Swietenia (1/7): ¿Abusador o abusado? - Las Bolas de Pablo

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14 mar 2015

Swietenia (1/7): ¿Abusador o abusado?



CONTIENE:

-SEXO HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   El jeep atravesaba aquella cálida sabana de Marzo levantando la polvareda del suelo y cruzando contra la ventisca que movía la grama y hojas de árboles. El sol no estaba fuerte pero no era apropiado para la clase de ideas que Jorge formulaba en su mente.

   El vehículo fue estacionado bajo un inmenso árbol de Caoba que invitaba con su sombra al descanso y el retozo. Jorge se apeó del camión colocando los pies sobre la tierra calzando una ostentosa bota, jeans ajustados, y camisa a cuadros. Se quitó el sombrero de vaquero y secó el sudor de la frente. Dio la vuelta al vehículo deprisa para poder cometer el pecado del sexo.

   Abrió la puerta del copiloto donde ayudó a bajar una guapa ingeniera geodesta que estaba por motivos de trabajo en aquella tierra de machos. Aunque en aquel momento estaba drogada por efectos de tragos brindados por aquel vil bellaco.

   —Rápido, mami. Ahí. Acuéstate ahí.

   —No, no —negaba Evelyn, sabía que algo en su cuerpo andaba mal pero estaba muy mareada para poder defenderse o tan siquiera darse cuenta.

   Evelyn había sido contratada en aquella áridas y planas tierras para realizar trabajos topográficos, siempre activa y modesta había logrado hacerse un nombre importante en todo el país y parte del continente. Así que hacerla contratar era sinónimo de dinero y profesionalismo. Pero su agrío carácter la hacían ser apodada por escurridizos rivales como "la solterona con pantalones" en su mente estaba entendido que todos los hombres eran insignificantes para ella.

   Jorge Noguera la sujetó por el brazo, tirando con violencia de ella hacia abajo. Evelyn todavía confusa intentó reír y aquel hombre le tapó la boca. Evelyn no tardó en sentir dolor en la comisura de los labios.

   Bajo la fuerza del hombre ella quedó tendida en el suelo, boca abajo, y Jorge le sujetaba los brazos a la espalda.

   —No, no... me, debo ir.

   Evelyn se movió como serpiente, Jorge rió, era bueno excitarse aun más haciéndole creer que la dejaría ir. Evelyn tambaleándose se puso de pie y Jorge la tomó de brazos y la clavó contra el áspero tronco del árbol.

   Continuando con los efectos de los psicotrópicos Evelyn comenzó a reír con más fuerza. Jorge la imitó sintiéndose divertido.

   Jorge le abrió el pantalón y lo deslizó por sus piernas blancas. Evelyn cerró los ojos mareada mientras el hombre se abría la cremallera y bajaba el calzón para empezar a manosearse la polla. El muchacho tenía un aparato enorme y tieso. Se inclinó sobre ella y le susurró al oído:

   —Ya veras que te quitaré esa actitud altanera y la vas a gozar.

   Jorge le tocó los genitales demostrando su experiencia de haber tocado demasiadas vaginas en su vida. Le metió la mano dentro de la vulva y Evelyn soltó un leve grito. 

   Las ramas del árbol se batían con el viento testigo fiel de lo que ahí se cometía. Jorge tomó su pene entre las manos y se lo metió a Evelyn  entre las piernas, empujó despacio mientras la mujer se arqueó y soltó un quejido ahogado. El hombre empezó a moverse cada vez más rápido y jadeó a los pocos segundos. Moviéndose como un potro, como los tantos que habitaban en sus tierras.

   Evelyn daba respiros entrecortados a cada nueva envestida. Jorge apretaba los dientes y gruñía estando empapado de sudor.

   El sol cercano al mediodía fatigaba el ambiente pero pronto las embestidas y sacudidas de Jorge se aminoraron hasta eyacular dentro de Evelyn soltándole sus acumulados lotes de esperma. Jorge se separó de ella besó sus tetas y la fotografió con el celular.

   —Espero que puedas salir de aquí bien —le deseó, subió a su jeep y la abandonó en medio de aquella sabana.

...

   En poco tiempo Jorge regresó a Los Caobas una basta finca heredada de sus antepasados donde habitaban variadas cabezas de ganado y se fabricaban diferentes rubros madereros que eran exportado a diferentes zonas del país. Bajó del jeep y entró a la gran casa, activo y canturreando esas canciones que se acostumbran por esas zonas.

