DespuĆ©s de un individual partido de fĆŗtbol que consistiĆ³ en usar una sola meta y un balĆ³n para cinco jugadores el primero en anotar 7 goles se consideraba el ganador, quiĆ©n triunfĆ³ fue JosĆ© Ladera y extraƱamente el perdedor fue SimĆ³n ChacĆ³n quiĆ©n estaba condenado a sufrir las consecuencias.
—Muchachos, creo que podemos llegar a un acuerdo —sugiriĆ³ con tono nervioso.
—No lo creo —negĆ³ JosĆ©. ComenzĆ³ con un rĆ”pido y fuerte puƱetazo en los huevos a SimĆ³n, haciĆ©ndolo doblarse y agarrar su entrepierna.
Los cuatro hombres se echaron a reĆr a carcajadas junto a Farid que tambiĆ©n los acompaƱaba.
—Definitivamente me extraƱa el destino de los ChacĆ³n en estos juegos —declarĆ³ Farid, observando como Armando Salinas y Mateo Riganti hacĆan levantar al conductor de televisiĆ³n—, todos han sido derrotados en los Ćŗltimos juegos, ¿serĆ” que les gusta que le revienten los huevos?
Armando sujetaba a SimĆ³n, tomĆ”ndole los brazos, mientras que Mateo, frente a Ć©l, estrellĆ³ su pie contra su entrepierna.
SimĆ³n gritĆ³ muy fuerte poniĆ©ndose blanco como el papel.
—¡Su cara! —se riĆ³ MoisĆ©s Santana—. EstĆ” en shock.
—¡Creo que acabamos con su lĆnea familiar! —dijo Armando, rugiendo de risa—. EstĆ” bien, ya tiene suficientes hijos.
En el turno de MoisĆ©s, aprovechĆ³ que Armando todavĆa sostenĆa a SimĆ³n y repitiĆ³ el ataque a la hombrĆa del guapo hombre con una fuerte patada, clavando los testĆculos en su cuerpo y haciendo que el guapo semental aullara de agonĆa.
—¡AsĆ es! —celebrĆ³ MoisĆ©s—. No mĆ”s hijos ChacĆ³n con huevos grandes.
Los hombres rugieron de risa mientras SimĆ³n caĆa al suelo retorciĆ©ndose de dolor, agarrando sus testĆculos.
—Debes resistir, SimĆ³n—dijo Mateo Riganti, arrodillĆ”ndose entre las piernas de SimĆ³n, le separĆ³ las rodillas y le estampĆ³ un sonoro puƱetazo en los huevos.
Los ojos de SimĆ³n se cruzaron y sus mejillas se hincharon al instante que el dolor atravesĆ³ su cuerpo. DejĆ³ escapar un gemido doloroso y se retorciĆ³ como gusano, agarrando sus bolas con las manos.
Mateo repitiĆ³ su movimiento en las bolas de SimĆ³n, golpeĆ”ndolas con toda la fuerza que pudo reunir.
SimĆ³n volviĆ³ a gritar y quedĆ³ acurrucado en el suelo, gimiendo de dolor, agarrĆ”ndose los maltratados testĆculos.
—Eso fue divertido —sonriĆ³ Mateo levantĆ”ndose.
—Y solo queda un juego —dijo Farid.
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