Pablo saliĆ³ de la habitaciĆ³n y encontrĆ³ a David haciendo ejercicio de pesas, su esposo estaba sudado, sentado ante un banco ejercitando su brazo. Pablo llegĆ³ tras Ć©l y le dio un fuerte abrazo.
—Oh, que guapo mi esposo, uf —decĆa con buen humor dĆ”ndole besos en el cuello e intentado llegar a su boca, donde el fortachĆ³n moreno se resistiĆ³—. Buen dĆa, mi amor. Como me excita encontrarte asĆ de sudado. Te amo.
Ante la resistencia y siendo en parte envuelto por los brazos de Pablo, David simplemente sonriĆ³. Pablo se sentĆ³ a su lado y Ć©l continuĆ³ ejercitĆ”ndose.
Pablo hizo algunas preguntas triviales que David respondiĆ³ de forma monĆ³tona y corta. Pasado algunos minutos depositĆ³ la pesa en el suelo y se levantĆ³. Pablo se quedĆ³ mirando a la nada.
David se levantĆ³, su robusto torso estaba desnudo y vestĆa un sudado pantalĆ³n deportivo. CogiĆ³ una toalla y se secĆ³ el sudor. Se sentĆ³ al lado de Pablo otra vez.
Ambos guardaron silencio, hasta que David hablĆ³:
—AsĆ que tĆŗ y yo vamos a hacer de cuenta que no pasĆ³ nada. Olvidamos las cosas.
—¿De quĆ© hablas? Oh, no, David. ¿Por lo de anoche? Te dije que lo dejaras asĆ, ya no estoy molesto, no ocurriĆ³ nada.
—No estĆ”s molesto, pero yo sĆ. Y lo vamos a hablar.
—¿Hablar hasta cuĆ”ndo? Hablar del tema me da mucha pereza.
—Y tragarme tus escenas de celos me da mucha pereza tambiĆ©n. Entiende, entre HernĆ”n y yo no hay absolutamente nada.
Pablo escuchĆ³ el nombre del amigo de David y automĆ”ticamente volteĆ³ los ojos y sus rasgos faciales se volvieron tensos. Se trataba de un viejo amigo de David que habĆa vuelto al paĆs luego de varios aƱos. Era conocido su gusto por otros hombres y desde su llegada siempre invitaba a salir a fiestas a David. No habĆa que negar que en muchas ocasiones Pablo asistĆa con Ć©l, pero detestaba la actitud de querer ser siempre el protagonista en ese tal HernĆ”n, tenĆa el YoĆsmo muy a tono. Le daba celos la amistad tan cercana que tenĆa con David y un par de veces le reclamĆ³ a Ć©l si era que alguna vez follaron o era una tarea pendiente.
—Entiende —dijo David—. Si yo hubiera querido coger con HernĆ”n ya lo hubiera hecho. ¡Pero no! No me gusta, nunca me ha gustado. Es mi amigo nada mĆ”s.
—Ya te dije que lo entendĆ, ¿quĆ© quieres que hagas? Simplemente me da celos que no pongas en balanzas las cosas y muchas veces te inclines a salir con Ć©l con la puta excusa de que es tu viejo amigo y tienes aƱos sin verlo. Me da celos que siempre estĆ©s con Ć©l.
—Pablo, es que los celos son normales, lo que no es normal es que siempre me acuses de que si quiero follar con Ć©l o te engaƱo con Ć©l, tĆŗ sabes que HernĆ”n tiene su novio. A ver, cuando salimos todos juntos, ¿a quiĆ©n siempre trato de forma especial? ¿A quiĆ©n hago entender que me importa frente a mis amigos?
Pablo se cruzĆ³ de brazos, sabĆa que la respuesta era Ć©l mismo. En reuniones David siempre lo abrazaba a Ć©l, estaba pendiente de Ć©l y no se detenĆa en darle su puesto. Si Pablo llegaba a una reunion tarde y ocupaba un asiento lejos de David; David buscaba la manera de luego sentarse a su lado.
—Siempre demuestro que eres tĆŗ el que me importa —respondiĆ³ David—. TĆŗ y yo nos tenemos mucha confianza, desde el primer momento, sabemos que el mundo gay estĆ” lleno de infidelidades, pero hasta hoy y con todo el tiempo que tenemos juntos no he sentido esa necesidad importante de buscarme a otro y sin embargo tĆŗ y yo siempre lo hablamos. En algĆŗn momento vivimos en trĆo, al salir nos divertimos charlando de los tipos que vemos en la calle que nos gustan. Siempre hemos tenido confianza para que tĆŗ vengas a reclamarme sobre HernĆ”n cuĆ”ndo yo no siento nada por Ć©l.
Pablo bajĆ³ los brazos.
—Lo sĆ©, David. IntentarĆ© controlar mis celos.
—Entiendo que tengas celos, todos lo podemos tener, pero no quiero que en una reuniĆ³n cualquiera me quieras hacer sentir mal porque soy amigo de HernĆ”n, ¡no!