   —¿Dónde estabas? —preguntó Karina, su esposa.

   —Estuve bebiendo algunas copas a que Miguel Ángel. ¿Por qué? ¿Te hacía falta beber? Creo que te caería bien para ver si borracha eres menos frígida.

   —Frígida tu madre.

   —¡Con ella no te metas, mil veces puta!

   Karina sintiéndose divertida continuó.

   —Eres un bruto, seguro lo heredaste de tus padres. No te importa llevarte por delante a la gente con tal de lograr tus objetivos. ¿Qué más se puede esperar del hijo de una ignorante y un corrupto?

   —¡QUE TE CALLES, PERRA! —gritó Jorge pegando con el dorso de la mano a Karina en la cara.

   Ella retrocedió con el impacto cayendo sentada en la cama. Estaba botando sangre. Jorge abrió mucho los ojos, primera vez que hacía aquello. Se acercó a ella para ayudarla pero se detuvo en seco.

   —Te lo tienes merecido por hija de puta —dijo para dar media vuelta y salir de esa habitación escuchando los lloriqueos de Karina.

   Jorge caminó por el corredor. Molesto con la vida, con él mismo. Siete años casado con Karina y aun no habían tenido hijos, él empezaba a envejecer y era hora de dejar su legado a alguien de su sangre. Sacó un cigarrillo y empezó a fumar, hace diez año tuvo una hija, su tesoro. Producto de una relación con una novia, pero aquel tesoro murió a los dos años con una picadura de serpiente... la relación con su novia se deterioró y ella abandonó aquella zona calurosa. Después conoció a Karina y pensaba que la quería. Se casaron e intentó tener hijos con ella, siempre fracasaron y no era porque ella fuera estéril, porque ya se habían hecho exámenes médicos.

   —Es una maldita... —reconoció Jorge.

   Recordando como dos días atrás encontró un escondite entre las ropas de su mujer varias píldoras anticonceptivas. Ahora la odiaba como nunca.

   —Karina no está para recibir visitas, así que no fastidies.

   —Me acaba de llamar y quiere hablar conmigo —declaró Maribel, era la veterinaria de Los caobas y mejor amiga de su esposa.

   —Te dije que no. Ve a trabajar que para eso te pago, no me cuesta nada despedirte.

   —Si quieres me despides pero iré a ver a mi amiga.

   Pasando de largo Maribel puso camino a la recamara. Jorge susurró un insulto para ella. Gritó algún improperio contra los empleados por algún trabajo mal hecho -excusa que se inventó- y se encerró en el despacho. 

   Allí recordó cuando conoció a Karina, todo parecía perfecto: ella se veía interesada en él, en ocasiones había cierto menudeo pero creía que se debía en cierto letargo mental en la muchacha. Incluso cuando tenían relaciones sexuales ella parecía sumisa hasta que empezó a dudar en su interés por él. Cuando se debatían en el sexo en la cama él creía que había desarrollado un asco hacia él, siempre callada y sin moverse como una de sus tantas mujeres del pasado, en un par de ocasiones la vio con los ojos cerrados o con la mirada perdida sobre el techo. En verdad ella deseaba que él acabara rápido.

   ¿Cuando empezó eso? No lo sabía lo que en verdad era cierto es que Maribel influyó en todo, como la detestaba quería despedirla pero fue Karina quien la postuló como veterinaria dos años atrás. Siempre se mostraba retadora y hablando de la liberación femenina, la muy tonta como que parecía vivir en el pasado.

   —¿Dónde está? —se escuchó la voz de Maribel desde el pasillo.

   —¿Qué demonios pasa? —susurró Jorge parándose de la silla.

   La puerta fue abierta con fuerza y ahí estaba Maribel.

   —¿Cómo te atreves a tratar así a tu mujer? ¡Canalla!

   —A mi tú  no me hablas así, descarada —estaban discutiendo frente a frente—. Eso es un problema entre Karina y yo. ¿Quien te crees que eres?

   —Soy su mejor amiga. Eres un patán, de eso se va a enterar todo el mundo.

   La mujer se atrevió a abofetear a Jorge, él retrocedió desorientado con la cara roja, se recuperó y levantó el brazo contra ella. Pero se quedó paralizado mirándola a los ojos centelleantes.

   —¿Qué? ¿Me vas a pegar, maricón? —ella hizo frente—. Vamos, golpea.

