrosamiento de la voz, la apariciĆ³n de vellos...


   —Y los hay de distintos colores y tamaƱos —la interrumpiĆ³ Beatriz aturdida a tiempo que Horacio colocaba sus manos a ambos lados de la cadera—. Entre mĆ”s grandes mĆ”s frĆ”giles son, tomen nota, oh, pero claro... todos son dĆ©biles por tener muchas terminaciones nerviosas y no tener huesos que los protejan, observen.


   Beatriz envolviĆ³ ambas manos en los cojones de Horacio pero resultaban pequeƱas ante colosal tamaƱo. Sus delicadas uƱas pintadas con grabados se dedicaron a aplastar los duros cojones —Aaaaaargh —gritĆ³ el desdichado hombre. Pero Beatriz afincĆ³ aĆŗn mĆ”s los dedos y Ć©l doblĆ³ la espalda mientras unia las rodillas y alzaba el rostro con la boca abierta. Ella dio un rĆ”pido apretĆ³n hasta soltarlo y Horacio cayĆ³ al piso de culo sobando sus gĆ³nadas.


   —Si se exprimen los testĆ­culos se puede obtener jugo, y ya saben a quĆ© me refiero —explicĆ³ Beatriz—, el semen es fabricado por ellos, es una sustancia blancuzca y pegajosa la cual fecunda a nuestro Ć³vulo para engendrar un vida.


   
   Horacio se colocĆ³ de pie y automĆ”ticamente Beatriz apretĆ³ con su mano una de las gĆ³nadas. Ɖl abriĆ³ la boca y se resistiĆ³ para no encorvarse, la presiĆ³n en uno de sus cojones le molestaba en el abdomen y un lado de la cadera.


   —Son de forma ovalada y sensibles al tacto —explicaba Daniela—, si durante una relaciĆ³n sexual acarician la zona baja del escroto a un hombre pueden sacarle una sonrisa, pero si por el contrario quieren verlos chillar...—retorciĆ³ el escroto del desdichado varĆ³n...


   Horacio gimiĆ³ y se retorciĆ³ sin manera de escapar ante aquel cruel agarre.


   Las mujeres estaban felices con el efecto doloroso que mostraba el rostro del arrogante muchacho, estaba pĆ”lido, y jadeaba, su enorme verga dentro del bĆ³xer se veĆ­a erecta y sudada.


   Beatriz soltĆ³ a Horacio y el retrocediĆ³ sentĆ”ndose en una silla para descansar.


   —¿Te duele, papito? —quiso saber la peliroja feminazi.


   Horacio hundiĆ³ la cabeza entre sus piernas mientras sobaba sus bolas.


   —Los testĆ­culos necesitan drenar la cantidad de semen que producen —iniciaba la perorata Beatriz—, de no hacerlo pueden traer una serie de molestias a los hombres que...


   —Es lo que llaman vulgarmente cojonera —hablĆ³ la intelectual profesora desde su mesĆ³n.


   —O bolas azules —detallĆ³ la divorciada.


   —¿Has tenido las bolas azules, Horacio? —quiso saber Beatriz. Ɖl, desde el asiento moviĆ³ afirmativamente la cabeza—. Que sexy...


   —Un dĆ­a mi novio me contĆ³ que la tuvo —explicaba la virgen—, estabamos solos en casa y Ć©l me besaba, querĆ­a que tuvieramos relaciones pero yo me opuse... al final no hicimos nada porque llego mi madre y Ć©l me contĆ³ que sus bolas le dolĆ­an.


   —SĆ­, eso ocurre porque en plena excitaciĆ³n los testĆ­culos empiezan a drenar hormonas masculinas que necesitan ser expulsadas y el proceso se paraliza apbruptamente... Horacio, ven...


   El muchacho lentamente abandonĆ³ el asiento y caminĆ³ hacia Beatriz, ella violentamente le propinĆ³ una dura patada en las bolas. Su trasero le levantĆ³ al sentir el contacto del pie contra sus bolas aplastadas. GritĆ³ como un animal moribundo, cada fuerte mĆŗsculo de su cuerpo se volviĆ³ nada ante devastador dolor de huevos. Los grandes cojones de Horacio estaban hinchados obcenamente.


   —¿QuĆ© duele mĆ”s? —preguntĆ³ Beatriz con una risita pesada—... ¿Eh, Horacio, quĆ© duele mĆ”s? ¿La cojonera o una patada en las bolas?


   El semental que se retorcĆ­a exquisitamente en el piso no emitiĆ³ ninguna respuesta. Contorsionaba el rostro arrugado en rastros de puro dolor. Esa dolencia que sufren los machos tan insoportable, sus pelotas palpitaban entre las manos que la cobijaban.


   —Yo creo que le duelen las bolitas —comentĆ³ Beatriz, acto seguido soltĆ³ una risa mientras se tapaba con su pequeƱa mano, la risa humillante se multiplicĆ³ en todo el aula de clases en quince bocas.


   En poco tiempo Horacio se colocĆ³ de pie, su cara estaba roja y su pudor lleno de vergĆ¼enza.


   —Esto que observamos aquĆ­ —indicĆ³ Beatriz trasladando la vara al paquete magullado del chico—. Es el pene, una pequeƱa salchicha...


   —Que muchas deberiamos cortar —indicĆ³ la feminazi.


   —Estem..., como les explicaba el pene tampoco estĆ” cubierto por huesos, tiene mĆŗsculos,venas y tambiĆ©n resulta sensible. Al no tener hueso ellos tendrĆ”n coito mĆ”s prolongado y mĆ”s placentero. AsĆ­ de bĆ”sicos son los machos.


   La instructora comenzĆ³ a agitar la vara contra el miembro alargado del joven, Horacio gritaba a medida que sentĆ­a los azotes contra su glande, el tronco, cabeza uno tras otro mĆ”s fuerte. Pero la polla se hacĆ­a mĆ”s grande y robusta en el bĆ³xer a medida que recibĆ­a los golpes. Horacio se estremeciĆ³ y sin previo aviso dio respuesta a su orgasmo atronador. Manchando su blanco bĆ³xer con un pegote de semen vergonzozo.


   El brazo de Beatriz que sostenĆ­a la vara se tensĆ³ y golpeĆ³ con el objeto mĆ”s abajo hacia los cojones. Horacio lanzĆ³ un grito y cayĆ³ al suelo envuelto en sudor, sexo y humillaciĆ³n.

   —Muy bien chicas, asĆ­ culmina la clase de hoy. La prĆ³xima lecciĆ³n abordarĆ” lo que es el pene a profundidad... hoy podemos decir que las mujeres no somos el sexo dĆ©bil —se acercĆ³ a la pizarra y dibujĆ³ con un marcador rosa el simbolo de la feminidad con la cruz apuntando hacia arriba.

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