El reclutamiento de Emilio Acero - Las Bolas de Pablo

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19 jun 2023

El reclutamiento de Emilio Acero



I
El mundo visto por Emilio Acero

Giro por el callejĆ³n al final de la calle y me dirijo a una puerta bajo una tenue luz. La misma estĆ” rodeada por dos vigilantes. Asiento con la cabeza y les muestro mi pase, se apartan permitiĆ©ndome el ingreso.

Camino a travĆ©s del galpĆ³n, observando la fuerte presencia de la mafia. Me dirijo hacia el centro del espacio, hacia el anillo de coches y equipos de construcciĆ³n en desuso.

El combate tendrĆ” lugar en el centro de ese improvisado lugar.

Estoy aquƭ para hacer un pequeƱo trabajo para la Cofradƭa. Soy su experto cuando se trata de lograr objetivos mediante el uso de la fuerza violenta. Quieren que explore el campeonato de lucha clandestina en el continente Americano y que reclute potencialmente a algunos prometedores luchadores.

Normalmente me contratan a mĆ­ para tareas pesadas. Quieren en sus filas a los hombres de mejor calidad. Confian en mi criterio, saben que sĆ³lo me dirijo a los candidatos adecuados.

Me acerco al campo de lucha, observo a Ricardo Dorante. Es el actual y vigente CampeĆ³n de Lucha Underground del Continente. Es una bestia en el cuadrilĆ”tero.

Veo como hace algunas rutinas de calentamiento de Ćŗltima hora con unos cuantos hombres.

Se mueve rĆ”pido, golpea fuerte y le gusta hacer daƱo. Tomo buenas calificaciones de sus movimientos. Era un ex militar de la marina, lo que coincide con mis antecedentes, aunque no era realmente un soldado importante. Sin embargo, su expulsiĆ³n fue un elemento crucial.

Fue expulsado por violencia excesiva. Al parecer, matĆ³ a uno de sus compaƱeros de formaciĆ³n. Simplemente le partiĆ³ el cuello durante lo que debĆ­a ser una sesiĆ³n de prĆ”ctica. DespuĆ©s de eso fue despedido.

Exceso de violencia. IrĆ³nico. Me gusta este hombre.

Las puertas del almacƩn se abren y un todoterreno penetra al lugar. De allƭ se apea un hombre acompaƱado de un pequeƱo sƩquito. Entre ellos sobre salta uno con una estatura de 1,70 metros, viste una camiseta blanca que muestra su torso musculoso y un short azul, estƔ descalzo.


He trabajado con la mafia en mĆ”s de una ocasiĆ³n, y he oĆ­do rumores sobre DarĆ­o. Sin embargo, prefiero no confiar en los rumores.

Me quito las gafas de sol y me las engancho al cinturĆ³n. Visto de negro de pies a cuello. Tengo abiertamente una pistola y un cuchillo en el cinturĆ³n alrededor de la cintura, los organizadores me permitieron ingresar armado. Miro al jefe del cĆ­rculo y me presento. 

—Emilio… Emilio Acero. Estoy seguro de que has oĆ­do hablar de mĆ­. ¿Puedo hablar con tu hombre? ¿Con DarĆ­o? Tengo una potencial propuesta de negocios para Ć©l.

El hombre ha oĆ­do hablar de mĆ­, y parece receloso, pero me hace un gesto y me deja ingresar al cĆ­rculo.

Me acerco a DarĆ­o y le tiendo la mano para estrecharla. 

—DarĆ­o, DarĆ­o Ulloa. Soy Emilio Acero. Tu reputaciĆ³n habla muy bien de ti.

Me mira fijamente, estudia mi musculosa complexiĆ³n, sobre todo cĆ³mo mi camisa negra se abraza a mi pecho. 

Por Ćŗltimo toma mi mano y la estrecha con un movimiento firme y profesional.

—Como lo es tu reputaciĆ³n —responde con frialdad—. ¿Vienes a apoyarme? —esboza una ligera sonrisa.

