Galanboy y el chico de la fiesta
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Para Luis, mi amigo alto
I
Por la intrincada calle oscura, Paco y Lucas caminan con ansiedad hacia la anhelada esquina donde podrĆ”n abordar el autobĆŗs que los pondrĆ” a salvo. Sienten que no podrĆ”n soportar otra sesiĆ³n de acoso de “Los Mandos”, el trĆo de compaƱeros acosadores que disfrutan de molestarlos al terminar las clases del turno vespertino de la preparatoria. No pueden perder mĆ”s libros cuando los bullyings lo arrojan al aire o los rompen; no pueden perder el poco dinero que tienen; tampoco pueden aguantar mĆ”s golpes ni actos humillantes a los que esos sujetos los someten.
Por eso caminan con prisa, sin correr, para no llamar la atenciĆ³n. Pero la estĆŗpida calle es tan sinuosa que no alcanzan a ver lo que esconden los puntos ciegos de las vueltas.
Faltan unos metros para alcanzar la esquina. Hasta el momento no ha habido seƱales de “Los Mandos”. El autobĆŗs aguarda la llegada de mĆ”s estudiantes para emprender su marcha. Paco y Lucas se miran con alegrĆa, aliviados por haber eludido a sus acosadores. Comienzan a sacar sus monedas, cuando ambos sienten que algo los jala y los lanza al piso. Son Brandon y Sergio, dos de “Los Mandos”, que los han tirado de sus mochilas y los han arrojado de espaldas al suelo.
—Ya valimos –se lamenta Paco, al tiempo que siente una terrible ansiedad por lo que le espera.
Paco y Lucas tratan de incorporarse, pero Brandon tiene su pesado pie encima del pecho de Lucas, y Sergio se ha sentado sobre el estĆ³mago de Paco.
—¿A dĆ³nde iban, tarados? Je, je, je. ¿CreĆan que se iban a librar del juego de esta noche?
—¡DĆ©jennos en paz, Brandon! –exigiĆ³ Lucas.
—¡Son unos cobardes! –escupiĆ³ Paco.
—¿Cobardes? –replicĆ³ Brandon–. Pero si somos dos contra dos. Estamos parejos.
Y ordenĆ³ a su compinche que le quitara los zapatos a Paco y los aventara a los cables de luz.
Sergio se puso a los pies de Paco, quien no hacĆa nada para evitar la pĆ©rdida de sus zapatos. El joven acosador pensĆ³ que asĆ serĆa mĆ”s fĆ”cil. ComenzĆ³ a jalar el pie de Paco, cuando sintiĆ³ que algo lo elevaba con fuerza hasta arrojarlo a unos metros.
Brandon vio todo con incredulidad, pero no pudo entenderlo porque algo lo puso a dar vueltas hasta que cayĆ³ totalmente mareado y confundido. VomitĆ³ dos veces y se quedĆ³ desorientado.
Paco y Lucas fueron elevados tambiĆ©n por unas manos que no veĆan, pero que los depositaron suavemente en el techo de un edificio cercano, donde prĆ”cticamente nadie podĆa verlos.
Ambos se abrazaron para protegerse y cerraron los ojos esperando lo peor.
II
—No teman, chicos, estĆ”n a salvo –dijo una voz varonil y afable.
Paco y Lucas abrieron los ojos y contemplaron con alivio a su rescatador: un joven que rebasaba los treinta aƱos, muy alto, casi 1.90 m, con un copete moderno, rostro amable de facciones angulosas, mentĆ³n firme, hombros anchos, cuerpo musculoso y sumamente atractivo. VestĆa un ajustado traje azul oscuro, que resaltaba sus potentes mĆŗsculos, unas botas negras, asĆ como una trusa roja que dividĆa sensualmente su poderoso torso de sus firmes y torneadas piernas. AdemĆ”s, aunque esto no pudieron advertirlo, el tipo alto se veĆa obligado a usar un suspensorio adicional que mantenĆa sujetas sus enormes testĆculos y su prominente falo.
—Hola, chicos. Soy Galanboy –dijo con un temple que les hizo olvidar las anteriores agresiones. —Perdonen que no haya venido antes, pero estaba muy ocupado apoyando a chicos como ustedes.
—¿Como nosotros?
—SĆ, Paco, como ustedes: chicos tranquilos que son violentados por sujetos como “Los Mandos”. Pero eso se acabĆ³.
