Atrapados en el fuego (4/5): La explosión - Las Bolas de Pablo

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14 ago 2023

Atrapados en el fuego (4/5): La explosión

Nicolás se balanceó de un lado a otro lentamente, sus muñecas dolían de soportar todo el peso de su cuerpo, aunque ese era el menor de sus problemas: su enemigo Lorenzo lo estaba rodeando como presa, mientras empuñaba un cuchillo que parecía ser el más afilado del mundo.


—Follas… como una perra —declaró Nicolás débilmente, tras haber sido violado por él, apenas sintió su polla dentro, quizás por el resto de dolor que sentía su cuerpo.


Lorenzo gruñó apuntando el cuchillo a los testículos de Nicolás.


—¿Qué piensas, perra, debería cortarte las bolas y enviárselas a tu puta madre como regalo? Voy a divertirme mucho viéndote morir, pero primero, le contaré a Emilio Acero sobre este golpe de suerte. Él puede tener algunas ideas interesantes con respecto a tu muy corto futuro.


El criminal se dio la vuelta y regresó tambaleándose a su oficina, agarró su teléfono y caminó hacia Nicolás, haciendo una llamada, sonriendo todo el tiempo. 


—Emilio, hola, es Lorenzo. Para tu información... acabo de atrapar a Nicolás Romero intentando matarme………… —afirmó escuchando a Emilio Acero—. Es un hijo de puta, Emilio. Soy mejor que él, y ahora lo sabe con certeza. Lo tengo colgado de uno de los montacargas. Lo que quiero hacer es cortarle lentamente las huevas una a la vez y ver cómo se desangra, pero pensé que debería avisarte...………… Sí, sí, tienes razón. Si pudiéramos averiguar la ubicación del nuevo centro de comando de la policía, eso significa que podríamos cortarle la cabeza a la serpiente. Sí, lo haré hablar antes de matarlo. Claro, Emilio, está bien, te dejaré saber cómo va —concluyó la mirada y observó a su presa—. Emilio es un tipo inteligente Nico… gracias a él, vas a vivir un poco más. Pero no estaría muy agradecido. Vamos a tener una pequeña charla sobre ti, tu misión, cómo me encontraste y, sobre todo, dónde tienen su sede la policía estos días. Puede que te quede un poco más de vida, pero cada segundo restante estará lleno de un sufrimiento inimaginable.


El brutal delincuente de la Cofradía tiró su puño hacia atrás y lo empujó contra sus abdominales de manera salvaje.


Nicolás gruñó balanceándose como un trozo de carne en un gancho hacia atrás y hacia la izquierda, luego de vuelta hacia Lorenzo. El policía intentó mover el pie y lo empujó hacia las bolas de Lorenzo.


El criminal gruñó, sintiendo el dolor atravesándolo. Se tambaleó, sosteniéndose los testículos con una mano.


—Eres débil, Lorenzo —se burló Nicolás—. Sin huevos, es fácil acabar contigo, claro como la perra que eres.


Lorenzo gruñó, escupiendo a Nicolás en la cara.


—Creo que la situación habla por sí sola, Nicolás. Mira dónde estás. Mira dónde estoy. Como la última vez. Luchaste y perdiste. ¿Por qué? Porque soy mejor que tú y lo sabes. ¡Me dirás lo que quiero saber! —apretó el puño y golpeó repetidamente a Nicolás en los abdominales.


Nicolás se sintió destrozado balanceando su cuerpo de un lado a otro.


—Estás demasiado……… cansado……. para acabar conmigo, hombre……. para hombre. Te diré… ¡NADA HIJO DE PUTA! ARRRRRGHHHHHHH —Nicolás gritó cuando una consecutiva lluvia de golpes le molió los abdominales.


—Terminaré contigo cada vez que te quiera, maldito pedazo de mierda. Ya son dos veces las que has intentado matarme, y las dos veces has fallado. No puedes soportar ser mi perra, ¿verdad? —caminó detrás de su presa—. Sabes qué, Nico, creo que es hora de que te maltrate como es debido. Eso podría aflojar un poco tu lengua —una vez más incrustó su erecto pene dentro de Nicolás, empalándolo por completo, sin un ápice de piedad, violándolo hasta la empuñadura.


