CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
Un pequeƱo local ambientado como un aula de clases estaba ocupado por quince mujeres, todas ellas de diferentes razas, edades y actitudes, al fondo de disponĆa un pizarra acrĆlica y a ambos lados se colgaban afiches de modelos musculosos y semidesnudos, las supuestas alumnas ocupaban mesones, algunas se mantenĆan en silencio mientras otras intercambiaban palabras, el aire acondicionado se mantenĆa fresco. La puerta del lugar fue abierta y una despampanante rubia penetró al local rentado como aula de clases.
Ella era de estatura alta, hermosa, sus ojos denotaban un color verde y ademĆ”s de su sensual modo de caminar su ropa era atrevida, una anciana que ocupaba una esquina la miró con la boca abierta, la rubia usaba un diminuto y ajustado short negro, sus glĆŗteos prĆ”cticamente se delineaban en aquel traje, usaba un top de igual color que mantenĆan sus pechos firmes y grandes. La rubia se detuvo al frente del salón y absolutamente todas en el aula de clases se quedaron absortas en su magnetismo.
—Buen dĆa, muchachas —sonrió la profesora mostrando dientes grandes y blancos, en realidad toda ella se veĆa hermosa. Hubo animadas respuestas—. Bienvenidas al curso Todo sobre el sexo masculino. Mi nombre es Beatriz Bono y serĆ© su instructora durante este corto tiempo... Quiero saber cuales son las circunstancias que las traen aquĆ —una a una las mujeres comenzaron hablar y la profesora conoció a una chica virgen, una viuda, la anciana seƱorita, la casada con problemas con su marido, la divorciada, una feminazi, y aquella que sentĆa mera curiosidad por el curso gracias al atractivo anuncio en la prensa—. Que bien conocer sus comentarios, para empezar... ¿QuĆ© sabemos de los hombres?
—Son rudos —anunció la divorciada una chica de tez morena que sufrió maltrato familiar.
—Tienen una masa muscular mĆ”s grande que la de nosotras —anunció una profesora con Ćnfulas de intelectualidad—. Y son los portadores del cromosoma XY.
—La testosteronas... les da... virilidad —dijo la muchacha virgen con nerviosismo en el habla.
Beatriz asentĆa a cada respuesta en seƱal de que deseaba escuchar mĆ”s.
—Nos han subestimado a lo largo de la historia —respondió la feminazi de brazos cruzados, era de tez blanca con cabellos tan rojos como una candela, su actitud parecĆa violenta—, politicos, presidentes, cientĆficos en su mayorĆa hombres, nos han dejado de lado en la historia.
—Muy bien... —afirmó Beatriz, miro expectante—. ¿Alguien mĆ”s? ...
—Pene y testĆculos —afirmó Daniela cogiendo una barra de madera. Procedió a abrir un afiche sobre la pizarra el cual plegó y mostraba la anatomĆa del hombre—, pene y testĆculos, la fuente de su fuerza, dicen. Muy bien les explicarĆ© lo que son los hombres.
De improviso y con fuerza la puerta fue abierta haciendo que mÔs de una en su mesón se sobresaltara. En el umbral apareció un muchacho alto de tez blanca y cabellos oscuros, usaba jeans holgados y chaqueta azul.
—El sexo fuerte, eso es lo que somos los hombre —dijo el recien llegado pasando al frente del aula acomodando con arrogancia el cuello de su camisa.
Daniela se cruzó de brazos mirÔndole de pies a cabeza.
—¿Por quĆ© se supone que son el sexo fuerte? Yo los considero frĆ”gil y volubles.
El muchacho colocó actitud poco humilde llevÔndose las manos al cuello de la camisa, su cabeza se ladeó a un lado como si estuviera pensando.
—Veamos, desde nuestro sĆmbolo de masculinidad —seƱaló los afiches cercanos a la puerta—, nuestra imagen representa la grandeza, con una flecha hacia arriba en seƱal de superioridad, el de las mujeres una cruz hacia abajo, donde deberĆan estar, en la cocina preparando comida para nosotros.
—¿Sólo eso los hace superior a nosotros? —preguntó Beatriz aun con los brazos cruzados.
—Somos mĆ”s corpulentos —enfatizó remarcando sus fuertes bĆceps como si tuviera kilos de mĆŗsculos en los brazos—. Tenemos la inteligencia necesaria para conducir una acción...
—¿inteligencia? —replicó la profesora—. Los hombres apelan mĆ”s a la competencia que nosotras.
—Brutos —dijo la feminazi.