—¿Les vas a dar su merecido? –preguntĆ³ Lucas con la esperanza de ver cĆ³mo Galanboy se hacĆa cargo de esos bravucones.
Galanboy se llevĆ³ las manos a su trusa roja, la bajĆ³ un poco y abriĆ³ una bragueta disimulada por la cual pudo sacar un falo enorme, grueso y largo, que los chicos no pudieron dejar de admirar.
—Lo harĆ”n ustedes. VerĆ”n, yo no puedo defenderlos ahora y dejarlos solos en el futuro. Pero tampoco puedo estar con ustedes todo el tiempo –explicaba mientras estimulaba con Ćmpetu su cada vez mĆ”s rĆgido miembro. —Por eso, les compartirĆ© un poco de mi poder... No la fuerza fĆsica, porque no puedo, pero sĆ un poder que los ayudarĆ” a defenderse de los chicos nefastos. Les darĆ© el poder de la asertividad. Con Ć©l podrĆ”n responder con coraje y agresividad sana a cuanto bravucĆ³n se les plante enfrente. AdemĆ”s, se sentirĆ”n muy capaces de desarrollar habilidades de defensa personal. ¡Ustedes mismos serĆ”n sus propios rescatadores!
—Esteeee –dijo Paco sin poder quitar su vista del poderoso falo de Galanboy–, ¿cĆ³mo nos vas a dar ese poder?
—AsĆ –dijo Galanboy, acercĆ”ndose a ellos y empujĆ”ndolos suavemente hacia abajo, para arrodillarlos.
DejĆ”ndose llevar por la firme sutileza de Galanboy, Paco y Lucas se pusieron de rodillas y vieron con deleite cĆ³mo el superhĆ©roe se masturbaba con vigor. Lucas volteĆ³ hacia arriba y vio el gesto excitado de Galanboy, cĆ³mo su rostro se contraĆa por el placer que le causaba estirar su prepucio y rozar con Ć©l su palpitante glande, una pieza de carne parecida a la punta de una flecha encendida, que estaba a punto de explotar.
Paco supo lo que pasarĆa, asĆ que quiso ayudar al hĆ©roe, o al menos ese fue el pretexto que puso cuando introdujo en su boca la poderosa verga de Galanboy, quien reaccionĆ³ de inmediato con gemidos intensos y con leves espasmos en su zona genital. Al contacto con el falo de Galanboy, Paco sintiĆ³ que una corriente de fortaleza interior y alegrĆa le inundaba todo su cuerpo. LamiĆ³ con intensidad el encendido glande y apretĆ³ sus labios para aumentar la sensaciĆ³n de placer del hĆ©roe.
A los pocos segundos, Galanboy anunciĆ³ que estaba listo, asĆ que sacĆ³ su verga de la boca de Paco, la sujetĆ³ con ambas manos y pidiĆ³ a los chicos que abrieran sus bocas. Estos no habĆan acabado de hacerlo cuando una potente rĆ”faga de espeso y blanco semen inundaba sus bocas e impregnaba sus rostros. Una primera descarga los llenĆ³ de valĆa propia; la segunda, de gozo por la vida, y la tercera, de un vigor fĆsico que los hizo sentirse capaces de enfrentarse a cualquier imbĆ©cil que quisiera propasarse con ellos.
Se levantaron con una determinaciĆ³n tal, que contrastaba con la debilidad temporal de Galanboy, quien se agotaba temporalmente cuando compartĆa su poder, no asĆ cuando hacĆa el amor. Satisfecho por su apoyo a los chicos, les recomendĆ³ usar bien sus nuevas habilidades.
Paco y Lucas, tras agradecer la ayuda de Galanboy, saltaron de la azotea del edificio, en una primera y muy eficaz prĆ”ctica del parkour, que a ellos mismos los sorprendiĆ³.
Al llegar a la calle, Paco se hizo cargo de Brandon, y Lucas de Sergio. MĆ”s que golpearlos, los amedrentaron con una voz firme y con determinaciĆ³n. Les advirtieron que si volvĆan a atacarlos, no les tendrĆan ninguna consideraciĆ³n. Eso sĆ, Lucas torciĆ³ el brazo a Sergio y no lo soltĆ³ hasta que el bruto jurĆ³ nunca volver a tocarlo. Por su parte, Paco oprimiĆ³ la sien de Brandon y le causĆ³ un fuerte dolor de cabeza que no se le quitarĆa en varios dĆas.