—He venido aquĆ­ para observar el combate del campeonato. Se dice que tus perspectivas son buenas. Si, despuĆ©s de esta pelea, todavĆ­a eres capaz de conversar, puedo tener una propuesta de negocios para discutir. ¿Te interesa?

—Nunca estĆ” de mĆ”s escuchar. La CofradĆ­a es una organizaciĆ³n poderosa e interesante. SĆ³lo tienes que saber que si quieres mis servicios, vas a tener que poner mucho de tu parte para conseguirlo.

Me encojo de hombros. —Naturalmente —afirmo—. Si sobrevives esta noche, te lo habrĆ”s ganado. La CofradĆ­a tiene bolsillos muy profundos, y son increĆ­blemente leales a sus hombres. Siguen intentando reclutarme, pero no trabajo para nadie mĆ”s que para mĆ­ mismo. ConfĆ­a en mĆ­, si te recomiendo a ellos, te pagarĆ”n lo que pidas.

—Prospero en ambientes como Ć©ste. Dorante estĆ” derrotado al llegar —dice DarĆ­o con seguridad—. Puede que sea joven, pero el Ćŗnico hombre de este edificio que puede tocarme puedes ser tĆŗ. QuizĆ” algĆŗn dĆ­a... por diversiĆ³n —esboza una sonrisa—. Nos vemos en un instante y podemos hablar de negocios.

Asiento con la cabeza, sonriendo. Me doy la vuelta para irme, y hablo por encima del hombro. —Trato hecho. Y que conste que me gustas, DarĆ­o. Que gane el mejor —salgo del cĆ­rculo de hombres.

DespuĆ©s de unos minutos el circulo  que rodean a DarĆ­o lo hacen caminar hacia el espacio de lucha, ahĆ­ es donde por primera vez su mirada se posa sobre Ricardo Dorante.

II
El mundo visto por Ricardo Dorante

Mi nombre es Ricardo, estoy boxeando junto a un par de hombres, un golpe rƔpido tras otro. Lo mejor que me ha pasado es que me echaran de la Marina. Eran unos maricas, no podƭan soportar las consecuencias de una pelea real.

El Ćŗltimo campeĆ³n tambiĆ©n lo descubriĆ³ por las malas. Lo dejĆ© muerto, con el cuello roto en medio de este mismo cuadrilĆ”tero. Y este puto estĆŗpido va a acabar exactamente en la misma situaciĆ³n.

Mi entrenador se acerca y me dice que es el momento de la pelea. Llevo mi caracterĆ­stico baƱador de compresiĆ³n negro. Y eso es todo. NingĆŗn otra vestimenta. No es necesario.

Mientras me dirijo al ring para matar a este maldito bastardo, me doy cuenta de que los corredores de apuestas circulan entre el pĆŗblico, tomando apuestas. Esta noche obsequiarĆ© un fajo de billetes para algunos bastardos con suerte, sin duda.

El Ć”rbitro estĆ” esperando en el centro del lucha, entre coches y viejos equipos de construcciĆ³n. Se le llama Ć”rbitro, pero en realidad es el tipo que inicia la pelea. No hay reglas una vez comienza, mi Ćŗnico objetivo es ganar.

Me doy la vuelta y mis ojos se entrecierran al ver al maldito bastardo al que tengo que matar esta noche caminando hacia el lugar de pelea.

Nuestros ojos se fijan el uno al otro y las amenazas empiezan a brotar en silencio. El estĆŗpido se sube la camiseta por encima de la cabeza, dejando al descubierto sus musculosos pectorales. Entrega la camisa a uno de sus hombres. 

El pĆŗblico empieza a abuchear y a burlarse. El dinero sigue intercambiando las apuestas, aquĆ­ tambiĆ©n estĆ” Emilio Acero observando, con los brazos cruzados.


El Ɣrbitro se coloca entre nosotros, examinando nuestros cuerpos.

Reboto sobre mis pies, mis ojos diseccionan a este engreĆ­do. AquĆ­ estĆ” mi pĆŗblico, y levanto los brazos para agradecer los vĆ­tores. Asiento con la cabeza al Ć”rbitro, y le digo con desprecio: 

—Enviaremos tu cuerpo a casa en una bolsa, maldito.