—LlĆ”manos como quieras —aseguró el muchacho con una burlona risa—. Tenemos cosas que a ustedes las vuelve locas... —se quito la chaqueta que voló por el aire aterrizando en el mesón de la divorciada, que la arrojó al suelo enseguida—. Tenemos un pecho donde a ustedes les gusta retozar luego de cada relación sexual —su mano recorrió desde el pecho grande y potentemente musculoso hasta su abdomen cicelado—. Y no he hablado de esto... que tanto la vuelve locas —su mano se traslado al paquete del pantalón que estrujó con agasajo—, un montón de carne gruesa y larga que las hace chillar de pasión, incluso las lesbianas necesitan de un pito...
—Las pelotas... la fabrica de testosterona y las responsables de nuestra masa corporal y osea y... la fabrica de leche que muchas tragan como gatas.
La anciana se tapó la boca con las manos sin ocultar sus mejillas sonrosadas.
—Te aseguro que tienes la pija del tamaƱo de un bebĆ© —se burló Daniela—, y las bolas como canicas.
—Oh, no, no... soy superdotado, muchas veces me llamaron para actor porno, pero siempre me neguĆ©, no me iba a rebajar para eso.
—El que mucho habla, poco tiene —alegó la divorciada.
—Vamos, desnĆŗdate —invitó Beatriz aplaudiendo e iniciando un coro—: Que se desnude, que se desnude.
El joven empezó a reĆrse y dio una vuelta de 360° alzando los brazos y moviendo el culo. Acto concluido empezó a abrir el cinturón del pantalón, su correa cayó a un lado, luego el muchacho se abrió el pantalón y lo bajó entre sus muslos tenĆa fuertes y largas piernas, calzaba un ceƱido bóxer blanco que contorneaba su polla semidura inclinada a la derecha y el dibujo de sus pelotas entre sus piernas.
—Ya ves lo superdotado que estoy. Soy todo lo que una mujer puede desear —se inclinó sobre el pantalón con dos intenciones la primera mostrar el trasero a la clase dejĆ”ndolo expuesto, y la segunda obtener un lente negro que se colocó luciendo mĆ”s arrogante—. Soy una unidad de potencia, masculinidad e inteligencia —subió los brazos en el aire mostrando la fuerza de sus bĆceps.
Beatriz que sostenĆa aun la vara que utilizarĆa para explicar la lĆ”mina de anatomĆa masculina la utilizó para rĆ”pidamente golpear la abultada entrepierna de aquel bruto macho cuyo nombre es Horacio y resultaba importante para aquella clase.
Las bolas de Horacio eran verdaderamente enormes, y por ello siempre fueron propensas a los golpes, como aquel imprevisto con una vara de madera.
—¡AAAAAAAAGGGHHHHH! —gritó Horacio abandonando su pose como estatua para encorvarse sosteniendo sus pelotas con cara de dolor.
Beariz se acercó a él, le quitó los lentes y los volvió añicos en el piso con su bota.
—Nuestra primera lección amigas son las bolas —dijo, luego miró a la anciana y corrigió—. Los testĆculos, fuentes de vitalidad para los hombres y su mayor debilidad... ¿QuĆ© saben de los testĆculos?
—Como ya se ha dicho antes —anunció la profesora desde su mesón—. Son los responsables del cambio en la pubertad, como el engrosamiento de la voz, la aparición de vellos...
—Y los hay de distintos colores y tamaƱos —la interrumpió Beatriz aturdida a tiempo que Horacio colocaba sus manos a ambos lados de la cadera—. Entre mĆ”s grandes mĆ”s frĆ”giles son, tomen nota, oh, pero claro... todos son dĆ©biles por tener muchas terminaciones nerviosas y no tener huesos que los protejan, observen.
Beatriz envolvió ambas manos en los cojones de Horacio pero resultaban pequeƱas ante colosal tamaƱo. Sus delicadas uƱas pintadas con grabados se dedicaron a aplastar los duros cojones —Aaaaaargh —gritó el desdichado hombre. Pero Beatriz afincó aĆŗn mĆ”s los dedos y Ć©l dobló la espalda mientras unia las rodillas y alzaba el rostro con la boca abierta. Ella dio un rĆ”pido apretón hasta soltarlo y Horacio cayó al piso de culo sobando sus gónadas.
—Si se exprimen los testĆculos se puede obtener jugo, y ya saben a quĆ© me refiero —explicó Beatriz—, el semen es fabricado por ellos, es una sustancia blancuzca y pegajosa la cual fecunda a nuestro óvulo para engendrar un vida.
Horacio se colocó de pie y automĆ”ticamente Beatriz apretó con su mano una de las gónadas. Ćl abrió la boca y se resistió para no encorvarse, la presión en uno de sus cojones le molestaba en el abdomen y un lado de la cadera.