Desde ese dĆa, Paco y Lucas caminaron con tranquilidad por las calles cercanas a la preparatoria, e incluso apoyaron a otros chicos acosados.
Aquella noche, una sombra observĆ³ todo desde la azotea de la escuela. Era el jefe de “Los Mandos”, quien no olvidarĆa la inoportuna intervenciĆ³n del superhĆ©roe que obligĆ³ a su pandilla a disolverse para siempre.
III
Pasada la medianoche, Galanboy entrĆ³ a su departamento por la ventana que daba a la calle. Estaba muy cansado, pues habĆa emprendido varias misiones para defender a chicos acosados, y a varios les habĆa compartido su poder, asĆ que sĆ³lo pensaba en meterse a la ducha y dejar caer un buen chorro de agua caliente sobre su agotado miembro.
Luego del refrescante baƱo, Galanboy saliĆ³ cubierto por una diminuta toalla que apenas cubrĆa sus genitales. Se la quitĆ³ y comenzĆ³ a practicar algunos ejercicios de estiramiento. TodavĆa la noche se prolongarĆa un poco mĆ”s, pues tenĆa que atender dos asuntos: preparar las clases del dĆa siguiente y ver su lista de pendientes que llegaban a su correo de superhĆ©roe.
En efecto, Galanboy tenĆa una identidad oculta como profesor de fĆsica en una preparatoria. Por eso se daba cuenta de lo duro que podĆa ser el bullying y lo necesario que era contar con las habilidades para afrontarlo.
Sus clases no le dieron problema, pues por la maƱana sĆ³lo tendrĆa que explicar las leyes de la dinĆ”mica y aplicar algunas actividades de comprensiĆ³n. Fueron sus pendientes como superhĆ©roe los que ocuparon un buen tiempo de la madrugada.
Entre correos, preguntas, asesorĆas y testimonios, Galanboy se fijĆ³ especialmente en una peticiĆ³n, la de un chico que solicitaba atentamente su presencia en la fiesta de su hermanito, un niƱo muy acosado en su escuela por niƱos bravucones. El chico narraba una historia muy triste sobre los abusos que habĆan sometido a su hermanito, lo que terminĆ³ por convencer a Galanboy de asistir al dĆa siguiente a la fiesta del pequeƱo.
Lo Ćŗltimo que revisĆ³ fue una foto que su colega superhĆ©roe, Helperguy, le hizo llegar por correo. En ella, el tambiĆ©n musculoso hĆ©roe estaba hincado casi de perfil, mostrando una enorme erecciĆ³n de su poderoso miembro, y resaltando sus enormes testĆculos por debajo de unos boxers rojos muy ajustados. El pie de foto decĆa: “¿Puedes rescatarme de mi acumulaciĆ³n de semen, Galanboy?”. El falo de Galanboy respondiĆ³ a la provocativa imagen con una dureza instantĆ”nea. Al hĆ©roe no le quedĆ³ otro remedio que acostarse en la cama y frotar su miembro pensando en su colega, hasta que unos sensibles espasmos seƱalaron el momento en que esa poderosa verga lanzĆ³ por cuarta vez en la noche potentes chorros de materia seminal blanca.
IV
Galanboy llegĆ³ en punto de las 8 de la noche a la puerta del departamento donde serĆa la fiesta del pequeƱo. No vestĆa su traje de superhĆ©roe, solamente un antifaz que lograba ocultar su identidad real.
Desde que entrĆ³ al edificio, pudo sentir una atmĆ³sfera pesada, no sĆ³lo debido al descuido del inmueble, sino tambiĆ©n por la gente que lo habitaba. “Ni modo aquĆ le tocĆ³ vivir al niƱo que hoy sorprenderĆ©”.
Estaba contemplando el color pĆ”lido y avejentado de las paredes, cuando un chico de unos 20 aƱos le abriĆ³ la puerta. VestĆa unos jeans azules desgastados y una camiseta de color verde, con el signo caracterĆstico de Linterna Verde. Calzaba unas pesadas botas negras que contrastaban con su apariencia juvenil. ParecĆa un chico serio y formal, aunque hubo algo en su mirada que a Galanboy le pareciĆ³ extraƱo.