El Ɣrbitro me observa dando un paso atrƔs y extendiendo los brazos. Una fuerte campana suena indicando el comienzo de la pelea.

Lo golpeo con fuerza, lanzando un rĆ”pido doble golpe directo hacia el centro de su cara, y luego levanto mi pierna, con potencia y furia, buscando marcarlo con fuerza en el costado de su costilla derecha. Mi patada choca con los abdominales de DarĆ­o, haciendo contacto sĆ³lido, y sin embargo Ć©l contraataca con el mismo golpe. ¡Mierda! El impacto se hunde en mi costado derecho, bajo mi brazo, ¡este idiota es rĆ”pido! Un dolor sordo se extiende por el contacto. Atento a su velocidad, tengo la guardia en alto, listo para bloquear un puƱetazo, cuando cambia la posiciĆ³n de su brazo, un gancho de derecha me golpea el costado, agravando el daƱo de la patada. Una breve mirada de dolor aparece en mi rostro, y lucho contra un sentimiento de rabia por permitir que DarĆ­o me golpee dos veces.

El maldito se mueve como si no tuviera dolor alguno en el costado. 

Anticipo su movimiento, un gancho de derecha, asĆ­ que me muevo y lanzo una patada que se estrella sĆ³lidamente en su mandĆ­bula, su saliva escapa mientras se tambalea hacia atrĆ”s y a un lado. Su espalda se encuentra con un todoterreno mientras la multitud aplaude mi ataque. El idiota sonrĆ­e, mientras se sacude, se mueve directamente hacia mi.

Mi guardia es sĆ³lida, bloqueo con mi antebrazo un puƱetazo que me va a dar. Retrocedo con naturalidad cuando un uppercut apunta a mi mandĆ­bula, y lanzo una rĆ”pida patada frontal hacia sus fuertes abdominales para hacerlo retroceder y ganar un poco de distancia.

Castigo con mi pie su cuerpo, hundiĆ©ndolo en sus abdominales de forma firme. Se siente jodidamente bien herir a esta perra. Avanzo, con el puƱo cerrado para golpearlo, cuando se lanza hacia mĆ­, clavando un puƱetazo en mi ojo. ¡Me toma totalmente desprevenido! Mi cabeza se echa hacia atrĆ”s, y mi ojo empieza a hincharse casi inmediatamente. Me tambaleo hacia atrĆ”s, eso duele.

Estoy concentrado en proteger mi cabeza, todavĆ­a aturdido, y no consigo detener su golpe que se clava con toda su fuerza en mis duros abdominales. El contacto se mantiene y es entonces cuando marca todo su potencial. Me levanta y lleva de espaldas a la parrilla de un camiĆ³n. Un dolor ardiente y salvaje brota de mi columna vertebral en el punto de impacto, de hecho el camiĆ³n se dobla ante el contacto y mis mĆŗsculos se convulsionan tambiĆ©n.

AAAAAAAAAAARGH —levanto una mano, casi por instinto, empujo su frente hacia atrĆ”s y le clavo el puƱo derecho en la mandĆ­bula para que me suelte.

Siento que mi puƱo aplasta su mandƭbula, haciƩndolo retroceder, lo que me da tiempo a poner la guardia bien alta, bloqueo su golpe de izquierda, y el duro gancho de derecha es igualmente bloqueado. Coloco mi pie en la rejilla, me agacho y me impulso, buscando clavar mi hombro con fuerza en sus abdominales, y llevarlo al suelo.


¡Siento que me lanzo hacia delante, pero este hijo de puta es demasiado rĆ”pido para mĆ­! MoviĆ³ su cuerpo musculoso fuera de mi impulso y me toma del cabello y hombro, empujĆ”ndome hacia el centro del espacio de la lucha, entonces de repente, ¡BAAAAAAAAAAAAAAAAAM! Me sorprende con una enorme patada justo en la cabeza. Veo las estrellas y caigo de espalda mirando al techo, el rugido de la multitud es apenas un murmullo en mi cabeza conmocionada.