   Pero Jorge continuó con el brazo levantado, era la primera mujer que no se acobardaba. La mujer se defendió como mejor lo podía hacer frente a un hombre, clavó la mano profundamente en la entrepierna abultada de Jorge, aplastando sus enormes bolas. El hombre desafiante gimió en dolor, aminorándose y bajando la mano para intentar quitar el férreo control que sostenía  firmemente sus testículos.

   —¿Qué? ¿Al niño bonito le duelen sus bolas? Imagina el dolor que siente tu esposa con la boca reventada, ¡maltratador!

   Jorge sentía infinitas olas de intenso dolor por todo el cuerpo. Sus bolas fornidas dolían increíblemente, se sentían como si Maribel las rompería hasta tal  punto de dejarlo estéril. Podía sentir sus testículos tratando de arrastrarse hacia el abdomen buscando refugio pero estaban fuertemente agarrados por la furiosa mujer. Maldijo mentalmente a Maribel pero ya no pudo resistir más y gritó con eco gutural, sin importarle no parecer un macho fuerte y valiente.

   —No te voy a soltar hasta que te reviente esas estúpidas bolas —amenazó Maribel con fuego en los ojos—. Así aprenderás a respetar a Karina. Y a cualquier otra mujer. 

   Especialmente Maribel disfrutaba en vulnerar la hombría de aquel bruto, tiró hacia abajo con saña sus enormes huevos, y Jorge gritó.

   Jorge empezó a forcejear contra Maribel logrando zafarse de ella, con las piernas temblando se agarró los testículos. La miró con odio pero no era más que un hombre avergonzado y humillado, Maribel todavía furiosa propinó una patada en la entrepierna protegida de Jorge, el semental gritó aún más fuerte que cuando segundos antes le apretaban los cojones.

   Retrocedió perdiendo el equilibrio dando contra una mesa. Maribel fue a por él.

   Le agarró las bolas con la fuerte mano derecha y las sacudió sin piedad hacia las rodillas de Jorge, haciendo que el hombre se esforzara en jadear o gritar por el dolor. Maribel se afincó apretando, aplastando la carne endeble que cedía entre sus dedos.

   —Vamos, quiero ver si eres tan fuerte conmigo como lo eres con Karina, troglodita.

   Maribel ondulaba sus firmes dedos en el estirado escroto de Jorge, logrando fijar en un inmenso testículo los dedos pulgar e índice. Jorge no hizo más que forzar unas pocas muecas y gemidos, Maribel apretó el cojón con todas sus fuerzas, cerrando los filosos dedos alrededor de la gorda gónada.

   La fuerza del control de Maribel resultó devastadora. El testículo empezó a deformarse bajo la tremenda presión, amenazando con quebrarse. Jorge gritó hasta quedarse ronco. Casi delirante del dolor y con su testículo a punto de partirse.

   Maribel clavó sus ojos negros en su cara y jaló sus bolas lo más duro que pudo, Jorge arqueó la espalda y echó atrás la cabeza, cada músculo de su cuerpo se relajó pero rugió con furia animal y quizás también de éxtasis. Dentro de su pantalón su polla escupió una inmensa de descarga de semen. Una pintura inmensa de leche le mojó el ajustado pantalón.

   Jorge jadeó cansado y Maribel se quedó con la vista fija en aquella mancha olorosa, soltó sus genitales y se apartó de él.

   —Eres un asqueroso, ¡idiota! Y no hace falta que me despidas, ¡RENUNCIO!

   Ella clavó otra bofetada contra Jorge y salió del despacho dejando al macho sumido en la silla agarrando sus testículos. Maribel corrió al cuarto de Karina donde se encerraron bajo llave.

   —Maribel, ¿qué hiciste? ¡Qué haces? —preguntó mirando como la mujer guardaba su ropa en una maleta—. ¿Acaso contaste la verdad? ¿Lo dijiste?

   —¡No! —negó la mujer acercándose a ella—. Sólo le di su merecido a ese cobarde, lo golpee. Aprovecha que te maltrató y vente conmigo.

   —Maribel, no sé. Tengo miedo.

   —Mira como te dejó la boca. Terminemos de recoger tu ropa y vayámonos.

   Karina dudó pero Maribel la miró fijamente, un beso de ella en los labios la hizo sentir protegida. Finalmente las amantes abandonarían aquella casa.

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