El chico se presentĆ³ como Armando, lo invitĆ³ a pasar y le sugiriĆ³ que se disfrazara en la sala.
—Con toda confianza, eh. No hay nadie en la casa.
El chico no dejĆ³ de percibir lo extraƱo que le pareciĆ³ su aclaraciĆ³n a Galanboy.
—¿AquĆ serĆ” la fiesta? ¿DĆ³nde estĆ”n los invitados?
—Eeeeh. Esteeee. La fiesta es en el depa de una vecina. AquĆ te citĆ© para que te cambiaras y te prepararas para la gran entrada.
Galanboy se quedĆ³ conforme con esta explicaciĆ³n, asĆ que siguiĆ³ poniĆ©ndose su traje y sus accesorios. A los pocos minutos, estaba listo. Gallardo, imponente, casi invulnerable.
—¡Wow! Nunca habĆa visto a un superhĆ©roe en persona. Te ves muy bien, Galanboy –reconociĆ³ Armando–. Por eso tengo que pedirte un favor, antes de subir a la fiesta y sorprender a mi hermanito... VerĆ”s, si me das unos cuantos minutos, me gustarĆa tomarte algunas fotos para que mis amigos me crean que un autĆ©ntico superhĆ©roe vino a mi casa. ¿Me dejas? ¡Ćndale, por favor!
Galanboy aceptĆ³ de buen grado. No era raro que los chicos que ayudaba le pidieran un selfie o una foto de cuerpo entero. Tampoco ignoraba lo que algunos hacĆan en privado mirando sus imĆ”genes.
AsĆ que se colocĆ³ en la pose clĆ”sica, con las piernas abiertas, los puƱos a los lados de la cintura y un gesto decidido. Armando le tomĆ³ dos fotos con su celular y le pidiĆ³ otra posiciĆ³n. Galanboy puso una pierna delante de la otra, se agachĆ³ hacia el frente y estirĆ³ los brazos cerrando los puƱos. ParecĆa un guerrero a punto de combatir a sus enemigos. Armando se emocionĆ³ y tomĆ³ fotos desde varios Ć”ngulos.
Luego siguieron dos poses mƔs hasta que Armando hizo una solicitud especial.
—Quisiera que abrieras bien las piernas y que miraras hacia arriba con los brazos extendidos. Como si estuvieras a punto de volar.
A Galanboy le extraĆ±Ć³ esa peticiĆ³n, sobre todo porque no era natural para echarse a volar, pero quiso complacer a Armando antes de pedirle que lo llevara de una vez por todas a la fiesta.
—MĆ”s abiertas, por favor, Galanboy. Quiero captar todo tu “poder”.
Galanboy abriĆ³ mĆ”s su compĆ”s y mirĆ³ hacia el techo. En el fondo, le gustaba complacer a los chicos, pero las peticiones de Armando se tornaban extraƱas.
De pronto, sin saber de dĆ³nde habĆa salido, Galanboy recibiĆ³ una fuerte patada en sus testĆculos. GimiĆ³ hondamente y se llevĆ³ las manos a su entrepierna, en un gesto natural de protecciĆ³n. CayĆ³ de rodillas al piso y se mantuvo unos segundos respirando con dificultad.
Cuando alzĆ³ la vista, vio con sorpresa a Armando, que estaba de pie ante Ć©l, sonriendo con gran satisfacciĆ³n. El chico le extendiĆ³ una mano para ayudarlo a levantarse, y Galanboy la aceptĆ³ con cierta renuencia. Pero en cuanto desprotegiĆ³ su ingle, Armando le jalĆ³ el brazo y le tirĆ³ una nueva patada, mĆ”s fuerte que la anterior.
Galanboy gimiĆ³ nuevamente y se puso en posiciĆ³n fetal hasta que Armando lo tomĆ³ por los pies y los elevĆ³ separĆ”ndolos. El superhĆ©roe sĆ³lo pudo decirle rĆ”pidamente “¡QuĆ© haces!”, antes que Armando le aplastara las bolas con su enorme bota. AullĆ³ con fuerza y alcanzĆ³ a empujar con su pie a Armando, quien se incorporĆ³ rĆ”pidamente y atrapĆ³ con facilidad las enormes bolas de Galanboy. Las apretĆ³ intensamente y obligĆ³ al musculoso hĆ©roe a levantarse. Ya de pie, Armando lo jalĆ³ hasta una recĆ”mara contigua, donde lo empujĆ³ para que cayera justo encima del colchĆ³n. Galanboy siguiĆ³ sobando sus adoloridos testĆculos hasta que Armando se lanzĆ³ sobre Ć©l para debilitarlo aĆŗn mĆ”s. CayĆ³ justo sobre su abdomen, con lo que le sacĆ³ el aire y lo dejĆ³ aĆŗn mĆ”s manipulable.