Gimoteo, empezando a removerme. La cabeza me late. Pero no he llegado a ser el actual campeĆ³n acostĆ”ndome en el suelo. El cabrĆ³n se acerca a mĆ­, lo veo por el rabillo del ojo, me concentro mĆ”s allĆ” del dolor, y giro mi cuerpo, dando una patada con el pie, buscando reventarle la rodilla, cae al suelo de culo, pero desde ahĆ­ me patea las costillas.

Ya he recibido algunos golpes fuertes en la cabeza, mi ojo estĆ” hinchado, y mi cabeza todavĆ­a estĆ” sonando por la patada salvaje que me derribo. No puedo darme el lujo de descansar. Me levanto mientras Ć©l se aleja. Saltando hacia delante, impulsado por una oleada de adrenalina, busco golpear su cara con mi rodilla.

Mi golpe ha dado en el blanco, su nariz salpica y su cuerpo se estrella contra la parrilla del camiĆ³n que estĆ” a su lado, su espalda se arquea sobre el capĆ³. El hijo de puta sube la pierna para evitar que tenga mĆ”s contacto sobre Ć©l, levantĆ”ndola hacia el centro de mis abdominales y buscando empujarme hacia atrĆ”s.

La multitud estalla, mostrando el apoyo hacia mĆ­. Mi confianza estĆ” volviendo, mi polla empieza a ponerse dura, la visiĆ³n de su nariz sangrante me produce una emociĆ³n sĆ”dica. Muevo la mano para apartar su pierna, levanto el pie y busco aplastarlo contra su rodilla mientras se apoya en la parrilla.

Mi pie se estrella contra la parrilla, rozando sĆ³lo el lateral de su rodilla. Mis puƱos estĆ”n levantados en guardia, me ataca con un sĆ³lido uppercut y estoy tan concentrado en proteger mi cabeza, que su golpe al hĆ­gado se hunde profunda y brutalmente. Me tambaleo hacia atrĆ”s, luchando por no doblarme, manteniendo la guardia alta, desesperado por no dejar que sepa cuĆ”nto me ha dolido.

Veo su polla endurecida en el contorno claro de su pantalĆ³n.

El idiota sube la pierna derecha y la envia hacia las costillas e instintivamente sĆ© que si no protejo el Ć”rea, puede ser el fin del juego. Levanto la rodilla y bajo el codo, protegiendo mis costillas. El impacto me hace tambalear, pero antes de que pueda volver a ponerme en guardia, Ć©l lanza un golpe contra mi nariz, derramo un pequeƱo chorro de sangre y echo mi cabeza hacia atrĆ”s, haciĆ©ndome tambalear aĆŗn mĆ”s. Necesitando espacio, levanto el pie en una patada lateral baja, buscando golpear el lado de su rodilla.

DarĆ­o sube la pierna en alto y mi patada choca en su espinilla. Le ha dolido, pero no lo suficiente. En respuesta se mantiene agresivo, buscando retroceder hacia el camiĆ³n en el otro lado del Ć”rea de lucha, lanza un golpe de izquierda hacia mi cara luego apunta un gancho de derecha a mis costillas. Dejo escapar un gemido de agonĆ­a, de repente continĆŗa con un cabezazo en mi nariz, haciendo que estalle con un chorro de sangre. Veo todo doble, pero tengo que atacar.

—¿Te ha dolido, verdad Dorante? —se burla DarĆ­o, manteniendo las manos en alto de esta manera esquiva mi primer golpe. Igualmente con el segundo, me agarra de la muƱeca, atrayĆ©ndome hacia Ć©l y usando su brazo derecho para golpear con un puƱo mi ojo izquierdo. Luego sube la rodilla izquierda hacia mis abdominales, girando su cadera mientras me golpea.

—ARGHHHHHh… —una enfermiza supernova de dolor y destrucciĆ³n brota, desgarrando mi abdomen, me doblo sobre su rodilla, colapsando como una marioneta con los hilos cortados. Estoy de rodillas, sujetando mi abdomen, tratando de encontrar alguna forma de volver a la lucha. No voy a renunciar. TodavĆ­a puedo ganar esto.

