El informante del casino - Las Bolas de Pablo

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5 jun 2023

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El informante del casino

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El agente Jaime MartĆ­nez estaba sentado en la barra del casino consultando su reloj.
¿Dónde diablos estaba ese informante? Tenía una sensación en sus entrañas de que algo andaba mal. Ya llegaba 10 minutos tarde. Dio un sorbo a su bebida y se ajustó el traje, sus fuertes y poderosos músculos entrenados en el Servicio Aéreo Especial tensaron las costuras. Miró a su alrededor cuidadosamente, comprobando el lugar, buscando algo fuera de la normalidad, y por todo lo que pudo reunir, todo parecía totalmente legítimo. Si pudiera sacar toda la información a ese informante de la mafia de La Cofradía, tendría los mecanismos para finalmente paralizar las actividades del grupo criminal en el país para siempre.


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Para empeorar las cosas, la seguridad en el casino estaba por encima y mÔs allÔ de lo que estaba acostumbrado. Normalmente, podía pasar de contrabando al menos un cuchillo, si no una pistola, pero no en ese ambiente PrÔcticamente lo habían desnudado, e incluso su escondite mÔs oculto no había funcionado. Sonrió, aceptó la realidad y entró. Podía cuidar de sí mismo, tan capaz con sus manos y pies como con sus armas. Pero tendría que decidir algo pronto. En cinco minutos, decidió, si no aparecía ningún informante, abortaría la misión. Meses de trabajo para llevar a cabo esa reunión y que después de todo no se concretó.


De repente el esperado informante apareció en el casino haciendo una seƱal a Jaime, el agente lo observó y concluyó que parecĆ­a un fuerte guerrero, se puso nervioso mientras hacĆ­a su conclusión mental. 


Jaime se acercó, llevĆ”ndose su cerveza con hielo a su mesa y se sentó. 

casino
—Entonces, ĀæestĆ” buscando un… nuevo hogar? —preguntó en clave.


—Tengo algunas informaciones para ti, pero tienes que pagar por ellas. ĀæCrees que tienes suficiente? Si no tiene billetes, prepĆ”rate para gemir porque te voy a patear el culo.


El agente Jaime depositó su bebida en la mesa, estaba claro de que ese hombre no iba a hablar por las buenas. DespuĆ©s de todo no iba a obtener la información que buscaba. Se preparó para irse, era la mejor opción. 


—Bueno, ha sido un placer charlar contigo. Dale mis saludos a tu jefe —se levantó, pero se mantuvo preparado para cualquier cosa.


El informante lo agarró del antebrazo.


—¿QuĆ© dices, coƱo? ĀæCrees que me harĆ”s perder el tiempo?


Jaime lo miró a los ojos mientras le apretaba la mano, luego tiró muy fuerte de la mano que lo sostenĆ­a para hacerlo tropezar hacia adelante. 


—Creo que te harĆ© perder mucho mĆ”s que tu tiempo —levantó su otro puƱo, flexionó el bĆ­ceps y trató de clavar el puƱo en la cara del informante mientras lo empujaba hacia adelante.


Pero el otro hombre fue mÔs rÔpido y agarró su puño con la mano libre, deteniendo el golpe fÔcilmente, de repente giró su brazo para que el agente cayera sobre la barra. El malhechor miró al cantinero y ordenó:


—Es hora de cerrar.


El agente Jaime Martínez gruñó y levantó una pierna hacia atrÔs, metiéndola hacia adentro, justo en la entrepierna del informante.


El hombre emitió un ronco gemido y dio algunos pasos hacia atrÔs, algunas sillas cayeron a su paso, el golpe no fue tan fuerte, pero pudo dejarlo peor. Se quitó el traje y le mostró al agente sus musculosos brazos. Sin dar tiempo a tregua atacó al hombre de la ley, derecha e izquierda a su hígado, codo a su nariz.


Fueron golpes poderosos, Jaime cayó bajo la barra. Extendió la mano, y tanteando, agarró su vaso con cerveza, no lo dudó y arrojó la bebida contra su cara. De un salto se puso de pie y se abalanzó contra el informante. 


Ambos cayeron al suelo, con el agente encima, el supuesto soplón cerró las piernas alrededor del pecho de Jaime, apretando fuerte. Luego le intentó entregar un poderoso puñetazo de derecha izquierda a su cara que Jaime pudo esquivar. Tras eso, llevó sus codos hacia el tejido sensible de la parte interna de los muslos del informante para que sus piernas lo soltaran, trató de empujar, colocando su pecho sobre el informante, moviendo las piernas hacia un lado y usando los brazos para mantenerse en equilibrio encima de él.


El informante gruñó al perder la tijera sobre el pecho de Jaime, no se quedó con ello y le entregó un puñetazo en los ojos y otro en sus labios.


Jaime se esforzó en estar encima del pecho del maleante. Balanceó sus piernas para inmovilizarlo en su brazo izquierdo para que no pudiera usarlo. Luego, usó su brazo derecho para sujetar la muñeca del brazo derecho contra la alfombra del casino. Por último, levantó el brazo izquierdo en alto, y lo golpeó, regalando un puñetazo a su bíceps izquierdo.


El informante gimió, sintiendo sus brazos torcidos y en una posición difícil.


El agente Jaime MartĆ­nez con una oleada de poder, apretó el candado del brazo hasta que su propia fuerza se lo permitió. 


Craaaaaaaaack.


—AAAAAAAAAAAAAH —gritó el informante cuando su brazo cedió. Sintió un dolor horrible.


Jaime soltó el brazo roto, mantuvo sus piernas sujetÔndolo. Agarró la parte superior de su cabeza con la mano derecha para mantenerla firme y luego echó hacia atrÔs el puño izquierdo y lo golpeó tan fuerte como pudo en la mandíbula dejÔndolo completamente nockeado.


Jaime se levantó, se arrodilló detrÔs del informante y levantó su cabeza del suelo mientras estaba noqueado.


—Ya no hay nada interesante en ti —respondió—. Ni siquiera eres relevante para decir quiĆ©n te contrató.

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