Con la vulnerabilidad de Galanboy, la fuerza de Armando parecĆa mayor, asĆ que el adolescente pudo inmovilizarlo con singular facilidad y rapidez. En dos minutos, Galanboy quedĆ³ atado de sus cuatro extremidades a todo lo largo y ancho de la cama.
—¡Mira, Armando, yo no sĆ© quĆ© estĆ”s jugando –advirtiĆ³ Galanboy–, pero esto ya rebasĆ³ su lĆmite! ¡SuĆ©ltame de inmediato!
Armando sĆ³lo se limitĆ³ a reĆr.
—Apenas comenzamos, Galanboy.
—¿QuĆ© te hice para que me golpees en mis bolas?
—¡Que quĆ© me hiciste! ¡QuĆ© me hiciste! –gritĆ³ Armando cada vez mĆ”s iracundo–. Deshiciste mi banda, los atacaste o, mejor dicho, hiciste que dos debiluchos los atacaran ayer. SĆ, acuĆ©rdate, en la prepa vespertina. Los idiotas a los que ayudaste vencieron a mis colegas, y ahora van defendiendo a otros. SĆ³lo esperan que me aparezca por ahĆ para vengarse por todo lo que les hice.
—Yo sĆ³lo ayudo a los chicos a que se defiendan de los abusivos como tĆŗ.
—¡No sabes lo que es el abuso! El abuso es un padrastro que te madrea cuando llega borracho. El abuso es una bola de maestros idiotas que te reprueban siempre porque no entiendes nada de lo que dicen. El abuso es una madre que te obliga a robar para poder comprarse su alcohol.
Galanboy intentĆ³ ofrecer una alternativa a Armando.
—Yo puedo ayudarte, sĆ³lo dĆ©jame libre.
—TĆŗ no me ayudarĆ”s, mugre superhĆ©roe. Ahora mi banda de “Los Mandos” se fue al carajo todo por tu culpa.
—¡“Los Mandos” se llaman asĆ por ti, Armando!
—¡Hasta que lo captaste, superhĆ©roe imbĆ©cil!
SubiĆ³ a la cama y soltĆ³ una patada que entrĆ³ directamente en las bolas de Galanboy, quien entornĆ³ los ojos y dejĆ³ soltar un gemido largo y doloroso.
—Ahora voy a hacer lo que hiciste con esos tarados de ayer: me voy a robar tus poderes y los voy a usar para vengarme y para volver armar mi banda. Pero ahora no seremos tres, sino muchos. Vamos a sembrar el terror en la prepa, y nadie nos detendrĆ”.
Se hincĆ³ sobre las piernas del superhĆ©roe y dio un rĆ”pido y certero puƱetazo a su entrepierna. Galanboy sintiĆ³ que algo en su estĆ³mago se revolvĆa y se quejĆ³ amargamente. Desde esa posiciĆ³n incĆ³moda pudo ver que sus testĆculos se habĆan hinchado un poco. Pero no fue lo Ćŗnico en su cuerpo que adquirĆa mĆ”s volumen. Armando tambiĆ©n lo advirtiĆ³.
—¡Ah, mira nada mĆ”s! Resulta que al gran superhĆ©roe le gusta que le golpeen las bolas. ¡CĆ³mo te ha crecido la verga con mis patadas!
Y como para comprobar su punto, Armando sujetĆ³ fuertemente las gĆ³nadas de Galanboy y vio con satisfacciĆ³n que su enorme falo se alargaba y se ponĆa mĆ”s rĆgido. El superhĆ©roe sintiĆ³ una mezcla de excitaciĆ³n y vergĆ¼enza por exponer sus zonas vulnerables al adolescente.