DarĆ­o me sujeta del cabello y me controla con su mano izquierda. Sube la rodilla izquierda hacia mi mandĆ­bula, una vez, luego dos.


El sonido de los gritos de sorpresa que vienen del pĆŗblico se desvanecen. Mi respiraciĆ³n es entrecortada, pero no puedo quedarme de rodillas. Tengo que ganar esto. Tengo que levantarme. Hay un crujido salvaje cuando su rodilla se estrella contra mi mandĆ­bula. Mi visiĆ³n se vuelve blanca… la sangre sale a borbotones de mi boca. Entonces, CRACKKKKKK, otra rodilla se estrella contra mi mandĆ­bula y siento cĆ³mo se rompe el hueso. Todo mi cuerpo se estremece de pies a cabeza. SĆ³lo puedo ver por el ojo derecho, empiezo a perder el control de mi cuerpo, tanto dolor:

—¡Hijo de puta! —le digo. Y de alguna manera, lanzo mi brazo hacia arriba, y agarro su entrepierna, volcando todo lo que tengo en tratar de retorcer y arrancar sus huevos.

III
El mundo visto por DarĆ­o

Ricardo parece un desastre, ensangrentado y magullado ya que lo he castigado la mayor parte del combate. Muestra algo de resistencia aparece en Ć©l y estira la mano y agarra mi hombrĆ­a. Le agarro la muƱeca, retorciĆ©ndola con fuerza, tratando de forzar su mano y abrirla para dejar salir mis pelotas, medida que logro. Lo mantengo en su lugar, mirĆ”ndolo por encima del hombro. 

—Intenta otra vez —digo decepcionado mientras deslizo mi mano izquierda lejos de su cabeza y clavo mi pulgar en su ojo, apretĆ”ndolo con fuerza mientras busco reventarlo, intento penetrar la uƱa y luego el dedo dentro de Ć©l mientras mi polla se pone dura como una roca en mis pantalones cortos de lucha.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAARGH! —grita Ricardo al ser cegado de la vista. Sus manos se agarran dĆ©bilmente a mi muƱeca, mientras la sangre sale a borbotones de su ojo destrozado, su cuerpo empieza a convulsionar salvajemente.

Mi brazo y mi mano tiemblan mientras arraso con su ojo. El pĆŗblico estĆ” totalmente aturdido, su campeĆ³n estĆ” siendo diezmado delante de ellos. Subo la rodilla derecha para golpear a Ricardo en la mandĆ­bula.

CRACKKKKKKKKKK.

Ricardo cayĆ³ inerte, noqueado, temblando, con la mandĆ­bula desencajada por mi rodilla.

El pĆŗblico se queda atĆ³nito e incrĆ©dulo pero veo a Emilio Acero observando y no se sorprende en absoluto. Vuelvo a mirar a Ricardo y me inclino, agarrando el calzĆ³n del campeĆ³n del continente Americano y tirando con fuerza, buscando arrancarlo de su cuerpo. Luego lo agarro por las pelotas que le cuelgan y lo levanto, alzĆ”ndolo por encima de mi cabeza con un gruƱido, el sudor recorre mi cuerpo mientras me dirijo hacia uno de los sedanes y luego lo arrojo de espaldas contra el parabrisas del coche, rompiendo el cristal de seguridad, lacerando su cuerpo ya roto y golpeado.


Recibo algunos abucheos del pĆŗblico, pero eso me hace sonreĆ­r mientras me bajo lentamente los calzoncillos de combate, mi polla se pone a la altura de la ocasiĆ³n mientras me subo al capĆ³, agarro las piernas de Ricardo y las abro de par en par, me arrodillo y lo atraigo hacia mĆ­ mientras meto mi gruesa polla en su culo de un violento empujĆ³n, llegando hasta las pelotas y manteniĆ©ndolas ahĆ­.

Ricardo grita repentinamente, despertando de una pesadilla de dolor a otra, la violenta sensaciĆ³n de su culo desgarrado en dos envĆ­a convulsiones a todo su cuerpo. Trozos de cristales rotos se clavan en Ć©l mientras es violado por mi en el capĆ³ del coche.