Nicolás cerró los ojos esta vez sintiendo como Lorenzo invadía su cuerpo violentamente, su pene lo estaba partiendo, incluso chocaba en su próstata, quizás más lejos mientras rugía, al mismo tiempo su pene se puso tieso y escupió algunos hilos de semen que cayeron al suelo. Su grito se convirtió en un gemido no solo de dolor físico sino también de angustia mental ya que nadie lo había penetrado de esa manera antes.


—Podemos jugar esto de diferentes maneras, Nico —le susurró Lorenzo en el oído—. Puedes decirme dónde la policía ha instalado su nuevo cuartel general. En ese caso, te daré una muerte rápida y limpia. O puedes resistirte ante mí, y puedo arrancarte las tripas desde adentro, cortarte las bolas muy lentamente y mantenerte despierto y vivo con más angustia de la que puedas imaginar —clavó su miembro más profundo dentro de Nicolás.


—Jódete…………….. Lorenzo…… —susurró Nicolás, un nuevo mundo de dolor surgió cuando Lorenzo movió fuertemente la cadera, no pudo soportar tanto dolor que su mundo se volvió negro perdiendo la consciencia.


A poca distancia de ese mismo lugar, Jaime Martínez salió tambaleándose del almacén, sintiéndose golpeado y magullado, incapaz de poner todo su peso sobre la pierna izquierda, al menos el torniquete improvisado había detenido la hemorragia.


Retrocedió hasta la intersección donde se separó con su compañero, con el Taser en la mano derecha. Caminó a paso silencioso hasta la oficina de Lorenzo.


Tenía la esperanza de encontrarse con Nicolás esperándolo, con Lorenzo  muerto o capturado. Miró a su alrededor rápidamente, pero no había nadie. El lugar estaba completamente destrozado, mesas rotas, paneles de yeso golpeados, monitores destrozados y... una ventana rota.


Corrió rápidamente hacia la ventana y miró hacia afuera. Sus ojos se abrieron en estado de shock.


—¡Carajo!


Encontró a Nicolás, pero no en la mejor condición, estaba colgando de los dientes de un montacargas. A su lado, violándolo estaba quién debía ser Lorenzo.


Entró por la ventana, apuntó el Taser y disparó al hijo de puta, deseando que la electricidad no terminara por matar a su compañero.


Ambos se contrajeron violentamente por unos momentos. Agarró su cuchillo de combate y golpeó la sien de Lorenzo antes de que pudiera recuperarse del taser, calibrando el golpe con cuidado para no matarlo. Tocó a su compañero, sintiendo su mal estado, su pulso era débil y vacilante. Lo bajó del montacargas y gruñó de dolor mientras cargaba todo el peso sobre su hombro.


Ayudando a estabilizar a Nicolás se dio cuenta de su perfil, lo guapo que era su rostro. Que hombre. Algo se revolvió en sus entrañas y sintió una increíble sensación de cercanía y protección hacia él.


Comprobó la hora, les quedaban 6 minutos. Observó el muelle de carga y encontró una camioneta. Iba a ser su salida. Examinó la furgoneta. Pudo encenderla sin problema. Abrió la cerradura de las puertas traseras.


Se tambaleó hacia atrás, con Lorenzo sobre el hombro, y lo lanzó a la parte trasera de la camioneta como un saco de basura. No tuvo tiempo de asegurarle las muñecas, pero estaba seguro de que estaría fuera de sí por mucho tiempo. Lo golpeó lo suficientemente fuerte como para asegurarse de eso.


Regresó por Nicolás, con la intención de largarse de ahí antes de que toda la instalación volara por los aires. Solo quedan cinco minutos.


De repente, escuchó voces provenientes de la oficina cuando dos guardias más se presentaron en la puerta abierta del pasillo.


—Hola, jefe —había dicho uno—, cuántos oficiales de la Cofradía se necesitan para... ¡MIERDA! José, haz sonar la alarma. Algo está pasando.


El visitante de la oficina miró hacia el muelle de carga y descubrió lo que ocurría. Salió enseñando su cuchillo, con anterioridad le habían dicho que no podía usar municiones porque podría acabar con el depósito. 


