Semental bravío (8/10): un beso en la boca - Las Bolas de Pablo

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10 dic 2021

Semental bravío (8/10): un beso en la boca

Reinaldo Quiroga tenía abrazada a Jennifer Manzano, quién desde esa noche presentó formalmente como su novia. Mirándola directamente al rostro con sus hermosos ojos grises el hombre le dijo:

 

—Quédate conmigo esta noche.

 

Jennifer sonrió, ella tenía un vestido negro que se ajustaba a su silueta mientras el hombre usaba su particular estilo campestre

 

—¿Quedarme esta noche aquí? —hizo una ligera risa nerviosa—. ¿No iremos tan rápido?

 

Reinaldo la miró con compasión, no era la sombra del hombre amargado de meses atrás.

 

—Tengo el convencimiento de que como se vive el primero de enero así estaremos todo el año. Además yo quiero estar contigo en esta primera madrugada. ¿Vamos rápido? ¿Y para qué ir lento? Somos personas adultas y hecho y derecho.

 

Jennifer iba a comentar algo con jocosidad legal, pero el vaquero puso su dedo índice calloso sobre sus labios y después la besó con ternura. Al separar sus labios, la miró y como gesto obsceno, pero consensuado aseguró de arrimarle la erección que sentía por ella.

 

—Quédate conmigo esta noche.

 

—¿Y José?

 

—Ese tonto se puede ir. Impertinente como siempre. ¿Por qué cuestionar el poco tiempo que tenemos conociéndonos cuando dije que somos novios? Que se vaya a pie.

 

Jennifer lo observó con una mezcla entre intolerancia y diversión.

 

—No seas malo con él —ahora adoptando una postura más rígida argumentó—. Si él se va de Río Oscuro, yo también.

 

—No, quédate. Por supuesto que ese necio se puede quedar, si no hay otra opción. Y si se quiere ir que Valmore lo lleve. No me opondré.

 

Jennifer le arcarició el hombro a Reinaldo y se dió la vuelta para ir a conversar con su primo. Reinaldo Quiroga se quedó en el rincón de su casa observando el trasero de la abogada. Sintió mucha emoción de pasar la madrugada del primero de enero con ella. En pocos minutos la morena regresó a su lado.

 

—José accedió a quedarse a dormir aquí.

 

—Fascinante. Puede irse a dormir en el establo.

 

Jennifer lo miró y le dio una suave palmada en el hombro. Reinaldo se echó a reír y la abrazó para comenzar a susurrar cosas románticas entre ellos.

 

Alejado observándolo, José prefirió tomarse su copa de vino y salir de la casa de Quiroga. Iban a ser las dos de la mañana, el campo se sentía tranquilo y frío. Había sido una despedida de año aburrida en casa de los Quiroga. Allí estuvieron en la cena los dos hermanos y el pequeño Germán. Unos pasos atravesando la hierba le hicieron girar la cabeza.

 

A él se acercó Valmore Quiroga, el atractivo hermano menor de Reinaldo, para no variar también recibió el año nuevo con ropa recién estrenada con su estilo campirano, a excepción de un sombrero que José se lo vio puesto varias veces.

 

—Profesor —lo saludó Valmore con una apuesta sonrisa. Tres o cuatro días atrás José se tomó la confianza golpeándole los testículos cuando el joven le aseguró no ser débil de gónadas como su hermano. Desde entonces la relación de amistad de docente y vaquero se había tornado cercana. Se escribían mensajes con frecuencia uno queriendo saber sobre la vida del otro.

 

—¿Dónde te habías metido? —preguntó José.

 

—Hablando por celular, gajes del oficio, hay que desear feliz año a las personas más cercanas y clientes de la hacienda.

 

—Te desapareciste por casi una hora. Probablemente estabas era conversando con tu novia.

 

Valmore se echó a reír inclinando su espalda hacia atrás.Su espectacular paquete quedó a la vista con la cadera hacia adelante.

 

—No hay ninguna novia para mí —y se quedó mirándolo con ojos risueños.

 

José sonrió.

 

—Jennifer se va a quedar a dormir aquí. Acepté quedarme también.

 

—Muy bien —y Valmore se frotó las manos—. Eso significa que tenemos tiempo de sobra

 

—¿De sobra? ¿Para qué?

 

Valmore desvío la mirada hacia la entrepierna de José. El docente captó la intención y se ruborizó.