—Lo sĆ©, negrito. DiscĆŗlpame si me he pasado de mis lĆmites……… no quiero estar molesto contigo…
David le acariciĆ³ la barbilla y sonriĆ³ con afecto.
—A mi muchĆsimo menos me gusta estar molesto contigo, mi gato.
Ambos sonrieron y se dieron un largo beso de reconciliaciĆ³n. Duraron un rato abrazados. Hasta que David dijo que irĆa a tomar una ducha, Pablo indicĆ³ preparar el desayuno. CaminĆ³ a la cocina para preparar un emparedado. Se quedĆ³ de pie mirando la canasta de huevos.
«OjalĆ” fueran los de HernĆ”n», pensĆ³ con malicia.
A partir de ese momento su celosa imaginaciĆ³n empezĆ³ a soƱar con que habĆa irrumpido en la residencia de HernĆ”n para darle un castigo al sacarle fiesta a su esposo.
Los dos muchachos estaban desnudos y, aunque no sabĆa cĆ³mo eran los genitales del musculoso HernĆ”n, se los imaginĆ³ grandes, con unas enormes bolas para ser castigadas en su sĆ”dica imaginaciĆ³n. Sus gĆ³nadas desnudas colgaban entre sus muslos y su pene flĆ”cido estaba sujeto al abdomen por un tira adhesiva, quitĆ”ndose del camino para el castigo de Pablo.
Pablo estaba de pie frente a HernƔn, concentrƔndose en los objetivos y golpeando el suelo con el pie derecho.
HernĆ”n comenzĆ³ a sudar.
—¡Por favor no lo hagas! —implorĆ³—. ¡Prometo nunca mĆ”s volver a salir con David!
Pablo no lo escuchĆ³, dio un paso atrĆ”s y se abalanzĆ³ sobre Ć©l, plantando su pie justo entre los muslos del pobre infeliz, golpeando sus huevos, aplastĆ”ndolos contra su cuerpo.
HernĆ”n gritĆ³ y se doblĆ³. JadeĆ³ fuertemente, su rostro se volviĆ³ rojo, y sus testĆculos habĆan tomado el mismo tono. Sus manos acariciaban sus palpitantes huevos, apretĆ”ndolos y tratando de quitarse el dolor que irradiaba por su cuerpo.
Hasta que se dio cuenta de que Pablo seguĆa parado frente a Ć©l, esperando que abriera las piernas para una segunda patada. GimiĆ³ miserablemente.
—¡Por favor, Pablo! ¡Me rindo! ¡Ya no invitarĆ© nunca mĆ”s a David! ¡Lo ignorarĆ©! ¡HarĆ© como si no me interesara!
Pablo suspirĆ³ y pateĆ³ las bolas una vez mĆ”s, hundiendo su pie en ese par de cojones, su empeine aplastĆ³ las dos delicadas gĆ³nadas contra el cuerpo de HernĆ”n.
El muchacho gritĆ³ de dolor y se derrumbĆ³ en el suelo, acurrucĆ”ndose en posiciĆ³n fetal y masajeando sus pobres testĆculos mientras murmuraba obscenidades y maldecĆa a Pablo.
Pablo lo rodeĆ³ y le agarrĆ³ los talones alzando sus piernas. Cuando HernĆ”n agitĆ³ los brazos para pedir que no lo hiciera, el pie de Pablo pisĆ³ su huevera, provocando un grito agudo de sus labios.
Las manos de HernĆ”n se envolvieron alrededor de sus heridos huevos, acunĆ”ndolos, mientras gemĆa y gemĆa de dolor. Se le humedecieron los ojos y tosiĆ³.
Pablo se alejĆ³ frotĆ”ndose las manos.
HernĆ”n se retorciĆ³ un par de veces en el suelo durante varios minutos. Cuando sintiĆ³ que el dolor pasaba, comenzĆ³ a levantarse. De repente, con un pequeƱo impulso, Pablo le pateĆ³ la entrepierna desde atrĆ”s. La punta de su pie conectĆ³ con los testĆculos, y el pobre HernĆ”n dejĆ³ escapar un grito espeluznante y agarrĆ³ sus orbes agonizantes.
Su rostro se puso pĆ”lido y se desplomĆ³ otra vez en el suelo. Sus manos acunaron su virilidad y rodĆ³ a lo largo arrastrĆ”ndose como el gusano que era.
—Todo esto es para que aprendas a no salir con David —dijo Pablo por primera vez.
De un momento a otro la voz del propio David interrumpiĆ³ su perturbada imaginaciĆ³n. HabĆa salido de la ducha y una toalla estaba sujeta a su cintura.
—¿Todo bien, gato? —le preguntĆ³.
—SĆ —afirmĆ³ Pablo, sosteniendo los huevos para abrirlos en un tazĆ³n—, estoy rompiendo un par de huevos fastidiosos.
—Espero que no sean los mĆos —respondiĆ³ David con una sonrisa.
—No, nunca —dijo Pablo uniĆ©ndose en un gesto de simpatĆa.
David se acercĆ³ a Ć©l y le dio un fuerte beso.
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