Jaime movió su cabeza a un lado y alcanzó su cinturón, sacando su pistola. No tenía tiempo para poner otro cartucho en su Taser.


En una fracción de segundos, con precisión en el tiempo y excelente puntería, levantó la pistola con silenciador y disparó una bala hacia la cabeza del guardia.


El hombre cayó al suelo a mitad de camino hacia Jaime, quedando inerte de inmediato.


Empezaron a oírse muchas voces y luego una alarma. Las luces rojas comenzaron a parpadear y una sirena retumbó fuerte. Nicolás revoleó los ojos hasta abrirlos débilmente, su cuerpo desnudo estaba completamente expuesto. Miró hacia arriba débilmente, sabiendo que allí estaba Jaime Martínez, defendiéndolo, protegiéndolo. Se desmayó de nuevo, pero no antes de que la imagen de James Martinez pareciera segura y fuerte.


Jaime levantó a Nicolás poniendo su musculoso culo sobre su hombro, apretó los dientes y corrió hacia la camioneta. Cada paso era como clavar un cuchillo en su muslo.


Con mucho más cuidado, lo dejó en la parte trasera de la camioneta junto a Lorenzo. Se giró para cerrar las puertas de golpe y se dirigió al asiento del conductor.


—¿A dónde crees que vas, hijo de puta? —le preguntó un hombre joven que de la nada había aparecido. En el acto disparó su puño derecho directamente hacia la nariz de Jaime.


La cabeza de Jaime golpeó brutalmente contra la ventana trasera de la camioneta detrás de él, el vidrio de seguridad se rompió en una figura de telaraña, y se deslizó abajo, momentáneamente sin fuerzas por el inesperado ataque.


El criminal sonrió, se acercó a Jaime y lo agarró por debajo de los brazos, clavando sus manos en las axilas. Enseguida le dió un rodillazo en las bolas, buscando castigar su hombría en un ataque sorpresa.



Jaime gritó y reaccionó vomitando un poco de bilis, su cuerpo se agitó incontrolablemente.


El criminal hizo levantar a Jaime y golpeó la frente contra su nariz, dejándolo completamente inconsciente, quedando inerte. Pero hubo algo en Jaime, su reloj sonaba en un tono distintivo en su cerebro. Estaba configurado para que todo estallara en 10 minutos. Esa fue la advertencia, estaba a tan solo dos minutos. Así, se despertó sobresaltado, asaltado por un dolor enfermizo en cada parte de su cuerpo, los testículos, sus muslos y abdominales, la nariz sobre todo. Estaba consciente de que en tan solo dos minutos, todo ese edificio se convertiría en un gran cráter. Su mano se lanzó de repente hacia el cinturón del criminal. Agarró el mango del cuchillo y lo enterró rápidamente en el criminal acabando por siempre con él.


Con prisa subió a la camioneta y empezó a moverla, al mismo tiempo una multitud de hombres fueron apareciendo en el almacén. Muchos accionando sus armas.


La camioneta aceleró de prisa.


Eran más y más hombres.


Disparos reinaron en el lugar.


Jaime sintió que perdió el control del vehículo.


El parabrisas se hizo añicos.


De repente Jaime sintió como si un burro lo hubiera pateado en los pectorales. Quedó aplastado contra el asiento. Se desplomó hacia delante, casi noqueado por un disparo. Por suerte, su chaleco le salvó la vida.


Sin darse cuenta atropelló a un guardia cuando la camioneta se desvió bruscamente, derribando el puesto de control, jadeando por aire, sintiendo el dolor sordo extendiéndose desde el punto de impacto de la bala entre su pecho. Entonces, mientras luchaba por recuperar el control de la furgoneta, el cielo detrás de ellos se iluminó cuando una enorme bola de fuego se elevó desde la antigua ubicación del depósito de armas de la Cofradía, la onda expansiva sacudió la furgoneta. Apretó los dientes y luchó con todas sus fuerzas para mantener firme el difícil manejo del vehículo.





Nicolás se sintió envuelto entre sábanas. El dolor aún reinaba en su cuerpo. Se sintió caliente, sudando casi. Luces brillaban en sus  párpados, sus ojos parpadearon y luego, sintió miedo. Intentó moverse pero era difícil. Hizo una mueca audible, girando la cabeza hacia un lado para ver una puerta abierta. Del otro lado se encontró con Jaime. Levantó débilmente una mano en su dirección.