Armando contemplĆ³ por unos segundos aquella verga estimulada, enorme y potente, que se delineaba bajo el traje ajustado de Galanboy. Entonces la deseĆ³ con intensidad, quiso sentirla dentro de su joven cuerpo, la deseĆ³ toda para Ć©l, aunque eso significara dejarse penetrar por tan tremendo trozo de carne; sabĆa que le dolerĆa hasta el alma, aunque tambiĆ©n intuyĆ³ que eso lo harĆa gritar de placer. Pero sabĆa bien que eso no bastarĆa para derrotar completamente al superhĆ©roe. TenĆa que vaciarlo hasta que no pudiera compartir sus poderes con los chicos abusados.
AsĆ que Armando sacĆ³ de su bolsillo una navaja suiza que puso al alcance de la mirada de Galanboy.
—¡Por favor, Armando, cualquier cosa que pienses hacer con esa navaja, te pido que no la hagas!
—Je je je. ¿Crees que te los voy a cortar? –dijo sujetando los hinchados testĆculos del hĆ©roe–. ¡Para nada! TodavĆa los necesito completitos –y los apretĆ³ con saƱa, aunque no podĆa abarcar los dos con su mano, pues de suyo eran enormes y perfectamente ovalados.
Bajo la mirada aterrada de Galanboy, Armando sujetĆ³ la zona inguinal de su traje y la rasgĆ³ lo suficiente para que saliera el enorme falo del hĆ©roe. El chico no podĆa dar crĆ©dito: ante Ć©l tenĆa una verga enorme, larga y ancha, como de unos 25 cm, con un glande muy grueso, esponjoso, en una forma perfecta de punta de flecha. Cuando la tomĆ³ con sus dos manos, la sintiĆ³ caliente, hĆŗmeda, palpitante.
No lo pensĆ³ dos veces y se la metiĆ³ en la boca. La chupĆ³ con Ćmpetu, la mordisqueĆ³, la lamiĆ³ de arriba abajo, succionĆ³ el provocativo glande y jalĆ³ maliciosamente el prepucio, hasta hacerla erguir mĆ”s. Galanboy sufrĆa pero gozaba a la vez. Ese chico de 20 aƱos sabĆa lo que hacĆa con su instrumento de placer. Estimulaba su verga de tal manera que pronto verĆa coronados sus esfuerzos.
Armando comenzĆ³ a masajear el superfalo rĆ”pidamente. Manipulaba con destreza ese enorme trozo de carne que pronto se tambaleĆ³ en fuertes espasmos, seƱal de una inminente explosiĆ³n. El cuerpo de Galanboy tambiĆ©n se conmocionĆ³: temblaba de placer, se contraĆa y se relajaba, hasta que por fin se tensĆ³ por completo. Apoyado en sus extremidades, se elevĆ³ un poco y liberĆ³ toda su carga seminal. Armando la recibiĆ³ en su cuerpo y en su cara, una explosiĆ³n de materia blanca lechosa que no dejaba de salir en disparos intensos y constantes. No sabĆa cuĆ”ntos segundos habĆan transcurrido, pero el semen de Galanboy seguĆa saliendo. Quiso aprovecharlo antes que terminara de salir, por lo que volviĆ³ a cubrir con su boca ese glande enrojecido que apenas podĆa contener. Afortunadamente, recibiĆ³ una buena cantidad de superleche y la tragĆ³ con satisfacciĆ³n, sintiendo de inmediato un vigor que nunca habĆa experimentado.
El chico se puso en pie y se arrancĆ³ la ropa con facilidad. Se sentĆa tan fuerte como Galanboy, o al menos eso pensaba. QuedĆ³ desnudo ante el hĆ©roe, quien pudo ver su nada despreciable cuerpo atlĆ©tico y marcado por el ejercicio callejero que realizaba al molestar a los indefensos. Pero Galanboy no pensaba tanto en el cuerpo de Armando, como en su propio agotamiento. Se sentĆa exhausto, a pesar de haber eyaculado sĆ³lo una vez. Otros dĆas, en sus mĆŗltiples misiones, habĆa llegado a hacerlo hasta cinco o seis veces. Pero esta era diferente. El malicioso Armando le habĆa arrebatado un poder que Galanboy compartĆa con generosidad, desde que le fue otorgado hacĆa un par de aƱos. Ahora temĆa por lo que Armando harĆa con Ć©l, si se vengarĆa de Paco y Lucas, los chicos de la preparatoria, y luego acosarĆa a otros chicos. TenĆa que liberarse de sus ataduras, pero eran muy fuertes y Ć©l se sentĆa sin fuerzas.