Penetro el culo de Ricardo muy duro y bastante rĆ”pido mientras el coche se balancea hacia adelante y hacia atrĆ”s por el impulso. Pasan varios minutos y, en intervalos de 30 segundos, le doy un puƱetazo en las costillas, buscando mantenerlo agotado mientras lo follo salvajemente, mis glĆŗteos se mueven rĆ”pidamente mientras taladro su prĆ³stata.

Ricardo grita de agonĆ­a mientras su culo es follado salvajemente.

Penetro su cuerpo, mis pelotas se levantan lentamente mientras me acerco al clĆ­max. Agarro un trozo de cristal roto que estĆ” a su lado y se lo paso por el pectoral izquierdo, y luego por el derecho mientras sigo violĆ”ndolo delante de su pĆŗblico, echo una rĆ”pida mirada a Emilio Acero que tambiĆ©n observa.

El cuerpo de Ricardo tiembla y vibra con cada empuje de mi polla. En este momento de humillaciĆ³n se preguntarĆ” como un simple hombre ha acabado con Ć©l. Que burla.

Entre el pĆŗblico veo el asentimiento de aprobaciĆ³n de Emilio, sĆ© que soy todo lo que La CofradĆ­a quiere, soy despiadado, soy cruel, soy brutal. Inclino la cabeza hacia atrĆ”s, golpeando a Dorante contra el parabrisas con cada fuerte empujĆ³n, los cristales rotos siguen cayendo dentro del coche. Esperaba mĆ”s lucha del campeĆ³n del Continente pero no, me decepcionĆ³. DespuĆ©s de todo su cuerpo es impecable y agradable de follar, sobre todo delante de su pĆŗblico. DespuĆ©s de unos minutos, mis pelotas empiezan a levantarse y mi polla se vuelve dura como el acero mientras descargo el semen en el culo de Ricardo, bombeando cuerda tras cuerda de semilla alfa dentro de Ć©l.

Cuando termino de follar a Ricardo, el coche deja de temblar lentamente mientras la multitud empieza a callarse, insegura de lo que voy a hacer mientras salgo del cuerpo de Ricardo y me deslizo por el capĆ³ del coche, de vuelta al suelo del almacĆ©n. 

Me limpio la sangre de la cara con el antebrazo, pero en su mayor parte estoy intacto e ileso despuĆ©s de luchar contra el campeĆ³n. Mi polla sigue dura como una roca mientras miro alrededor de la sala, luego camino lentamente hacia mi gente y de vuelta a mi coche, la multitud comienza a agitarse mientras lo hago, un educado aplauso comienza a surgir cuando llego al borde del espacio de lucha donde Emilio Acero tambiĆ©n resulta estar.

Al encontrarnos extiende su mano para estrecharla. Se queda mirando el brillo del sudor y la sangre que cubren mis mĆŗsculos finamente construidos, contempla que soy un verdadero alfa. Un alfa increĆ­blemente follable. Tal vez en algĆŗn momento Ć©l y yo…

—Bien hecho, DarĆ­o. Esa fue una buena pelea. SabĆ­a que se habĆ­a acabado cuando le metiste ese golpe en el hĆ­gado. Fue un golpe brutal. No hace falta decir que si quieres el trabajo, es tuyo.

SĆ© que mi destino estĆ” lleno de confianza, mis caminos se unirĆ” al suyo. Uno de mis compaƱeros me pone una toalla sobre los hombros pero el resto de mi cuerpo queda intacto mientras me da la mano. 

—Gracias. Estoy un poco decepcionado de que hayas comteplado este combate. Para mĆ­, fue muy poco. Imagino que hay hombres mĆ”s duros en otros cĆ­rculos de lucha —digo guiƱƔndole un ojo—. ¿Por quĆ© tengo que renunciar a este trabajo y por quĆ© tengo que unirme a La CofradĆ­a? —pregunto, cogiendo la toalla y empezando a limpiarme.

Emilio se rie. EstarĆ” pensado lo arrogante que soy y claramente con razĆ³n. Me quedĆ³ mirĆ”ndolo, es un hombre atractivo. Me encantarĆ­a meterle la polla por el culo.