—Son de forma ovalada y sensibles al tacto —explicaba Daniela—, si durante una relación sexual acarician la zona baja del escroto a un hombre pueden sacarle una sonrisa, pero si por el contrario quieren verlos chillar...—retorció el escroto del desdichado varón...
Horacio gimió y se retorció sin manera de escapar ante aquel cruel agarre.
Las mujeres estaban felices con el efecto doloroso que mostraba el rostro del arrogante muchacho, estaba pĆ”lido, y jadeaba, su enorme verga dentro del bóxer se veĆa erecta y sudada.
Beatriz soltó a Horacio y el retrocedió sentÔndose en una silla para descansar.
—¿Te duele, papito? —quiso saber la peliroja feminazi.
Horacio hundió la cabeza entre sus piernas mientras sobaba sus bolas.
—Los testĆculos necesitan drenar la cantidad de semen que producen —iniciaba la perorata Beatriz—, de no hacerlo pueden traer una serie de molestias a los hombres que...
—Es lo que llaman vulgarmente cojonera —habló la intelectual profesora desde su mesón.
—O bolas azules —detalló la divorciada.
—¿Has tenido las bolas azules, Horacio? —quiso saber Beatriz. Ćl, desde el asiento movió afirmativamente la cabeza—. Que sexy...
—Un dĆa mi novio me contó que la tuvo —explicaba la virgen—, estabamos solos en casa y Ć©l me besaba, querĆa que tuvieramos relaciones pero yo me opuse... al final no hicimos nada porque llego mi madre y Ć©l me contó que sus bolas le dolĆan.
—SĆ, eso ocurre porque en plena excitación los testĆculos empiezan a drenar hormonas masculinas que necesitan ser expulsadas y el proceso se paraliza apbruptamente... Horacio, ven...
El muchacho lentamente abandonó el asiento y caminó hacia Beatriz, ella violentamente le propinó una dura patada en las bolas. Su trasero le levantó al sentir el contacto del pie contra sus bolas aplastadas. Gritó como un animal moribundo, cada fuerte músculo de su cuerpo se volvió nada ante devastador dolor de huevos. Los grandes cojones de Horacio estaban hinchados obcenamente.
—¿QuĆ© duele mĆ”s? —preguntó Beatriz con una risita pesada—... ¿Eh, Horacio, quĆ© duele mĆ”s? ¿La cojonera o una patada en las bolas?
El semental que se retorcĆa exquisitamente en el piso no emitió ninguna respuesta. Contorsionaba el rostro arrugado en rastros de puro dolor. Esa dolencia que sufren los machos tan insoportable, sus pelotas palpitaban entre las manos que la cobijaban.
—Yo creo que le duelen las bolitas —comentó Beatriz, acto seguido soltó una risa mientras se tapaba con su pequeƱa mano, la risa humillante se multiplicó en todo el aula de clases en quince bocas.
En poco tiempo Horacio se colocó de pie, su cara estaba roja y su pudor lleno de vergüenza.
—Esto que observamos aquĆ —indicó Beatriz trasladando la vara al paquete magullado del chico—. Es el pene, una pequeƱa salchicha...
—Que muchas deberiamos cortar —indicó la feminazi.
—Estem..., como les explicaba el pene tampoco estĆ” cubierto por huesos, tiene mĆŗsculos,venas y tambiĆ©n resulta sensible. Al no tener hueso ellos tendrĆ”n coito mĆ”s prolongado y mĆ”s placentero. AsĆ de bĆ”sicos son los machos.
La instructora comenzó a agitar la vara contra el miembro alargado del joven, Horacio gritaba a medida que sentĆa los azotes contra su glande, el tronco, cabeza uno tras otro mĆ”s fuerte. Pero la polla se hacĆa mĆ”s grande y robusta en el bóxer a medida que recibĆa los golpes. Horacio se estremeció y sin previo aviso dio respuesta a su orgasmo atronador. Manchando su blanco bóxer con un pegote de semen vergonzozo.
El brazo de Beatriz que sostenĆa la vara se tensó y golpeó con el objeto mĆ”s abajo hacia los cojones. Horacio lanzó un grito y cayó al suelo envuelto en sudor, sexo y humillación.
—Muy bien chicas, asĆ culmina la clase de hoy. La próxima lección abordarĆ” lo que es el pene a profundidad... hoy podemos decir que las mujeres no somos el sexo dĆ©bil —se acercó a la pizarra y dibujó con un marcador rosa el simbolo de la feminidad con la cruz apuntando hacia arriba.
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