HabĆa divisado la navaja de Armando, que por accidente cayĆ³ cerca de su mano derecha. Trataba de acercarla cuando sintiĆ³ que una superficie redonda y plana se hundĆa en sus bolas. Era Armando, que usaba un guante de box para castigar aĆŗn mĆ”s los maltratados testĆculos de Galanboy. El hĆ©roe vio todo blanco y tosiĆ³ con fuerza. TratĆ³ de juntar sus piernas en posiciĆ³n defensiva, pero las tenĆa muy separadas por las ataduras. AsĆ que sĆ³lo pudo hundir un poco su pelvis en el colchĆ³n y esperar que Armando no lo golpeara mĆ”s.
—No pensĆ© que disfrutara tanto torturarte, Galanboy. Pero me excita mucho ver a un tipo musculoso como tĆŗ retorcerse de dolor cuando sus bolas son atacadas. ¿No que los superhĆ©roes tienen huevos de acero? –y volviĆ³ a aplastar sus testĆculos con el guante, lo que provocĆ³ un profundo gemido del hĆ©roe.
—Te.. tenemos... puntos dĆ©biles. No somos... invulnerables –dijo Galanboy cuando pudo recuperar el aliento.
Dos y tres veces mĆ”s Armando castigĆ³ los testĆculos de Galanboy, quien se retorcĆa de dolor sin dejar de suplicarle que parara.
—Tranquilo, Galanboy, sĆ³lo querĆa deshuevarte para poner a punto tu megaverga. ¡Y ya lo conseguĆ! –dijo mirando nuevamente erguida el poderoso falo del hĆ©roe.
Armando saliĆ³ corriendo al baƱo de la recĆ”mara y volviĆ³ con una botellita de aceite para bebĆ©. Ni siquiera contemplĆ³ la idea de cubrir con un condĆ³n el pene de Galanboy, porque sabĆa que de inmediato lo romperĆa. AsĆ que solamente se embadurnĆ³ en el ano cuanto aceite pudo y se estimulĆ³ un poco introduciendo dos dedos en su cavidad rectal. Luego, se puso en pie y mirĆ³ desde arriba el obelisco de carne que esperaba ser atrapado por sus entraƱas juveniles.
Con mĆ”s excitaciĆ³n que nerviosismo, Armando se fue sentando hasta sentir el contacto de su ano con el rugiente glande de Galanboy. Con arrojo, y ayudĆ”ndose con su mano, lo introdujo lentamente en su recto. SĆ³lo era la punta, y ya le causaba un tremendo dolor. Pero decidiĆ³ continuar.
ComenzĆ³ a introducir todo el largo falo sintiendo que su intestino no lo soportarĆa, y ya habĆa llegado a la mitad cuando decidiĆ³ quemar sus naves: bajo su propio riesgo, se sentĆ³ completamente en la poderosa verga y gritĆ³ con fuerza al sentirla dentro de sĆ. Galanboy tambiĆ©n gritĆ³ por el aprisionamiento brusco de su falo, pero gozĆ³ con las nalgas apretadas y firmes de su lujurioso captor.
HabiĆ©ndose respuesto del ardor inicial, Armando comenzĆ³ a mover sus caderas con agilidad, lo que producĆa al hĆ©roe tirones placenteros a su verga. Con malicia, el chico se levantaba un poco como si quisiera desprenderse de su prisionero de carne, pero de inmediato volvĆa a sentarse sobre Ć©l con una rapidez que volvĆa loco al musculoso Galanboy.