—¿Supongo que tengo que agradecerte por todo esto? —fue lo primero que dijo con una débil sonrisa en el rostro—. Podrías haberme dejado morir, me dolería menos.


—¿Qué? ¿Y perder la oportunidad de bebidas gratis? Vamos, Nicolás, deberías saber que yo me tomo una invitación a beber muy en serio —sin darse cuenta trasladó su mano al cabello de Nicolás y comenzó a revolverlo—. Solo estoy protegiendo mi inversión —se puso serio por un momento.


—Carajo, supongo que te debo varias bebidas gratis ya que estoy en esta cama y tú estás allí. ¿Dónde diablos estamos de todos modos? ¿Y qué pasó? Recuerdo que entramos juntos y recuerdo despertarme. ¿Logramos el objetivo?……… ¡Lorenzo! Lo hicimos. Su oficina... Recuerdo la electricidad. ¿Está muerto?


—Permíteme darte la bienvenida a bordo del Argonauta, un barco hospital bajo el mando de La Fuerza Naval. En cuanto a los objetivos... —le entregó un periódico cuyo titular se refería a una explosión en el desierto por una fuga de metano, era una noticia maquillada por órdenes de la policía—. En cuanto a Lorenzo, actualmente se encuentra bajo alta vigilancia en una celda segura en la costa. Mis superiores están trabajando en los detalles para transferirlo a la cárcel definitiva, sin duda. Y sí, no está muerto. Hice un juicio instantáneo cuando lo encontré violándote para no matarlo. Por varias razones, en primer lugar porque parecía que sería más valioso vivo que muerto. Un muerto no puede hablar. Pero… —sus ojos brillaron—. La razón más importante es que no iba a dejar que ese hijo de puta tuviera una muerte limpia. No cuando vi lo que te estaba haciendo. Supuse que podrías tener algo que decir sobre su destino.


—¿Supongo que ese hijo de puta es el principal responsable de por qué estoy aquí? —preguntó Nicolás mientras levantaba las sábanas para mirar hacia abajo descubriéndose prácticamente momificado, esbozó una risa dolorosa—. Gracias por perdonarlo. Ese era nuestro objetivo, aunque no necesariamente el tuyo —se dio cuenta de que la expresión facial de Jaime había cambiado—. ¿Estás bien?


—Sí, solo que recuerdo haber visto a ese maldito penetrándote como un animal salvaje… los médicos dijeron que tendrás que quedarte un tiempo hasta que sanes por completo —se inclinó hacia adelante sintiéndose profundamente emocionado, ¿por qué le gustaba tanto ese hombre? ¿Valía la pena arriesgarse? Concluyó que quién no apuesta ni gana, ¿O quizás él perdía?—. Sabes, Nicolás, cuando salgas del hospital, creo que tendremos que comprobar si los doctores de aquí hicieron bien su trabajo cuando te arreglaron el trasero. Lo tengo en mente —sonrió maliciosamente enderezándose con la cabeza inclinada hacia abajo. Su entrepierna estaba justo a la altura de los ojos de Nicolás, su pene estaba tan rígido y duro que marcaba sus jeans de una manera bastante obvia—. Eres un tipo bastante especial, Nicolás. Cualquier otro hombre nunca habría sobrevivido a lo que pasaste. Voy a ser inusualmente directo y poco educado. Eres mi tipo de hombre. Quiero algo más que unas copas gratis cuando estés curado. Creo que me lo he ganado.


—Qué poco educado de tu parte, Jaime Martínez. Sin embargo, me gusta —afirmó con una débil sonrisa. Extendió la mano y agarró su abultado pantalón, luego apretó la mano y soltó—. Cuando salga de aquí, estoy seguro de que pasaremos mucho tiempo juntos, grandullón.

ACTUALIZACIÓN (AGOSTO, 2023): A los seguidores de las historias de policías y criminales estas historias se van a mudar de sitio, los nuevos capítulos se irán publicando esporádicamente durante el mes de septiembre, no serán historias semanales, pero en el mes habrá algo nuevo que leer. Visita su nuevo lugar en: https://laleyyelcrimen.wordpress.com/


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