 

—Para lo que dejamos pendiente días atrás. Si de verdad eres tan resistente de los huevos como te jactas. Te demostré que tengo más resistencia que mi querido hermano.

 

José sonrió y afirmó:

 

—Segundo lugar de la competencia roshambo de la universidad Santander.

 

—Segundo lugar, lo que significa que alguien es mejor que tú. Te lo vuelvo a decir.

 

José le dirigió una mirada de reproche mientras sonreía.

 

—No te pongas pesado como tu hermano.

 

Valmore le guiñó un ojo.

 

—¿Dónde quieres que te demuestre mi fuerza? —quiso saber José.

 

Valmore desvío la mirada a su casa. José negó con la cabeza, en ese momento lo más probable era que Jennifer tuviera dentro de ella el pene curvo de Reinaldo. Entonces el menor de los dos hermanos accedió llevarse a José lo más alejado de la vivienda y de ojos curiosos. Igualmente estaban a cielo abierto e iluminados con la lejana luz de la residencia Quiroga.

 

Valmore enfocó la mirada en la entrepierna de José y le pegó en los testículos con el dorso de la mano, lo que hizo que José jadeara y gruñera sintiendo el contacto directo en sus gónadas por la delgada tela de su ropa. El profeso solo se limitó a inclinarse.

 

—Lo acepto. No fue tan doloroso —admitió Valmore—, la que viene te sacará los huevos por la boca.

 

José Manzano se abrió de piernas y lo invitó a patearle las bolas. Hecho que Valmore Quiroga no dudó un momento. Estrelló la punta de su bota en los cocos de José, provocando un grito de sorpresa acompañado de un gemido de angustia. Con todo eso no consiguió que el profesor se fuera al suelo a lloriquear por sus gónadas.

 

—¿Aparta tus manos y me das acceso? —interrogó Valmore con una sonrisa.

 

José con la cara fruncida de dolor se masajeó los testículos y se enderezó.

 

—Adelante —dijo con voz constipada.

 

Valmore lo pateó en las pelotas con toda la fuerza que pudo reunir. Su bota impactó con los sensibles testículos de José, aplanándolos y clavándolos en su cuerpo.

 

José se dobló y apretó los labios para evitar un grito ahogado que hizo reír a Valmore.

 

—Todavía estoy esperando que caigas al suelo.

 

José arrugando el rostro estaba sosteniendo sus huevos con ambas manos. Cuando se concentraba podía resistir bastante con sus nueces. Valmore tuvo que apartar las manos de sus joyas masculinas.

 

Con una patada que aterrizó justo entre los muslos de José, Valmore lo puso de rodillas mientras gritaba de dolor.

 

Valmore se posicionó al frente de José.

 

—Oye, pensé que no te iba a tumbar, profesor —confesó. Tras decir eso enarcó las cejas al ver algo entre los muslos del docente—. ¿Tienes una erección?

 

—La misma que tú —respondió José. Rápidamente envío su puño adelante golpeando el saco de bolas de Valmore con fuerza y haciendo que su cara palideciera

 

—Ay, mis bolas —croó Valmore con voz tensa. Se dobló agarrando sus testículos y con mucho cuidado se sentó riéndose al lado de donde José permanecía de rodillas—. Confieso que me duele mucho.

 

José se sentó sobre un muslo.

 

—Eres un Quiroga y te entiendo.

 

Valmore se rió como pudo.

 

—Los Quiroga somos hombres recios.

 

José se echó a reír y dijo:

 

—Pero que no le golpeen los huevos, porque se caen.

 

—Que no nos golpeen los testículos, mejor que nos hagan cariño ahí.

 

Enfocó la mirada en José Manzano que también lo miró sonriendo. Sintieron un hermoso magnetismo manteniendo las miradas. José acercó su rostro al del guapo semental y Valmore no dudó en rechazar aquellos finos labios. Se dieron un dulce beso, cerraron sus ojos y disfrutaron la experiencia.

 

—¿Qué fue eso? —preguntó Valmore cuando se separaron luego de varios segundos.

 

—Un beso —respondió José.

 

—Sí y…

 

—Y aquí viene el segundo.

 

José volvió a besar la boca de Valmore Quiroga que no puso ninguna resistencia. Cuando separaron sus labios se quedaron mirando y rieron.

 

—Está bueno —dijo Valmore ruborizándose.

 

—Y aquí viene el tercero.

 

Valmore se echó a reír y nuevamente aceptó la boca de José Manzano.

 

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