Con cuidado, Armando se colocĆ³ sobre sus extremidades y comenzĆ³ a dar vueltas boca arriba valiĆ©ndose del movimiento de sus manos y sus pies. El efecto de tuerca que el apretado ano provocaba en el potente tornillo de Galanboy le empezaba a causar espasmos por todo el cuerpo, lo que anunciaba un rĆ”pido final. Armando tambiĆ©n los sintiĆ³, por lo que se incorporĆ³ a su posiciĆ³n inicial y comenzĆ³ a bajar y subir, apretando lo mĆ”s que podĆa su esfĆnter en el resistente falo del hĆ©roe. Para rematar, palpĆ³ con su mano los prominentes testĆculos de Galanboy debajo de sus propias nalgas. Los sintiĆ³ hĆŗmedos y muy cĆ”lidos y no tuvo reparo en volver a sujetarlos con fuerza. Galanboy respingĆ³ e instintivamente arremetiĆ³ con su falo el ano de Armando. El chico abriĆ³ lo ojos cuanto pudo y sintiĆ³ un agudo estĆmulo en su joven prĆ³stata. Quiso repetir la sensaciĆ³n y volviĆ³ a aprisionar las bolas del hĆ©roe, quien nuevamente impulsĆ³ su verga cuanto pudo en las entraƱas del chico.
AsĆ, con sus bolas apretadas por las manos del joven, Galanboy embistiĆ³ su verga contra su captor y lo hizo soltar varios gritos de placer hasta que llegĆ³ el momento del Ć©xtasis.
Galanboy lo vio venir cuando sintiĆ³ que todo su cuerpo se ponĆa rĆgido y concentraba su fuerza en el potente cabezal de su verga.
—SujĆ©tate bien –advirtiĆ³ a Armando.
El joven soltĆ³ las bolas de Galanboy y se aferrĆ³ a los antemuslos del hĆ©roe, con tal fuerza que sintiĆ³ que le clavaba las uƱas. Pero fue necesario para resistir el embate explosivo de la eyaculaciĆ³n mĆ”s potente que sentirĆa en toda su corta vida, una descarga inundante de semen que le salĆa por las nalgas y baƱaba por entero sus entraƱas. Un choque angustiante del glande del hĆ©roe con su muy sensibilizada prĆ³stata, que le provocĆ³ su propia eyaculaciĆ³n explosiva. Armando nunca habĆa expulsado tanto semen ni con tanta energĆa, y nunca volverĆa a padecer tan agonizante orgasmo, como aquel que su vĆctima Galanboy le produjo aquĆ©l dĆa.
Agotado y aun conectado fĆsicamente al hĆ©roe, Armando lo mirĆ³ tambiĆ©n exhausto, derrotado, vencido por el sexo malicioso y los golpes a sus puntos dĆ©biles. Y lo que el joven pensĆ³ que serĆa su momento triunfal se convirtiĆ³ en un instante de ternura, pues ahora veĆa al musculoso hĆ©roe con una mirada dulce, de agradecimiento y complacencia. Entonces hizo lo que nunca pensĆ³: se estirĆ³ y uniĆ³ sus labios con los de Galanboy, en un beso vacĆo de la pasiĆ³n de hacĆa un momento, pero lleno de algo muy parecido al reencuentro de dos amantes alejados.
—PerdĆ³name, Galanboy. Fui un tonto egoĆsta.
—Disculpa aceptada.
Y el hĆ©roe besĆ³ de nuevo a su captor.
Armando se liberĆ³ suavemente de su dulce tormento, ahora casi en reposo, y cortĆ³ de inmediato las ataduras del hĆ©roe, quien masajeĆ³ un poco sus muƱecas y sus tobillos.
—Te juro, Galanboy, que ahora no siento odio por nadie. Quiero ayudar a los chavos y nunca mĆ”s molestarlos. No sĆ©, algo cambiĆ³ en mĆ. Fuiste tĆŗ, con tu poder.
—Si ese fue el sentido de este encuentro, pues valiĆ³ la pena.
Con un semblante totalmente distinto, mostrĆ³ una vez mĆ”s signos de vergĆ¼enza.
—PerdĆ³name una vez mĆ”s, por favor. Quise hacerte daƱo, y siempre estarĆ© arrepentido por ello.
Galanboy lo abrazĆ³ por la espalda y le aplacĆ³ un poco el alborotado cabello.
—Cuando sientas que te falta fuerza, llĆ”mame.
Se despidiĆ³ de Ć©l con una caricia en la mejilla y saliĆ³ por la ventana.
En su departamento, bajo el curativo chorro de agua caliente, Galanboy recordĆ³ su captura de esa noche y sintiĆ³ que su verga despertaba una vez mĆ”s. Al final de esas horas con Armando, se sintiĆ³ muy cercano a Ć©l. “QuiĆ©n sabe, pensĆ³, tal vez he encontrado un nuevo aliado y compaƱero”.
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