 
—El trabajo es para la CofradĆ­a —responde–. Quieren una persona que se encargue de los asuntos de seguridad. ¿Por quĆ© unirte ahĆ­? Porque te pagarĆ”n una puta tonelada de dinero por matar a hombres como Ć©l. TambiĆ©n porque saben que mantienes contactos en el circuito de lucha clandestina, todos o buena parte de sus miembros vienen de ahĆ­. ¿MĆ”s preguntas?

Lo miro de arriba abajo, no he prestado suficiente atenciĆ³n a sus palabras, solo imagino lo que serĆ­a empalar mi gran polla dentro de su fuerte culo. 

—El dinero es bueno —respondo—. Pero, como tĆŗ, quiero luchar contra los mejores. Estas peleas clandestinas son campos de reclutamiento, pero no mĆ”s. Sin embargo, los oficiales de operaciones especiales… son mis favoritos —lo digo aferrĆ”ndome a sus antecedentes en el ejĆ©rcito—. Esos son hombres de verdad —entrego la toalla a mi patrocinador, pero sigo sosteniendo su mirada—. Supongo que tendrĆ© los recursos que necesito, dependiendo del trabajo. Puedo hacer mucho yo mismo, pero algunas situaciones pueden requerir mĆ”s hombres y equipo especĆ­fico. Hay un primer objetivo o misiĆ³n?

Emilio asiente con la cabeza, se mantiene firme ante mĆ­, somos un alfa a alfa. Definitivamente me pone la polla de punta. 

—TendrĆ”s muchas oportunidades de luchar contra los mejores del mundo —responde—. La CofradĆ­a estĆ”… cĆ³mo decirlo… bien financiada. TendrĆ”s lo que necesitas. En cuanto a tu primera misiĆ³n, no trabajo para la CofradĆ­a directamente. Prefiero mi independencia. Sin embargo, ahora me pagan para que reclute gente para ellos. Porque confĆ­an en mi criterio.

Asiento con la cabeza, el alfa que hay en ambos impregna el espacio que nos rodea, ya que los dos sentimos y pensamos lo mismo, pero tambiĆ©n sabemos que hay momentos y lugares para todo. 

—AsĆ­ que te llevarĆ”s un buen sobresueldo cuando me contrates para ayudarles —respondo con una sonrisa—. Tal vez debas recibir un soborno —aƱado con una sonrisa de satisfacciĆ³n—, a menos que tengan una generosa prima por firmar —mi padrino me entrega nuevos calzoncillos que me los pongo en el acto, ajustando mi paquete y devolviĆ©ndole la mirada—. Puedes hacerles saber que estoy interesado: Pero quiero el mismo trato que tienes tĆŗ, sin embargo, como contratista, con los mismos pagos. Si estĆ”n de acuerdo con eso, esperarĆ© a tener noticias de ellos para arreglar los detalles de nuestro contrato y conocer su primera asignaciĆ³n para mĆ­.

Emilio se rie entre dientes y responde:

—No, no voy a recibir una bonificaciĆ³n, porque insisto en que me paguen por adelantado. Ya he hecho mi trabajo, te he hecho la oferta. No me ocupo de las condiciones de empleo. Toma —me entrega una tarjeta de contacto—. Puedes hablar con ellos directamente y arreglar tus propios tĆ©rminos. Vas con mi recomendaciĆ³n, y eso tiene mucho peso, crĆ©eme.

—Agradezco tu recomendaciĆ³n —tomo la gruesa tarjeta negra—. QuizĆ” nuestros caminos se vuelvan a cruzar en el futuro. Me encantarĆ­a —con una sonrisa, extendiendo mi mano.

—Estoy seguro de que asĆ­ serĆ” —afirma Emilio Acero dĆ”ndome la mano y afirmando con la cabeza—. Sin duda alguna —dio la media vuelta y se fue.

NOTA: Ya estĆ” disponible la ficha de DarĆ­o Ulloa (y otros personajes) en la secciĆ³n Al filo de la ley.

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